No estuvo muy acertado en su intervención del pasado sábado uno de los ideólogos de la Marea y Jefe de Gabinete del alcalde Xulio Ferreiro, en un foro en la Ciudad Condal organizado por sus compañeros de Barcelona en Comú, al insultar de forma gratuita a los concejales de la oposición y a una parte de los funcionarios del Ayuntamiento. Digo esto por una simple cuestión lingüística, ya que no utilizó debidamente ese lenguaje no sexista que tanto le gusta emplear a sus camaradas del gobierno local. En aras de esa igualdad y para evitar discriminaciones, que pueden molestar a alguna de sus compañeras de bancada, su insulto tendría que haber sido lanzado de la siguiente manera; «en el Palacio Municipal de A Coruña también hay orcos y orcas…..».
Ironías aparte, querer hacer o intentar hacer política desde el insulto y la descalificación, tiene el rechazo más absoluto de la inmensa mayoría de ciudadanos que esperan y reclaman de todos los que se dedican a la noble labor de la política, una mínima compostura y respeto institucional. Nos repatea bastante el insulto y la ofensa como forma y parte del debate público, que nada tienen que ver con la ironía y el chiste. Ahora son muchos los que claman y argumentan que el insulto lanzado por el jefe de Alcaldía, forma parte de la libertad de expresión que tenemos. Para muchos, la libertad de expresión tiene unos límites. Más cuando esa libertad es ejercida por un representante público, cargo o persona de confianza de una autoridad. Esta es la cantinela recurrente del populismo, de los de la nueva política, que se amparan en esa nueva y mal entendida libertad de expresión, que solo reclaman y es válida para ellos, para insultar o despreciar públicamente a todos aquellos que no comulgan con sus ideas.
Rectificar es de sabios, todo el mundo puede equivocarse, de los errores también se aprende. Y de aprender saben mucho en el gobierno local, ya que ellos son los primeros en decir que después de diez meses de desgobierno todavía están en la tarea de aprender. Ya tienen otra asignatura en la que instruirse, educación para la gobernabilidad. Pero lejos de una más que necesaria rectificación pública, el alcalde, que salió por peteneras, y su mano derecha, ya han anunciado que ni habrá reprobación ni disculpa con la oposición y parte de los trabajadores municipales a los que faltó al respeto y a su profesionalidad, queriendo dejar caer sobre ellos la sospecha de que son unos antisistemas dentro de María Pita, que se dedican al boicot administrativo para perjudicar al gobierno. Una muestra de desprecio inadmisible. La arrogancia y prepotencia que vienen demostrando a lo largo de estos meses, les impide rectificar y pedir disculpas. Que se olviden quienes pedían el cese o destitución. Eso solo es aplicable para los de la casta.
Y como no, también arremeten contra los «orcos de allí afuera», las asociaciones vecinales, en las que a tenor de todo lo dicho por el asesor Martínez, (Stalin a su lado era un demócrata) sus asociados no deben de ser «xente do común», y a las que quieren arrinconar y anular la representación legítima que ostentan por decisión de muchos vecinos, porque para la Marea solo tienen legitimidad para participar en la vida política de la ciudad otro tipo de elementos u organizaciones creadas a través de procesos sufragados con fondos públicos a los que llaman de «participación ciudadana» (Dillo Ti, A Porta Aberta), al servicio directo de los intereses ideológicos y partidistas de la nueva y rebelde política. Ya lo dijo el propio Ferreiro, «la Marea es diferente», como diferentes son sus mecanismos y formas de hacer política.
No nos cabe duda que la Marea es diferente. Los pilares de su pensamiento político, sus mecanismos y formas de hacer política residen en el sectarismo, revanchismo, rencor y odio a todo aquel que no piense como él. Creo que después de diez meses de paupérrima gestión y desgobierno, no estamos para «brincadeiras».
