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viernes, abril 26, 2024

La Biblia y la fabulosa conquista de Galicia

//Rafael Lema Mouzo//

En varios libros (El camino secreto de Santiago, La vía pagana a Compostela) he tratado el tema de la percepción de Galicia en el mundo antiguo como territorio mítico, sagrado. Los tartésicos por tierra y mar se acercaban a comerciar ya en la Edad del Bronce, en rutas seguidas por sus aliados griegos; y posteriormente por los púnicos, que cortaron el flujo griego con Tartessos tras la batalla de Alaia.

Ya con estos pueblos de grandes navegantes se tenía perfilado nuestro país, al norte del Duero, y denominado a sus habitantes como kallaikoi-galaicos. Los primeros geógrafos y escritores aprovecharon los comentarios, temores y descripciones de los viejos Ulises cuando se refirieron por vez primera por escrito a nuestra tierra del Finisterre. Entre las columnas de Hércules y el mar de la India, en el mundo protohistórico entonces conocido, se sabía de esta tierra extrema, de sus riquezas fabulosas, entre un aluvión de maravillosas historias que llegaron al mundo clásico.

Por eso la primera gran civilización mediterránea que nos conquistó, Roma, lo hizo enmarcando su empresa en una aureola de prodigios. Fue su primera incursión en el siglo II a. C. un acto tenido como hercúleo y vendido por una toma mítica por su aparato de propaganda en todo el Mediterraneo. El efecto de esta cruenta y dura campaña contra los galaicos alcanzó resonancias bíblicas. Como se han ido descubriendo en estos días en novedosas campañas arqueológicas en la frontera lusa, fue una gran empresa, planificada con esmero y grandes recursos, con las tropas en total cautela y alarma cruzando el Limia y el Miño, movilizando una legión de 10.000 hombres, construyendo de montaña en montaña no solo nuevas vías sino campamentos en sus cumbres, desmantelados al ser abandonados cada jornada, para que no fuesen ocupados por los nativos sirviendo de acoso en retaguardia. Y con todo, los romanos en su apogeo apenas dominaban un territorio marcado por el cauce del Miño, con algunas estaciones costeras de apoyo a sus navegaciones; prueba de ello es la pobreza de restos encontrados en tres cuartas parte de Galicia, pese a la patética aventura de buscadores de ciudades y campamentos fijos nunca levantados.

La presencia gallega en los santos libros

Hoy les quiero hablar de la Biblia y la presencia gallega en sus santos libros, porque enlaza con las letras precedentes. En el Antiguo Testamento AT, en el Primer Libro de los Macabeos se cita la fabulosa empresa de la doma de Galaecia por los romanos, una nueva que llega a Palestina y refuerza la idea del poder de Roma, y la postura de los nacionalistas judíos de Judas Macabeo para pactar con ellos contra los griegos siriacos que los oprimen.

Tras las campañas galaicas el autor cita las de Hispania, ejemplo de tesón, constancia y valor. Remarca la llegada de las legiones al fin del mundo, avanzando en los confines «y destruido reyes, que en las extremidades del mundo se habían movido contra ellos». Luego pasa a resaltar las acciones de los romanos en otra área geográfica más cercana, en el mundo helénico, enemigo del nacionalismo judío entonces. La unión en un mismo párrafo de Galicia y España, cuyas campañas se yuxtaponen y formaron para los romanos una estructura política, aclaran la referencia. Aunque el comentarista narra hechos anteriores, el libro -que es el más valorado desde el punto de vista histórico en el AT- fue escrito tras estos hechos en la península Ibérica, entorno al 100 a. C.

1 MACABEOS CAPITULO 8

Dos son los libros canónicos de los Macabeos que contienen la historia de Judas llamado macabeoi (martillo) y de sus hermanos (de la familia de los asmoneos), de las guerras que sostuvieron contra los reyes griegos de Siria, en tiempos de los seléucidas y la helenización palestina tras Alejandro Magno, en defensa de la religión y de la libertad de su patria. Hay otros dos libros considerados apócrifos por la Iglesia Católica. El Primer Libro de los Macabeos fue escrito en hebreo, san Jerónimo pudo ver este texto original pero ahora ya no queda más que la versión griega, de la que se sirvieron Orígenes, Tertuliano. San Jerónimo, al que sigo, no cambió nada la traducción latina anterior a la suya. I Macabeos narra el intento de helenizar por la fuerza a los judíos en el siglo II a. C. por parte de Antíoco IV Epífanes, un rey de la dinastía seléucida. Los judíos más fieles se sublevan y se rebelan, conducidos por Matatías, un anciano líder religioso. Los cinco hijos del viejo líder se llaman Judas, Jonatán, Simón, Juan y Eleazar, quienes luchan por la unificación del pueblo judío en la resistencia contra los invasores griegos. Se puede considerar como la mejor obra del AT desde el punto de vista del rigor histórico.

Es general la crítica de como el autor toma un hecho histórico real (la Rebelión de los Macabeos), trascendental para la historia de su pueblo ya que se lo considera la primera revolución nacionalista hebrea, y lo describe de modo bastante imparcial y con suma objetividad. Esto convierte a I Macabeos en un documento histórico muy estimable, por supuesto con el añadido de la toma de postura del autor con la lucha de su pueblo y el apoyo de Dios, pero no su intervención milagrosa. El paso del ciclón cultural del helenismo se nota en la mano del cronista.

En I Macabeos, capítulo 8, «alianza de Judas con los romanos» el escritor relata lo que de los romanos contaba la fama, sin afirmar que todo fuese conforme a la verdad. Judas Macabeo en vista de estos antecedentes mandó enviados a roma para tratar sobre una alianza con los romanos contra los griegos que los oprimían. Son tiempos en donde la gloria de Roma es conocida en todos los rincones de aquel viejo mundo, porque sus legiones habían alcanzado la Hesperia, Sefarad, el confín de la tierra; el país de los mitos, monstruos y leyendas, de los inmensos tesoros: Galicia, la Gallaecia-Kalaikia.

La conquista romana de Galicia por Décimo Junio Bruto (su paso legendario del río Limia y la visión del sol hundiéndose en el mar) alcanzó una dimensión fabulosa en todo el Mediterráneo, como el primer paseo del hombre por la luna. No lleva a cuestas la fama toda la verdad, ya que esta entrada triunfal con tintes maravillosos del gallego en la nación de los galaicos miñotos apenas fue una toma de contacto y un avance en tierras de un far west de indómitas tribus a las que era preciso vigilar-controlar en la «raya del Miño». Aún tardaría el águila un siglo (malamente) en domarlos. Era el año 136 a. C. cuando Décimo Junio Galaico pasa el río Limia ante el asombro de sus temerosos soldados. I Macabeos fue escrito aparentemente hacia el año 100 a.C., a finales del reinado de Juan Hircano, aunque sus originales se han perdido y solo se conserva la versión griega de los LXX. Es casi contemporáneo de los hechos que narra, ya que la rebelión de los Macabeos se registró entre los años 175 y 135 a.C.

CAPITULO 8: 1-5

1) Y oyó Judas la reputación de los romanos, y que eran poderosos, y se prestaban a todo cuanto se les pedía, y que habían hecho amistad con todos los que se habían querido unir a ellos, y que era muy grande su poder. 2) había también oído hablar de sus guerras, y de las proezas que hicieron en la Galaecia, de la cual se habían enseñoreado y héchola tributaria suya; 3) y de las cosas grandes obradas en Hispania, y como se habían hecho dueños de las minas de plata y de oro que hay allí, conquistando todo aquel país a esfuerzos de su prudencia y constancia; 4) que asimismo habían sojuzgado regiones sumamente remotas, y destruido reyes, que en las extremidades del mundo se habían movido contra ellos, habiéndolos abatido enteramente, y que todos los demás les pagaban tributo cada año. (1Mac. 8,1-5)

EL GALAICO

El general y político romano Décimo Junio Bruto Galaico (Decimus Iunius Brutus Callaico;180 a. C.-113 a. C.) dirigió la campaña de conquista del sur de la actual Galicia y norte de Portugal, futura provincia romana de Gallaecia. Fue cónsul en el año 138 a. C. junto con Publio Cornelio Escipión y ese año le fue asignada la provincia de Hispania Ulterior. Allí eliminó la resistencia lusitana al mando de Táutalo, sucesor de Viriato. Prosiguió contra sus aliados los brácaros y galaicos del norte y llegó hasta el río que denominaron Lethe (o Oblivio), que también era llamado río Limia, Límes o Bélion (moderno Limia). Es conocido el episodio que narra cómo la tropa se negó a avanzar, que nos lleva de nuevo a la idea que en todo el mundo antiguo se tenía de esta tierra extrema como lugar mágico, frontero al paraíso, por lo tanto un reino de meigas soberanas y monstruos marinos.

Decían que aquel era el legendario Lethes, el río del olvido, y que si lo cruzaban olvidarán su identidad y su patria. Décimo Junio Bruto, agarrando el estandarte de la legión, cruzó el río y llamó uno a uno y por su nombre a sus soldados, para convencerlos de que no había olvidado nada y poder proseguir la campaña. Las crónicas del historiador galaico Orosio narran la campaña de Bruto en Galicia y Ovidio se hizo eco de la proeza «por aquel tiempo Bruto tomó como sobrenombre el de su enemigo galaico y tiñó de sangre la tierra hispana». La victoria sobre los numerosos galaicos que acudieron en auxilio de los brácaros le valió el apodo de Galaico. En Roma celebró un triunfo espléndido en el año 136 a. C. por sus victorias sobre los lusitanos y galaicos.

Con el botín obtenido en Hispania, Bruto erigió templos y otros edificios públicos para los cuales el poeta y dramaturgo Lucio Accio realizó inscripciones en verso. Lejos estuvo Galicia de ser sometida ni romanizada, más bien controlada en la línea del río Miño; ya al poco de la derrota hubo cruentos levantamientos. En el 113 a. C. el mismo Décimo Junio fue nombrado procónsul de Lusitania, con Cayo Mario, para sofocar levantamientos en el oeste peninsular, infligiendo severas derrotas a los lusitanos.

Augusto tuvo que movilizar una impresionante maquinaria bélica en las guerras cántabras (29-19 a. C.) que reforzaron su aureola como semidiós dominador de los confines de la tierra, de los mitos y sus riquezas. Los traductores latinos de la biblia tendrían también muy presente este eco asombroso de la última gran campaña peninsular romana cuando abordaban las líneas griegas que hablaban de Hispania y Galicia.

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