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domingo, marzo 24, 2024

San Mamede de Seavia: la cruz y el pan de Bergantiños

Un reportaje de Rafael Lema// Accede a la sección Turismo Coristanco.

La gran abadía benedictina de San Mamede de Seavia en Coristanco es el monasterio más relevante de la comarca de Bergantiños, en el viejo arciprestazgo compostelano del mismo nombre. Forma el núcleo duro de la colonización de tierras, expansión de granjas y cristianización de toda la Costa da Morte, con los prioratos de Nemancos (Moraime, Ozón Y Baiñas). Más al norte y dentro de la antigua provincia coruñesa aparece Soandres-Montemayor, encomienda templaria y también benedictina que sufrirá el acoso y expolio de la Casa das Mariñas. Seavia está detrás de la colonización y desarrollo agrario de Bergantiños; con su red de granjas e pequeños cenobios de origen altomedieval. Son grandes centros de producción y riqueza, abastecedores de las ciudades y de las armadas, desde las flotas de la Casa de Contratación coruñesa hasta la Invencible y sucesoras.

El valor artístico de la iglesia de San Mamede de Seavia

Desde el siglo XIV tenemos datos de la abadía de Seavia, con la donación del hidalgo xalleiro Gonzalo de Bazar, que nos muestran su extensión territorial (Traba, San Paio, Agualada, Erbecedo, Sísamo, Oca, Rus, Padreiro). Pero las citas a Seavia son anteriores a la época gótica. Un documento de 830 sobre los límites de la seo de Iria nombra como iglesia propia de ésta a «sanctum memetem in seavia». En 1178 ( solandres de siavia…leiloyo in sevia), en 1.200 (ad siauiam V modios de pane). A finales del siglo XV se convirtió en priorato de San Paio de Antealtares, y en el XVI fue ocupado por monjas.

A su valor histórico se une el artístico. En Seavia a uno de los lados de su fachada barroca se levanta unha hermosa torre campanario de planta cuadrada y varios cuerpos rematados por una cúpula; con cubierta a dos agua y tejas. La iglesia de San Mamede de Seavia también conserva restos medievales, como los canecillos románicos de dos muros laterales y uno de los dos antiguos rosetones; con su planta gótica como Soandres (planta rectangular con tres naves). 

Está construida con fábrica de perpiaños, con bóveda de cañón interior. A las naves se unen dos anexos: una sacristía y una sala de servicios. Destaca en el interior el retablo de madera del presbiterio y el coro situado encima de la puerta de entrada. Hay otro retablo en una capilla. La iluminación del coro se hace mediante un vano abocinado y el resto del templo con ventanas de arcos de medio punto, abocinados. Pegado a una de las columnas, donde termina la bóveda de cañón, se halla un bello púlpito de madera con relieves.

No es la Edad Media una era oscura, sino compleja, llena de luces y sombras, de períodos de expansión y decadencia que dejaron su huella también en esta comarca. El esplendor del románico y del gótico marinero por nuestra comarca no son solo muestras de arte y evangelización religiosa sino el reflejo de dos períodos dorados de desarrollo socioeconómico. Lo mismo pasará con nuestro largo y fructífero barroco, sustentado sobre columnas de «millo» en donde los monasterios como Seavia jugarán un gran papel. 

El relevante papel de la abadía de Seavia

El comercio marítimo bajomedieval o la Era das Descubertas con la Carrera de Indias, que entra ya en la Edad Moderna, alumbran asimismo una nueva sociedad, nuevas villas costeras, una vida y oficios que en buena parte han llegado a nuestros días, porque el peso del sector primario y ancestrales usos y costumbres conservan aún su fuerza. No es cierto que en la Alta Edad Media la Costa da Morte fuese una zona despoblada y la documentación monacal acredita lo contrario. Hubo períodos de inestabilidad, de furor normando y agresiones sarracenas que hacían peligrosa la vida en la costa. 

Por ejemplo, alejaron nuestra sede episcopal de referencia, Iria, hacia el interior, a la nueva Compostela. Pero no cesaron ni la actividad humana y ni el desarrollo de nuestras parroquias. Trigo, centeno, «millo miudo» y luego el maíz eran la base de la alimentación en esos tiempos. En época de malas cosechas se necesitaba importar por mar trigo foráneo. Los monasterio se convirtieron en centros de gran producción cerealística en el medievo, y en la Edad Moderna siguieron conservando una gran capacidad como graneros y exportadores de trigo, centeno, maíz, por los puertos o en las reatas de los arrieros de Bergantiños.

 El maíz llegado de América ya aparece a inicios del XVII y será un gran revulsivo en la economía agraria para consumo de hombres y ganados. Del mismo modo la comarca de Bergantiños es desde la Edad Media una de las grandes productoras de cereales del reino, y en la Edad Moderna contamos con documentación que ratifica esta realidad. La labor de los monjes también es crucial en este desarrollo. La larga lista de pequeños cenobios que desde la Alta Edad Media vemos instalados en esta tierra da muestra de un modelo de granjas y colonias, como en otras zonas de Galicia de intensa presencia del monacato. La casa de Traba, que dominaba el tramo costero entre Noia y Pontedeume, está detrás de la fundación de varios de estos centros (Moraime, Mens, Seavia, Borneiro) y de la expansión del románico compostelano en nuestra zona.

En las compras de la casa de Altamira para la flota de la Especiería, en los abastos para la Real Armada, localizamos un buen número de lugares de Bergantiños como proveedores principales, en donde juega un gran papel el monasterio de Seavia y productores de Coristanco.

El 26 de septiembre de 1525 Vasco de Seavia lleva en una pinaza de A Coruña a Betanzos a varios indios penabscot de la expedición de Esteban Gómez a Norteamérica financiada por el conde de Andrade. Se trata de un gran comerciante al servicio del citado conde, que cuenta además con muchas tierras en Bergantiños heredadas de los Mariñas. 

Entre 1523 y 1526 el conde hace grandes compras de trigo de Bergantiños para sus armadas a las Molucas. A la flota de Loaysa de 1525 venden trigo el mismo Vasco de Seavia o Juan Vázquez de Bergantiños. En Agualada venden Juan Lozano, Juan Nunes, Juan de Lestón. Y en Oca: Vasco de Fariña, Gonzalo Delgado. Es solo un apunte de la continuación en la Edad Moderna del poder cerealístico de la tierra de Seavia y Coristanco.

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