Rafael Lema. Coristanco.
Torre antes de la restauración (Turismo.gal)
La Torre Nogueira es la última señal en Bergantiños de una era pasada, y a reivindicar en muchas aspectos; salida del cinturón señorial que irradiaba sobre la tierra el poder de los viejos señores de la guerra en una red de almenas, vigías y atalayas desaparecidas, ya solo toponimia sin significado. Llega de las cenizas del medievo y atraviesa los Séculos Escuros sin renunciar a los suyos, de ahí su gran valor.
En el lugar de Torres de Nogueira (San Mamede de Seavia-Coristanco) se levanta una interesante torre de planta rectangular, con escudos de los Moscoso y Bermúdez de Castro, Figueroa y Rioboo; linajes vinculados a otras casonas almenadas y pazos de la zona.
Es hermano de otras fortalezas bergantiñanas de su tipo y su linaje como las de Riobóo o Vilardefrancos, pero la primera se haya descuida y la segunda oprimió su barbacana de la cotidianidad del hogar para convertirse en pazo, como las de Cereixo y O Allo. Por eso remarcamos el valor de Nogueira, ejemplo principal en Bergantiños y en la ancestral Trastámara de la transición de las fortalezas medievales (Vimianzo, Mens) al pazo hidalgo, ya muestra de otra era decadente.
Torre Nogueira es hija de una era gótica de gerifaltes en esplendor que no quieren renunciar a su peso, a su prestigio, cuando los señores hablaban y aforaban en gallego, se levantan desde las raíces de la tierra; los pazos son barrocos y desclasados, arribistas, cuneros. El señorío de Nogueira comenzó en el siglo XV, cuando el abad del monasterio de Seavia, Fernando de Mira, le concedió las primeras concesiones a Francisco Bermúdez de Castro, primer señor de Nogueira.
En 1.639, toda la jurisdicción sobre Nogueira pasa a los Bermúdez de Castro. El edificio actual es posiblemente del siglo XVI y está formado por un volumen cúbico, macizo, de tres alturas, con una construcción anexa en forma de L de la misma época, en un entorno rural bucólico, bien conservado, en donde su silueta señorial y sobria sigue manteniendo el aura del Antiguo Régimen, sin renunciar a la «escuridade gótica».
No conserva sus almenas, sustituidas por una cubierta de teja a cuatro aguas, pero sí su masa de granito recio, con las grandes doelas a la vista de la ventana ojival. Los gruesos muros de más de un metro marcan su viejo carácter defensivo, su peso en el mundo de los señoríos, del que no renuncia, como último halcón en su roquedo. En la fachada principal se abren tres vanos, y dos en un lateral que retocan su aspecto adusto. La puerta de entrada en la planta baja cuenta con un arco apuntado, sobre el que hay otro similar en la ventana. En medio, el blasón de los viejos Bermúdez que se repite en otro escudo al lado de los otros apellidos citados.
Accedemos a la planta baja de la vivienda por una puerta con un pequeño arco de medio punto que arranca de unos canecillos de granito. En la fachada de la vivienda, dos blasones flanquean una de las ventanas. En fin, volvemos a remarcar la importancia de esta vieja torre, por su singularidad, seña de los verdaderos señores de soga y cuchillo, cuyo poder la Edad Moderna declinó en «mordomos, caseiros, apoderados, fidalgos»; al lado de ese otro gran elemento histórico que es el monasterio de Seavia, y sus herederos «mantidos a millo»: los pazos barrocos de la pequeña hidalguía rural de Coristanco: Traba, Cereo, Ferreiros. Una lección de historia en un rico concello.
Foto portada- Javier Pais-Wikipedia