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miércoles, julio 16, 2025

Contos de Mouros. Idrisi y Al Maimon

La Ruta fisterrana de Idrisi. Rutas comerciales, peregrinaciones, con Rafael Lema.

La ruta comercial que une la Costa da Morte con Europa y el Mediterráneo (Mar Xami de los árabes, mar de de Siria) se activa como gran vía de peregrinación en el siglo XII y coge impulso en el siguiente tras la toma cruzada de Alcácer do Sal en 1217 (donada a la Orden de Santiago) o la batalla de Las Navas de Tolosa (1212).

Estas «fazañas» y esta gran bajada al moro se debe por el apoyo foráneo (papa, cruzados, hospitalarios) y por la habilitación en la fachada atlántica ibérica de una potente armada.

De Gelmírez a Lisboa: auge de las flotas cristianas en el Atlántico

A las dos jaleas (galeras birremes, 1115) de guerra de Gelmírez (con su alianza toscano-genovesa), se unen los puertos galaicos y cántabros con su nueva flota comercial, artillada en ocasiones para el combate naval, herencia de la tradición suevo-goda. Las armadas cruzadas ayudaron a los reinos cristianos en su lucha, como en la conquista de Lisboa en 1147. Este tránsito y las escalas en Galicia y Portugal de los cruzados llevan al intercambio de saberes náuticos y bélicos, la incorporación de naves nórdicas a los puertos locales o la marcha a la guerra de marinos peninsulares.

En el siglo XII la península Ibérica para nada era un territorio de bruma medieval, tampoco en la ciencia del mar, sino un dinámico espacio cultural. Los distintos reinos hispanos contaban con flotas comerciales y bélicas notables. Sobre todo en la zona andalusí, con Ceuta o Sevilla a la cabeza.

Ya en 1084 los barcos de Al Mutamid de Sevilla ayudan en la toma de Ceuta. En 1115 una potente flota almorávide gana Mallorca, atacada un año antes por una gran coalición cristiana (catalanes, genoveses, pisanos). 63 galeras y 163 naves menores cristianas toman Almería en 1147 (no faltan cántabros, galaicos).

Portugal y el poder naval emergente: la gesta de Roupinho

En su aurora, el reino de Portugal se dotó de una escuadra que desafió al poder árabe. Las galeras de Dom Afonso Henriques al mando del legendario arraez Dom Fuas Roupinho se atrevieron a subir el Guadalquivir y atacar Sevilla en 1179, lo que derivó en una suerte de golpes de mano. Ganim Ibn Mardanish con la armada de Ceuta responde y arrasa los suburbios de Lisboa. Y en 1180, frente al Cabo Espichel, la flota portuguesa capturó nueve «galés almóadas», la primera gran hazaña naval lusa.

La escuadra de Dom Fuas Roupinho se formaba de 40 galeras, lo que supone un gran esfuerzo en atarazanas, pilotos y miles de brazos (muchos esclavos ganados en la guerra terrestre al moro). El temor a este insólito desafío movilizó a los andalusíes, eliminando «desavinzas» y uniendo las poderosas escuadras de Ceuta y Sevilla. Ya no eran los actos corsarios de las naves galaicas, cántabras o lusas, los mercenarios cruzados, ahora los vecinos cristianos atacaban con un poder naval coordinado y firme en el Atlántico.

Al Idrisi

La respuesta islámica y la batalla del Mar de Silves

En 1181 la flota de Ceuta, ahora bajo el mando de Abd Allah bin Yami, se une a la de Sevilla, liderada por Abu-l-Abbas, formando una flota de 54 buques. Este poder combinado encontró y destruyó al portugués frente al Algarve, en un choque naval sucedido el 31 de mayo de 1181 en el llamado Mar de Silves. La batalla resultó desastrosa para los lusos, con la pérdida de veinte barcos, la captura de 1.800 hombres y, según crónicas posteriores, la muerte del comandante portugués Roupinho. El Islam recuperó la primacía naval en el Estrecho y la fachada oeste, pero había visto las orejas al lobo marino del norte. Las guerras internas, la confrontación de las flotas de almorávides y almohades, forzaron el repliegue árabe en la costa ibérica.

La importancia del comercio marino y de los incipientes puertos finisterranos justifica que los arzobispos compostelanos desde Gelmírez busquen la adquisición de tierras y villas costeras, bien lidiando con los señores de Traba (abadías o reyes), bien tomando parte en las subastas de los bienes de grandes poseedores de beneficios en el litoral, como los Mariño de Lobeira (encarcelamiento y confiscación a Rui Soga), bien con «trocos» con los Traba o el rey.

Al-Idrisi: un geógrafo hispano con mirada global

Esa ruta finisterrana no pasa desapercibida para el mayor geógrafo de su tiempo, otra figura española a reivindicar. Abu Abd Allah Muhammad Al-Idrisi (Ceuta 1100-Palermo 1166) es uno de los grandes nombres de la geografía universal, ceutí andalusí y por lo tanto hispano. Español por ser de Ceuta y de Hispania Nova. Miembro de una noble familia de procedencia malagueña vinculada al rey Idris II, educado en Córdoba, desde muy joven comienza a viajar por los reinos de la península Ibérica, norte de África y de Oriente, recorriendo el Mediterráneo desde Lisboa a Damasco.

A su experiencia se une el estudio de otros escritores contemporáneos y de las fuentes antiguas. Por su fama lo contrata el rey normando de Sicilia, Roger II.

En su corte en 1154 Al-Idrisi confecciona un gran mapamundi conocido como la Tabula Rogeriana, acompañado por un libro, denominado Geografía.

El rey siciliano dio a estas obras el nombre conjunto de Nuzhat al-Mushtak, aunque en la obra de al-Idrisi aparecen mencionadas como Kitab Ruyar (El Libro de Roger). En el libro se muestra la tierra como una esfera de un radio de 37.000 kilómetros (la realidad es de 40.075 kilómetros). Idrisi y su equipo trabajaron en el estudio y comentario de la obra de dos geógrafos clásicos, el galaico Paulo Orosio, autor de la popular Historia, escrita en el siglo V, que incluía un volumen de geografía descriptiva, y Ptolomeo, el más ilustre de los geógrafos clásicos, cuya obra Geografía -escrita en el siglo II y perdida en occidente- se conservaba en el mundo musulmán traducida al árabe. Los barcos que anclaban en Palermo, Messina, Catania o Siracusa y comerciaban también con la Península fueron interrogados por Idrisi o por el mismo rey Roger, que envió expediciones científicas con dibujantes y cartógrafos a aquellas zonas de las que no había información.

Idrisi creía que el mundo era redondo, igual que otros muchos estudiosos y astrónomos que desde el siglo V a. C., interpretaban que la tierra era un globo. Colón conocía y usó el trabajo del ceutí. Elcano (no Magallanes) demostró empíricamente que nuestro planeta es una esfera.

Diego Ribeiro, nacionalizado español y vecino de A Coruña, confeccionó en esta ciudad el mapa que en 1526 daba cuenta de los descubrimientos de españoles y portugueses. Idrisi termina su obra en torno a 1157 y nos explica su método de trabajo: consulta libros de geografía árabe, comprueba la información recopilada a través de viajeros, interroga a los forasteros por separado y en grupos; despacha a emisarios, con el fin de corroborar datos y rechazar contradicciones.

Ríos y fortalezas en la geografía galaica de Idrisi

El Kitab Ruyar describe el clima galaico:

«Y de Kenisat san-Jacûb el grande sale del mar Océano un brazo que sigue de Occidente a Oriente, y se inclina un poco a la banda meridional hasta llegar a Medina Biona. El camino de Sant-Jacûb a Wadi-Tamirka, que es río grande, aportan a él naves. De él a la Ros-al-Tarf, que entra en el mar mucho. De ella a Mêal-Ahmar, que es río grande, sobre él se sitúa un magnífico templo cerca de Bart-Tama, desde Sant-Jacûb hasta llegar al templo hay cuarenta y dos millas.

Desde Mêal-Ahmar a Armeda hay seis millas. De él a Hisn Algar, que es muy gran castillo, con rastros de un soberbio templo. De Algar a Wadi-Artekira, un río donde entra el flujo y reflujo, sobre el río se alza un castillo, llamado Mont-Saria Dabelia; la distancia es de sesenta millas. De él a Wadi-Calanbira [Coruña], que es río de grande confluente, el mar entra en él y sobre él se levanta una atalaya grande. En su cercanía está Kenisa Guliêna a sesenta millas».

Toponimia galaica y claves para su interpretación

La ruta costera cántabra descripta por al-Idrisi en 1154, según la profesora de árabe Soha Abboud Haggar, iba de Padrón a Finisterre, A Coruña, Ortigueira, Santillana, Suances y Bayona de Francia. La obra de Idrisi se publica en Roma en 1592, hasta el siglo pasado no contamos con traducciones españolas solventes. La investigación española sigue sin aclarar la difícil toponimia usada en el norte, que se debe contrastar con la cartografía y documentación de la época. La era de Gelmírez y el conde de Traba, la edad de oro jacobea. Ríos, castillos, cabos son marcos de primer orden.

En Idrisi tiene mucha importancia el agua, amiga necesaria del caminante y del marino, que baja a tierra para hacer aguada. Como siempre, en nuestros historiadores hay un afán por ocultar las marcas que afectan a la costa entre el Tambre y A Coruña, con numerosas interpretaciones toponímicas que se alejan del sentido de un párrafo de clara inspiración marina, nacido del acopio de información de navegantes y antiguos tratados (Paulo Orosio, Ptolomeo). Idrisi, que recorrió por tierra y mar toda la Península, se valió de su gran experiencia como viajero pero sobre todo por un trabajo de décadas recopilando datos de otros. Como tantas veces, se pueden suceder confusiones en la ubicación de puntos: colocando al sur de una marca lo que debería estar al norte, etc. Deturpando vocablos. En lo que nos afecta, el llamado río de Santiago se considera el Ulla, la cita Wadi Tamirca nos lleva al Tambre.

La punta que penetra mucho en el mar al norte de este río, Ros-al-Tarf, sería el cabo Finisterre. En la época y hasta nuestros días es el promontorio galaico más célebre para todos los navegantes, alusión que no precisa mucha defensa (promontorium nerium o celticum, aras sextias). Referencia clave en el periplo marino del andalusí desde Bayona de Francia a Baiona de Galicia. Finisterre, o incluso Touriñán, estarían detrás del étimo; en los mapas medievales, llenos de simbolismo y escasos de precisión, se traza un único promontorio uniendo ambos puntos. Al-Tarf (trf) guarda similitud fonética con ambos topos, Touriñán o Finis-Terrae.

No cesa el autor andalusí de mostrar su respeto por nuestro mar galaico, rendirse a su leyenda. El país de Santiago en el mar de los cántabros: «Kenisat Sant-Jacûb, que está a la punta del mar Alanklisin». Es el insondable Mar Tenebroso de los enormes peces y grandes tempestades, de peligrosa navegación, penetrado por aventureros que encontraron islas mágicas de «hombres rojos», en relatos que recuerdan la tradición de los santos bretones y de los navegantes griegos, como la crónica legendaria de los aventureros de Lisboa, una expedición que pudo alcanzar Madeira o Canarias y alimentó la imaginación de los futuros arraeces ibéricos («De Medina Lisbona salieron los Almogawarines en naves al mar Océano para conocer lo que hubiese en él»).

En aquel siglo el océano Atlántico se tenía como oscuro, frío e interminable, basándose en los cálculos de Eratóstenes, sobre la distancia a Asia por el oeste. «Gezira (Península), porque su forma es triangular, y se estrecha por la parte oriental hasta alcanzar el mar Xami que baña Andalus a lo largo de cinco días y de esa punta hay una distancia de diecisiete días. Esta punta está en el extremo de Occidente, en los últimos términos de lo habitado de la tierra, cercada por el mar Océano, y no se sabe lo que hay más allá de este mar» anota el autor ceutí. Y escribe en frases de asombro y respeto:

«Del mar océano nadie ha podido obtener ninguna certeza, por su difícil y peligrosa navegación, oscuridad, profundas aguas y frecuentes tempestades; por el temor de sus enormes peces y por sus soberbios vientos; pero en él se hallan muchas islas, algunas habitadas, otras despobladas. No hay marino que se atreva a navegarlo, ni a entrar en su profundidad; y si alguien lo ha navegado ha sido siempre siguiendo sus costas, sin apartarse de ellas. Las olas de este mar, aunque se agitan y oprimen entre sí, elevándose como montañas, siempre son así, no se quiebran, porque si rompieran sería imposible surcarle».

nave árabe

El Camino y la defensa costera: castillos, abadías y puertos

Así pues, al norte de Finisterre-Touriñán hasta la ría coruñesa se suceden una serie de oscuros nombres, pero en la era de Gelmírez tenemos ya menciones locales muy significativas en fuentes propias y ajenas. Muxía y Finisterre, como Padrón, se habían vinculado al Camino jacobeo de forma clara desde el inicio de la gran promoción gelmiriana. Los castillos de Penafiel-San Xurxo en O Pindo y Traba (Laxe) señoreaban la tierra y oteaban el mar, con el conde de Traba como primera espada de la costa galaica, con raíces altomedievales (posibles castelos suevo-godos). Noia y A Coruña recibían comercio y peregrinos.

El Camino acrecienta el valor de ambas urbes. El monasterio de Moraime había sido objeto de codicia y depredación sarracena, con el gran almirante ben Maimón (nada menos) al frente de una flota que arrasó la ría antes de 1119. Muestra de su valor y de su fama. Refugio del rey niño Alfonso VII (nacido en 1105), gran abadía protegida por los monarcas galaico-leoneses desde la reconstrucción de 1119. Era ya un magnífico edificio, sin rival en la costa entre Noia y A Coruña.

A nadie le puede extrañar que algunos de los nombres del mapa de Idrisi coincidan con los arriba mentados, mientras que otros mantenidos por la investigación clásica sí chirrían en exceso. Se intenta adaptar la documentación del pasado remoto a la actualidad, con las injerencias localistas e intereses de turno. García Mercadal cree que Mel Ahmar puede ser Noia, y Armeda es Armada (Cee).

Otras traducciones citan un topónimo Agua Roja (Arousa) y Puente de Ceso (Pontecesures). Generalmente se toma Hisn Algar (hssn algr) por el castillo de Faro. La torre de Hércules servía como atalaya defensiva, trocada en 1110 al arzobispo compostelano por su nuevo señor, el conde de Traba. Por lo tanto plenamente vigente y revalorizada en sus dos funciones en los tiempos de Idrisi. En árabe la referencia a faro sería menar/minar. Wadi Calambira por A Coruña (Curunia, 1208); o Cambre (Calambre, Calamber), otro fantástico templo promocionado por los Traba, al tiempo de Moraime. Artekira nos suena al Artaia, como es nombrado Laxe en algún portulano.

Moraime, Meal Ahmar y el valor estratégico de la ría de Camariñas

Si parece más probable que Hisn Algar, Wadi Artekira, Wadi Calambira se ubiquen en las cercanías de A Coruña, nos quedan dos topónimos entre Finisterre y el golfo ártabro: Meal Ahmar, Armeda. Siguiendo las indicaciones del ilustre geógrafo hispano y no las interpretaciones vagas, localizados en tierra de Nemancos, en Terra de Traba. ¿Dónde? Meal Ahmar es un río grande al norte o cerca de Finisterre. Los más apropiados serían el Xallas, mencionado como Sar o Esar (Ézaro) en fuentes de la época y muy anteriores.

Los ríos Tamaris y Sars de Mela son el Tambre y el Ézaro. O el río do Porto, en el abra de Muxía, con la villa homónima ya como acreditado puerto jacobeo y de comercio. Comparten la ría la villa y puerto interior de Cereixo (icono jacobeo, arrasado por razzias marinas, promocionado por Alfonso IX), o la gran abadía de Moraime, antes mentada. La homonimia de Meal Ahmar con Moraime -y todo lo arriba anotado- la hacen la mejor candidata.

A seis millas, Armeda, de más difícil localización. Atalaia/Artaia es un nombre escrito en varios portulanos medievales para Laxe y no es rara una posible deturpación de una fuente anterior. Cerca, el castillo de primicia señorial de la zona, Traba. Cualquiera de los tres términos (Moraime, Laxe o Traba) son referencias geográficas de primer orden en esta época que no desencajan en la lista del gran erudito hispanoárabe.

Y no nos cansamos de remarcar el valor estratégico de la ría de Camariñas para escarmiento de incrédulos y estafadores. En la que entraban aguas arriba normandos y sarracenos, la gran armada de ben Maimón; y en la era comercial gótica la flota veneciana, las cocas de la Hansa. Las leyendas de barcas de piedra sagradas hermanan muchas poblaciones del mar de los celtas. Cristianizadas en buena parte en Galicia, arrimadas a famosos santuarios, dos son los grandes iconos de naves pétreas jacobeas y los dos se ubican en el abra de Muxía o ría de Camariñas. Los restos de la barca mariana del santuario de Nuestra Señora da Barca de Muxía y la coca de la translatio de Cereixo (1200). Memoria de legendarias y reales navegaciones.

RELATO DE LOS AVENTUREROS DE LISBOA. AL IDRISI

Acaeció pues, que se juntaron ocho varones todos primos hermanos y aderezando una nave de carga previnieron en ella bastante alimentos para muchos meses, se dieron al mar. A los primeros soplos de viento oriental y como si hubiesen navegado casi once días en felicidad llegaron a cierto paraje de mar, cuyas aguas gruesas daban un mal olor, muchas corriente y oscuridad: ellos entonces temieron un próximo desmán y volvieron sus velas hacia la otra dirección y sudando el mar a la banda meridional otros doce días salieron a Gezirat-alganem, por los ganados sin cuento que vagaban en rebaños por todas partes sin pastor, ni persona que los cuidase. luego cuando estuvieron junto a la isla, saltaron a ella y encontraron una fuente de agua corriente a la sombra de un árbol, una especie de higuera silvestre, cogieron algunas reses y las aderezaron, pero sus carnes amargaban y ninguno pudo comerlas.

Guardaron sus pieles y continuaron a la parte meridional doce días más y no lejos descubrieron una isla y vieron construcciones y campos labrados. Se dirigieron hacia allí para averiguar lo que hubiese, pero a poco trecho los cercó por todas partes gente armada con dardos, que los prendió y que llevó sus barcos a una ciudad que estaba sobre la costa del mar. Salieron y vieron hombres «rojos» de pocos, pero largos cabellos, de estatura alta y mujeres hermosamente maravillosas. Los tuvieron encerrados en una casa tres días; al cuarto entró junto a ellos un hombre que hablaba la lengua árabe y les preguntó: ¿quiénes eran, de dónde y a qué venían? Le contaron sus sucesos y él les prometió buen despacho, les dijo que él era el intérprete del rey.

Al segundo día, después, los presentaron al rey, el cual les preguntó lo mismo que su trujimán, y le respondieron lo mismo que al trujimán, como ellos con el gran deseo de saber lo que habría en el mar de tantas relaciones maravillosas como se refieren, habían querido llegar a sus últimas playas. Y cuando el rey entendió esto se rió, y mandó al trujiman que dijese a la gente, que su padre había mandado a ciertos vasallos suyos que reconociesen este mar y que navegaron en su extensión un mes hasta que les faltó la luz, y se tornaron sin aprovechar su viaje: después mandó el rey al trujimán que ofreciese a aquella gente seguridad y bien para ellos, para que se formasen buena opinión del rey y de sus obras. Esto acabado, nos volvieron a encerrar hasta que comenzó otra vez el viento occidental. Nos sacaron los armados, nos vendaron los ojos y nos embarcaron.

Después de tres días y tres noches de navegación apacible, como ellos contaban, nos desembarcaron en una playa con las manos atadas y nos dejaron allí muy maltratados, hasta que al salir el sol, viéndonos desamparados, nos pareció que oíamos voces humanas, todos gritamos a una, entonces llegaron delante de nosotros ciertos hombres, que viéndonos en tan miserable estado nos desataron de nuestras ligaduras y nos preguntaron y hablaron en nuestro lenguaje, eran bárbaros, nos dijo uno de ellos «¿Sabéis cuanto distáis de vuestra región?». No. Y nos dijo: «Pues entre vosotros y vuestra región hay el espacio de dos meses». Entonces el principal de ellos dijo: «¡Wasafi!». Y así se llama este lugar hasta hoy, Asafy [Safí] y su puerto, es lo último de Al-magred, ya hicimos memoria antes de eso.  

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