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jueves, mayo 8, 2025

La Casa Petrallo, un museo marino privado en Camelle

A José María Sánchez Mouzo, el último home do ferro camellán, lo visité en su casa museo de Camelle en esta primavera de 2025 acompañado de su primo Pepe do Porteño. En una espigada casa marinera de largos andares en el paseo marítimo, Jose María do Petrallo acondicionó dos plantas con cientos de valiosos objetos que son memoria de la navegación por nuestras costas en el siglo pasado y en el presente.

Unas preciosas barandillas torneadas en la empresa comarcal Gerca que recuerdan al mejor Modernismo nos invitan a subir a la sala de las maravillas, acompañados en la corta escalada por la pasamanería de placas de navieras, portas, teléfonos de barco, cronos, salvavidas, faroles, campanas. En el bajo se acumula una montaña de bronces y hierros que serán objeto de un meticuloso trabajo de limpieza y clasificación por el curioso propietario. Gateras, bitas, ojos de buey, compases, timones, sextantes, exvotos emergen del caos de marinos metales como estructuras salientes en un mosaico de Barceló.

Inicios en el Banora

José María do Petrallo empezó su andadura con su padre en el Banora (o barco das laranxas), buque marroquí perdido en Vilán en 1965, desguazado a base de dinamita. Con 17 ya era rana, aunque desde 1969 se dedicó al completo a esta peligrosa profesión. Y desde entonces actuó en unos 200 desmantelamientos de buques. «Empecei co meu pai no Banora, logo no Vianta 2 de Ruperto Mosquera en Camariñas, no Macuro na Coruña». Tras varios despieces en Camariñas (Mayi, Mar de Barents, Río Cobo), siguió en la ballenera de caneliñas, desactivada en 1986. El Fuenlista, una gabarra desguazada en O Freixo.

Mar Egeo

Actuó sobre el Mar Egeo, y en el almacén se puede ver una preciosa pieza dorada con un saliente de este barco. Al lado de la estructura completa del timón en verde del Starlea o una similar plateada de la baca inglesa Robalea.

Objetos marinos de pesqueros de Celeiro, bacas coruñesas, el mítico remolcador Finisterre, bocinas de un ballenero de la factoría de Caneliñas junto a huesos de los últimos cachalotes capturados en Europa, capillas y altavoces. Además de algunos célebres naufragios desmanteló muchos buenos pesqueros como el Río Rosas, Virgen Amado, el Peñas Arriba. «Este último chocou co Cazador na Coruña, era un barco de madeira e desguazámolo en tres días» relata el lobo de mar.

Recuerda que en otras ocasiones ese fue el tiempo empleado en el desmontaje de un barco, «tres días ou tres días e medio tras limpalo no carro». «Os barcos ingleses teñen cousas máis vellas cós españois» indica Petrallo. Para la Autoridad Portuaria levantó hace una década barcos de los muelles coruñeses, gabarras.

Anja, el trabajo más peligroso de su vida

El buzo faenó sobre el Anja en Touriñán, en el trabajo más peligroso de su vida, colocando dinamita a siete metros, metido dentro del doble fondo del casco. Sacó la campana del barco y la vendió en Camariñas, ubicada ahora en una capilla local. Touriñán es otro de los grandes cementerios marinos que abren los ojos de los chatarreros.

Allí, en la parte exterior del Farelo (Galluda o Laxe de Touriñán), suelen recordar los patrones que los barcos están unos sobre otros, quilla sobre cubierta. En esas costa extrajeron ejes de cola, hélices, bronces y hierros de recordados pecios. Otra gran empresa gallega activa, Desguaces Marín, desde 1999 viene sacando más barcos, aprovechando las buenas condiciones de su espacio portuario en el muelle pontevedrés, sin asfalto, en donde pueden usar máquinas y desguazar mecánicamente.

Petrallo trabajaba sobre asfalto en A Coruña y debe hacer el trabajo manualmente, gastando mucho oxígeno, propano, «con 7.000 euros de gasto extra ao mes». En su almacén coruñés atesora una inmensa cantidad de ferros. En Camelle necesita «un baixo grande onde colocar as cousas», ofreciendo todo un museo privado del mar galaico.

Restos de naufragios en la Costa da Morte

En la playa de Traba, Petrallo apunta su trabajo en los restos del Kenmore, Chamois, Ataín. Un espacio que en su relato nos lleva a dar vuelo a la imaginación pero sobre todo a percibir las grandes posibilidades de la arqueología submarina en un país que tenga claro el valor de su patrimonio submarino, aprecie su historia y se deje de contos alleos y leyendas negras productos de la ignorancia supina y la falta de voluntad. El Ataín es un viejo conocido que de vez en cuando descubre sus tesoros con las marejadas y los vuelve a cubrir de arena para desprecio de curiosos y profesionales. «Aí hai ferro abondo», indica el buzo. Cerca, el Chamois, o barco dos bois, ofrece un ancla grande antigua, su hélice. En la misma playa de mis antepasados trabeiros el espléndido Kenmore, «coa caixa de cadeas enteira, ancla», su obra viva plena. Islote dos Condenados, A Laxe dos Condenados, Ataín son topónimos de la talasonimia que marcan viejos pecios y excelentes lugares de pesca.

Baldaio como Corrubedo es otro de los nombres míticos de los tesoros submarinos galaicos. Allí descansa el Solway y otros muchos célebres siniestros marinos. Habla de un pecio con su timón completo, ancla tipo almirantazgo, tuberías de cobre. Es uno de los lugares que más aprecia. Sus antepasados habían trabajado en «O peitiño da Illa», al noroeste de la Sisarga Grande, sacando cañones de hierro, en 1963. Los Petrallo rescataron en esa época 40 toneladas de hierro de un pecio hundido entre el canal de la Sisarga Grande y la Malante.

Y también se ocuparon, como otros buzos de Camelle en el siglo pasado, en los restos del HMS Serpent; en la cubierta de madera, retirando bronces y las piezas mejores. Allí aún hay algunas cosas de valor, objetos y marcas que no citamos para no dar cobertura a expoliadores, pero el patrón informa que algunas planchas y restos metálicos que aparecen de vez en cuando no son del crucero de guerra sino de otros pecios de la zona, como el Olimpia. Es un espacio que casi todo el año permanece cubierto por bosques de algas, con pocos días útiles al año de mar tranquilo y buena visibilidad. Algunos obuses, ojos de buey, puertas y objetos personales del crucero inglés se conservan en estos pueblos. Monedas de plata y oro, pocas pero valiosas y que dieron lugar a muchas anécdotas, también entre mi familia que guarda una moneda de oro y dos de plata del suceso. En «Costa da Morte, un país de sueños y naufragios» reproduzco algunas.

El Serpent (1890) no llevaba ningún fabuloso tesoro ni salió a la luz ninguna caja de caudales rebosante de dorado metal, pero los buzos camellanes hallaron un puñado de libras de plata y soberanos de oro victorianos. Los Petrallo tuvieron en sus manos un pequeño botín, del que no aprovecharon mucho, vendido en almoneda. «Encontramos unha cadea que semellaba de bronce, e logo resultou que era ouro de 14 kilates», lamenta el marino, y recuerda con cierto mosqueo: «a un reloxeiro de Ponte do Porto cambieille un soberano de ouro por un reloxo Duward. Vendinlle moedas de ouro a mil pesetas. Ao pouco viñeron ofrecerme 40.000 por unha».

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