El corso y la piratería siguieron presentes en las costas españolas en el siglo XIX. Modernos piratas eran los barcos al corso no reconocidos de las primeras flotas independentistas hispanoamericanas, o la de los rebeldes filipinos en plena guerra hispano-norteamericana ya bordeando el siglo XX.
Las costas gallegas sufrieron las acometidas de los primeros y otras menos conocidas actividades irregulares, como las de los traficantes de armas para los rebeldes carlistas, el apoyo a la Revolución de Asturias en 1934 (el caso Turquesa, el supuesto Boris) o a los dos bandos en la guerra civil de 1936.
El carlismo en Galicia alcanzó de inicio en parte a Bergantiños y Xallas, por la influencia del clero y nobleza compostelana. Algunas gavillas de bandoleros de la zona se sumaron a una causa que llevó a una guerra de siete años. No todo el clero era afecto a los facinerosos, que enseguida fueron perdiendo apoyos en la región, sobre todo en el área costera y de influencia coruñesa que apoyaba a la reina Isabel.
El libro del cura de Ameixenda
En un libro religioso del cura de Ameixenda, en un nuevo manuscrito excepcional, podemos leer una versión nueva de una famosa coplilla liberal: «De Nápoles ha venido una estrella/ y la gloria a los liberales/ el infierno a los carlistas/ el pulgatorio a los flaires». Conocemos una hoja sin foliar de Salamanca de 1835 que canta: «De Nápoles ha venido/ La gloria a los liberales/ El infierno a los carlistas/ Y el purgatorio a los frailes». Las canciones de aquellos años difunden desde 1833 las ideas en torno a la sucesión de Fernando VII y principio de la Regencia.
A nuestra costa llegaban desde el comienzo de la contienda barcos contrabandistas con cargamentos de armas y munición para el bando de Don Carlos, por ello se incrementará la vigilancia de carabineros, guardias locales, de la Milicia Nacional.
Un famoso marino y novelista como Joseph Conrad llegó a traficar con armas en esta guerra, dejando constancia en un relato. Varios barcos ingleses en 1834 habían tratado de introducir armamento para los carlistas por la costa gallega: el Express Packet (atrapado por el guardacosta Argos), el United Kingdom, el Samuel Cunard (del futuro gran armador), el English Concord y el Jane Ingram.
El bergantín Argos, asistido por la trincadura Rigurosa, había apresado el 17 de marzo de 1837 a la balandra inglesa Express Packet junto al Esteiro de Oia, al sur de la ría de Vigo. Cargaba fusiles y otros efectos de guerra. La trincadura o trincado era una lancha de gran tamaño con dos palos y velas al tercio, de frecuente uso en Galicia, especialmente en nuestras Rías Altas. El capitán del Express Packet se llamaba William Frimayne.
Un sable con el lema «Carlos V»
En el momento de ser capturado por Juan Antonio Cortina, capitán del Argos, declaró llevar víveres por toda carga. Pero la inspección reveló que eran efectos de guerra: 3.000 pares de zapatos, 12 quintales de pólvora y fusiles; así como «folletos subversivos e incendiados» para don Carlos Isidro de Borbón.
Para éste había tres sables con el lema de «Carlos V» inscrito en uno de ellos. Por ello era un importante pedido que iba personalmente al líder de los insurrectos. Antes de que Cortina pudiera subir a bordo del Express Packet se quemaron papeles en el fogón, mostrando así según el expediente sus «perversos designios».
El capitán Frimayne presentó una protesta ante el juez en Vigo por haber sido escoltado por gente armada, lo que niega Cortina. Tenía cincuenta y nueve años, estaba casado, de religión protestante y con matrícula en Londres. Negó que tuviese la intención de ir a A Coruña aunque se le encontraron documentos que así lo indicaban. Dijo haber sido bien tratado. Cuando se le interrogó sobre los barriles de pólvora hallados a bordo declaró fríamente que eran pimienta negra.
El piloto Guillermo Wymer fue acusado de maltratar a uno de los marinos españoles que subieron a bordo. Tenía veinticinco años, era casado y protestante vecino de Londres. También iban pasajeros en el Express Packet: Luis Bernard, Guillermo Bollant, Antonio Ros, Guillermo Pomar y Tomás Jaymer.
Varios de los tripulantes no saben exactamente la edad que tienen: cuarenta y dos, poco más o menos, dice el viudo Daniel Gibson de Ramsgate; más de veintiocho, responde Guillermo Day de Plymouth; aproximadamente treinta, dice Guilleume Tomás de Perpiñán. Pasajeros y tripulantes se quejan de estar incomunicados y en malas condiciones en la prisión viguesa. El capitán Frimayne dice el 29 de junio que la tripulación va a perecer por falta de recursos y se dejan tres tripulantes en libertad.
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