En Ponte do Porto desde 1880 se creó un importante centro comarcal de comercio y servicios asentado en la labor de varios emprendedores, destacando los miembros de la familia Noya.
El primero del clan llegó a finales del siglo XIX para hacerse cargo de varios molinos harineros, la protoindustria principal de la zona. Los cereales, la madera, el encaje de bolillos, los ultramarinos impulsaron el entramado comercial de los Noya que van a adquirir terrenos desde 1885 en las subastas municipales del nuevo malecón del Campo de San Roque y el Paseo de Gándara.
La Casa Noya
De hecho en este nuevo barrio ganado a las gándaras ahora libres de las riadas de invierno o las lajarteiras de agosto se construirá un tipo de vivienda característica, la Casa Noya, con unas medidas de altura y superficie uniformes.
En ellas se fueron asentando los distintos vástagos del grupo que fue estableciendo vínculos familiares y comerciales con los petrucios locales (algunos alimentados de los expolios del patrimonio vecinal y eclesiástico perpetrados por las desamortizaciones liberales), y casamientos con indianos retornados. Se pueden ver estos hogares aún en su mayor parte en la milla dorada porteña, salvo alguna aberrante edificación de finales del siglo XX (edificio E. Gundín, anexo de la botica).
Una cantiga popular resume estos inicios del elitista Campo de San Roque:
«A Ponte non era nada,/ se non fora a capilla,/ a casa do boticario/ e o barracón de Mira».
No se entiende la vida social y política del municipio de Camariñas ni de la ría en el siglo pasado sin la aportación del clan Noya, con su amplia red de contactos y filiaciones, siendo el personaje más importante desde el punto de vista comercial Jaime Alfredo Noya Martínez, al que hemos mencionado en numerosos artículos. Alfredo Noya adquirió en la intrahistoria local la categoría de mito, de hombre de acción y verdadero impulsor de Ponte do Porto como centro industrial, comercial y de ocio.
Una vitola que mantuvo durante todo el siglo XX. Aportamos en una serie de relatos nuevos datos de este prohombre, de su emporio y de los «alicerces» marcados por la pertenencia a un entramado familiar omnipresente en la vida de la ría en el siglo pasado.
En la matrícula de 1911 figuran los pater familiae del clan Noya en puestos altos, encabezados por el padre de Alfredo, el segundo contribuyente municipal Jaime Noya Mira (cereales, ultramarinos, carros, barcos, gasesosas). Están José Noya Calo (molino), Faustino Noya Mira (tejidos). Celestino Noya Calo (molino, carros arrieros). Les acompañan otros nombres de comerciantes y propietarios emparentados (Miñones, Carril, Correa, Rodríguez, Martínez, Mira, Suárez, Pérez). El clan abarca buena parte de los listados de los cargos políticos municipales en la primera mitad del siglo, aportando varios alcaldes en la ría.
Molinos de Ponte do Porto
Los molinos de Ponte do Porto ya destacaban en documentos del siglo XV, y su ferrería única en la comarca. En 1754 la parroquia contaba con 25 ruedas de molino (el mayor grupo entre Noia y Xuvia), con aceñas de cuatro y tres muelas igualmente únicas en la comarca. En 1911, 7 propietarios de molinos son de la parroquia. 1 de Camariñas, dos de Xaviña.
El negocio de los Noya empezó con los molinos de harina en el siglo XIX. Para atenderlos se desplazó a Ponte do Porto el primer Noya desde la montaña de Muxía. A finales de siglo al molino se unió una afamada fonda, en donde las mujeres destacaban por su buena mano en los fogones.
Esta es la empresa de la familia de Jaime Noya cuyo hijo Alfredo enseguida se convirtió en el mayor emprendedor de la ría, en variedad de servicios. Para ello Alfredo impulsó el negocio de los ultramarinos, buscando el género en sus propios barcos. Legal o ilegalmente, sin ningún tipo de miramientos, incluidos el moderno corso, el raqueo o el contrabando. En fin, fue un hombre de su tiempo, salido de las novelas de Stevenson o Conrad.
Ganó mucho dinero y repartió trabajo matando mucha hambre, ayudando a convertir un conjunto irregular de lugares dispersos en una villa próspera de servicios e industria. Relanzando la feria que ya existía desde principios del siglo XIX. Sembró las bases de una cabecera comarcal hecha a sí misma por sus emprendedores (maderas, sal, encajes, cereales, ultramarinos) durante todo el siglo, pese a no contar con el rédito político de la capitalidad municipal ni las inversiones públicas sobrevenidas.
Si la madera y sus derivados (construcción de barcos, cabotaje) impulsaron la villa y los negocios del clan, el encaje desde 1880 fue otro puntal de negocio. Nombres con letras de oro de la puntilla gallega llevan el apelativo de los Noya porteños.
En 1880 Francisca Noya introdujo en la ría el hilo manufacturado catalán que compraba en A Coruña y fue la primera en vendérselo a las palilleiras. Al principio tuvo que regalar los carretes. Significó un gran adelanto, un inestimable ahorro de trabajo para las mujeres; ya que antes había que plantar lino, recogerlo e hilar. Norberto Noya Mira fue el primer puntilleiro gallego en editar un álbum para la venta de encaje de Camariñas en 1906, a demanda del mercado americano (Cuba, EEUU, Argentina).
Exportadores de encaje o «puntillas de Galicia»
Los Noya fueron desde finales del reinado de Alfonso XII los mayores exportadores gallegos de encaje, abrieron el mercado americano en gran medida a las «puntillas de Galicia» junto a los Balboa de Muxía. En el siglo XX Clarisa Noya atendió la Real Casa y al palacio del Pardo con el nuevo Estado Nacional.
Carmen Polo hasta en tres ocasiones visitó su negocio porteño y le abrió las puertas de las señoras de los grandes cargos y fortunas de la época. En 1938 la Sección Femenina puso en marcha un taller nacional de encaje en Ponte do Porto con el decidido apoyo y visita personal de Pilar Primo de Rivera. Muchas grandes personalidades de su tiempo nos visitaron. La Pasionaria también estuvo en la villa para dar un mítin durante la República, pero el tablado se derrumbó y casi se mata. En 1948 se inició otro obradoiro sindical en Camariñas.
Gracias a mi entrañable amiga Amparito Miñones disponemos de una foto histórica, un documento gráfico excepcional que en primicia hemos publicado en este medio, en donde se ve a todo el clan Noya delante de la casa de Jaime Alfredo Noya Mira en Ponte do Porto (conocida luego como la casa de Pepito de Alfredo, hoy edificio E. Gundín).
Amparo García Miñones es hija de Amparo Miñones Noya y de José Domingo Carmelo García Roel. Vive en la bella y acristalada Marina de A Coruña pero conserva la casa paterna en Negreira. En la imagen de principios del siglo XX, aparece en primer lugar el gran empresario Alfedo Noya, todavía joven pero ya activo socio de su madre doña Manolita.
Descripción de la foto numerada
1- Alfredo Noya, hijo de Jaime. 2- Clara Suárez. 3- Pedro Noya, esposo de Clara Suárez. 3- Inocencio Suárez. 5- Madre de Clarisa Noya Pérez, Esperanza Pérez. 6- Hija de Faustino Noya. 7- Faustino Noya, padre de Clarisa. 8- Celestino Noya Calo. 9- Jesús Pérez. 10- Felisa Noya Mira. 11- José Noya Mira. 12- Herminia Miñones Noya. 13- Jaime Noya Mira. 14- Francisca Noya Mira (de Faustino). 15- Josefa Miñones Noya (madre de Toñito). 16- Francisca Noya Mira. 17- José Noya Calo. 18- Herminia Noya Mira. 19- Manuel Miñones Fernández. 20- Hijo de Faustino N. 21- Pilar Pérez Noya. 22- Amparo Miñones Noya. 23- Enrique Miñones Noya. 24- Angélica Miñones Noya. 25- Nieves Miñones Noya. 26- Manuel Miñones (padre de Miguel M.). 27- Hijo de Suárez.