El prestigioso escritor y periodista, Alberto Insúa, viajó a la Costa da Morte para contemplar la actividad de la factoría ballenera de Caneliñas, en el municipio de Cee.
Y compartió sus impresiones en un artículo titulado “Las vacas de Neptuno”, publicado en la Revista Alborada.
Inició su recorrido en A Coruña con parada en Corcubión, en donde almorzó, e hizo una visita a Cee que estaba en fiestas: “Corcubión y Cee son greográficamente , una ciudad en dos mitades. Razones de familia hacen que, en ocasiones, la ría que las separa les parezca un océano”. Estamos en el año 1926. Acredita la presencia del Obispo de Plasencia en la villa da Xunqueira y el ambiente festivo, con cohetes y la Marcha Real.
Después asiste a la caza de ballenas.
“Una ballena, lector, es algo enorme. Pero una ballena saliendo negra y blanca- de un negro mate y profundo y de un blanco luminoso- del mar, una ballena entrando en la factoría , arrastrada sobre una rampa por resistentes cables y con la cicatriz sanguinolenta del arpón es algo ciclópeo, monstruoso, yo me atrevería a decir antediluviano” escribe Alberto Insúa, que en ese año había publicado la novela “la mujer , el torero y el toro”, y las novelas cortas “Una historia francamente inmoral”, “El reflejo de Caín” y “Olga, la revolucionaria”.
Se siente “abrumado” e impresionado al ver al cetáceo, mientras observa el despiece del animal. “Pero esta carne no es fácilmente comestible. Los desolladores y horneros de la factoría la comen quizá en invierno, tras un adobo de tres días. Es carne coriácea y ambigua”.
Ballenas y cachalotes en la factoría de Caneliñas
Indaga sobre la actividad en la ballenera de Caneliñas y escribe el periodista nacido en La Habana e hijo adoptivo del ayuntamiento de Corcubión.
“Desollada, decapitada, destrozada la ballena, se distribuyen en tres direcciones. La grasa adherida al lomo, de un espesor de treinta a cuarenta centímetros, produce el aceite fino. Las carnes restantes otro aceite inferior. Con las carnes desgrasadas y los huesos- con cuanto queda de la ballena después de la extracción de las materias grasas- se forma, por calcinación, un abono excelente”.
En su artículo se refiere también a los cachalotes y de un olor infernal que acompañaba las jornadas de Caneliñas:
“El cachalote sufre a menudo de un tumor en el vientre que segrega ámbar: el ámbar gris, la perla del cachalote. Uno de estos individuos, con su pelota de ámbar, deja, puede dejar, un beneficio de setenta, de ochenta mil duros…”.
Un ámbar habitual en la ballenera de Caneliñas, cuenta el escritor, que “huele a demonios”.
Un apestoso olor en el que se recrea en su texto:”De las infernales calderas en que se extrae la grasa, de la espantosa freiduría de carne de ballesas y de los hornos de calcinación brota un olor nauseabundo, acre, irrespirable”.
A pesar del “cheiro”, Alberto Insúa, sostenía que con esta actividad industrial la Costa de la Muerte “se va transformando en la Costa de la Vida”.
Artículo publicado en la Revista Alborada, órgano de la sociedad agraria y cultural Hijos del Partido de Corcubión de Argentina. Fotos- Durán