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miércoles, enero 22, 2025

El poema romántico a Finisterre de Ludwig Uhland

Son muchos los peregrinos alemanes que se acercaron a Fisterra y Muxía desde el siglo XII. Esta memoria fue recuperada en la era contemporánea, cuando el tema español se puso de nuevo de moda tras las guerras napoleónicas.

El poeta romántico Ludwig Uhland (1787-1862) recopila canciones populares de los romeros alemanes del siglo XVI cuando aún están vivos los vestigios jacobeos en su Tubinga natal. Lied católicos que serán parodiados en el cantoral evangélico. Temática que le sirve de inspiración en sus propios poemas.

Ludwig Uhland

El peregrino jacobeo

Su cumbre es el poema Der Waller, «que debe traducirse por El peregrino jacobeo» (Ferreiro Alemparte). Recoge una leyenda alemana trasplantada al santuario mariano de Finisterre, la muerte de un peregrino en el templo, tras alcanzar la meta.

Pero nos suena a ese caminante estelar al Finisterre que fue Gaiferos. Otros lied católicos son objeto de inspiración para el poeta suabo, gran conocedor del medioevo español, en los romances de 1808 a 1812, etapa muy fecunda en el hispanismo germano.

Dice H. Schneider que Uhland se imaginó el finisterre gallego (la Suabia hispana) rememorando la altura escarpada y desnuda de Würmlinger sobre la que se alzaba Die Kapelle (otro famoso poema suyo), ubicada entre la evangélica Tubinga y la católica Rottenburg, en el Camino jacobeo alemán. Este paisaje grabado ya en la niñez es el que se traduce en el poema Wallfahrtskirche.

En el Waller (17-12-1829) empieza por Auf Galiciens Felsenstrande. Pero también se refiere a la «brillante estrella de oro» (goldner Leitstern) y al «stiller Port», suave puerto de abrigo a los navegantes en medio de las tormentas. No es sólo Finisterre la lúgubre señal astral del mundo oscuro sino la luz de la esperanza y la eternidad, de la resurrección del Santo Cristo.

El bardo se siente transportado a la colina donde se ubica la madre del Señor, Santa María das Areas: «En Galicia, sobre rocosa costa… la Virgen pura de Dios madre…orienta allí de oro brillante estrella». Anotamos la transcripción total del poema romántico.

EL PEREGRINO JACOBEO

En Galicia sobre rocosa costa / se levanta un santo lugar de gracia, / donde la Virgen pura de Dios madre / da los tesoros de su bendición. / A los que en desierto se extravían / orienta allí de oro brillante estrella, / y a los que el mar combate en la tormenta / benévola les brinda suave puerto.

Mueve allí la campana de la tarde, / y su eco dilatado llena de ámbito, / y se despiertan todas las campanas/ en las ciudades y en los monasterios. / Y el undoso pecho del mar se acalla / remansada ya su violenta furia, / y el barquero, de hinojos junto al remo, / reza en voz baja la oración angélica.

Llegado es el día en que se festeja / la encarecida asunción de los cielos, / cuando el hijo que ella había amamantado / se le apareció como hijo de Dios. / Con tal ocasión, en su santuario, /obra muchos y diversos milagros, / y aunque mora allí tan solo en imagen, / se siente sin embargo su presencia.

Enseñas multicolores señalan / a través de los campos el camino, / con vistosos gallardetes saludan/ anclados todos los barcos y lanchas. / Solemnes peregrinos abstraídos, / ascendiendo por empinadas sendas, / semejan repleta escala celeste / apoyada a la escabrosa montaña. Mas siguen serenos unos tras otros, / cubiertos de polvo y los pies descalzos, / ensimismados en sus toscas túnicas / y encenizadas la cabeza y frente. / Esos son los que fueron excluidos / de la pía comunidad cristiana, / que sólo ante la puerta de la iglesia / se les permite hincarse de rodillas.

Rezagado va uno jadeando, / errantes los ojos de desconsuelo, / de hirsuta cabellera flameante / y de lenguas barbas enmarañadas./ Una dura argolla llena de herrumbre / lleva ceñida alrededor del cuerpo; / cadenas en torno de brazos y piernas / van marcando estrepitosas sus pasos.

Porque de iracundo odio arrebatado / muerte diera violenta al propio hermano, / mandó que se forjara de su espalda/ aquella argolla que su cuerpo abraza. / Y alejado de su casa y hogar /camina sin querer hallar descanso,/ hasta que por la gracia de los cielos / un milagro haga saltar las cadenas./ Igual si llevara suelas de hierro, / que gastado habría hace mucho tiempo,/ como si anduviese con pies desnudos, / falta estará su alma de sosiego.

El santo que obrar pudiera el milagro/ no viene por parte alguna en su auxilio; / visitando va todas las imágenes,/ y ninguna le da signos de paz. Subido ahora sobre la alta roca, / cuando quiere inclinarse ante la puerta, / suena en la campana el toque de ánimas, / y en silencio la muchedumbre reza./ No llega a poner sus pies en el pórtico;/ dentro se muestra en imagen la Virgen,/ policromándose clara en un rayo / de sol que baja a ponerse en las ondas.

¡Que encendida apoteosis se vierte / por las nubes, sobre el mar y los campos! / ¿Quedó abierto de par en par el cielo/ cuando la Santa Virgen fue ascendida?/ ¿Florece aún sobre las nubes rosas / la huella rutilante de sus pies?/ ¿Contempla allá arriba la Virgen Pura/ desde el fulgente azul el mundo abajo?

Confortados marchan los peregrinos,/ sólo uno de ellos permanece inmóvil:/ tendido yace aún en el umbral / con lívido semblante amortajado./ Pesadumbre de cadenas retiene/ aún aprisionados cuerpo y miembros, / pero su alma liberada ya / se eleva mecida en un mar de luz.

17 de diciembre de 1829. Morgenblatt Nr 2.

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