Aunque resulta un capítulo desconocido, la minería siempre fue una pieza clave en la historia y economía de Finisterre desde la antigüedad hasta mediados del siglo XX.
Los datos de permisos de explotación y coordenadas de geolocalización ya no constan en el actual Catastro Minero de Galicia, por lo que hemos de valernos de otros métodos tanto escritos como orales y reconocimientos in situ, para probar la presencia de minas en este concello.
Las hemerotecas nos dan las primeras pistas: “Presentó ayer en el Gobierno civil D. Plácido Castro cinco solicitudes de registros de 56, 30, 21 y 31 pertenencias de mineral de hierro y 42 de plombagina con los títulos de Hermitas, Eufrasia, Carmen, Castro y Negrita, situadas en el término municipal de Finisterre. Parece que del análisis hecho en Madrid con muestras del mineral registrado y perteneciente a las minas de hierro situadas en el término municipal de Finisterre, aparece que dicho mineral es de excelente calidad, pues acusa un 54 % de hierro puro” (“Gaceta de Galicia” nº 80, 12/04/1900).
El empresario Don Vicente García Antelo “pide el registro de pertenencias de mineral, de 12 de hierro con el nombre de `Adela´ y otras 12 de pirita de hierro con el nombre de `Francisca´ en el término de Finisterre” (“Gaceta de Galicia” nº 131 09/06/1901).
El paraje `Uña de Ferro´ parece aludir a las viejas explotaciones, aunque no es sencillo ubicarlas hoy día, en parte por la maleza y en parte porque cualquier socavón no es una mina, se necesitan otras señales que nos indiquen que estamos en presencia de trabajos extractivos, a falta de coordenadas planimétricas de los montes fisterranos. Esos montes que están llenos de hierro. El hierro que está ahí a flor de tierra. Como también el wolframio.
El wolframio o tungsteno era usado para los filamentos de las bombillas y para endurecer el acero, debido a que tiene el punto de fusión más elevado de todos los metales (con la excepción del carbono) y el punto de ebullición más alto de todos los elementos químicos. El ingeniero de minas hispano-alemán Guillermo Schulz, en 1833 destacó la abundancia de este mineral en tierras gallegas, sorprendido del nulo interés por los lugareños tal como recogió en sus cuadernos de campo. Algunas de estas minas ya se venían explotando desde antes por la Casiterita (vulgarmente llamado Estaño), a la que acompaña la wolframita.
Wolframita en su variante wolframato mixto de hierro es lo que abunda en Fisterra, por lo que la ubicación de las idílicas Islas Casitérides repletas de estaño no era descabellado situarlas en las cercanías del Cabo Finisterre, pudiendo él mismo formar parte del archipiélago por su condición insular o peninsular (véase “Los griegos en busca del Ara Solis y el Paraíso en Finisterre” 2018). Y se supone que las primeras explotaciones fueron hechas en los tiempos de los romanos, por la Cuesta de Marcos, al descubrirse un poco de escombros de fundición.
El esplendor del wolframio como metal cotizado se remonta ya a la Primera Guerra Mundial, lo que hacía habitual ver submarinos alemanes en aguas del faro de Fisterra; al igual que la presencia de agentes, confidentes, espías y colaboracionistas. Muchos vecinos eran germanófilos por convicción política y otros por lucrativo negocio (no fueron meros testigos, sino protagonistas activos de la contienda, a pesar del rosario de historietas poco rigurosas publicadas por algún pasquín regional).
En efecto, el historiador Rafael Lema Mouzo, en una impecable crónica llamada “La Araña, un siglo de misterio de los submarinos de Finisterre” (2015), relata la implicación directa de miembros de la villa del Cristo en la localización y aviso de objetivos para los U-Boots alemanes que “el corto alcance del sistema de radio de los submarinos y la necesidad de salir a superficie a colocar la antena hacían necesario acercarse a la costa, en este caso a las inmediaciones del cabo Finisterre”, cuyas “transmisiones necesitaban el apoyo de agentes gallegos compinchados”.
Un informe de agentes aliados concluía que el cura y el médico de Fisterra eran los encargados de tales transmisiones a través de una emisora ilegal colocada en las cercanías de la iglesia, que daba información sobre el paso de convoyes de suministros. “El párroco de Fisterra no era otro que Domingo Miñones” (natural de Moraime, Muxía). Hermano del importante comerciante y banquero de Corcubión, Manuel Miñones, vicecónsul alemán (sobre el caciquismo de esta familia en la comarca véase “En año electoral recordamos los `pucherazos´ de 1905 en Fisterra” y “El extraño caso del Cura Barrientos y su herencia” (2020).
“¿Y quién era el anónimo médico de Fisterra compañero espía del cura Miñones?” se pregunta el insigne escritor Lema, y sin nadie que lo desmintiera a día de hoy se responde: “Nada menos que don Desiderio Paz Figueroa (natural de Corcubión), el padre del entruido fisterrán (que) ensayaba en una fábrica de salazones en donde no pocas veces se guardaba material descargado por los colegas alemanes”. Para el bando aliado el apoyo lo prestaba el anglófilo Plácido Castro.
Resultado de estas patrullas germano-gallegas fue el hundimiento de numerosos buques en inmediaciones del Cabo Finisterre, según recoge la prensa de la época:
“Barcos torpedeados por dos submarinos alemanes, día 16. Cerca de la una de la tarde fondeóen el puerto de Finisterre el vapor danés `Gerda´ (carga frutas y cereales) llevando a bordo 63 tripulantes los cuales pertenecen a las dotaciones del vapor danés y del vapor noruego `Falk´. Antes de entrar en el puerto el `Gerda´ que iba escoltado por un submarino, avistó éste en el horizonte a otros dos buques que se dirigían con rumbo al Sur, alejándose, entonces el sumergible del vapor danés para ir a reconocer a las otras naves. El barco danés quedó sobre la máquina en espera del submarino. En vista de que el sumergible tardaba el `Gerda´ siguió avanzando hasta llegar al puerto donde desembarcó las tripulaciones de los vapores hundidos.
El `Gerda´ iba gobernado por marineros del submarino, los cuales dijeron en perfecto español a la gente del puerto que iban a echar a pique al `Gerda´, porque el submarino les esperaba a la entrada de Finisterre. El vapor danés arbolaba la bandera de guerra alemana. Al poco rato de zarpar el `Gerda´ se oyeron desde tierra varios cañonazos, suponiéndose que del submarino para echarlo a pique. A pesar de oírse cerca, nada podía verse por la densa niebla que había.
En la mitad de la tarde abocó la entrada del puerto de Finisterre otro vapor danés el `Chassie Maersk´ (carga carbón), tripulado por seis marinos alemanes de la dotación de un sumergible germano que también llegó a entrar en rada. Traía el `Chassie Maersk´ otros 63 náufragos, 30 de los cuales pertenecen a la tripulación del vapor inglés `Bayhall´, 14 a la del danés `Gerda´ y 19 son de su misma dotación. Dicen los capitanes del `Chassie Maersk´ y `Gerda´, que no uno, sino dos submarinos fueron los que acometieron al vapor inglés `Bayhall´, en vista de que el capitán de esta nave se negaba a detenerse. Según parece, al salir de Finisterre el `Gerda´, trató el submarino alemán que le había capturado, de detener al vapor inglés `Bayhall´, disparándole un cañonazo; pero este buque, forzando la marcha, trató de alejarse. Entonces apareció por su proa otro sumergible, el cual le disparó otro cañonazo, obligándole a hacer alto. Por esta causa, el submarino capturó y retuvo a su bordo al capitán del buque inglés, llamado Mr. Sircon (el comandante de los U-Boots SM U-46 era Alfred Saalwächter).
Después que los sumergibles hundieron al `Bayhall´ llevaron sus tripulantes al `Gerda´, y como viesen los sumergibles pasar al `Chassie Maersk´, le detuvieron, pasaron a su bordo a los náufragos y echaron a pique al `Gerda´. Uno de los submarinos se alejó entonces, y el otro, después de destacar seis marineros para gobernar al buque danés `Chassie Maersk´ le escoltaron hasta Finisterre. El `Chassie Maersk´, después que hubo dejado en tierra a los 63 náufragos, hizo rumbo afuera.
Los marinos alemanes, antes de zarpar hicieron varias preguntas al práctico José Fernández Domingez y le dijeron que iban a hundir el `Chassie Maersk´ razón por la cual dejaban aquí sus tripulantes; que mandó el alcalde José Castreje Insua fueran hospedados en casas de los vecinos Ramón Pequeño, Ramón Martínez Lobelos, Matías Canosa, Juan Bautista Rguez. Roade, José Sendón, Leoncio Olveira, Jesús Olveira, Desiderio Paz y Victor Cardalda. También les dijeron que llevaban preso en el submarino al capitán del vapor inglés `Bayhall´; que fue liberado 3 días después. De otro vapor japonés Taki Maru atacado ese mismo día, no salió nadie con vida” (“El Diario de Pontevedra” y “La Voz de Galicia”– 22/12/1916).
En las vísperas de la II Guerra Mundial, la Alemania nazi, que no tenía en su territorio minas de wolframio, buscó desesperadamente aprovisionarse de este mineral de importancia estratégica en Europa; y tan escaso, que se da prácticamente sólo en Galicia y Portugal. El wolframio gallego tenía para los alemanes una importancia decisiva. Era casi su única fuente de suministro, algo que los americanos e ingleses conocían. Los nazis necesitaban el wolframio gallego para endurecer los blindajes de su armamento como los proyectiles perforadores de alta velocidad y sus enemigos tenían que evitar a toda costa que esto ocurriese. Galicia se llena así de agentes alemanes dispuestos a obtener el material a cualquier precio y de agentes aliados para evitarlo.
El periodista Eduardo Martín de Pozuelo en “Los secretos del franquismo” (2007) expone parte de documentos desclasificados por Estados Unidos; donde aparecen los interrogatorios a los que fue sometido en Berlín en 1945 Walther Giese alias Alfredo Thomas, jefe de los espías nazis en Galicia durante la Segunda Guerra Mundial. Este agente prefirió entregarse a los aliados antes que arriesgarse a ser capturado por los soviéticos. Y su relato constituye hoy en día la mejor narración de cómo funcionaba la red de espionaje en Vigo tejida por el III Reich.
En el dossier los oficiales americanos anotan que Galicia “era vital a causa de los barcos de todo tipo que pasaban por sus dos principales puertos, Vigo y A Coruña”. Recalcando que en el Cabo Finisterre había estacionado permanentemente un agente alemán, encargado de controlar el paso de buques. El informe también afirma que Galicia “se había convertido en un centro de tensión adicional entre el Eje y los aliados, que pugnaban por el control de la producción española de wolframio”; cuyos envíos regulares a Alemania los supervisaba Geise desde su base.
No fueron pocos los que vieron negocio en el mineral gallego puesto que el número de empresas dedicadas a la extracción creció de 6 a más de 100 al final de la guerra, debido a que el precio a nivel industrial pasó de costar 7.500 pesetas la tonelada antes de la guerra a 235.000 pesetas. Las minas de Finisterre pasan así a tener una importancia desconocida hasta aquella época y el precio del producto se multiplica por cien.
En un principio las canteras no tenían dueño, por lo que la gente iba a extraer wolframita de manera rudimentaria, armados con picos, barrenas y bateas.Para muchos era la oportunidad para salir de la pobreza de la postguerra civil; puesel precio al menudeo pasó de 13 pesetas el kilo al inicio de la Segunda Guerra Mundial, a 300 pesetas en dos años. Fue tal la fiebre por el llamado “oro negro”, que con piedra de 2 kg. hallada en el monte se podían comprar dos casas.
La mayor parte de los mineros en Finisterre trabajó legalmente de 1941 a 1945, pero no por eso dejaban de aprovecharse de la falta de control para robar el mineral escondiéndolo en las ropas. Mismo acudían de noche con una luz de aceite a las vetas que habían sido abandonadas o seguían sin ser explotadas; y otros, mujeres y niños mayoritariamente, realizaba la búsqueda en el suelo. Lo que se conocía como ‘a roubacha’.
Este tipo de contrabando vecinal, que daba salida vía Portugal a Alemania, fue perseguido y multado en Fisterra por las autoridades:
“José María Gómez Mallo, Manuel Lires Lires, Juan Liñeiro Senlle, Adelina Traba Canosa, José Senlle Riubo, Marcelino Liñeiro Senlle, Francisco Lires Lires, Manuel Canosa Escarís, Bernardo Insua Canosa, José Lago Canosa recibieron multa de 500 pesetas a cada uno por extracción clandestina de wólfram” (“El Ideal Gallego”, 24/03/1943).
El riesgo parecía valer la pena según vemos la cantidad de castigados en la prensa de la época: “Antonio Liñeiro Traba, Juan Insua Canosa, José Antonio Escarís Díaz, Manuel Santos Insua, José Castreje Insua, Agustín Castreje Insua, Juan Durán Santos, Manuel Castreje Leis, Manuel Lires Lires, Manuel Castreje Canosa, José Traba Señeris, Antonio Insua Insua, José Santos Díaz, Manuel Santos Liste, Alfredo Martínez Canosa, José Feliciano Martínez, José Sixto Canosa, José Canosa Formoso, Cipriano Vaamonde Valde, todos vecinos de Finisterre, multa de 500 pesetas a cada uno, por extracción clandestina de wólfram” (“El Correo Gallego” 6 de abril de 1943).
Nótese que el valor de las sanciones estaba en consonancia con el valor de mercado del producto.
El mayor explotador minero en Fisterra fue D. Julio García Ramos, vecino de Coruña, que registró 255 pertenencias de mineral de arsénico, cobre, wólfram y otros, con el título de «Maribel», nº 2.499, sitas en el paraje llamado `Monte de Cabo Finisterre´.
Verificó la designación de este registro D. José Alemany y Soler, Ingeniero Jefe del Distrito Minero de Coruña, el 20 de mayo de 1943, con relación al ‘Norte verdadero’ y división centesimal, en la forma siguiente:
“Designación: Se tomará como punto de partida el ángulo Sur-oeste de la Iglesia de Finisterre; a partir de este punto, con rumbo Oeste, se medirán 1.200 metros; desde este punto, con rumbo Sur 800 metros; desde este punto, con rumbo Oeste; se medirán 200 metros; desde este punto, con rumbo Sur, 600 metros; desde este punto con rumbo Este, 300 metros; desde este punto, con rumbo Sur, 200 metros; desde punto, con rumbo Este, 300 metros; desde éste punto, con rumbo Sur, 800 metros; desde este punto, con rumbo Este, 100 metros; desde este punto, con rumbo Norte, 500 metros; desdé este punto, con rumbo Este, 100 metros; desde este punto, con rumbo Sur, 400 metros; desde este punto, con rumbo Este, 300 metros; desde este punto, con rumbo Norte, 200 metros; desde este punto, con rumbo Este, 100 metros; desde este punto, con rumbo Norte, 500 metros; desde este punto, con rumbo Este, 100 metros; desde este punto con rumbo Norte, 400 metros; desde este punto, con rumbo Este, 200 metros; desde este punto, con rumbo Norte, 400 metros; desde éste, con rumbo Este, 100 metros; desde éste con rumbo Norte, 800 metros; desde éste con rumbo Oeste, 200 metros, y se cierra el perímetro de las 255 pertenencias”.
En la localización del antiguo filón superficial de wolframita de mediados del s. XX, aún se pueden observar los montículos con gran cantidad de restos de cuarzo (o seixo), resultado de la extracción del mineralabriendo zanjas a base de pico y pala de 2 x 2 m. de sección y una longitud de varios centenares de metros con alguna bifurcación. El transporte era con cubos o carretillos hasta un lavadero quedisponían de gran cantidad de agua canalizada desde una surgente (“a fonte de Santiago”), para lavar el material que discurre por la vaguada. No solo quedan canales, también se conservan ruinas de construcciones propias de actividad minera. Depósitos Coluvio-Aluviales que se encuentran constituidos por materiales de tipo coluvios y derrubios, se aprecia sobre la ladera del Monte de San Guillermo con venas de cuarzo que tienen predominio de wolframita, filones de hasta 50 cm, orientados NE-SO.
El mineral se llevaba a puerto cargado en carros tirados por caballos, en algunos tramos de la senda de acceso aún se aprecian los restos del camino empedrado.
Terminada la guerra los precios del wolframio se hunden, y las políticas de repoblación de montes hacen que los permisos de explotación se cancelen en determinadas zonas de Galicia como ocurrió en el término municipal de Fisterra.