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viernes, marzo 22, 2024

La pujanza de Cee en el Siglo XX

Cee en el siglo pasado se convirtió en un referente económico de la Costa da Morte.

Es el siglo de las grandes transformaciones sociales y económicas. El siglo de la electricidad, la gasolina y el plástico. Algunos puertos siguen siendo altamente dependientes de la pesca, como Camariñas, Muxía, Malpica, Laxe.

En otros ya pasó esa época. El sector pesquero como sector productivo entra en decadencia en el inicio del XX en Cee, pero otras industrias vinculadas con el mar se asentaron en la villa.

En 1923 la Compañía Ballenera Española inició su actividad en Caneliñas, cerca de Gures. Los noruegos intentaron la explotación de ballenas en Camelle a principios de siglo. Emprendedores locales intentan levantar empresas, mirando al mar.

El cabotaje se intensifica, sobre todo desde 1914, destacando la actividad portuaria en Corcubión. El 4-7-1919 se informa que el movimiento marítimo en este puerto en el mes anterior había sido de 29 buques, 22 a vapor y 7 a vela. 3 de guerra, 26 mercantes. 10 extranjeros y 19 nacionales. 15 con carga y 14 en lastre. procedían 27 de Europa, 1 de áfrica y 1 de América. El total de tonelaje neto fue de 10.345, con 427 tripulantes.

En 1904 Manuel Miñones Barros fue autorizado por el concello de Cee para establecer un depósito flotante de carbón mineral en Fornelo, en el puerto ceense. En 1903 Agustín Pérez Castreje pide autorización para construir un astillero de madera en el lado sur del puerto.

En el castillo de Ameixenda residía el empresario Plácido Castro, que a principios del XX vendía langostas a Francia, tenía viveros en la Bretaña y San Sebastián y consigue licencia para habilitar Corcubión como puerto «para la importación del carbón mineral extranjero que había de suministrar la navegación a vapor», creando la empresa Depósitos de Carbón que con el tiempo será la Compañía General de Carbones S.A. de Corcubión.

Carburos de Brens

La fábrica de carburos de Brens se fundó en 1902 como Sociedad Hidroeléctrica del Pindo. Además de contar con saltos de agua, en la fábrica se fundía carburo de calcio para obtener ferromanganeso, ferro-silicio y silicio-manganeso en ocho hornos. En 1930 tenía más de 300 operarios y producía 12.000 toneladas, iniciando su expansión. Siendo inicialmente de capital suizo en 1927 es ya de capital nacional. Será sin duda el gran proyecto industrial en la ría, dando lugar al nacimiento de una masa obrera significativa, y que supondrá para Cee el gran salto económico y sociocultural. Completado con la labor educativa del colegio de la fundación Fernando Blanco de Lema.

Los hombres de dinero y prestamistas que fueron importantes en el XVIII en Cee y Corcubión, en los inicios del XX tendrán continuación en la casa Miñones de Corcubión y en el banco Perfecto Castro Canosa de Cee.

A finales del XIX el empresario de Cee Plácido Castro llevaba varias corresponsalías que en 1909 cede a un indiano que tras trabajar en Cuba y Brasil retorna a su patria. Es Perfecto Castro Canosa, que en 1928 creará su propio banco, que se mantendrá hasta su muerte en 1964 y luego seguirá con sus hijos. Perfecto Castro estaba casado con Manuela Mouzo Rial, de Carantoña en Vimianzo.

La venta de pasajes para emigrantes a América es uno de los lucrativos negocios del prestamista, que no solo facilitaba el pasaje sino ocupación en Cuba o Argentina y un «ajuar de emigrante». Este se adquiere en Roupas Feitas de Perfecto Medrano, y consistía en una maleta de madera, unas mudas, un sombrero tipo pajilla y un traje.

INSTITUTO FERNANDO BLANCO 1935-1940 (Fundación Fernando Blanco)

Banca Miñones

Otros indianos llegados con capital de Cuba fundaron la banca Miñones en Corcubión por las mismas fechas. Desde 1920 Manuel Miñones Barros es titular de la casa que tendrá su final tras la guerra civil debido a la inclinación política republicana de la familia. Tenía una amplia red de corresponsales. En Cee, Francisco Mayán Nimo. En Finisterre, Manuel Trava Lorenzo. En Vimianzo, José Ramos. En Ponte do Porto, Manuel Lemus Cabaleiro. En Camariñas, José Campos García. En Baio, Vicente Muñiz. En Zas, Maximino Montero.

El comercio marítimo marcó la vida de nuestros abuelos, porque necesitaban de esas rutas para comprar y vender. También asistieron nuestros ancestros atónitos a la visión de los nuevos prodigios de un mundo en constante progreso. Vieron bajar las primeras bandas de música o concertinas de los barcos ingleses a tocar serenatas en Corcubión, en donde nacieron hace 120 años nuestras «músicas» pioneras.

Contemplaron entusiasmados, entre alegres y temerosos, las enormes luces de los reflectores del Lapwing que en los tiempos del Serpent iluminaron Camariñas.

Eran maravillas nunca vistas, los grandes vapores dibujados en el primer catálogo ilustrado de siniestros marinos por el cura de Ameixenda y su sobrino desde 1846 a 1875. Por aquí pasaron los primeros dreadnoughts, esos cruceros erizados de cañones que la IGM condenó. El barco más poderoso, el más rápido de la Royal Navy aquí quedaron. Captain, Serpent.

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