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jueves, marzo 21, 2024

Alejandro Finisterre, Frida Kahlo, cartas de ida y vuelta

Dibujo portada-Rosario Miñones

Desde que a principios de 2020 en el marco de nuestros trabajos para reivindicar la figura de Alejandro Finisterre tuvimos acceso a una serie de documentos que un día fueron propiedad del editor e inventor gallego hemos ido desgranando parte de este cartapacio de 352 piezas, la colección A.P.

La parte principal de este cuerpo documental trata sobre la posible relación amorosa entre Alejandro y la artista mexicana Frida Kahlo, unos papeles que son ahora objeto de debate en México y España. Sobre las dudas de la veracidad de estas notas vamos a dedicar un par de artículos al comentario de las mismas. Empezamos por las certezas y evidencias contrastadas.

En primer lugar, una vez más aclaramos que la colección A.P. pertenecía a Alejandro Finisterre, de su estancia en México, antes de la partida a España en 1975. Está formada por un grupo de cartas, dibujos, hojas sueltas y varias obras de arte, la mayor parte supuestamente procedentes de una relación epistolar con Frida en 1953-54.

Otras nos hablan del trato de su dueño con Picasso, con autógrafos del pintor. También aparecen referencias a españoles exiliados que fueron amantes de Frida y amigos del gallego, como José Bartolí o Ricardo Arias Viñas. Hombres muy importantes en su vida, pese al maltrato dado por los investigadores.

El segundo cuerpo corresponde a varios álbumes de texto e ilustración supuestamente regalados por Frida a Alejandro en 1954.

En esta crónica vamos a hablar del primer grupo, las cartas y hojas sueltas.

LAS CARTAS DE ALEJANDRO Y FRIDA

Así pues tras tres años de análisis del material que nos fue entregado podemos confirmar su pertenencia a Alejandro Finisterre, al igual que otros cuadros y libros dejados por el editor al abuelo del actual propietario en México. Una familia que además conocía a los Kahlo desde principios del siglo pasado. Tuvo trato entonces con ambos protagonistas.

En el grupo de 13 cartas que al parecer envía Frida a Alejandro una es la respuesta (a doble cara) del gallego a su presunta amante. La carta de Alejandro a Frida de 1954 ha sido verificada y es de su caligrafía, con su letra y firma. Además la pudimos cotejar con su letra y firma en dedicatorias de Alejandro en libros de 1965.

Aunque con los años aparecen algunas peculiaridades en la ortografía son apenas perceptibles en este caso. En esta misiva el gallego acredita una relación amorosa con Frida iniciada en agosto de 1948, y el domicilio de su «nido de amor» en la calle Montes de Oca.

En ese apartamento vivía Alejandro en los años cincuenta, y pensaba ubicarse en él permanentemente desde 1954; luego sabemos que en 1974 residía en un piso en la colonia Florida, mucho después de la muerte de Frida.

Esta carta de Alejandro se hallaba entre el conjunto epistolar de Frida y con todo el material de la colección A.P. que ella le entregó, siendo una respuesta a otra anterior. Es una prueba documental de primer nivel, por su procedencia e implicación en el resto de la trama epistolar.

Según palabras de su autor confirmado (Alejandro), éste mantuvo un romance con Frida iniciado en 1948. Algo que no debe extrañar a nadie conociendo sus biografías y el contexto. Otra cosa es la intensidad y duración de la relación, la adecuación de lo que se escribe a los hechos.

El conjunto de las posibles cartas de Frida son de una misma autoría, con una misma caligrafía y en un marco temporal y espacial común; algunas fueron escritas en el Hospital Inglés de la capital azteca en donde estuvo muchos meses recluida en 1953. En este tiempo Frida escribió muchas cartas, recibió visitas e incluso tuvo momentos creativos febriles. El estilo, la letra y la firma corresponden a otras misivas conocidas de la autora en este tiempo y que fueron apareciendo en los últimos años, pertenecientes a amigos, o en colecciones privadas.

Aunque hablaremos en otra ocasión de las muchas páginas dedicadas a Bartolí en los álbumes de la colección A.P., recordamos que en 2015 aparecieron 25 cartas que hablaban de la muy intensa relación amorosa de Frida con este pintor catalan; entre agosto de 1946 y noviembre de 1949. También hemos cotejado algunas de estas hojas con las de nuestro conjunto (Javier Ansorena. Abc, 8-4-2015).

El cartapacio Bartolí es en tiempo y forma gemelo de esta primera parte del enviado a Alejandro, que Frida llamaba su Caja de Pandora. Además de los textos, a Bartolí y a Alejandro envía dos pequeños retratos similares en todo. En uno aparece Frida y Alejandro, en otro Frida y el catalán. Resultaría infantil y poco ético aprobar la veracidad de uno evitando el otro. Ambos amantes españoles cumplieron con su amiga no publicando o vendiendo en vida nada.

Pese a que los albaceas-fiduciarios de la obra de la pintora son reacios a confirmar nuevas obras o escritos de Frida, tuvieron que asumir a regañadientes este hallazgo del cartapacio Bartolí, que deja además bastante en entredicho las biografías publicadas de la artista, ya que tanto este legado como nuestra colección A.P. confirman sin ningún género de dudas que Bartolí fue el gran amante de la mexicana entre 1946 y 1950.

Es más, fue Bartolí quien finalizó una relación que hubiera llevado a Frida a la ruptura con Diego y cuyo fin posiblemente devino en la puntilla final a la decadencia física y mental de la artista. Nuestra colección remarca el destrozo causado por Bartolí en la desgraciada amante abandonada, sus hojas guardan una íntima conexión con el material del pintor hallado en 2015.

Aunque a algunas se les atragante el nombre del inventor del futbolín como «otro español amante de Frida», son muchas las páginas dedicadas a Bartolí en la colección A.P. contrastables con el material del catalán que ya ha pasado la criba de los especialistas; y siguen apareciendo nuevas cosas de Frida, procedentes de colecciones privadas, como se puede comprobar en la lujosa publicación de 2021 «Los sueños de Frida Kahlo» (Artika libro de arte).

Si las biógrafas de Frida pasaron de puntillas (ni lo citaron) por la figura más importante en los últimos años de Frida como fue Bartolí, también lo hicieron con otro catalán exiliado, Ricardo Arias Viñas, amante y compañero inseparable varios años, desde 1939. Cuestión difícil de justificar. Aparece una vez citado en la obra de Hayden Herrera, quien sí tuvo el coraje de reconocer pronto la autenticidad de las cartas de Bartolí (a quien no nombró en su libro, pero trató).

La colección A.P. y sus testimonios

En la colección A.P. hay testimonios de estos dos amantes de Frida que corroboran las biografías de los implicados. Letras que hablan de los tres principales amantes de la artista, los tres españoles: Finisterre, Bartolí, Ricardo Arias; descontando que Diego no es un amante, es su hombre, el hombre de su vida. Entre estas notas, contamos con el único retrato conocido de Ricardo Arias hecho por Frida y que publiqué en primicia.

Frida y Diego mantuvieron otras relaciones amorosas, conocidas por ambos, incluso compartidas. La de Frida con Ricardo Arias era bien pública en su día, nacida tras la separación de Diego y el triste desenlace con Nickolás Muray. Las que tuvo con Bartolí y Alejandro trató de mantenerlas lejos del foco y por supuesto de Diego.

Los testigos del romance con el catalán fueron la hermana de Frida, su chófer Manuel y Ella Wolfe. El mismo chófer Manuel es el interlocutor que lleva mensajes y regalos de Frida a Alejandro; no solo hay una afinidad en las formas sino en el conducto. Es de suponer que su hermana estuvo al tanto. Por otra parte, Alejandro cita con familiaridad en su carta a dos grandes de las letras, Rómulo Gallegos y Ciro Alegría, como testigos de por lo menos el intenso vínculo afectivo, personal, entre ambos.

Las excursiones a Xochimilco, las juergas en famosas pulquerías; las veladas de amor en la casa del gallego que sucedían los sábados, día del encuentro. Una jornada a la semana para los amantes, lejos del ruido y la publicidad. Documentadas situaciones en cientos de páginas personales que no desmienten las biografías de ambos sino que las ratifican; nada chirría en estas letras. Resulta ingenuo intentar hoy en día ocultar o dulcificar una vida tan intensa como la de la pintora, vivida y bebida; llena de drogas, alcohol y sexo con hombres y mujeres.

Otra pieza clave de estas hojas sueltas es una lista de amantes, con notas con la caligrafía de Frida en una libreta de recetas del doctor Efrén Villafuente, médico del Hospital Juárez. Tras Diego y su primer amor juvenil aparecen sus tres españoles, con Alejandro a la cabeza. El doctor tenía su consultorio en República Argentina 97, domicilio en Colima 302 B de México D.F. Un cuaderno describe su pasión por Alejandro, pero también por otros amantes, con dibujos de algunos. Habla de Machila Armida, Graciela Olmos, Bartolí, María Félix, Noguchi, Trotski, Chavela Vargas, Judith Ferreto, Elenita Vázquez, Teresa Proenza.

En el trabajo de verificación de datos de esta colección inédita busqué la colaboración de destacados investigadores del exilio español en México y Francia; compartiendo con ellos nuevos datos sobre Ricardo Arias y sus compañeros de viaje por los campos de concentración franceses (Argelés sur Mer) y en los barcos del exilio. Son autores como Diego Luna Quintanilla (Bruselas), Jordi Galí (Gerona) o mi amiga gallega Alma Rodríguez (Pontevedra). Tampoco las últimas aportaciones sobre la figura de Alejandro (José Manuel González Freire, Isabel Gámez) desmienten o contradicen esta colección.

Así pues no tratamos de «cartas perdidas» milagrosamente aparecidas en el baúl del abuelito, sino de un cuerpo documental homogéneo y contrastado con documentos de la época de los personajes implicados.

EL AUSENTE FINISTERRE

Una de las críticas a nuestras crónicas es la referencia a que entre familiares, amantes y personas cercanas a la pintora, nunca surgió el nombre de Finisterre. Tanto La Voz de Galicia (tres reportajes de Pepe Ameixeiras en noviembre de 2020, enero 2021) como Adiante Galicia en nuestras primeras crónicas dando la primicia ya advertimos que se trataba de una novedad desconocida por todos; también para los que llevamos muchos años estudiando la figura de Alejandro (el exilio y la vida socio-política en la República) y por tanto algo podemos contarles y alguna valía tiene nuestra opinión.

Estimo que Pepe Ameixeiras, mi ex compañero en el diario coruñés quinta cabecera nacional, al igual que yo valoró y cotejó el material que le fue suministrado desde México antes de darlo al offset. En mi caso, tardé un año; no fue fiebre de un gacetillero ávido de primicias. Y durante otra temporada fui contando novedades al hilo de nuevas investigaciones y aportes.

Relación de Alejandro con el matrimonio Rivera- Kahlo

La relación de Alejandro y el matrimonio Rivera-Kahlo está fuera de toda duda, así como el trato con una serie de figuras comunes importantes de la vida pública y cultural mexicana de su tiempo. Y recalco que es el propio Finisterre de su puño y letra quien acredita en un documento histórico algo más que una amistad. Otra vez vuelvo al caso de los otros dos españoles arriba citados, ocultos por las biógrafas de la artista, tan importantes en su vida. Alejandro es el tercer español en liza que se pretende negar pese a las evidencias.

Curioso que los tres sean del mismo origen, con experiencias vitales semejantes (guerra civil, Francia, México) y confirmen el amor de Frida a España y a la lucha política de los exiliados republicanos. Quizás la pasión española de Frida no sea muy vendible en el Hollywood cutre (que muestra la cara más vulgar, naif y chabacana de Frida); o en las nuevas, anti históricas y muy incultas propuestas políticas populistas sudamericanas. Pero la verdad es un torrente alimentado por las aguas invernales. Frida apoyó de todas las formas a estos tres personajes, especialmente a Ricardo Arias, fue una gran ayuda para los tres en su nueva vida de exilio.

A una ex directora del Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, no le convence el supuesto hallazgo. Desconfía del lenguaje de las cartas: «Frida era muy clara en sus ideas; además, siempre usaba un léxico elegante, aunque escribiera palabras arrabaleras», y considera que la caligrafía es irregular: «Ella aprendió a escribir manuscrito muy bien, ya que usó cuaderno de doble raya en el Colegio Alemán». También duda de la vitalidad de Frida en esta etapa, «porque es cuando Frida está más inclinada a las drogas, menos consciente de sí misma, y era bastante que tuviera una relación con Bartolí con la poca energía que le quedaba».

Las epístolas cuentan una historia de amor entre el editor y la artista tras conocerse el 23 de agosto de 1948; hablan desde la tristeza de Frida por la ausencia de Alejandro en 1953 y las respuestas vagas y cortas a sus demandas. Por eso la carta verificada del gallego es una aclaración y una disculpa por lo que parece una escasa respuesta a las demandas de amor; son letras de desamor y de recuerdo. Poco antes de la muerte de Kahlo, planeaban una vida en común, según las palabras de Alejandro.

Tanto en esta correspondencia como en los cuadernos de esta colección que ya trataremos se confirma una aventura amorosa entre ambos, que coincide con la etapa final de la mantenida con Bartolí, se interrumpe por los viajes de Alejandro que no vive en México sino en Guatemala y se retoma más tarde hasta significar una especie de tabla de salvamento de la decaída artista en el momento más angustioso de su vida adulta, cuando pierde una pierna y se resiente por las ausencias-traiciones de Diego.

La reclamación de amor y la ensoñación de una vida con su último amante, Alejandro, tiene más de fantasía imbuida de recuerdo y de impulsos vitales momentáneos que de materialización real. Ella misma lo indica en los párrafos más lúcidos, y yo me cansé de comentarlo en todas las crónicas que he venido publicando. En este aspecto, también confirman su proximidad a todo lo que ella escribió en estos años finales. Reconoce su fatiga y su estado, pero una y otra vez sueña con nuevos amores y días felices. Cuando envía este legado a Alejandro, pese a que su mente navegue con la brisa fresca de una posible vida con él, su deterioro es palpable. Y esa dolorida quiebra mental y física aparece en algunos dibujos gruesos y descuidada grafía en la parte final de los cuadernos. Nihil novum sub sole. Nihil novi nisi commune consensu?

Entre 1946 y 1950 Frida padece, sufre operaciones, se entrega de manera compulsiva al alcohol y las drogas; pero también ama, crea y se divierte. Las estudiosas saben que en este período la artista tiene momentos de euforia y aventuras. Pinta obras geniales, recibe el reconocimiento internacional y también en su país, tardíamente. En los cuatro últimos años de su vida gozó de momentos de lucidez, ánimo y creatividad; con especial compromiso por un arte social (comunista, pacifista). No era una enferma inválida e imposibilitada de amar o crear; no renunciaba a parrandas y posadas que hicieron célebre la Casa Azul como ateneo de artistas pero también como centro de jaranas. En donde ella era una «reina con su corte». Iba al cine, realizaba excursiones, recibía amistades.

Por una parte el aparato documental apunta a una relación amorosa, corta pero intensa, entre 1948 y 1950; interrumpida por la debilidad física y las operaciones de Frida que empieza una decadencia aguda en 1950, año que pasa en buena parte en el Hospital Inglés de Ciudad de México; y por las idas y venidas de Alejandro, que reside en Guatemala.

Este amor sustituye en parte al conflictivo desenlace vivido con su último gran amor, Bartolí. Amigos ambos de peripecias vitales y actividad política, como no deja de recordar Frida en sus diarios. Alejandro llega a la partida de Bartolí, o entra ya en plena crisis con el catalán. Es un sueño, una ilusión que se irá apagando por la decadencia física de una y el alejamiento del otro; que se fija en poemas y recuerdos.

Este vínculo intermitente tras 1950, según la correspondencia, parece tener una nueva fase en 1953, iniciado con los reproches de Frida al abandono de su amante gallego, y la ilusión de la pintora por cobrar fuerzas y planificar una vida con él. Con el recuerdo reciente de su aventura amorosa con el gallego, la triste memoria de la experiencia con Bartolí; los encuentros y desencuentros violentos con Diego. Sus biógrafas saben que Frida en estos años finales no dejó «de trazar planes entusiasmados» como asegura H. Herrera.

La misma biógrafa ya desaparecida, a quien estimo, acredita que en el año final de su vida «tenía mucha esperanza y planes para el futuro». Quería adoptar un niño, aceptar una invitación para visitar Rusia, seguir un nuevo tratamiento médico en Polonia. En este marco, que en sus momentos de lucidez siguiera manteniendo la opción de vivir con Finisterre y mantuviese su contacto no debería chirriar a nadie. Máxime cuando la mayor parte de los textos de la colección A.P. son al menos un año anteriores a estos proyectos finales de Frida.

No parece que Alejandro y Frida fantaseen con una vida en común, todo apunta a que sus palabras eran sinceras. Es posible que Alejandro, como la mayoría, no fuese consciente de la verdadera situación médica de la artista; en las últimas misivas se mostró condescendiente y alimentó esa esperanza crepuscular de la artista.

La rapidez con la que se consumó el deterioro de Frida iniciado el año 1954 la llevan a una última misiva en donde encontramos ya una renuncia posible a Alejandro y a todo, un aviso de acabar con su vida, en un estado de conciencia nítida, con la claridad de distinción de la persona que ve el final y desiste de toda lucha. No sería el único intento de arrebatarse la vida en este aciago año final. En su diario conocido escribe párrafos imbuidos por la alegría de vivir y el ansia de crear, junto a otras notas donde apunta deseos suicidas.

Aún así, en esta última carta de Frida a Alejandro deja un confiado resquicio de ilusión. Anuncia su presencia en un acto claramente unido a la actividad de Alejandro, un hito en su biografía: la multitudinaria manifestación del dos de julio en México contra el golpe militar en Guatemala.

LA ETAPA FINAL DE FRIDA

En cuanto a los escritos de Frida en esta etapa, cualquier curioso por la vida y obra de la artista sabe que ella dejó cuadernos y páginas claras y de bella factura literaria; pero también hojas confusas, esbozos y trazos gruesos, muchas veces influidos por la ingesta etílica o de sustancias. Son muchos los textos conocidos de Frida en donde escribe sin correcciones ortográficas o de sintaxis, con abuso de la sinécdoque y las repeticiones, vulgarismos, al vuelo de su pluma y pensamiento.

En los dos años finales igualmente en su diario o en algunas obras muestra composiciones toscas, de colores chillones; como corresponde a una persona enferma, que intenta crear o escribir atormentada y en momentos de clara pérdida de control físico y mental; recordando que era una enferma aquejada de fuertes dolores, con reacciones histéricas y necesidad de drogas para mitigar estos ataques.

La colección A.P cuenta con varios cuadernos de uso personal, pero no secretos ni ocultos, con el objetivo de la comunicación, en este caso con su amante Alejandro; escritos bajo unas premisas de orden y claridad, con método firme y pausado, en estilo y forma muy fridianos. Como todo diario en progreso, nacido en varios momentos, en días y noches con distinta disposición de la autora, aparecen algunas (las menos) expresiones de trazo grueso, frases deslavazadas y esbozos gráficos, sobre todo en la parte final de los mismos o en apuntes extemporáneos.

La colección A.P. guarda ambos ejemplos de la caligrafía e ilustración de Frida. El grupo de cartas enviadas a Alejandro que ahora tratamos presenta elementos comunes con la correspondencia con Bartolí, como indicamos. En ambas hay cartas extensas, notas apresuradas, cuartillas dobladas.

Cuadernos de Frida Kahlo

Incluso 12 páginas de la memoria con Bartolí que muestran un amor eufórico y desesperado por el catalán, con momentos afectados por efectos opiáceos, son párrafos muy similares al recuerdo de ese amor que reproduce en la introducción de 8 páginas uno de los cuadernos para Alejandro (Mi voz sometida, 1953); o las primeras 9 páginas de Pura Manzanilla (otoño 1953). Ambas son un reproche a la conducta del catalán; más citado incluso que Alejandro en esta colección. Los dibujos que ilustran algunas páginas son similares en ambos conjuntos y en el cuaderno público de Frida guardado en la Casa Azul, contemporáneo de la colección A.P.

Un cuaderno que ocupa varios años y reúne láminas diáfanas, de escritura firme, ilustraciones claras, con otras en donde se nota que la autora no domina su mano y su mente. Decir que Frida escribía siempre siguiendo la corrección de un cuaderno escolar es demasiado ingenuo o falta a la verdad. Con todo recalco que la mayoría de los textos de esta colección guardan una estructura formal y temática, una causalidad.

En fin, lo que cuenta y como lo cuenta la supuesta autora de las cartas y hojas sueltas de la colección A.P. coincide con los escritos y creaciones de Frida en ese marco temporal. Los datos que apunta se pueden comprobar en las biografías de los personajes citados, se ajusta en su cronología, reforzando algunos aspectos de la misma y sin desajustes. Y a ello sumaremos las más de trescientas láminas de los cuadernos, cuyo comentario dejamos para otra entrega. Páginas todas procedentes de un mismo origen (propiedad de Finisterre, durante su estancia en México); textos y dibujos de una misma mano.

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