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viernes, marzo 22, 2024

El brazo de San Guillermo de Fisterra está en Bretaña?

Antes de dilucidar la cuestión que da título a este artículo, es menester hacer algunas puntualizaciones sobre ciertas consideraciones históricas.


La variedad de santos homónimos, debido a la escasa documentación, ha generado una gran confusión y teorías varias por parte de los investigadores, en sus infructuosos intentos por dar con la identidad del santo que se correspondería con la reliquia.


Fue el médico Francisco Esmorís el primero en apuntar tres firmes candidatos posibles a ser el San Guillermo que dio nombre a la ermita de Finisterre: Guillermo, duque de Aquitania (755-812), caballero de Carlomagno y luego monje fundador de la abadía benedictina de Gellone en la vía tolosana del camino de Santiago; Guillermo de Malavalle (+1157), primero militar francés y después ermitaño fundador de los guillermitas en el valle de Grossetto (Italia) con regla de San Benito, posteriormente integrados en la orden de San Agustín; y Guillermo de Vercelli (1085-1142) que había fundado bajo la regla benedictina el monasterio de Montevírgine, en Nápoles.


Lo que no pudo saber el doctor cuál fue el destino de los restos de estos tres santos para ajustar mejor la búsqueda y estrechar el cerco sobre tan egregia figura fisterrana.
El cuerpo del tercer Guillermo permaneció en Goleto hasta el 2 de septiembre de 1807, cuando fue trasladado a Montevergine por orden del Rey de Nápoles Gioacchino Murat. Algunas de sus reliquias también se conservan en otras catedrales (Benevento) e iglesias italianas y otras fueron dadas en custodia transitoria a los condes de Miranda, a la sazón virreyes de Nápoles; cuyo destino inicial era el monasterio de San Pablo de Valladolid, pero acabaron en el Escorial de Felipe II catalogadas como de “sancti Gulielmi fundatoris Montisvirginis” en 1608, dentro de un lote de unas 300 piezas sagradas.


En el siglo XIII D. Lope Díaz de Haro, alférez del rey Fernando III, ostenta la tenencia de La Bureba, en Burgos. Nombrado en 1228 embajador en Roma, Don Lope pidió al papa Gregorio IX algún cuerpo santo para traer a España. El pontífice le dio el del agustino San Guillermo de Malavalle. Se levantó una iglesia en Aguilar de Bureba donde colocaron la reliquia del Santo. El sepulcro ha sido varias veces abierto para dar fe de que allí se encontraba y para trasladarlo a distintos retablos y arcas de mayor calidad. Una de las últimas aperturas fue en el año 2007 (“San Guillermo de Malavalle y Aguilar de Bureba. Burgos”, J. Sáez Cuesta, 2009).


En 1597 D. Eberhardus, conde de Solms, envía custodiado por Caballeros Teutones, “al rey don Felipe de España la cabeza y cuerpo del bienaventurado san Guillermo, duque de Aquitania, de la orden y ermitaños de S. Agustín”, según lo registrado por el Reliquiero del Escorial confundiendo ambos santos, porque la carta de donación sólo dice “dono acceperit sancti Wilhelmi integrum corpus”.


En la Capilla alta de San Jerónimo del dicho monasterio, en el friso o cornisa de la Anunciación se lee “san Guillermo, duque de Aquitania”. Por lo que es más probable que se trate de otro Guillermo alemán o que sea una falsa reliquia como tantas otras que allí se custodian (pluma del arcángel Gabriel, cabello de Cristo, cuerpo de un santo inocente, hostia sangrante, etc).


En efecto, las reliquias de Gellon empiezan a repartirse en 1151 cuando Raimon, abad de Sant Guilhem le Désert, hizo un «regalo» a los Templarios de la iglesia de Santa Eulalia de Cernon, encomienda principal de Larzac, Francia.

En 1568 y 1588, un ejército protestante se apoderó del convento e hicieron una hoguera en la plaza pública con sus archivos. Algunas reliquias se salvaron, pues encerradas en 1738 en un santuario ornamentado, constaban de un busto plateado, un brazo y una mano presentados en un brazo-relicario; inventariados en 1790 y saqueado tres años más tarde durante la Revolución Francesa. Aquí los monjes huyeron y desapareció una parte de los antiguos edificios de aquel célebre monasterio. Pocos huesos, guardados en ese momento, fueron restaurados después de la revolución, pero perdidos por una inundación del río Verdus en 1817. Otros han sido recuperados por el abad Viñas en el siglo XIX (trozo del cráneo y un fémur), incluido un diente engastado de plata que aún existe.


Ahora bien, si el brazo de San Guillermo de Finisterre perteneció a este santo francés o a otro que veremos más adelante, hay quien afirma que está en el fondo del mar a causa de que se hundió la nave corsaria que lo portaba en la llamada `Batalla de Muros´ de 1543; hipótesis esta que presenta más dudas que certezas.


El combate naval de Muros fue una victoria militar donde se enfrentaron una escuadra francesa de 25 naves y una española de 16 al mando de D. Álvaro de Bazán «el Viejo», I señor del Viso, padre de Álvaro de Bazán el Joven, que también estuvo presente. Y entre otros, fue Antonio López Ferreiro quien hizo un relato pormenorizado del resultado de la contienda:


“Así foy que todal-as naos anemigas, menos a capitana que se foy a fondo, e unha que escapou a prisa (madia levaba que iba co pau maor menos) para ir a dar noticia, si chegou a tempo; todas elas, repito, e o botin que levaban, caeron en poder dos nosos.
Si fuera cierto el robo, simplemente se fue con el único buque que se salvó; o bien estaba embarcado en otro no presente en el combate. Hay probabilidades de esto porque no hay que olvidar que en la época eran tan católicos los unos como los otros y esas reliquias eran sagradas, por lo que casi nunca eran expuestas en un combate.

“A primeira cousa en que pensou o Marqués de Santa Cruz, despois da batalla, foi viir a Santiago a darlle gracias ao Apóstolo, por aquela tan grande vitoria ganada no seu día. Deixoulle comendado o mando da Armada ao seu fillo maor D. Alvaro, mozo de 18 anos, e encargoulle que levase a remolque os barcos anemigos e o asperase na Cruña”.


De este párrafo se entiende que no atracaron en ningún momento en puerto alguno de la Costa da Morte, por lo que no pudo haber reclamo de los vecinos y no se hizo recuento de qué se lleva a Coruña y por qué.


Logo que chegou a Santiago, despachou pra Frandes a Diego García de Paredes, con priegos pra o Emperador, e ao Capitán Alonso de Navarrete pra Valladolid, con priegos pra o Príncipe e pra os Gobernadores do Reino, o Arcebispo don Xoan Tabera e D. Francisco dos Cobos”.


El capitán Bazán envía sus despachos supuestamente sin saber la totalidad de lo recuperado pero ya se informa que el relicario de San Guillermo se hundió con la nave capitana…


Reunidos en Consexo o Marqués, co Gobernador e os Oidores, hacharon que a demanda do Reino era xusta, e resolveron que efeutivamente debían devolverse aos donos as roupas e demais enseres que levaran os franceses; o cual todo estaba valuado en bastantes miles de ducados. E ainda mais declararon, que así o farían facer tan pronto estivesen na Cruña, a donde chegaron o 17 de Agosto, dous días despois da armada. Non houbo ali miúdo trafego, nin pequeña revolución, nin poucos berros e reclamacios, nin pequena feira de novelos, porque cada un pedía o seu fato; e o fato aparecía, ou non. Por fin, a forza de remexer, e de sacar, e de estender, e de pousar, e de volver a coller, foron aparecendo a maor parte das cousas. Moitas delas, por eso, perdéranse: unhas no fondo do mar, outras non se soupo onde. En fin, o que ardeu, queimouse; e boo foy que parecese algo. Os barcos apresados vendéronse, e o importe deles, separada a ración que lle correspondía ao Apóstolo, reparteuse, como era costume en taes casos. E despachadas todas estas enredadas, o 20 de Setembre D. Alvaro púxose en marcha outra vez pra Laredo” (“A Tecedeira de Bonaval”- cap. “A Vitoria de Fiisterra”/1895).


Pero además de las fuentes oficiales, hay otras que informan de la falta y no devolución de lo requisado en Fisterra: “Y cavaron la iglesia (los piratas) con pensar que tenían soterrado allí algo y llevaron la corona de plata de Nuestra Señora de Finisterra que es muy devota cosa como V. M. sabe y hace muchos milagros y desencajaron el Santo Sacramento de la Custodia en que estaba y guardaron la plata toda, la más que pudieron haber” (transcripción J.G. Satti).


En esta detallada carta remitida al Emperador Carlos I por los religiosos que vivieron en primera persona el saqueo del pueblo, no hacen mención al brazo de San Guillermo como parte del botín (véase “La Batalla de Muros: el combate casa por casa y cuerpo a cuerpo por las calles de Fisterra2018).


A Finisterre apenas se le restituyó algo de valor, ya que el Conde de Castro envía otra misiva al Príncipe Felipe, suplicando otorgue alguna merced a los vecinos de la villa que sufrieron muchos perjuicios con el ataque: “Muy alto y muy poderoso Señor: ya v. alteza sabe como este año pasado finisterra fue saqueada a no quedar en ella nada ni aún las cerraduras de las casas y lo que se les tornó fue poco o casi nada, están muy fatigados.
El juez de finisterra es el que más perdió y tengo yo información que valía 3 mil ducados y más lo que a él solo llevaron. Va a suplicar a v. alteza se le haga alguna gratificación y merécelo porque hizo lo que pudo y perdió mucho, nuestro señor la muy alta y muy poderosa persona de v. alteza guarde con acrecentamiento de muy mayores Reynos de la Coruña a VIII de abril (1544). El rico juez era D. Antón Pérez
(“Recuento de las Casas Nobles de Fisterra V: los Reino” 2019).


Así pues, de lo robado en Fisterra no hay certezas de qué ocurrió, permaneciendo la duda de lo que se repartieron Bazán y su hijo; más aún, si recuperaban un botín o joya de gran valor al enemigo, siempre podían alegar que se había caído al mar y quedarse con él. Sin olvidar que servían al mayor acaparador de restos sagrados del mundo, el futuro rey Felipe II.


En todo caso, que se perdiese o robase el relicario del San Guillermo fisterrán, no implica que sus huesos estuviesen dentro. Y esto nos permite plantear otra línea de investigación sobre otro santo homónimo, francés y arzobispo de Bourges.


En el año de 1782 el abad Roberto Muñiz escribe “Medula Histórica Cisterciense” (Valladolid, Imprenta de D. Tomás de Santander). Y es en el tomo II donde narra la biografía de Guillermo de Bourges (1120-1209), ciudad de la que fue arzobispo (1199).
Hijo de Ferry V de Corbeil y su segunda esposa, Condes de Nivers, en Aquitania. Empezó el niño Guillermo a formarse con su tío Pedro de Amiens llamado el Ermitaño.


Pedro el Ermitaño (Amiens, c. 1050 – Neufmoustier, 1115), fue Arcediano de Soissons, líder religioso de la llamada Cruzada de los Pobres; una peregrinación espontánea y armada que a finales del siglo XI intentó avanzar hacia Tierra Santa hasta ser rechazada y que sirvió de preludio a la Primera Cruzada.


Guillermo fue un muchacho de carácter piadoso, dedicado al estudio y la meditación; y los progresos que hizo en la escuela del tío, eran tan excelsos, que no tardó mucho en confundirse la copia con el original, por lo que ya todos le llamaban Guillermo el ermitaño.
Apenas se ordenó de sacerdote, le nombraron para un canonicato en la iglesia de San Gervasio y San Protasio de Soissons, y después le promovieron a otro en Notre Dame de Paris.


Deseoso aún de vida más calma, se convirtió en monje en la abadía del Desierto de Grandmont. Un nuevo Monasterio bajo la Regla de San Benito. A Guillermo le pareció que en ninguna otra parte podía satisfacer mejor sus deseos de vivir retirado, libre de los peligros y tentaciones que consideraba atrapaba hasta las mismas dignidades Eclesiásticas.
Impelido de este deseo, se desprendió de todo lo que poseía, repartiendo toda su hacienda entre los pobres. El rigor de vida que emprendió Guillermo en este Desierto, y los progresos que hizo en la virtud fueron tales, que el abad de aquel monasterio le dedicó un gran elogio en un Concilio pleno con la presencia del mismísimo Papa Inocencio III.
Habiendo aparecido las disensiones en este claustro, lo dejó para convertirse en monje de la abadía cisterciense de Pontigny. Pronto el Cister decidió nombrarle Abad del Monasterio de Fontaine-Jean (en la ciudad de Saint-Maurice-sur-Aveyron), y después de Chaalis (diócesis de Senlis) en 1187.


Vacó por aquel tiempo la Silla Arzobispal de Bourges, y no conviniéndose los vocales entre sí en el nombramiento de Prelado, optaron por dejar en manos del Obispo de Paris y ex chantre de la iglesia de Bourges, Eudes de Sully, hermano del difunto arzobispo Henri de Sully, tal decisión.


El 23 de noviembre de 1199, se vio Guillermo obligado a obedecer y se despidió de Chaalis, y se encaminó a su nuevo cargo en Bourges, donde fue recibido con toda la pompa y solemnidad.


Pero Guillermo, consagrado Arzobispo y Primado de Aquitania, procuró continuar con su abstinencia, su pobreza y sus mortificaciones de cuando era monje. Su vestido humilde, que ponía siempre encima del hábito del que nunca se quiso desprender, encubría un áspero cilicio. Su caridad para con los pobres no tenía límites. Vestía a cuantos desnudos encontraba en la calle, visitaba a los encarcelados y enfermos; dando salud a muchos con solo poner las manos sobre sus cabezas. Estaba siempre repartiendo dinero con liberalidad entre los pobres, porque su lema era: “Que no hay cosa más indigna de un Obispo que atesorar dinero”.


Considerado un gran predicador y estricto en los principios católicos, Guillermo se atrajo la ira del rey Felipe II de Francia durante su nuevo matrimonio con Inés de Merania. Precisamente, el papa Inocencio III lo comisiona para componer las disensiones entre este monarca y el de Inglaterra, y consiguió finalmente pacificarlos.


Luego nombró otra vez a Guillermo para combatir los errores de los albigenses, y en particular los cátaros. Sin embargo, este cayó enfermo mientras preparaba la cruzada contra ellos.


Agravada su enfermedad, y después de haber suplicado que se le diese sepultura en su Monasterio de Chaalis, se despidió de todos dándoles su última bendición y pidió los Ornamentos Pontificales con que se había consagrado. Pasó su último día en oración casi continua; y tras haber hecho la señal de la cruz sobre su boca y pecho, no pudo pronunciar más que estas dos palabras: “Domine labia” del Salmo 51. Hizo ademán para que le pusiesen sobre la ceniza, y poco después rindió tranquilamente su espíritu el 10 de enero de 1209.


Sabida la muerte del Santo Prelado se conmovió toda la ciudad. Pero fue mayor luego cuando se esparció la voz de que los monjes de Chaalis se disponían a llevar el cadáver a aquel Desierto. Toda la gente se puso en armas y se apostaron en todas las puertas para impedir extraer de allí el cuerpo de Guillermo, y a vista de esto debieron los de Chaalis ceder a la violencia. Fue, pues, sepultado en la Iglesia Metropolitana de Bourges con tanta solemnidad, y con tanto concurso de los pueblos, que más parecía día de triunfo, que de funeral. Se cuenta que durante las exequias se vio sobre la Iglesia donde estaba el Santo, un globo de fuego a modo de una estrella muy resplandeciente, por espacio de casi media hora. Fueron tantos los milagros que obró Dios por los méritos de este Santo que consta por los Procesos de su Canonización haber logrado vista los ciegos, oído los sordos, vida los muertos, libertad los encarcelados, y una infinidad de enfermos curados por medio de su poderosa intercesión.


En el mismo año de su muerte un ejército de Cruzados sitió la Ciudad de Bourges, y degolló hasta siete mil herejes albigenses que estaban refugiados en ella, aseguraron los mismos sitiados haber visto un ejército de espíritus Celestiales capitaneado por San Guillermo, con cuya vista quedaron tan amedrentados, que les faltó valor para defenderse (nótese aquí el paralelismo con la aparición de Santiago en la batalla de Clavijo).
Pasados poco más de ocho años después de su muerte Inocencio III lo beatificó y Honorio III lo canonizó el 2 de Julio de 1218. Se celebra el 10 de enero y es patrono de los armeros.


Después de la canonización, su cuerpo fue exhumado y expuesto en dos columnas, detrás del altar mayor de la Catedral de Bourges aún sin terminar, donde unos días antes celebró la epifanía; luego en la cripta, en una capilla construida por Matilde de Courtenay, condesa de Nevers, señora de Donzy, su sobrina nieta. Hizo una donación, en una carta, a la iglesia de Saint-Étienne para que se pudiera quemar una vela en su sepulcro, carta fechada en julio de 1223, donde calificó a su tío como Saint Guillaume.


Allí permanecieron sus Sagradas Reliquias hasta 1562, en que fueron unas profanadas y quemadas por los calvinistas, y luego otras durante la Revolución francesa; a excepción de una costilla que los canónigos de Bourges habían entregado al Colegio de Navarra de París, y un hueso de brazo confiado a la Abadía de Chaalis (de la que hoy día solo quedan unas ruinas).


El paradero de esta reliquia se desconoce, pero posiblemente sí haya sido traída total o en parte a Finisterre por monjes cistercienses custodiados por los templarios; a tenor de los indicios y pruebas que describiré a continuación.


Es incontestable la presencia de la Orden francesa a partir del siglo XIII. Si analizamos la cantería en sectores principales de la iglesia parroquial, la fábrica original es románica pero los elementos decorativos remiten al Císter, como los capiteles del muro sur con hojas pegadas a la cesta y rematadas en bolas, la ventana del muro testero con una arquivolta ajedrezada al igual que otra en la puerta de la fachada, cuyas columnas tienen también sus clásicos jaquelados y rombos (“El arte románico en la Costa de la Muerte”, J. R. Ferrín González-Santiago/1997).


Igual de indiscutible es la presencia templaria ya que su huella en forma de cruces patadas rodean el templo (“La huella de los templarios en Fisterra «/2005).


Y del mismo modo, no hay duda de que aquí se protegía un brazo relicario de San Guillermo. Por no haber quedado ningún registro, es el testimonio de nobles peregrinos quienes dan crédito de esta joya santa en sus diarios de viajes:


Nompar II de Caumont cita al respecto que en Finisterre hay “una ermita de Saint Guilhaumes du Desert” (1417). Nótese la alusión a una abadía del Desierto.
El patricio de Nurenberg Sebald Rieter apunta “cabalgamos las dieciséis millas hasta Finis-terre, allí sobre la montaña está enterrado el cuerpo del venerable señor St Wilhelm, que hizo muchos milagros en este lugar” (1462).


En julio de 1484, el noble Nicolás von Popplau (procedente de Breslau, Baja Silesia) dice de Fisterra que “allí mismo se ganan indulgencias plenarias en la iglesia de Nuestra Señora, donde muestran también un brazo de San Guillermo”.


Fue el papa Benedicto XIII quien decretó conceder indulgencias a los cristianos que el Día del Cristo (jueves, viernes y domingo de Semana Santa) “visiten la iglesia parroquial de Santa María de Finisterre, diócesis de Compostela, frecuentada por los peregrinos que acuden a venerar al Apóstol Santiago, pero muy necesitada de reparación en su fábrica y edificios” (Niza, 26 de septiembre de 1406).


Y el sínodo del arzobispo Lope de Mendoza, del año 1431, alude en concreto a indulgencias parciales de un año para quienes aporten limosnas a la parroquial de Fisterra.
El alemán Erich Lassota de Steblovo (1580) hace un batiburrillo que mezcla las leyendas con la reliquia: “… se dice que un día vinieron allí algunos franceses, y pasaron al pie de la montaña; al ermitaño que bajó a verlos le regalaron un barril de vino tinto; al marcharse ellos el ermitaño quiso llevarse a sus espaldas el barril a la montaña, más un demonio disfrazado de campesino se le apareció… Y el demonio se prestó a ayudarlo. Pero, subiendo, el demonio en lugar de ayudar (…) pegó un tirón tan fuerte, que hizo rodar al santo con su barril hacia abajo, y en este suceso no sólo el barril se estrelló, sino que el vino se puede ver todavía sobre las piedras derramado, y el ermitaño se rompió también un brazo y una pierna”.


El origen de este relato es otra leyenda de San Guilhem de Gellon, que habría tenido el poder de alejar al diablo. Desde la abadía de Aniane, el monje Benoît le enviaba a diario comida por un camino que cruza las gargantas de Hérault, pero cada vez el diablo asustaba a las mulas de carga y caían al precipicio. Hasta que Guilhem acabó con el maléfico lanzándole al abismo.


En 1607 el cardenal Jerónimo del Hoyo relata que “en lo alto del monte donde se muestra un sepulchro de piedra al lado del Epístola, donde dizen estava el cuerpo del santo y que los franceses bretones, quando saquearon (en 1552) esta villa se lo llevaron y un braço del mismo guarnecido de plata que tenían abaxo en la igrexia” de Finisterre.


Los archivos de Rohan-Chabot, en la misma Bretaña, mencionan en 1460 a la “capilla y el hospital de Saint-Fiacre, en Châteaumabon en Radenac”. La capilla de Saint-Fiacre, que la tradición local afirma que habría sido construida por los templarios que tenían allí una encomienda, fue reconstruida en el siglo XVI, como indica suficientemente la mezcla de ojivas y arcos de medio punto; ofrece sólo un lado inferior y un crucero al sur (donde se haya la lápida de un señor de Lantivy en hábito de caballero). Las vidrieras muestran las armas de Francia y Bretaña.


El «Bulletin de la Société polymathique du Morbihan» publicó en 1941 un artículo detallado sobre la capilla, que destaca una estatuilla de plata de San Fiacro y un brazo relicario de cobre, que contiene parte de un brazo de San Guillaume (ambos de finales del siglo XVI).
Se trata de un pequeño y burdo relicario de pobre diseño, que representa una mano de bendición, cuyos dedos cuarto y quinto están doblados. En la parte inferior de la palma y en el antebrazo se perforaron tres aberturas cuadradas acristaladas que revelan un núcleo de madera con la reliquia de escasos 10 centímetros. Una especie de pulsera rodea la muñeca.


Se lo registra en el «Inventario General de tesoros artísticos de Francia» a mediados del siglo XX de la siguiente manera:


Localisation: Bretagne; Morbihan (56); Radenac; église
Propriété de la commune classé: MH, 1952/07/21
Inscription (en travers du poignet): “S. GUILLE” ?


El signo de interrogación denota perplejidad ante una inscripción española en un supuesto relicario francés. Lo que nos permite situar este tosco artefacto en tiempos de la invasión, antes señalada, de bretones en Fisterra y que pueda ser un segundo relicario en reemplazo del robado en la batalla de Muros que era de plata, lo que es compatible con los testimonios citados.


Sabemos de la fama del San Guillermo fisterrán porque los tribunales de derecho canónico belgas dictaron 1.376 sentencias desde 1350 a 1360 en Gante, y 2.450 en Amberes desde 1415 a 1513; que obligaban a los penitentes a expiar sus pecados yendo en peregrinación a S. Guillaume de Galicien, en francés (en flamenco S. Xillems in Gallisien) según los datos de Etienne van Cauwenberg, (“Les Pélerinages expiatoires et judiciaires dans le droit communal de la Belgique au Moyen-Age”-1922) (véase “Eremitas: las peregrinaciones jacobeas a la ermita de San Guillermo” 2018).
Pero hay más indicios que nos hacen creer en la hipótesis del vínculo entre Fisterra, Bretaña y Guillermo de Bourges.


Las excavaciones de 2008 efectuadas en la Ermita de San Guillermo de Finisterre, en las que pude participar (a pesar de una gestión desnortada e improvisada pero fructífera en hallazgos), tuve la oportunidad de ver una pieza de arcilla cocida que los arqueólogos descartaron dando nulo valor y que a mí se me antoja importantísima.


Es una representación de lo que podría ser el relieve de un San Guillermo vestido de obispo o arzobispo. Dado también su escaso tamaño, algunos lo apodaron como `San Guillermiño´ (wvw.lavozdegalicia.es/carballo/2008/08/30). Su paradero es desconocido para la dirección del Museo de las Peregrinaciones, no se sabe si quiera que llegara allí o fuera sustraído (“no encontramos, en principio, nada similar”, fue la respuesta a mi consulta).


Por tanto, a tenor de todo lo expuesto y analizado hasta aquí, a la pregunta de si está en Bretaña el brazo de San Guillermo de Fisterra, se puede responder como Giordano Bruno que «se non è vero, è molto ben trovato«…

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