LA GUERRA CIVIL EN EL MAR DEL ALMIRANTE MORENO – ACCEDE AL PRIMER CAPÍTULO
Rafael Lema y Shaila Agustín
El almirante Francisco Moreno Fernández publicó «La guerra en el mar» en 1959. Son las memorias del almirante durante la guerra civil española, escritas durante su estancia en Ferrol como capitán general entre 1940 y 1942. En este trabajo en el que conté con la ayuda en la transcripción de Shaila Agustín (Laracha) vamos a centrarnos en tres capítulos con protagonismo gallego. Si el El alzamiento en Ferrol, ocupó el primero ahora trataremos sobre las primeras operaciones de la flota nacional en el Cantábrico.
PRIMERAS OPERACIONES DE LA FLOTA NACIONAL EN EL CANTÁBRICO. –
Apoyo de «Cervera» a los defensores del Cuartel de Simancas. –
Bombardeos de los fuertes de San Sebastián y pasajes por el «España», «Cervera» y «Velasco». – Comienza el alistamiento del «Canarias»
En los días sucesivos se mandó alistar el «Cervera» que, con parte de la dotación anterior, completada con individuos voluntarios y con todos sus elementos de combate en perfecto estado, salió para el Norte, al mando del Capitán de Fragata don Salvador Moreno, para auxiliar a los defensores del Cuartel de Simancas de Gijón.
Inmediatamente se procedió a armar varios bous y a embarcar en el «España» todas sus municiones y cargos que se encontraban en tierra, así como alistar y arranchar el buque que, en los dos días en que dominó en él la horda roja, lo había convertido en una pocilga. Como se creyó que la guerra era cuestión sólo de unos cuantos días y el «Canarias» carecía de artillería media y de muchos elementos importantes, tales como las municiones y direcciones de tiro, a nadie se le pasó por la imaginación poderlo alistar a tiempo.
El desconcierto era general: Ferrol procedía por su cuenta; no se tenían noticias del resto de España. La Junta de Defensa Nacional instalada en Burgos desde los primeros momentos, nada comunicó de importancia; no sabíamos quién era el Jefe del Movimiento; sólo en algunas ocasiones el General Mola daba instrucciones que, la mayoría de las veces, no se podían cumplimentar por falta de elementos.
Mientras tanto, en el pueblo, la marinería y auxiliares no inspiraban confianza de ninguna clase, confiados como estaban en la victoria de la revolución comunista. Poco a poco el Ejército con la Falange procedieron a recorrer los pueblos inmediatos para efectuar la limpieza necesaria y mantener el orden en aquellos peligrosos momentos. La Marina, por su parte, procedió a la depuración rápida de su personal, fusilando a los elementos que más se habían destacado en la revuelta y deteniendo a los sospechosos.
Gracias al celo y entusiasmo de unos cuantos Jefes y Oficiales del Cuerpo General y de otros Cuerpos, fue posible organizar los elementos disponibles en los primeros momentos de la guerra.
De la escuadra sólo se sabía que había llegado al Estrecho; no se conocía la suerte que habían corrido sus Jefes y Oficiales, pero nunca pudimos imaginar que hicieran con ellos las atrocidades de que nos enteramos después. Se sabía que en Cádiz había sido sofocado el movimiento revolucionario en pocos días y que Cartagena estaba firmemente en poder de los rojos. Sorprendíamos por radio las comunicaciones de éstos, pues no usaban claves, y por ellos nos enteramos de algunas noticias.
El 30 de julio fui nombrado Jefe de la Flota y Vocal de la Junta de Defensa Nacional que presidía el General Cabanellas y al día siguiente salí en automóvil para Burgos con objeto de tomar posesión del cargo y conferenciar con el General Mola. A mi paso por los pueblos de Castilla observé en ellos un gran espíritu, enorme entusiasmo y fe en la victoria.
En la junta había el natural despiste; sólo esperaban el paso de las tropas de África que se suponía iban a dominar rápidamente la situación. Allí me enteré de que toda la Marina, a excepción de unos cuantos buques de escaso valor militar que se hallaban en Cádiz, estaba al lado de los rojos.
Conferencié con el General Mola que era el que llevaba el peso de las operaciones; cené con él en el Palacio de la Diputación y acordamos que el «Cervera» continuase apoyando a los defensores del Cuartel de Simancas y con sus incursiones por el Norte de España. Se tomaron algunas medidas sobre el aprovisionamiento de carbón a Ferrol, ordenándose el relleno de los bous y del acorazado «España».
Regresé a Ferrol el día 1 de agosto, dedicando toda mi actividad al armamento del «España» y de los bous; respecto al primero, hubo que crear una nueva dotación, pues la primitiva se encontraba presa en el mercante «Plus Ultra» y en la Escollera y no merecía confianza; la nueva estaba formada en su mayoría por falangistas y gente absolutamente ajena a la vida de mar. En mi ausencia había sido nombrado Comandante del «España» el Capitán de Fragata don Luis de Vierna.
Al poco tiempo llegó el Capitán de Navío don Francisco Bastarreche, Jefe del Polígono de Marín, al que le di instrucciones para que enviase a Ferrol a toda la dotación de Aprendices de Artillería y el mayor número de Oficiales; embarqué a unos ochenta de los primeros en el «España» y a los Tenientes de Navío don Luis Peláez Fajardo, don José Martínez de Guzmán, don Manuel Garay Lobo, don Ramón Liaño de Vierna; Alféreces de Navío don José Luis Liaño de Vierna, don Federico Belando Aznar y don José Luis Salgado, nombrando Segundo Comandante de dicho buque al Capitán de Corbeta don Pedro Nieto, imprimiendo la mayor actividad para que la dotación se pudiera enterar de lo más elemental para el funcionamiento de los distintos servicios, teniendo en cuenta que éstos no funcionaban por el prolongado desarme del buque que llevaba más de cinco años de arrumbado en el Arsenal. Se embarcaron las municiones de 305 mm, y el 10 agosto salió a bahía, efectuando un relleno de 1.500 toneladas de carbón con la propia dotación del barco. En la madrugada del 12 se hizo a la mar.
El día 1º de agosto radiotelegrafié al «Galatea» que se encontraba en Santa Cruz de Tenerife, ordenándole que saliera para Ferrol en cuánto fuese posible, dejando en tierra a la gente sospechosa y dando un buen resguardo a la costa, para evitar encuentros peligrosos con la Flota Roja.
Se copia a continuación una carta dirigida al Jefe de la Flota Capitán de Navío don Francisco Moreno por el Vicealmirante Jefe de Base Naval de Cádiz, Excmo. Sr. Don José María Gámez, en donde relata los hechos ocurridos en aquella Base, poniendo de manifiesto el prestigio que gozaba don Francisco Moreno al hacerse éste cargo del mando de la Flota Nacional:
«Sr. Don Francisco Moreno Fernández.
«Distinguido y estimado amigo y compañero: Llegará ésta a su poder, ¡Dios lo haga! Su nombramiento ha sido acogido con el mayor aplauso y estamos completamente decididos a ayudarle en todo y por todo.
«Aquí reina el mayor entusiasmo. El alzamiento del «Cánovas» fue obra de los Auxiliares de todos los Cuerpos sin distinción, pues todos están comprometidos. Procediendo con energía se fusiló a las 48 horas al Cte. De artillería, jefe de la insurrección del barco, al Auxiliar de Radio, porque él y el anterior mataron al subir a bordo al Teniente de Navío Hierro y al Comandante de Intendencia Pemartín, que tranquilamente iban a pasar de ese barco al «Lauria», donde pernoctaban; y fusilado también al Auxiliar Naval por ser el más caracterizado y haber ayudado. Quité el mando al comandante y Segundo y lo he dado a Faustino Ruíz, de elevado espíritu y enérgico, el cual lo está reorganizando. No está listo aún porque en el tiroteo sufrió muchos impactos en tuberías, recuperadores de cañón etc. Cuando esté listo veremos que hacemos con él. Los auxiliares, salvo muy rara excepción, están comprometidos y están todos sumariados. Es necesario disolverlos. Es un problema de difícil resolución; pero estimo que no hay más remedio.
«La marinería fue desarmada y encerrada; más que nada y salvo algún que otro cabo, hubo miedo a los auxiliares. Poco a poco se van reorganizando con los buenos y ahora el orden es perfecto. La salvación ha sido la Infantería de Marina. A ella se debe haber restablecido el orden y todo cuanto se haga por este Cuerpo me parecerá poco. Los Alféreces de Navío los he ascendido sin exámenes. Tripulan pesqueros, están de guardia en las calles, etc., y tienen altísima moral.
«Bajas hemos tenido: Hierro y Pemartín, Gener (Juan) y Alférez de Navío Loaysa, muertos equivocadamente por la guardia del Polígono, pues mutuamente se creyeron sublevados. Muertos por tiroteo en las calles el Alférez de Fragata Varela y tres o cuatro marineros y cabos en refriegas. Herido está el otro Gener (Eduardo), Teniente de Navío, en el tiroteo.
«Iba a ir un Oficial por Portugal a conferenciar con usted, pero me dicen que mande todo a Queipo de Llano. Ordeno le manden la información que se pueda y claves, y como el Oficial que va a Sevilla se marcha no puedo escribirle más.
«Aquí quedamos a sus órdenes con el espíritu más levantado del mundo. A sus órdenes quedo y con usted confiamos. Su afmo. compañero. Firmado, J. Gámez»
Previamente arbolé en el acorazado mi insignia de Capitán de Navío con mando de División y salí el 12 de agosto con la pequeña escuadra constituida por el «España» y el destructor «Velasco». A todos nos llenó de asombro que aquel barco, con sus calderas apagadas desde seis años atrás, pudiera navegar, pero al poco tiempo empezaron las averías; la primera fue en el aparato servomotor del timón, en la canal de salida de la ría, que nos obligó a fondear en la misma boca, volviéndose a repetir la avería a la media hora. Se llevaban listas dos torres; la número 2 continuó inútil durante toda la guerra y la número 3 funcionó desde el siguiente crucero.
En la tarde del 12 se efectuó por primera vez un ejercicio de artillería, dirigiéndose hacia Cabo Peñas donde me trasladé al «Velasco», arrumbado con este buque a Ferrol, llamado por radio, para recoger instrucciones y planos remitidos por el General Mola para el bombardeo de Cabo Higuer; fondeé en Ferrol al mediodía del 13. En la tarde del 14, después de haber conferenciado con el Almirante de la Base y en mi poder las instrucciones remitidas a éste por el General Mola, salí con el «Velasco» alcanzando frente a Gijón al «España» al que me trasladé seguidamente. En la madrugada del 15 se reconoció la Concha y los cuarteles y por la mañana se efectuó el primer ejercicio de tiro contra el Castillo de Santa Catalina con la artillería de 101 mm. Por la tarde, se probaron las torres 1 y 4 con granadas ordinarias que se partieron a pocos metros de la boca, efectuando también ejercicios de tiro, telemetría y artillería antiaérea.
Cada vez que funcionaba uno de los servicios del barco nos quedábamos maravillados, porque era tal el estado de abandono y desconocimiento del material, que por todos lados faltaban piezas: la avería del servomotor fue por fin reparada. Los rojos habían inutilizado una porción de aparatos por haber echado los restos del rancho en distintos sitios de la cámara de máquinas, tuberías, bombas, etc., que hubo necesidad de desatascar y limpiar para ponerlas en función. Lo único que había era buena voluntad y gracias a ella salió el barco adelante, notándose una gran diferencia entre el primer crucero y el segundo, efectuando en muy pocos días lo que no se hubiese conseguido en varios meses de funcionamiento normal.
El «Velasco» se destacó varias veces a reconocer buques en la tarde del mismo día 13 y por la noche fue con el Capitán de Corbeta don Francisco Núñez a la entrada de Gijón a dar instrucciones a los bous que se encontraban allí.
Continuamos navegando al Este cerca de la costa, y en la amanecida del 16 recalamos en el abra de Bilbao, destacando al «Velasco» para incendiar los depósitos de petróleo de Santurce, lo que efectuó pocos disparos. El «España» protegía la operación y retirada del destructor, a muy poca distancia. Inmediatamente después el «Velasco» salió para Ferrol a repostar de combustible y reparar diversas averías presentadas en las máquinas.
En la tarde del 16 reconocimos a los fuertes del Guadalupe, San Marcos y Choritoquieta, situados en las proximidades de la frontera; en la madrugada del 17 se incorporó el «Cervera» desde Ferrol, llamado por mí, para tomar parte en los bombardeos proyectados. Empezaron éstos disparando el «España» sobre Guadalupe y el «Cervera» sobre los otros dos fuertes; el «España» efectuó por la mañana diecinueve disparos con granadas de gran capacidad, después de haberse partido otras dos ordinarias; se obtuvieron algunos blancos visibles en el fuerte de Guadalupe a distancia media de 11.000 metros. Por la tarde, el «España» disparó cinco granadas de gran capacidad contra San Marcos, y el «Cervera» lo efectuó sobre Guadalupe, en malas condiciones de visibilidad.
El día 18, entre las 9 y las 11 horas, se dispararon por el «España» 37 granadas de gran capacidad contra el San Marcos y Choritoquieta, haciéndose fuego contra las baterías montadas en Monte Urgull; ésta respondió con una pieza moderna, cuyos piques cayeron en la estela y muy cerca del «España», por cuya razón hubo que aumentar la distancia, quedándonos, al fin, entre 11.000 y 12.000 metros. A la 16,30 horas se reanudó el bombardeo contra San Marcos y Pasajes, efectuándose veinte disparos con granadas de gran capacidad con las torres 1 y 4 ; se interrumpió el fuego varias veces por avistarse aviones, que, al fin, resultaron ser de los nuestros.
Durante el tiro del «España» hubo muchos fallos de fuego, resultando el ritmo muy lento; las causas de los fallos se fueron corrigiendo poco a poco.
El «Cervera» tomó parte en el bombardeo durante la mañana, obteniendo muchos impactos sobre Guadalupe, que contestó con dos piezas modernas, cayendo los piques en nuestra estela; se hicieron en total veinte disparos con las piezas de grueso calibre, regresando a Cabo Peñas inmediatamente y recalando allí en la mañana del 20 ; frente a Peñas se encontraba el «Cervera» y el bous «Denis». A las 19 horas del día 20 se fondeó en Cariño, y en la mañana del día 21 entró el buque en Ferrol, donde permaneció hasta las ocho horas del día 25. Se rellenó de carbón y se completaron las municiones, efectuándose varias reparaciones urgentes en las tuberías y otros servicios. La torre número 3 se puso en condiciones de disparar.
Durante la estancia del «España» en Ferrol, el «Cervera» asistió a los últimos momentos de los Cuarteles de Gijón, a los que los aviones rojos bombardeaban sistemáticamente, sin que el crucero pudiera prestarles apoyo. El día 20 obligó a embarrancar en Cabo Peñas al vapor «Arriluce», que conducía cartuchería de fusil para Santander, cañoneándolo hasta inutilizarlo. Siguió después a San Sebastián, por orden del General Mola, para volver atacar a los fuertes; permaneció en esta zona hasta la anochecida del día 24, que salió para el Oeste, forzado por la escasez de combustible. No pudo el tiro de bombardeo debido a la niebla; esta misma causa le impidió hacer acto de presencia en la zona de Cabo Vidio, y en la tarde del día 25 entró en Ferrol, cruzándose con el «España» y el «Velasco» cerca de la Estaca.
Durante mi estancia en Ferrol ordené el armamento del «Canarias», nombrando una comisión para el montaje de las alzas de costa en la dirección de tiro del crucero.
Formaban parte de aquélla el Capitán de Corbeta don Indalecio Núñez y el Teniente de Navío don Daniel Novás, Comandante de Artillería don Manuel Bescós, y la presidía el Capitán de Corbeta ingeniero Naval y Director de la S. E. de C. N. de Ferrol, don José María González-Llanos, al que nombró Segundo Comandante del crucero. El plan de combate y organización del buque estaban hechos ya y sólo fue preciso nombrar a la dotación y empezar a instruirla. Estaba compuesta ésta en su mayor parte de falangistas, desconocedores de la vida de mar; su instrucción empezó inmediatamente, a base de ejercicios continuos de zafarrancho de combate y manejo de la artillería.
Se tenían noticias de los movimientos de la Escuadra Roja en el Estrecho y en sus proximidades, y corrían insistentes rumores sobre una serie de barbaridades efectuadas por las dotaciones de los cruceros y destructores con sus Jefes y Oficiales y de las matanzas llevadas a cabo a bordo del «España número 3» y de los cruceros «Cervantes» y «Libertad».
Nos dimos cuenta de que lo sucedido obedecía a un plan perfectamente preparado por el Gobierno, con la complicidad y apoyo de los cabos y suboficiales; este plan comprendía también a Ferrol, pero fracasó por habernos anticipado y apresado o muerto a los cabecillas. Se encontraron listas con los nombres de numerosas personas que debían asesinar, entre las que nos encontrábamos el Jefe de Estado Mayor, yo y casi la totalidad de la Base.
Del Ejército de África se tenían noticias de su paso por el Estrecho el día 6 de agosto y de su desembarco en Algeciras; esta población y el cañonero «Dato», que se encontraba en el puerto, fueron bombardeados por el acorazado «Jaime I» con sus torres de grueso calibre, pero de las posteriores sucesos no teníamos más noticias que los rumores que corrían por la Península. Las fuerzas del Norte estaban dirigidas por el General en Jefe del Ejército del Norte; por consiguiente, los buques de mi mando, que constituían la Flota Nacional, operaban a las órdenes del primero.
En Ferrol encontré la situación bastante mejorada y el espíritu del pueblo cambió radicalmente con las medidas que se tomaron y los éxitos iniciales alcanzados; en el Arsenal se desplegaba la actividad compatible con el escaso número de operarios que habían reingresado. El armamento de los bous había avanzado considerablemente; le di el mando de la flotilla de éstos al Teniente de Navío don Félix de Ozámiz.
El día 25, a las 8 horas, salí con el «España» y el «Velasco» dirigiéndome a la zona de Higuer para continuar el bombardeo de los fuertes. Todo el día 25 estuvo cerrado en niebla; en la noche del 25 al 26 me mantuve cruzando entre Cabo Mayor y las proximidades de San Sebastián si no presentaba su rendición inmediatamente.
En la madrugada del día 27 fue detenido el vapor español «Konstan», que se dirigía de Bilbao a Gijón, con mineral; ordené al «Velasco», que se encontraba escaso de combustible, que lo tripulase con dotación de presa y lo escoltase hasta Ferrol. El «Velasco» lo hundió dos horas después y continuó el viaje a la Base. Se reconocieron pesqueros y se avistó al destructor alemán «Wolf», y, en la tarde del día 27, se reanudó el bombardeo contra el fuerte Guadalupe con las torres 3 y 4; se efectuaron treinta disparos, en su mayor parte con granadas semiperforantes, por escasez de las de gran capacidad, y se obtuvieron varios impactos.
En la mañana del día 28, se incorporaron frente a San Sebastián cuatro bous, que nos escoltaron durante todo el día, por haberse avistado submarinos enemigos.
Durante los días 28, 29 y 30 cruzamos entre Gijón y la frontera francesa; en la mañana del día 31 hicimos tres disparos con las torres sobre Guadalupe y, por la tarde, otros cuatro impactos sobre el mismo fuerte; en la noche de ese día nos acercamos a Cabo Mayor, con objeto de volar el faro, que no se llegó a realizar por estar tomada la costa e irse cerrando en niebla rápidamente. Estando parados muy cerca de la tierra, sentimos una conmoción brusca en el costado de estribor a popa; más tarde se reconoció que había sido producida por un torpedo que fue lanzado por el submarino «C-4», mandado por el Capitán de Corbeta Verdía; por causas desconocidas el torpedo no estalló, aunque se cree fue debido a un ángulo de impacto muy oblicuo o a defectos de la carga iniciadora de la punta de combate del torpedo.
Al amanecer del día 1º de septiembre arribamos a Cabo Peñas; a las ocho de la mañana apresamos a un patrullero llamado «Juan Mary», que, posterior y convenientemente armado, formó parte de la flotilla de bous; le embarcamos dotación de presa y con ella arrumbé a Ferrol. Al poco rato llamó por radio diciéndome que era perseguido por un submarino tipo «C» que hacia por él; el acorazado salió al encuentro del patrullero, sin conseguir ver al submarino, incorporándose el primero a eso de las 12h y escoltándolo durante el día hasta dejarlo en la Estaca de Bares. Al anochecer fondeamos en Cariño (en la boca de la ría de Ferrol), dirigiéndome yo a Ferrol y amarrando el acorazado en la mañana siguiente.
Allí me encontré que se hallaba en el Arsenal el buque escuela «Galatea», que había regresado de Tenerife el día 28 de agosto, después de un viaje muy accidentado, por los muchos rojos que traía en su dotación.Venían en él todos los Aspirantes del Cuerpo General de segundo y tercer año, única fuerza efectiva y de confianza con que contaba su Comandante para imponerse al resto de la gente. Los Jefes y Oficiales y los cuarenta y nueve Aspirantes se repartieron entre el «España», «Cervera» y «Canarias».
El viaje que en el «España» durante el día 1 se efectuó a 17 nudos, lo que da idea de lo bien que funcionaban ya las máquinas. Durante el crucero, los submarinos rojos que habían recalado a Bilbao salieron a la mar, para atacarlo frente a San Sebastián. Al llegar al Ferrol nos enteramos que cinco submarinos tipo «C» y el «B-5″habían llegado a aguas del Norte con objeto de atacar al «España», lo que no pudieron efectuar; como el acorazado estuvo casi todo el tiempo sin escolta s comprenderá el peligro a que estuvimos expuestos.
El 6 de septiembre trasladé mi insignia al «Canarias», que estaba alistándose a toda prisa; el día 8 salí para Valladolid, donde tuve una conferencia con el General Mola, hablándole sobre el alistamiento del «Canarias», el resultado de los bombardeos, el dinero de que podía disponer para pagar a los operarios de la Constructora y, en general, sobre las obras pendientes, acondicionamiento de proyectiles, etc. Regresé al Ferrol el día 10 y continué ocupándome del armamento del «Canarias»; el día 12 nombré Comandante del mismo al Capitán de Navío don Francisco Bastarreche. Yo continué al mando de la Flota, compuesta inicialmente por el «Canarias», «Cervera», «España», «Velasco» y la Flotilla de bous. Esta última se organizó entre el 1º y el 20 de agosto, enviándose a seis de ellos a cruzar por las costas de Asturias, al mando del Teniente de Navío don Félix Ozámiz, Jefe de la Flotilla.
El día 14 de septiembre salí para Cáceres, donde se encontraba el General Franco, llamado por éste, con quien celebré una larga entrevista, regresando a Ferrol el día 17. Al General Franco, llamado por éste, con quién celebré una larga entrevista, regresando a Ferro el día 17. Al General Franco le manifesté detalladamente el estado en que se encontraban los barcos de la Escuadra y los elementos que era necesario adquirir (cargas en profundidad, artillería antiaérea y anti torpedera, proyectores, elementos para la dirección de tiro, etc.)
En Ferrol recibía diariamente la información de Cádiz sobre la situación y movimientos de las Escuela Roja, que continuaba en Cartagena, con destacamentos en el Estrecho. Los puertos de Melilla, Ceuta, Algeciras, Cádiz, Sevilla y Huelva se encontraban cerrados al tráfico por la presencia frente a ellos de destructores rojos. Se tenían noticias del paso en aviones pequeños grupos de fuerzas nacionales de África a la Península y empezaba a rumorear que la Escuadra Roja vendría al Norte. El día 4 de septiembre di orden al «Cervera» que bajase a las proximidades del Estrecho a esperar el paso del transatlántico «Magallanes» que volvía de Méjico con importante material de guerra para los rojos; el «Cervera» no consiguió verlo y regresó a Ferrol, donde fondeó el día 14 de septiembre. Al parecer, los destructores rojos se escalonaron en la derrota del «Magallanes», para proteger su paso por el Estrecho y consiguió entrar en Cartagena.
Hasta ahora, los movimientos de nuestros buques se habían regulado con arreglo a las instrucciones del General en Jefe del Ejército del Norte para cooperar en las operaciones de las tropas que avanzaban en Asturias y Guipúzcoa; la expedición del «Cervera» constituía una excepción.
Continué ocupándome del armamento del «Canarias», al que se consiguió montar cuatro piezas de 101 mm, procedentes del «España»; el alcance de estas piezas, que se encontraban muy deterioradas, no llegaba a 6 000 metros. El día 14 entró el «Canarias» en el dique para nivelar las alzas de las direcciones de tiro procedentes de baterías de costa de Ferrol; el día 15 fondeó en la bahía y el día 16 salió a la mar, para adiestrar a la abigarrada dotación y probar las instalaciones de 203 mm, que no habían sido entregadas a la Marina. Se aprovechó esta salida para improvisar telemetristas. El día 18 se efectuaron dos salvas con cada uno de los grupos de proa y popa, y dos andanadas con las cuatro torres, observando numerosas irregularidades en el funcionamiento de éstas, todas de fácil arreglo. En la misma fecha se mandó a Portugal al Teniente de Navío don Mario Romero para adquirir un aparato giroscópico para la dirección de tiro tipo «Henderson», necesario para hacer fuego en cuanto hubiese balance, que fue cedido por la Marina Portuguesa; éste aparato llegó pocas horas antes de la salida del «Canarias» y fue instalado en la mar en su incursión al Estrecho. El día 19 entró el buque en La Coruña, donde rellenó de petróleo, y el día 20 fondeó en Ferrol, procediéndose inmediatamente a corregir defectos, completar instalaciones y servicios y reajustar los puestos de la dotación, de la que hubo que desembarcar bastantes individuos por no adaptarse al medio y constituir una preocupación para el Mando.
En estos días, di orden de armar el crucero «Baleares» y activar sus obras lo más rápidamente posible; se tropezaron con numerosas dificultades por falta de material y encontrarse muy atrasados sus servicios´
El «Cervera» fue a petrolear a La Coruña el día 14 y regresó a Ferrol el día 16.