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sábado, marzo 23, 2024

La Guerra Civil en el mar del Almirante Moreno

Rafael Lema y Shaila Agustín

El almirante Francisco Moreno Fernández publicó «La guerra en el mar» en 1959. Son las memorias del almirante de la flota nacional durante la guerra civil española, escritas durante su estancia en Ferrol como capitán general entre 1940 y 1942. En este trabajo en el que conté con la ayuda en la transcripción de Shaila Agustín (A Laracha) vamos a centrarnos en uno de los capítulos con protagonismo gallego. El segundo. Son documentos de un testigo de excepción, con su propia voz.

CAPÍTULO II

 
Al estallar el Movimiento en Ferrol, en la tarde del 20 de julio, la situación en España, por las informaciones recibidas, era la siguiente:
 
Sublevado el Ejército de África, pero inmovilizado por la presencia de submarinos y destructores frente a la costa. Los cruceros “Libertad” y “Cervantes” y el acorazado “Jaime I”, se en encontraban en la mar con rumbo al Estrecho, habiéndose sublevado sus dotaciones ala altura de Portugal y apresado a sus Jefes y Oficiales.
 
En el arsenal de Ferrol se encontraban los buques siguientes en la posición indicada en el croquis. (Véase carta nº2)
 
Crucero “Almirante Cervera”: en dique seco, con las válvulas de fondo desmontadas y próximo a terminar el recorrido de las mismas. Contaba con todo sus Jefes y Oficiales, y una parte de la dotación de la marinería se hallaba con licencia de verano; en total, unos 350  hombres a bordo.
 
Acorazado “España”: amarrado frente al Campo de Deportes; tenía a bordo a su Comandante accidental, Capitán de Corbeta don Gabriel Antón, seis o siete Oficiales y algo más de cuatrocientos hombres. El buque llevaba sin moverse del Arsenal alrededor de cinco años; la gente embarcada era de la peor condición, encontrándose entre ella una porción de auxiliares y cabos comunistas que consiguieron propagar sus ideas entre el resto de la dotación.
 
Cruceros “Canarias” y “ Baleares”: en armamento en el Arsenal. Yo tenía el mando de estos dos buques y al mismo tiempo era Jefe de Armamentos del Arsenal. El “Canarias” tenía montada su artillería gruesa, pero carecía de de municiones; había efectuado sus pruebas de velocidad en el año anterior; no contaba con más dotación que el Capitán de Fragata don Luis de Vierna, el Capitán de Corbeta don Santiago Antón, el Jefe de máquinas, Comandante  maquinista don Andrés Lago y dos o tres Oficiales. Todos nosotros estábamos encargados del estudio y organización del buque, y desde días antes, los Oficiales estaban repartidos entre las columnas de desembarco destinadas a ocupar la población.
 
El “Baleares” acababa de montar cuatro cañones de 203 mm en  las torres de proa, no tenía dotación y se encontraba muy atrasado en todos sus servicios. Ninguno de estos dos buques había sido entregado a la Marina y no tomaron parte en los disturbios ocurridos en Ferrol.
 
Destructor “Velasco”: acababa de llegar de Marín, donde estaba afecto a la Escuela de Tiro; se encontraba amarrado frente ala puerta del Dique, pronto a empezar una larga reparación para la que tenía destapadas sus turbinas. Parte de su dotación estaba con permiso de verano y tenía a bordo a su Comandante, Capitán de Corbeta don Manuel Calderón y su Segundo, Teniente de Navío don José Jáudenes.
 
Los pocos individuos que permanecieron a bordo se portaron muy bien, acudiendo a la Puerta del Dique para tomar parte en la defensa de ella. Por la posición que ocupaba se encontró entre los fuegos del “Cervera” y del “España”, y hubo necesidad de desalojarlo; el Comandante, acompañado del Auxiliar Naval don Amador Rodríguez López, fueron las únicas personas que se quedaron a bordo.
 
 
Transporte “Contramaestre Casado”:Comandante, Capitán de Corbeta don Manuel Pastor; dotación, unos cien hombres aproximadamente, parte de los cuales estaban asignados a las columnas de desembarco; la conducta de su dotación fue mala. Se encontraba atracado al malecón de fuera, donde hoy amarra la flotilla de destructores (punta de martillo).
 
Guardacostas “Xauen”: mandado por el teniente de Navío Armada; dotación, unos cuarenta hombres totalmente rojos. Este buque consiguió escaparse del Arsenal en la noche del 20, permaneciendo dos o tres días por la costa de Galicia; el 24 o 25 recaló en el Estrecho, incorporándose allí ala Flota Roja. Fue hundido en Málaga y puesto a flote cuando se liberó la ciudad. 
 
Guardacostas “Uad-Martín”: permaneció en manos de su Comandante, teniente de navío don Manuel Seijo y de su Segundo, Alférez de Navío don Federico Sánchez-Barcáiztegui; durante los sucesos del Ferrol estaba fondeado en La Graña y se le dio orden de salir para capturar al “Torpedero nº2”; encontró a dicho torpedero en la ría de Ares, consiguiendo dominar a su dotación y entrar con él en Ferrol.
 
“Torpedero ºn7”, a flote en el dique de la Campana; su Comandante se encontraba con permiso y su Segundo, Alférez de Navío don Antonio Azarola, se hallaba en la Jefatura del Arsenal, haciendose solidario de la defensa de ésta; gran parte de su dotación acudió también a dicha Jefatura.
 
“Torpedero ºn2”: su dotación se sublevó y desembarco en Ares al Comandante y Segundo; merodeó después entre dicha ría y La Coruña. Fue conducido a Ferrol por el guardacostas “Uad-Martín”.
 
Las dotaciones de los remolcadores y barcazas del Arsenal permanecieron en actitud dudosa´.
 
Brigadas de instrucción: se encontraban en el cuartel cerca de mil individuos, parte de los cuales se sublevaron abiertamente. Los cabos y especialistas que se encontraban en el Cuartel hirieron a su Segundo Comandante, Capitán de Corbeta don Manuel Antón, se mantuvieron  durante todo el día 20 en franca rebeldía y durante el día 21 observaron una actitud muy dudosa.
 
Escuelas de Marinería: se encontraban en ellas alrededor de cien hombres que se negaron a actuar contra el “España”, continuando en actitud pasiva durante todos los disturbios.
 
Cuartel viejo de marinería: servía de alojamiento a la dotación del Arsenal y los ciento y pico de hombres destinados en él formaron parte de las columnas de desembarco; era gente muy maleada y su comportamiento fue, en general, malo.
 
Academia de maquinistas: se encontraban en ellas sus Jefes, Oficiales, Alumnos y la marinería de la dotación; su actitud dejó mucho que desear.
 
Estación Radiotelegráfica del Arsenal: cayó en manos de los revoltosos del “España” desde el primer momento; apresaron a su Jefe, Teniente de Navío Escudero, que fue asesinado poco después en el acozarado.
 
Constructora Naval (S. E. de C. N. ): los tres mil y pico de operarios que trabajaban en la factoría estaban afiliados a los partidos rojos; salieron del trabajo en la tarde del 20 y muchos tomaron parte de los sucesos ocurridos en el pueblo; un grupo consiguió entrar en el “Almirante Cervera”, sumándose a los rebeldes de este buque.
 
Se carecía de noticias de la preparación del Movimiento en el resto de España; lo poco que se supo procedía de la Capitanía de La Coruña. El Jefe de Estado Mayor del Departamento, Capitán de Navío don Manuel de Vierna, organizó la ocupación del pueblo en combinación con las fuerzas del Ejército. Tres compañías de desembarco del “España”, Cuartel de Marinería y escuela de Especialistas, debían apoderarse de tres sectores de la población: la Infantería de Marina ocuparía el barrio de Esteiro y el ejército la parte central. Una gran parte de la marinería y del Ejército se encontraba con permiso de verano. A la una de la tarde del día 19 de julio se reunieron los Jefes de Cuerpo para tomar medidas necesarias en vista del cariz de los acontecimientos.
 
Hacia las cuatro de la tarde del día 20  sonaron tres bombas de triple palenque, señal convenida por los comunistas para empezar el movimiento rojo. Inmediatamente salieron salieron a la calle la Infatería de Marina y las fuerzas del Ejército para mantener el orden; previamente se había declarado el estado de sitio. Al anochecer del 21 estaba dominada la situación en las calles de la ciudad.
 
En el Arsenal sucedió lo siguiente: Los días 18 y 19 de julio se habían hecho a la mar el “Libertad” y el “Cervantes” con dirección al Estrecho, llevando instrucciones del Gobierno de Madrid de evitar el paso de las tropas de Marruecos a la Península para sofocar la sublevación; en el ánimo de los Comandantes y Oficiales estaba al prestar toda la ayuda posible a este Ejército sublevado.
 
Hasta el día 20 por la tarde se mantuvo la situación en aparente tranquilidad. En Ferrol se esperaban instrucciones de La Coruña, que nunca llegaron. Aquella tarde no fueron al trabajo los obreros de la Constructora; sólo lo efectuaron los del Arsenal ; a eso de las 16 horas, una gran multitud se agolpó ante la Puerta del Dique para pedir armas que, según se dijo, alguien les había prometido; otras muchas personas entraron por la puerta de la Constructora Naval. Se le negaron las armas, abriéndose fuego contra la multitud que se replegó hacia el Cantón de Molins, generalizándose el tiroteo.
 
El Dique estaba defendido por media sección de Infantería de Marina y unos trenta marineros que formaban la dotación de la Jefatura del Arsenal; a estos se añadieron algunos más procedentes de distintas dependencias y que se incorporaron voluntariemente. El capitán de Corbeta don Guillermo Díaz del Río con el Teniente de Navío don Antonio Díaz Pache, llegaron alas cinco de la tarde con unos cuantos individuos de la columna de desembarco de la Escuela de Marinería y consiguieron pasar del Parque al Dique, en camión, bajo el fuego del acorazado “España”, encargándose el primero a partir de aquel momento de la defensa de la Puerta del Dique.
 
 
La columna de desembarco del “España” fue mandada a tierra alas 4 de la tarde, amotinándose la marinería capitaneada por un auxiliar de Artillería llamado Mouriño, asesinando al Comandante accidental, Capitán de Corbeta don Grabiel Antón, y a los Tenientes Navío Nuñez de Prado, Suanzes y Estrada. Esa misma columna obligó a embarcar en el “España” a los obreros que trabajan en La Radio y encerró en el calabozo al segundo de la Ayudantía Mayor, Capitán de Corbeta don Guillermo de Arnáiz, Teniente de Navío Escudero y Cañizares, Jefe de Máquinas del acorazado, Comandante maquinista don Juan Alonso Méndez y Añférez de Navío Pedrosa.
 
La guarnición de la puerta del Parque del Arsenal una sección de Infantería de Marina (trenta hombres), que prestaron muy buenos servicios conservando la vigilancia de la misma durante todos los sucesos. Otros quince soldados mantenían la custodia de la Puerta del Dique y estuvieron también disciplinados.
 
En resumen; muy cerca de dos mil individuos completamente rojos; ciento y pico en actitud pasiva, y solo ciento cincuenta se mantuvieron leales al Mando.
 
La situación en Ferrol durante los días anteriores al Alzamiento era insoportable. Había constantemente incidentes callejeros contra los oficiales del Ejército y de la Marina; la Prensa se mostraba indecorosa e insultante; no se respiraba más que odio y sólo se esperaba en el momento que hiciese explosión; los Jefes y Oficiales teníamos necesidad de ir siempre de uniforme, aramados y dormir en nuestros destinos. Los rojos, entre tanto, preparaban la revolución perfectamente; tenían órdenes concretas, conocían los puntos principales que debían ocupar, las personas que había que eliminar en el primer momento y, en fin, se veía, como se pudo comprobar después, que todo lo habían previsto y organizado. Tenían incluso nombradas las personas que ocuparían los distintos cargos. Fracasaron porque les faltó arranque, no tuvieron decisión y, sobre todo, no contaron con un Jefe que los guiase; tuvieron durante dos días todos los recursos y la inmensa mayoría de la población estaba con ellos; posteriormente aparecieron numerosas listas con los nombres de las personas que debían ser asesinadas. 
 
La columna de desembarco procedente del Parque, mandada por el Capitán de Corbeta don Santiago Antón, fue detenida poco después de atravesar la fosa por el fuego del “España” y el resto al Parque.
 
En una palabra, a poco de empezar el Alzamiento se vio claramente que las dotaciones de los buques eran rojas. Las columnas de desembarco que se enviaron para imponer el orden ala población se revolvieron contra sus mandos, sumándose a los revoltosos. La situación era verdaderamente crítica; una parte del pueblo estaba atemorizada y otra dispuesta a actuar con los rojos en cuanto se presentase la menor coyuntura; todo iba resolverse en poco tiempo y gracias a Dios tuvimos suerte de que el enemigo no supiera aprovecharse de su situación.
 
Poco antes de la puesta de sol, el Auxiliar de Artillería Mouriño capitaneando a un grupo de unos sesenta individuos, se dirigió desde el “España” a la Puerta del Dique con intención de ocuparla por sorpresa; llevaba por delante al Capitán de Corbeta don Manuel Espinosa apresado en la Radio, pero este Jefe, en un momento de descuido de los amotinados, consiguió unirse a los defensores de la Puerta del Dique. El citado Auxiliar de Artillería disparó su pistola contra el Capitán de Corbeta don Guillermo Díaz y entre éste y el Teniente de Navío don Guillermo Rodríguez consiguieron matarlo instantáneamente; esto resolvió la situación de momento, ya que la gente de la columna de desembarco huyó al “España” desde donde continuó el tiroteo casi sin interrupción contra la Jefatura del Arsenal.
 
Yo me encontraba al estallar el Movimiento en la Capitanía General tratando con los demás Jefes de la proclamación  del estado de guerra, no pudiendo trasladarme al Arsenal por el intenso tiroteo que había en las calles. Alas 8 de la noche me comunicó el Jefe de E. M. don Manuel de Vierna, que pronto llegaría un camión blindado donde podía trasladarme. El camión no llegó hasta las diez de la noche; embarqué en él, y como el conductor tenía orden de abastecer de municiones a distintos puestos, se recorrieron éstos, recogiéndose a varios heridos, por lo que hasta media noche no llegue al Cuartel de Artillería. Se encontraban en éste gran número de Jefes y Oficiales y cumpliendo lo ya tratado con el Jefe de Estado Mayor de la Base, comuniqué al Coronel que al amanecer se atacaría al “Cervera” desde el barco-puerta del Dique mientras que la Infantería de Marina y el Ejército lo harían desde la cabecera del mismo.
 
En el camión embarcaron unos vente soldados de Artillería y de Intendencia Militar con dos ametralladoras, mandados  por el Teniente de Artillería Montenegro. A la una y media dos de la madrugada se embarcaron varias cajas de municiones, saliendo inmediatamente en el camión para el Hospital donde dejé a varios heridos. No había absolutamente nadie por las calles. Hasta las cuatro de la madrugada no conseguimos llegar a la Puerta del Dique. 
 
Me hice cargo inmediatamente del mando del Arsenal, organizando la defensa de la Jefatura del mismo en dos frentes, uno contra el “España” y otro contra el “Cervera”. Contaba aproximadamente con unos cien hombres, tres ametralladoras y dos cañones de desembarco, los cuales se instalaron en la Puerta del Dique apuntando contra el “España”. Estos cañones no llegaron a disparar por contar con muy escasas municiones que se reservaron para el último extremo. El objeto era evitar que se estableciese comunicación entre el pueblo y los revoltosos y entre el “Cervera” y el “España”.
 
Los Jefes y Oficiales que se encontraban en la Jefatura del Arsenal a mis órdenes eran los Capitanes de Fragata don Luis de Vierna y don Isidro Fontenla; Capitanes de Corbeta don Manuel Arnáiz, don Guillermo Díaz del Río y don Manuel Espinosa; Tenientes de Navío don Mariano Rodríguez y Gil de Atienza, don José Jáudenes Junco, don Antonio Díaz Pache y don Mario Romero Abella; Álferez de Navío don Antonio Azarola; Comandante de Ingenieros Navales don Antonio Zarandona; Auxiliares Terceros Navales Larrañaga, Leal y Díaz; Oficial Segundo de Artillería Rodríguez, y Oficial Tercero de Torpedos, Baliño.
 
En los sótanos de la Jefatura había más de cien Auxiliares que se habían presentado allí sin la menor intención de tomar las armas, esperando hacia qué banda caía la balanza;este personal constituyó una constante preocupación y un serio peligro.
 
Durante la noche continuó el tiroteo contra ambos buques; antes de amanecer el “Almirante Cervera” consiguió dar agua al dique quedando a flote a eso de las siete de la mañana. A esta hora empezó a hacer fuego con los cañones de 47 mm contra el edificio de la Jefatura y oficinas anexas; hacia las ocho lo efectuó con un cañón de 152 mm, cuyos cuatro o cinco disparos causaron serios e importantes desperfectos en el Almacén General y en las oficinas del primer piso, que quedaron reducidas a escombros.
 
Hacia las diez llegó el Capitán de Artillería don Fernando de la Calleja, al que conduje al desván de la Jefatura para que se diese cuenta de la situación del “Cervera” y, previa notificación al Estado Mayor, le ordené que abriese fuego con una batería de Montefaro contra dicho buque, sin preocuparse dónde pudieran caer los proyectiles; estos cañones no llegaron a disparar. Al mismo tiempo, el Estado Mayor comunicó la próxima llegada de los hidros de la Base de Marin; le pasé un escrito a través de la línea de fuego al Comandante del “Cervera”, amenazándole con que a media mañana llegarían os hidros con orden de bombardearlo dentro del dique si continuaba la resistencia. Continuó el fuego hasta las dos o tres de la tarde, más atenuado el del “España”. Las instrucciones que había de Capitanía General para tomar el “Cervera”por su popa, no pudieron llevarse a efecto por no haber acudido los encargados de efectuarlo por su proa. 
 
Repetidas veces se recibieron noticias de que las dotaciones del “Cervera” y del “España” intentaban tomar por asalto la Jefatura del Arsenal, produciéndose la consiguiente alarma entre la gente que corría por la Jefatura, amotinándose en el frente  que daba al “España”.
 
Los hidros de Marín llegaron por fin y lanzaron unas cuantas bombas que cayeron en la dársena del Arsenal, siendo recibidos por un fuego muy vivo del “Cervera”; hacia las seis de la tarde, forzados por la situación, se convino en abandonar la Jefatura, haciendonod fuertes en las proximidades del Teatro Jofre y Casa de Correos, que dominaban la Puerta del Dique, para el caso de que las dotaciones del “España” y del “Cervera” llegaran a desembocar por ella.
 
Contribuyó también a esta medida la inminencia de que, al quedar a flote el “Cervera”, pudiese quitar el barco-puerta y situarse en la dársena donde tendría una gran posición para batir los distintos puntos de la defensa.
 
Abandonada la Jefatura del Arsenal, permanecimos parapetados frente alas Puertas del Dique y de la Constructora, hasta que se recibió la noticia de que el “Cervera” había izado bandera blanca y enviaba un oficial a parlamentar para tratar de las condiciones de rendición. El Teniente de Navío Pinzón, oficial enviado por el “Cervera” para parlamentar, se entrevistó primero conmigo y le acompañé después a Capitanía; en el despacho del Almirante se encontraban el Gobernador Militar y todas las autoridades de la plaza, que convinieron, por consejo del Jefe de Estado Mayor del Ejército, aceptar en el acto las condiciones que proponía el Teniente de Navío Pinzón y que la dotación del “Cervera” pasase detenida al Cuartel de Dolores (Infantería de Marina). Regresé al Dique y conseguí reunir a la marinería, marchando a la puerta de la Constructora, donde se encontraba el Comandante y Oficiales del “Cervera”, y una parte de la dotación, pues el resto se había dirigido ya al referido Cuartel.
 
Al intentar pasar al “Cervera” fue recibida la marinería por un nutrido fuego de la Academia de Maquinistas y edificios próximos que la obligaron a retroceder; la gente marcho de nuevo a la Casa de Correos, quedando sólo fuertes retenes en las puertas de la Constructora y en la del Dique.
 
Hacia las once de la noche pasó mi hermano, el Capitán de Fragata don Salvador Moreno, con gente de refresco con intención de ir al “Cervera”; como el buque estaba rendido y gran parte de la dotación fuera de él, se decidió esperar al nuevo día por estar la gente materialmente agotada y sin haber comido durante más de treinta horas. Al amanecer me dirigí ala Jefatura del Arsenal , acompañado del Capitán de Corbeta don Guillermo Díaz del Río, con un pelotón de hombres, y una vez cerciorados de que no había nadie en la Jefatura del Arsenal, continuamos a la Academia de Maquinistas entrando en ella por la puerta de comunicación del patio del almacén de San Campio; los Jefes y Oficiales maquinistas la habían abandonado ya y se pudo entrar en ella sin resistencia. Alli me enteré que el Capitán de Fragata don Salvador Moreno había entrado en el “Cervera” durante la noche utilizando la plancha de estribor e imponiéndose rápidamente a un fogonero llamado Coruña que, armado con un fusil, se encontraba en las proximidades del portalón; este individuo manifestó que la gente que se encontraba en el buque era la dotación de fogoneros de servicio en calderas y algunos individuos más que se habían refugiado procedentes de distintas dependencias. Posteriormente pudo comprobar don Salvador Moreno que el número total de personas que había en el buque era más de cien, entre ellos muchos paisanos que se habían sumado a la dotación en la tarde del día 20. Por este hecho fue recompensado el Capitán de Fragata don Salvador Moreno con la Cruz Laureada de San Fernando.
 
Todos los buques, excepto el “España”, se habían rendido a las fuerzas leales; la marinería del Parque había puesto en libertad a los oficiales y depuesto su actitud, y las calles del pueblo estaban dominadas desde la noche anterior por fuerzas del Ejército; sólo existía un buque rebelde cuya defensa durante los dos días había sido la más firme y en donde los rojos asesinaron a su Comandante y a cuatro Oficiales, encerrando al resto en los calabozos del buque. Hizo fuego de un modo casi continuo y no utilizó la artillería por falta de municiones; intentó una salida y fracasó por la muerte de su cabecilla, el Oficial Tercero de Artillería Mouriño; el peligro de que la gente del “España” se pasase al “Cervera” continuaba.
 
Durante la noche del 21 la dotación del acorazado no hizo absolutamente nada y al amanecer se preparó todo desde la Jefatura del Arsenal para rechazar los ataques que se esperaban del “España”.
 
Poco después de la amanecida, izó un trapo que parecía una bandera blanca, pero continuaba con la bandera tricolor arbolada, la que izaron todos los buques al sublevarse; nadie sabía lo que quería indicar aquello y en vista de que la situación se prolongaba decidí ir personalmente al acorazado, dejando en la Jefatura del Arsenal al Capitán de Fragata don Luis de Vierna y al Capitán de Corbeta don Guillermo Díaz del Río, advirtiéndoles que les mandaría noticias.
 
Avancé sin ser molestado; en el camino se me unieron el Auxiliar Naval Leal y el marinero Erroteta, animados por el Capitán de Corbeta don Guillermo Díaz del Río por si me fueran de utilidad. Únicamente llevaba el marinero un fusil colgado en bandolera y el auxiliar una pistola en el bolsillo.
 
Al llegar cerca del acorazado, me adelanté al muelle y llamé al “España” preguntando por el jefe de buque. Me apuntaban con sus fusiles de todas partes, desde las casamatas, de las cofas y puentes, y así estuve esperando un gran rato hasta que, por fin, bajo el Segundo Maquinista López Amor, acompañado de una fuerte escolta armada. Le advertí que no tenía más solución que rendirse inmediatamente con toda la dotación y que me entregara las armas y los cadáveres de los oficiales asesinados, añadiéndole que tenía cercado el barco, lo cual no era cierto, y que si tardaban en rendirse volarían todos. Me contestó que tenía que consultarlo con el Comité, pues querían entregarse en análogas condiciones que los del “Cervera”, a lo que me opuse terminantemente repitiéndole que tenía que entregar todo en el acto.
 
Se volvió a bordo dicho maquinista y al cabo de un buen rato se oyó una fuerte discusión entre la gente, pues, según informes posteriores, había muchos partidarios de abrir los “King-stons” y hundir el buque dentro del Arsenal; pareció que iban empezar de nuevo a tirotear. Por fin, después de media hora o tres cuartos de hora, bajó otra vez el maquinista manifestando que tenía convencida ala gente para que se rindiese y listos los cadáveres para ser entregados. Preguntó en seguida si los iban a fusilar y le respondí que no tenía nada que ver con ese asunto y que lo único que podía hacer era disponer que desfilaran hacia el Parque, para evitar el encuentro con la dotación de la Puerta del Dique; antes debían dejar las armas y formar después en la esplanada. Así se hizo; volvió a bordo y al poco tiempo se vieron salir marineros de todas partes que iban arrojando las armas en la toldilla y formando en cubierta.
 
Subí al “España” y presencié la entrega de las armas que arrojaban con profundo desprecio, diciendo algunos con desdén: “ya volveremos otra vez por ellas” y frases parecidas; mandé desfilar la gente a tierra y avisé a la Jefatura para que el Capitán de Fragata don Luis de Vierna y el Capitán de Corbeta don Guillermo Díaz del Río vinieran rápidamente al andén del muelle para hacerse cargo de ella, pues me encontraba solo ante seiscientos hombres que se me rindieron.
 
Toda la dotación fue conducida hasta el Cuartel Viejo de marinería, conmigo al frente, formados en columna de a tres, en cabeza los auxiliares, a continuación los cabos y detrás la marinería; solamente eran vigilados por los dos Jefes citados.
 
Quise evitar llevarlos a la Puerta del Dique, pues dada la excitación de ánimo de sus defensores, era muy probable que se produjeran disturbios. En el Cuartel Viejo de Marinería quedaron vigilados por cuatro soldados de Infantería de Marina y el aspecto que presentaba la dotación era repugnante. Esa misma tarde fue necesario que les dirigiese la palabra en el patio del Cuartel  para calmar los ánimos que estaban extraordinariamente excitados por haber logrado las mujeres del pueblo comunicarse con ellos; les aseguré que no habría fusilamientos sin Consejo de Guerra.
 
Durante aquella noche no ocurrió novedad; al día siguiente volví a hablar, esta vez en las Brigadas de Instrucción, a unos mil hombres que se encontraban formados en la esplanada en un estado de gran nerviosismo; les hice ver que la guerra terminaría muy pronto, pues las fuerzas del Ejército estaban próximas a llegar a Madrid, consiguiendo con esto calmar los ánimos.

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