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viernes, noviembre 1, 2024

Retazos de historia fisterrana del siglo XX

– Juan Gabriel Satti Bouzas-

A principios del siglo veinte Finisterre era un ayuntamiento de 4.708 habitantes de hecho y 5.104 de derecho. Una carretera le unía con Coruña. El alumbrado público era por gas acetileno. Tiene un faro de primer orden (cuyo Jefe era D. Marcial de Dios), estación electro-semafórica (Jefe Cipriano Graña) y una sirena acústica (véase  mi artículo “Faro, Semáforo y Marconi: baluartes de las señales marítimas en Fisterra”). Celebraba fiestas el día de la Resurrección y el 8 de Septiembre. Mercado los sábados.

Pintoresca calle del casco antiguo de principio de siglo XX.

Guiándonos por el “Directorio de Galicia” (Ed. Anuario Riera, 01/01/1911), vemos que el alcalde de la corporación era el empresario catalán D. Joaquín Carbonell Sagristá (un hecho recurrente desde la edad media fue la presencia de alcaldes extranjeros en Fisterra…); el Secretario, D. Joaquín González Núñez; Juez municipal, Don Feliciano de Haz; Fiscal, D. Manuel Sixto; Secretario, D. Celso Martínez. Perito agrimensor Francisco Insua.

Autoridad militar a cargo del cabo de Carabineros D. Daniel Alonso.

El párroco era D. Domingo Miñones Barros y el coadjutor, D. Vicente Alvarellos. Las Comisiones religiosas Hermanas del Carmen, Hermanas de los Dolores e Hijas de María. En Duio (S. Martiño y S. Vicente) el párroco era D. José B. Fariña Garabán. Y de Sardiñeiro D. Manuel Eiriz Cadavid. 

Dos eran las escuelas municipales, para niñas llevada por Doña Concepción Ruiz. Para niños, Don José Manuel Eiras.

Médicos: Víctor Cardalda, Carlos Llar, Desiderio Paz. Una farmacia de Víctor Lado Diez.

La variedad de oficios y comercios era profusa. Así es que había:

Una peluquería de Isidro Calvo. Dos estancos de Manuela Canosa y Manuel Rivera. 

Comercios de Tejidos de Rivera (Manuel), Romero (Ramón), Sendón (José) y Traba (Leopoldo). Mercerías de Ballón (Josefa), Canosa (Manuela), Canosa (Ramón), González (Ramón), Rivera (Manuel) y Romero (Ramón).

Sastrería de Antonio Martí, la modista Plácida Estévez y la zapatería de Ramón Campos. Alpargaterías de Ramón Romero y  Leopoldo Traba. 
Carpinteros eran Ramón Traba, Fernando Vigo y Manuel Vigo. Ebanista, Felipe Cruz. 

Ferreterías de Ramón Romero y Leopoldo Traba. Hojalatería: Ángel  Armesto.

Casas de huéspedes de Pequeño González (Josefa) y Pequeño (Ramón).

Tabernas las de Ballón (Adamina), Ballón (María), Castro (Eulalia), González (Ramón), Martínez (Ramón), Outes (Manuel), Papín (José), Papín (Remigio), Romero (José), Rivera (Jesús), Rivera (Modesto), Rivera (Salustiano), Santos (Manuela) y Vigo (Manuel). El café “Del Centro”, de Ramón Rivera (años después se abriría también el café “Moderno” de José López).

Comestibles: Canosa (Ramón), Martínez (Ramón), Pequeño (Ramón) y Vigo (Manuel). 

Una conservera de Joaquín Carbonell y fábricas de salazones del mismo Carbonell, Manuel Esmoris, Perfecto Rodríguez y Manuel Xampen.
Molinos: Canosa (Ricardo), Pombo (Manuel),  Rivera (Jesús) y Suárez (José).

Propietarios Principales: Canosa (Carlos), Canosa (Ricardo), Durán (Manuel), Insua (Francisco), Insua Romero (Francisco), López (Ramón), Papín (Remigio), Rivera (Manuel), Romero (Ramón), Sendón (José), Sisto (Manuel) y Traba (Modesto).

Ganaderos: Canosa (Ricardo), Insua (Francisco), Insua C. (Franco), Insua (José) y Santos (Robustiano). 

Sociedades civiles: Asociación de Pescadores de Finisterre y Casino de Artesanos.

En 1920 el presupuesto municipal apenas llegaba a 20.350 pesetas, siendo con el de Camariñas, el que menos tocaba por persona en la comarca. Las tres cuartas partes de la población seguía siendo analfabeta a pesar de haber ya 4 escuelas públicas y una del Pósito.

Foto aparecida en la Revista Finisterre de la Asociación Finisterre en América de la ciudad de Avellaneda, Argentina.

Un año más tarde el cura Miñones restaura la capilla del Buen Suceso en la plaza Ara Solis e inicia las celebraciones de esta advocación. En Mallas las fiestas de San Ramón estaban apadrinadas por D. Ramón Insua que residía en Guayaquil, las cuales estrenaron el primer palco de música con una banda popular en 1925. Ya se podía asistir a bailes en el “Centro Recreativo” o al “Cine Traba” para disfrute del ocio de la burguesía local.

En las elecciones municipales de 1922 el cazador y candidato Pedro Paz Rodríguez pide la impugnación por ocultación de votos en el recuento, se acepta .

También la inmigración siempre tuvo una gran importancia en el desarrollo de la villa, dirigiéndose hacia Argentina (concentrándose más en Buenos Aires y Punta Arenas) y a Cuba, La Habana (véase De Finisterre a la Patagonia: historias de emigrantes en el otro fin del mundo).

El control de este muy rentable negocio de tráfico de personas motivó en aquel 1922 un enfrentamiento entre los caciques locales y el facineroso clan de los Miñones (que ya estrenaran el siglo XX con un `pucherazo´ electoral en 1905), apoyados desde América por la “Sociedad Agraria y Cultural de los Hijos del Partido de Corcubión” (véase  “El extraño caso del Cura Barrientos y su herencia” ).

Foto del periódico El Ideal Gallego/1923.

Asociación ésta a la que perteneció el honorable y honrado vecino de Mallas, Don Casto María Insua Insua, que estuvo en todo el proceso de formación de la institución y uno de los encargados de redactar sus estatutos. Pero que en marzo de 1926 Casto y otros cuatro socios fisterráns, fueron expulsados  “por traidores a la sociedad”, según comunicado oficial. Para Don Casto la razón fue su oposición a la concesión de la medalla de oro de la entidad a Pepe Miñones (Xosé Mª Rei Lema, “O herbal azur do ceo”-2016).

Sin tiempo que perder en vanas disputas, los expulsados forman el 17 de septiembre de 1926 la sociedad “Finisterre en América” en la capital argentina. Casto Insua, como principal impulsor, figura en la primera junta directiva con cargo de secretario, y uno de los encargados de la edición de la revista vocera “Finisterre”. Sumaron 617 socios.

Mientras tanto, en aquel año de 1926 se daba la concesión de la ruta marítima de Fisterra a Coruña a la Empresa Guillén que la cubría con el velero de motor Cristobal Colón.

La playa de A Ribeira en 1920.

Por las mismas fechas Don Juan Bautista Rodríguez, O Buzo, encontró seis cascos de barcos superpuestos en la bahía fisterrana. Parecía casi imposible que una tierra pueda vivir practicando oficios en función de los naufragios, pero había viejos buzos y desguazadores que llevaban un increíble medio siglo poniendo buques a flote o desmontando sus planchas de hierro destrozado. Fue también en el ´26 que se levanta la prohibición de faenar con el “cerco da xareta o traíña” y los pescadores de Finisterre conocen una treintena de cascos sumergidos a los que todavía van de vez en cuando a recobrar alguna cosa y son propicios para una buena pesca.

Podría contarse la historia del crucero ligero Blas de Lezo  (1932), el barco que tenía las letras de oro y que desaparecieron al día siguiente del naufragio (los de Pindo y Fisterra iban a los buques al abordaje con hachas, se comentaba en las tabernas).

O la del carguero ruso Forestake, perdido en noviembre de 1922, y del que se corrió la voz que llevaba, bajo el carbón, armas para la guerra ruso-japonesa.

Y si no la del crucero acorazado Cardenal Cisneros, cargado de dinamita y al que no quería salvar nadie. Hasta que unos osados echaron el explosivo en una viña (1903). 

El Cabo del Fin del Mundo fue testigo mudo de innumerables historias de barcos hundidos, encallados, asaltados y también, salvados. Con el inevitable acompañamiento de mil detalles y pormenores que casi siempre son escalofriantes y a la vez que bellos.

El buzo Juan B. Rodríguez encontró colmillos de elefante y que un siglo después aún hallaron otros (foto galicianshipwrecks) y otros artefactos del Great Liverpool.

Un barco inglés de tres palos, arbolado de fragata con una máquina de vapor de balancín lateral y nombrado The Great Liverpool, surcaba valiente las aguas en un tempestuoso 24 de febrero de 1846. Procedía de Alejandría y se dirigía al puerto de Southampton transportando 145 pasajeros y un variado cargamento compuesto principalmente de té, añil, sedería, peletería y otras preciadas mercancías. A poco de sobrepasar el Cabo Finisterre  se queda sin gobierno y el capitán maniobró de tal suerte las velas que consiguió sortear las islas Lobeiras para dirigirse a la playa de Gures (Cee), en busca de una arribada forzosa.

Pero en el momento en que parecía alcanzar su objetivo, un formidable golpe de mar impidió que varase de proa, quedando el buque de lado y se le dio virtualmente por perdido.

Sin embargo, por la posición pudieron los tripulantes efectuar rápidamente el salvamento de personal, equipaje y carga; a excepción de tres víctimas, siendo una de ellas una joven llamada Elena que viajaba acompañada de su pequeña hija María.

La desafortunada pasajera resbaló al intentar subir a uno de los botes y ya no salió a la superficie. Era viuda de un oficial de la marina. La huérfana la acogió el cura de Ameixenda hasta que fue repatriada con sus abuelos.

Treinta años más tarde, el antedicho buzo Juan B. Rodríguez (oriundo de Lira y afincado en Fisterra) bajó metido dentro de su escafandra para levantar el plan del Great Liverpool. Separó la arena que lo cubría y lo primero que halló fue un colmillo de elefante, que mandó a sus compañeros de superficie que lo izasen. 

Luego levantó el tercio de popa y comprobó la existencia de unos lazos femeninos de adorno que se mantenían intactos, 21 libras esterlinas oro, una saboneta pequeña con su gran cadena, también de oro, y una sortija con un magnífico brillante todavía ensartada en uno de los dedos del esqueleto de Elena. 

Al otro día la fuerte marea echó sobre la playa muchas más monedas que otros cogieron debido al trabajo de limpieza de Don Juan en la planta del buque. El colmillo fue vendido en A Coruña y sirvió para tallar la efigie de un Cristo, que dicen está en la iglesia de San Jorge (“Sinfonía en mar mayor: Finisterre”,  Ramón Ballesteros/1976-pag. 96).

Un caso similar ocurrió con otro barco que embistió con terrible fuerza contra los escollos y perecieron todos, menos una mujer embarazada que fue salvada por los vecinos de Fisterra. El niño nació y la mujer en prueba de gratitud hacia el pueblo que la había recogido, le llamó Finisterre. 

Así lo narraba en 1962 el fotógrafo Francisco Muñoz, cuando ese año llegó al pueblo un inglés cuyo padre, hermano y él mismo se llamaban Finisterre…

La Costa da Morte es empresa difícil para los que la desconocen, y así lo demuestra un acto humanitario ocurrido el 8 de febrero de 1927. El gobernador civil García Argüelles impuso la Cruz de Beneficiencia de tercera clase a Don José Bouzas Trillo (Xan da Xineta) y a Ramón Louzan, vecinos de Duio, por salvar de una muerte segura a una joven que se despeñó por un barranco. El acto público tuvo lugar delante de la fortaleza San Carlos.

Comitiva que reclamó un puerto en 1927 con nulo resultado (foto El Ideal Gallego)

Precisamente a este gobernador irían a ver el 6 de abril de 1927 una nutrida comisión de autoridades y fuerzas vivas de Fisterra con el objeto de conseguir la construcción de un puerto refugio para los barcos pesqueros. 

La petición se fundamentaba que en 15 de julio de 1868 se mandó hacer el estudio y se aprobó un presupuesto el día 29, encargando el proyecto al ingeniero Tabuenca. 

Incluso el 11 de septiembre de 1899 una real orden establece una aduana de tercera clase en el puerto de Finisterre a pedido del ayuntamiento que corría con los gastos «fundándose en los perjuicios que se siguen a la industria y al comercio allí establecidos, por no permitirse el fomento de los intereses de aquel país».

La comisión estaba presidida por el alcalde Federico Ávila Cuadra (Viana do Bolo, 1892), el juez municipal Belarmino Castiñeiras, el fiscal José Ballón, el párroco Domingo Miñones, párroco de Duio D. Matías Escaris, secretario del ayuntamiento Miguel Otero, el médico Francisco Esmoris, vicepresidente del pósito de pescadores Ramón Armesto y 25 asociados, maestro Pedro Graña, los comerciantes Filomena Ballón, Concepción Ramallo, Dolores Sotelo, Dolores Lires, Manuel Traba, Matías Canosa, Leoncio Olveira, Juan López, Francisco Traba Olveira y Alejandro López, los propietarios Juan y Jesús Rodríguez, Ramón Domínguez, Francisco Traba y Juan Bautista Traba Domínguez.

Se entrevistan con el gobernador civil quien los remite al ingeniero de obras públicas Señor Real que consideró que no era un puerto de interés general ni local ni de refugio pero que igual apoyaría la obra. Luego vieron al comandante de Marina Vázquez Permuy, ante el que hicieron resaltar la contradicción de las disposiciones de la Dirección General de Navegación y Pesca que prohibía la pesca mediante «artes» por ser puerto refugio, resultando que no está en esa categoría ni existe escollera. La autoridad recibió la petición y se ofreció a apoyar la iniciativa.

En 1936 se volvería a aprobar otro presupuesto de 800.772 pesetas sin resultados hasta la llegada de Franco al poder.

El 4 de septiembre de 1927 se celebró un banquete de despedida al alcalde Federico Ávila que había accedido al cargo durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera a través de su “apolítico” partido  Unión Patriótica en 1925. El maestro dejaba Fisterra y marchaba para ejercer en Petín (Ourense) dejando un buen legado en obra pública y una banda municipal. La comida fue en la escuela del Pósito y asistieron gran parte de los que participaron de la comisión pro-puerto antes referida, a la que se sumó el hermano del homenajeado Luis Ávila, personal del faro (Marcial de Dios), semáforo (Jesús Martínez) y estación radiotelegráfica (Juan Gómez Parada, J. Aparicio, Jaime Lloret, Cipriano Fernández) y los maestros nacionales Francisco de la Barrera y José Sánchez Calo).

El 5 de noviembre de 1927 la junta local de Unión Patriótica quedó constituida por el reelegido presidente Dr. Francisco Esmoris, vocales Matías Canosa, Ramón Rodríguez y Jesús Rodríguez.

Y ese mismo año los vecinos de Duio y Sardiñeiro hacen venir al doctor Máximo Magariños, disgustados con los honorarios de los médicos de la villa, el cual realiza la primera transfusión de sangre que se recuerde.

Extracto de un poema del cura de Duio Matías Escaris de 1930 y toma costumbrista de la misma aldea.

El cura poeta de Duio, Matías Escaris, publica el 30 de abril de 1930 su poema “O Santo Cristo de Fisterre (sic)”.

Al siguiente 25 de julio, llega a la `Sociedad Liga Agricola de Duyo´ un Inspector provincial de higiene y sanidad, Juan Rof Codina que dio lecciones dentro del programa Catedra Ambulante y reunión de las reses para revisarlas y vacunarlas gratuitamente.

El 4 de junio de 1931 es elegido alcalde Pedro Paz Rodríguez, organizando una nueva comisión vecinal con un nuevo petitorio que llevar a Coruña; pero solo vería cambiar el nombre de la calle Real por el de la República, pues fallecería en accidente de tráfico en octubre de 1932.
Calle en la que un miliciano mató en un confuso episodio al hijo de Dª Carmen Traba Domínguez, Casto Trillo Traba de tan solo 15 años.

El 23 de abril de 1935 la Junta de Clasificación y Revisión provincial declara prófugos a los reclutas Domingo López Canosa, Ramón Marcote Marcote, Rafael Martínez Palacios, Felipe Santos Cruz y Manuel Suarez Pérez; por lo que el alcalde Cipriano Fernández Brage (Ferrol, ¿?-1936) da aviso de búsqueda el día 27 en la ordenanza nº 2.008.

Esto se repetiría una año más tarde, el 1 de abril de 1936, cuando la Junta vuelve a declarar prófugos a “los mozos del actual reemplazo por este Ayuntamiento que a continuación se expresan: Emilio González Casal, Ramón Insua García, Manuel Insua Senlle y Jaime J. Olveira Freire”, dándose aviso en la ordenanza nº 3.323 del 28 de Abril de 1936.

Ya se prefigura la Guerra Civil en el horizonte…

 La Asociación Agraria de Duio al completo (diario El pueblo).

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