– Rafael Lema Mouzo-
Dentro del folclore gallego hay un apartado que siempre me llamó la atención. Las coplas y romances en castellano que se guardan en zonas claramente gallegohablantes. Y cómo algunos de estos romances también se localizan, con variantes, en otras zonas de España e incluso en las comunidades judías sefardíes de todo el mundo, por lo que estamos ante creaciones anteriores a su expulsión en el siglo XV.
Aquí voy a citar varios casos muy familiares para mí, ya que la primera persona que me los cantó, con su ritmo peculiar, fue mi abuela materna Lucita Rodríguez, recogidos por mí en un trabajo que hice en bachillerato a finales de los ochenta. Ella me contó entonces que se los aprendió de niña «á nai da Rusa das Barrosas».
Ambas de Ponte do Porto, en la ría de Camariñas. A rusa, abuela de mi buen amigo etnógrafo galaico-extremeño Florencio Rodríguez Figueiras, sería hoy centenaria como mi abuela; así que la primera fuente la tenemos de su generación anterior, ya a finales del siglo XIX. Como tantas otras informantes, ya no están entre nosotros. Con cada persona mayor se va todo un legado de romances, leyendas, costumbres.
Los romances son poemas épico-líricos breves que se cantaban al son de un instrumento, bien en danzas corales, en tertulias, o durante el trabajo en común. Sólo anoto los que pude recoger a mi abuela. Dos bastante completos, Moralinda y Ay Loliña. Y piezas de otros que tristemente en su día no anoté enteros, pero conozco otras versiones en Galicia y fuera de nuestra frontera. Ay Loliña lo localicé en aldeas de Ourense, en Zamora.
De Moralinda hay versiones en Sanabria, la Extremadura «gallega» y en comunidades judías. El texto resulta bastante similar al que musica Nizza Thobi en su álbum Jiddisch Is Gor Nischt Asoj Schwer (Galileo Music Communication, 2008). Fue emocionante escucharlo.
MORALINDA
Una tarde de verano pasé por la morería
y vi a una mora lavando al pie de una fuente fría.
– ¿A dónde vas mora bella, a dónde vas mora linda?,
deJa beber mis caballos de esas aguas cristalinas.
-Yo no soy mora, señor, que soy cristiana cautiva,
me cautivaron los moros un día de Pascua florida.
-¿Te quieres venir conmigo hacia los montes de Oliva?
-Y mi ropa, caballero, ¿dónde me la dejaría?
-La de lino y la de Holanda en mi caballito vendrían,
y la de menos valor, el arroyo llevaría.
-Y mi honra, caballero, ¿dónde me la dejaría?
-Juro en la cruz de mi espada que jamás te tocaría,
que yo tu honra no mancho ni hasta llegar a la Oliva.
La monta en su caballo y hacia la Oliva caminan.
Han andado siete leguas, la mora llora y suspira.
-¿Por qué lloras, mora hermosa? ¿Por qué lloras, mora linda?
-Lloro porque en estos montes mi padre a cazar venía
con mi hermano Alejandro y yo en su compañía.
-¡Válame dios de los cielos! ¡Válame María!
Yo pensé en traer mujer y traigo una hermana mía.
Abra usted la puerta, madre, ventanas y celosías,
que le traigo a usted la rosa por quien llora noche y día.
La madre de la que oyó, al suelo cayó afligida:
-¡Hija de mi corazón! ¡Hija de toda mi vida!
¡Que va para siete años que te he tenido perdida!
-No estaba perdida, madre, que estaba en la morería,
en el jardín del amor, jugando con otras niñas.
GIRINALDO
-Girinaldo, Girinaldo, mi Girinaldo pulido,
¡quién te cogiera esta noche tres horas a mi servicio!
-Como soy vuestro criado, os queréis burlar conmigo.
-No me burlo, Girinaldo, que de veras te lo digo.
-¿A qué hora, gran señora, ha de ser lo prometido?
-Entre las doce y la una, mis padres están dormidos.
DON CALROS
A eso de la medianoche, con los gallos a cantar,
Don Calros de mal de amores, no podía sosegar.
Aprisa pide el caballo, aprisa vinde a calzar.
Si muy deprisa lo pide, más deprisa se lo dan.
AY LOLIÑA
-¡Ay, Lolita, me marcho a la guerra!
Tú conmigo no quieres venir.
Si no quieres venirte conmigo,
una carta te voy a escribir.
El cartero va en casa de Lolita
y a Lolita una carta le dio,
y Lolita se puso a leerla
y al leerla ya se desmayó.
-¿Qué te pasa, hija de mi vida?
-Madre mía, ¿qué me va a pasar?
Me llevaron el novio a la guerra
y, madre mía, lo van a matar.
-Yo no siento venirme a la guerra
ni tampoco tirar del cañón,
solo siento morirme o dejarte,
que otro chulo se robe tu amor.