Por Rafael Lema
Posiblemente no hay artista más legendario que Leonardo da Vinci en toda la historia del Arte. Con solo unas pocas obras ha abierto más debates, más discusiones y más horas de estudio que épocas enteras de creación occidental. Pintor, escultor, arquitecto, científico e investigador, la figura de Leonardo ha generado multitud de leyendas, mitos, rumores (homosexualidad, pertenencia a logias o sectas; relación con sus maestros, modelos y alumnos).
Se cree que aproximadamente dos tercios de la producción pictórica del maestro se ha perdido, de hecho llegan los dedos de las manos para contar las creaciones atribuidas con certeza, y de ellas muy pocas acabadas. Esto ha generado que infinidad de críticos, investigadores o divulgadores, sigan sacando a la luz nuevas perspectivas de su trabajo, atribuciones más o menos discutidas, e incluso en el siglo pasado surgieron multitud de pinturas publicitadas como nuevos descubrimientos de obras de da Vinci.
Cualquier noticia, presunta novedad sobre el genio, va siempre acompañada de un enorme eco en la prensa, y en círculos artísticos, tanto como en los ambientes sociales. Leonardo es ya un icono del arte mundial y en permanente actualidad, siempre moderno y renovándose tras la muerte física.
Creo que para observar imágenes reales de los fondos paisajísticos usados por Leonardo hay que ir al norte de la región lombarda, a los preciosos lagos de Varese. Es la conclusión que saco tras el estudio de un buen número de famosos cuadros, la revisión de fuentes biográficas y bibliográficas, la visita a lugares relacionados con su vida, y las charlas en las noches varesas con investigadores y escritores italianos. Espacios amenos de montes prealpinos y lagos, cordilleras nevadas en el horizonte, o algunos apuntes repetidos que guardan su copia natural tras el símbolo (el monte Sinaí) llevan a buscar ejemplos idealizados de modelos de la naturaleza de la escuela leonardesca lombarda a la Insubria, el Varesotto.
En la “Mona Lisa” se aprecian formas que tienen una correspondencia casi precisa con una imagen sacada del lago Ceresio o Lugano, en Varese, y que aporto en este trabajo. Aunque también aclaro que si éste puede ser el marco base del panorama usado, el autor posiblemente trabajara con un cuadro partido. La zona de la izquierda encaja con meridiana perfección en un precioso enclave del lago Ceresio o Lugano, el Valceresio. Además el pintor incluyó un curioso monte que puede tener su reflejo en una forma orográfica peculiar, en Lecco. Y en un puente, pero no de Lecco, como algunos críticos apuntan errando en la cronología, sino en otro relacionado con el Chianti y la modelo.
Es un puente que muchos estudiosos identifican con otros distintos a lo largo de la geografía italiana, pero sin correspondencia con una referencia real espacial, en donde el pintor lo ubica. Un lago de Varese, en este caso el lago Ceresio, aporta vistas de espacios acuáticos amplios, pero también sinuosos (con un fondo de montañas de perfiles parejos, y un río anguloso) similares a los pintados por el genio.
El lago Varese visto desde lugares tan especiales como Bodio Lomnago pudo servir de modelo para “Leda y el cisne”, o la “Última cena”, con un perfil de cordillera calcado del natural. El lago Lugano o Ceresio asimismo viene a la mente al ver cuadros como “Virgen con niño Jesús y santa Ana”, o una obra de su escuela, la “Madonna Litta”. También en la famosa “Gioconda” como antes apunté.
El lago Maggiore pudo servir asimismo de inspiración para la “Virgen de las rocas”, “Madonna dei fusi”, “Baco”. Bien como aportación de algún elemento característico de este espacio o por una imagen general con bastante correspondencia en los trazos del lienzo. Obras de Leonardo o de sus alumnos, como Andrea Solari, Ambrogio de Predis, Bernardino Luini nos llevan a esta relación con el norte montañoso lombardo, que rompe de forma abrupta con la extensa y fértil llanura milanesa.
Muchos de estos discípulos guardan una clara vinculación con el Varesotto, por nacimiento o por vecindad. Conocieron y pintaron sus lagos y montañas, prealpinas y alpinas. Cesare da Sesto y Bernardino Luini nacieron en los lagos vareses. Los Solari son del vecino Tizino; Ambrogio de Predis, grisón. Todos han sido formados en la escuela milanesa de Leonardo. Dibujos y fotos incorporados a este texto invitan al lector a compartir esta nueva mirada a célebres obras inmortales, y le ayudarán a advertir la asombrosa similitud de la naturaleza varesa y los horizontes pintados, su reflejo en el arte leonardesco y en su escuela.
El mismo autor visitó y trabajó para los Sforza en el norte lombardo, no solo apreciando su belleza y copiándola, inspirándose para sus creaciones; sino planificando infraestructuras civiles, defensas militares. En los lagos Varese y Maggiore (Mayor), con Luis XII o el virrey de Amboise. Recorriendo el rio Tizino, el Verbano, con el arquitecto Bramante. Estudiando los efectos de las tronadas en las montañas; los imprevistos temporales en los lagos que causaban muchas muertes y destrozos.
Para evitarlos se construyeron con el tiempo sistemas de faros y avisos. Uno de sus cuadros, con dos versiones, la “Virgen de las Rocas” se refiere a una advocación mariana de Varese y del Tizino, la Madonna del Sasso, como la del famoso santuario de Locarno, en el lago Mayor. En este punto se apareció la virgen de la roca en 1490, y desde entonces nació un culto de gran influencia en toda la zona de Varese y Tizino. Tras la Contrarreforma del mismo modo en Varese y su entorno se extienden los peculiares “sacromontes”, itinerarios o vía crucis en pendiente a estos santuarios marianos en colinas sobre lagos (Locarno, Varese).
Por ejemplo Bodio Lomnago es uno de estos enclaves leonardescos, sobre el lago Varese. Su iglesia del Santo Crucifijo guarda mensajes esotéricos en peculiares obras de arte, tan curiosas como un fresco del Beso de Judas con el traidor apóstol convertido en una mujer, ¡Magdalena! E incluso una Última Cena en bronce, o textos crípticos en pelásgico. Los restauradores de la iglesia, Paola y Mauro Nicora identificaron el sello real de la reina Claudia de Bretaña, cuyo marido Francisco I de Francia ocupó el ducado de Milán, y antes su padre, Luis XII. El último mecenas de Leonardo. En las armas de la reina vemos la lis de oro en campo azul, de los Valois Orleáns; y el armiño bretón sobre fondo blanco de su madre, Ana de Bretaña. A este templo y a su relación con el genio dedicaremos un capítulo.
La lombarda Varese siempre fue territorio deseado de los nobles milaneses y refugio de placer de ricos y patricios. Muchos nombres que guardaron relación con Leonardo y su escuela están vinculados a esta tierra. La familia Este de Ferrara llegó a convertir Varese en un feudo, y todas sus estancias en las regiones norteñas en galerias de arte y academias de reunión de maestros y aprendices. Borromeo, Visconti, Medici, Cicogna, Litta, Sforza, poseían fundos, villas.
El mismo Francisco I de Francia, protector de Leonardo, era nieto del duque de Milán, Valentino Visconti. Amigo de humanistas, usaba como emblema la salamandra, un animal muy querido de la alquimia. Su mujer, la reina Claudia de Bretaña, buena amiga de da Vinci, también tuvo que tener algún tipo de relación con Varese, según más tarde veremos. Leonado compartirá muchos encuentros y desencuentros con esta maraña de nombres de altos nobles, a su vez presos en una tupida telaraña de casamientos, uniones y desuniones. Unas veces lo reclaman, otros huye con sus mecenas.
Lo colman de favores o lo atan a compromisos y demandas. Ludovico Sforza de Milán estaba casado con Beatriz de Este. Ana Sforza con Alfonso I de Este. Isabel de Este, que crea una corte de artistas en Mantua se tiene como la única amiga femenina del artista, y lo refugia allá una temporada pero no logra retenerlo. Leonardo no solo se dedica al arte en su fecunda época lombarda, contacta con las élites milanesas, se hace ingeniero de canales e ingenios militares, investiga constantemente. Incluso estudia las tormentas, los fenómenos de la naturaleza en las lagunas y montañas varesas, y deja ese rastro documental en sus dibujos.
Varese fue territorio llave en medio de dos importantes vias de tráfico que unen Italia con la Europa continental, antesala de comerciantes y ejércitos al Milanesado. Y Leonardo no solo creó en estas tierras, en su mayor etapa creativa, también sirvió de ingeniero en las grandes obras públicas o defensivas de sus patronos (Sforza, Valois), como ya hemos advertido. En estas tierras del norte lombardo se ubica el condado del Seprio, en manos de las familias que se disputaron el ducado de Milán (Visconti, Sforza). Familias dueñas de castillos y residencias sobre los lagos vareses. Unos devinieron en villas de descanso, otros en poblaciones o castillos roqueños.
La Rocca Borromeo de Angera, sobre el lago Mayor, en posición estratégica para el control del tráfico, por ejemplo. Por ella lucharon en el medievo los Visconti con los della Torre, y luego los Borromeo. El castello Visconti di San Vito, en Somma Lombardo, roca defensiva en los confines del ducado de Milán, en un viejo feudo de los Visconti, originarios del Verbano. Fue residencia desde 1448 de los huidos Francesco y Guido Visconti, convertida en 1473 en castillo defensivo, dividido y heredado por los Visconti di San Vito y los Visconti di Modrone.
El renacentista Palazzo Visconti de Saronno. Las residencias de la familia Este, como el Palazzo Estense sobre el lago Varese, aún quedan hoy como ejemplo de las villas de placer de aquellos tiempos. Los Este llegaron a tener en feudo la provincia. Ludovico Sforza, al igual que Francisco Sforza, habian nacido en Vigebano, cerca de Pavía. Ludovico reconstruyó el Castillo Sforzesco de Vigebano (1492) en donde vivieron Leonardo y Bramante, que trabajaron para él. Tierra de luchas entre Visconti y Sforza, bañada por el anguloso Ticino.
Obras realizadas por el genio con presencia de paisajes serán analizadas en los siguientes capítulos. La Mona Lisa, la Última Cena, Leda y el Cisne; Virgen Santa Ana y el niño, Virgen de las rocas, Madonna dei fusi, o Dama Benci.