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domingo, abril 7, 2024

Las hazañas del temible capitán Pedro de Zubiaur en el Cabo Finisterre

– JUAN GABRIEL SATTI BOUZAS-

«Zubiaur, the most active and dangerous of the Spanish Admirals»
Sir Julian Stafford Corbett (1854-1922)

Sobre las actividades de los corsarios vascos en la zona ya me he referido en un artículo anterior (véase “Historias de corsarios vascos en el Cabo Finisterre” ) pero una figura descolló por sobre todos los demás por su intrepidez y el respeto que suscitó en sus enemigos. No es otro que Don Pedro de Zubiaur o Çubiaurre.

Este personaje excepcional admirado por Don Alonso de Bazán, no sólo fue corsario sino también militar, espía y negociante. Los cronistas de la época atribuían sus triunfos a su valor y destreza, y a sus barcos por ser mejores que los bajeles franceses e ingleses.

Nacido en 1540 en Zenarruza, señorío de Vizcaya, era el segundo hijo de Martín de Zenarruzabeitia, señor de la casa solar de Zubiaur. Inicia su carrera naval bajo el auspicio de la Corona en 1568 transportando el situado de los Tercios con destino a Flandes, al mando de una pequeña división de naves cántabras. Como espía de Felipe II viajó en varias ocasiones a Inglaterra, entre los años 1572 a 1580.

El capitán Sir Walter Ralegh y su autógrafo (wikipedia)

En 1575 Zubiaur envía despachos desde Londres sobre las naves del corsario inglés Walter Ralegh que andaban al acecho de los convoyes que volvían de Indias y recalaban en las islas Azores. Ralegh actuaba bajo la protección de la reina Isabel I Tudor, disputó el dominio español sobre la Guyana, realizó la primera exploración conocida en busca de El Dorado y participó en la derrota de la Gran Armada española de 1588.

En el transcurso de las guerras de religión que enfrentaba la Liga Católica contra Enrique IV de Francia; el espacio marítimo desde Bretaña hasta el Cabo de Finisterre estaba vigilado por varios capitanes, pero de entre ellos el más destacado fue Pedro de Zubiaur atento al auxilio de las fuerzas españolas. Al mismo tiempo tenía libertad para actuar por su cuenta y capturar buques mercantes enemigos, que era realmente lo que le daba beneficio para mantener a su tripulación y familia.

Y así se lo hace saber al muy mal pagador monarca español en 1592, después de tres años y medio embarcado “lo poco que he ganado, lo he gastado en remediar a la pobre gente, con la mala orden que de continuo ha habido” (A.G.S. Guerra antigua. Leg. 358)

Detalle de un mapa alemán de 1586 donde el Cabo Finisterre es una referencia imprescindible para la navegación

Lo amparaba una orden de 1541 del Capitán General Álvaro de Bazán (Labayru, “Historia general del Señorío de Bizcaya”-1900):

“Que S. M. lleva y le pertenece una quinta parte de las dichas presas como Rey e señor. Otra quinta parte para como señor del navío e jarcia.
Otra quinta parte por la palatica que es el mantenimiento que se da á la dicha gente.

Otra quinta parte por el sueldo que paga a la gente y si no los da sueldo es de la gente el quinto sin que sea menester sacar merced del.
El capitan general lleva la otra quinta parte e ansi mesmo puede escoger para si una joya de toda la presa la qual a de ser onbre y no otra joya y es toda la artillería suya.

El capitan particular de una galera quando enbiste con algún nabio y le toma puede escoger para si otro onbre del tal nabio por joya y no otra joya y de los soldados que van en la galera que entro el tal nabio es suya la ropa que es traída y a servido.El dinero e mercadería y ropa nueva y toda otra cossa es del monton”.

Por otro lado, si recuperaban un botín o joya de gran valor al enemigo, siempre podían alegar que se había caído al mar y quedarse con él (ya se sabe que “ladrón que roba a ladrón…”).

Durante su misión de centinela en la Costa da Morte remite en 1585 el siguiente parte: “En un pueblo junto al Cabo Finisterre, que saquearon (los ingleses), arcabucearon una imagen de la Virgen, salvándose los habitantes por haber también huido al Monte, pero sin poder impedir que se llevaran cuantas barcas y pinazas encontraron con toda la gente que las tripulaba” (Epistolario del Capitán General Zubiaur, 1568-1605).

Modelo de filibote del siglo XVI que usaba Zubiaur (Museo Marítimo de Elsinore Helsingør, Dinamarca /foto Daniel Vojcak)

Hacia 1590, Don Pedro logró reunir una escuadra de seis filibotes nórdicos con velocidad punta (con viento de popa) de hasta 20 nudos y galeoncetes españoles con tripulación de 1.200 hombres en total, que sería el germen de la Armada del Mar Océano con base en Lisboa y Cádiz. Con esta flota ligera transportaba materiales, artillería y soldados para abastecer distintas guarniciones; a menudo en estas travesías plagadas de piratas y corsarios, no dudaba entrar en combate el primero con toda fiereza: “Embistió con ellas (urcas holandesas cerca de Muxía), trabándose la escaramuza tan fuertemente, que duró sin cesar desde las seis de la mañana hasta las tres de la tarde, peleando él solo lo más de este tiempo con un filibote”, Alonso de Bazán.

El extraordinario capitán vizcaíno era el terror de la costa gallega por la cantidad de navíos enemigos que capturaba o hundía, y sus hazañas eran muy nombradas en su tiempo.

Como la acontecida en mayo de 1592 cerca del Cabo Finisterre, en las que arrebata seis buques con sus banderas al bravo almirante Ralegh y dos fragatas a Sir Martin Frobisher.

«About the thirteen day of Maye, as I remember, early in the morninge, about fortye leagus of the Cap Finister, wee  discried a fleet of thirteen shipps», escribe Sir Walter en carta de 8 de Junio  al almirante Howard  desde Durham.

Lord Cumberland // Sir John Hawkins // Sir John Burroughs

Traducimos: “Alrededor del día trece de mayo, según recuerdo, temprano en la mañana, a unas cuarenta leguas del Cabo Finisterre, descubrimos una flota de trece barcos; la Almiranta lleva una bandera roja y la vicealmiranta una blanca; que muy bien se creía que eran de la flota de Saint Malo (Bretaña), donde nos habíamos pertrechado, y estaba listo para regresar. Estos barcos, a pesar de que bien podrían saber que somos ingleses, y fácilmente percibirían que el barco era de Su Majestad, nos quitaron todo lo que pudieron, y sacaron las banderas con gran valentía”, para rematar diciendo que siete bajeles o barcos más pequeños de su escuadra le abandonaron a raíz del ataque.

Williamson da su versión en “Lord Cumberland, his life and his voyages (1558-1605)” de 1920 con una relación de naves y costes:

Para esta flota, cuyo objetivo original había sido un ataque a Panamá, la Reina había proporcionado el Garland y el Foresight, Sir Walter Raleigh el Rowbuck (200 toneladas), su hermano Carew Ralegh el Galleon Ralegh y la City de Londres otros dos barcos.

La Reina se había aventurado £ 1.800 en el viaje, la City de Londres unas £ 6.000, y Ralegh, que ya había pedido prestado a la Corona £ 11.000 y estaba endeudado por esa cantidad, había asignado a la Reina el barco el Ark Ralegh a un valor de £ 5.000 para mostrar cuan interesado estaba en asumir el riesgo.

Lord Clifford conde de Cumberland contrató el Tiger de St. Malo, un barco de 600 toneladas, por £ 300 al mes como barco de su almirante y lo asoció con su propio barco, el Samson (300 toneladas), y el Golden Noble (160 toneladas), comandado por el Capitán George Cave, y otros dos barcos de 50 toneladas cada uno y una pinaza.

Las diversas demoras en la navegación habían hecho imposible ese año atacar Panamá, pues los vientos eran contrarios en la costa inglesa de febrero a mayo, gastando así tres meses de víveres; y Lord Cumberland estaba tan desanimado por esto que cambió de opinión acerca de ir él mismo. Transfirió el mando en jefe al capitán Norton y regresó a Londres, ordenando a la expedición que se dirigiera a las Azores. El nuevo plan como lo habían concebido Walter Ralegh, Clifford y Hawkins era patrullar la zona norte de las islas Azores y tenderle una embocada al convoy anual de las Indias.

La flota había zarpado desde el puerto de Falmouth el 6 de mayo de 1592, pero el día 7 se había ordenado a Ralegh que regresara. De hecho, fue hasta el Cabo Finisterre donde lo sorprendió una violenta tormenta el jueves 11 de mayo, que dispersó la mayor parte de la flota y hundió sus botes y pinazas, mientras que algunos restos quedaron diseminados en las aguas; el propio sir Walter que iba en el Garland de Su Majestad, corría peligro de ser tragado por el mar.

Dio instrucciones a sir John Burroughs y sir Martin Frobisher de dividir la escuadra en dos, volvió a casa y fue rápidamente detenido en la Torre de Londres por la Reina a causa de su intriga con una de sus damas de honor, Bess Throckmorton, con quien se casó después.
El Capitán Norton se enfrentó a dos de los galeones españoles en el mismo Cabo Finisterre y en la pelea que siguió, el Golden Noble resultó averiado por un disparo en su trinquete (día 13).

Modelo de la Carraca Madre de Dios (wikipedia)

Zubiaur informó inmediatamente de que la flota inglesa había llegado a la costa gallega; a lo que el Rey envío a Alonso de Bazán, para defender la parte del sur y vigilar a Frobisher que ahora capitaneaba el Garland, y así acusarlo de todo lo que pudiera emprender en su territorio.

Antes de que la flota se separara, se encontraron con el galeón Santa Clara (600 toneladas) que navegaba hacia San Lucar. Se oye el ruido de la artillería de ambos lados; y después de una acalorada pelea, el barco fue apresado. Iba lleno de todo tipo de pequeños herrajes, como herraduras, arados, barras de hierro, púas, cerraduras, etc., valorado en 6.000 o 7.000 £.

Frobisher, escapa a Inglaterra dejándose atrás dos de sus barcos. Norton pudo reparar los desperfectos y con el resto de la flota, se dirigió a las Azores y echó anclas en Flores en busca de comida y agua el 21 de junio.

Allí se unieron el resto de la escuadra de Ralegh comandada por Sir John Burroughs en el Rowbuck; Downton y Abraham Cocke, quienes estaban en la flota de Cumberland y también el Capitán Thomson, quien comandaba el Dainty en la flota de Sir John Hawkins; el Capitán Christopher Newport del Golden Dragon y Sir Robert Crosse del Foresight.

Entre todos perpetraron en agosto la toma de la carraca Madre de Dios (1.500 toneladas), procedente de las Indias, pero la captura no podría haberse realizado sin la ayuda de los barcos de Lord Cumberland, que estaban allí en el momento adecuado para salvar la situación y salieron indemnes del ataque de Zubiaur.

De esta presa, Sir John Burroughs, afirmó que la pimienta a bordo valía £ 102.000 y las perlas, ámbar y almizcle 400.000 cruzados: «Espero que de todo el botín que se ha hecho Su Majestad reciba más beneficios que cualquier barco que haya entrado en Inglaterra”.

El robo de esta carraca tuvo una gran relevancia histórica porque, además de la valiosa mercancía, a bordo había un derrotero con información importante sobre las rutas comerciales con las Indias Orientales que los ingleses ignoraban hasta entonces.

Y «Don Alonso de Baçan, pese a tener una gran flota, perdió la Santa Cruz y la Madre de Dios, siendo deshonrado por su príncipe por esta negligencia» (Richard Hakluyt-1904).

Pedro de Zubiaur fue nombrado Capitán General de la Armada Real del Mar Océano el 3 de junio de 1597. El 24 de mayo de 1605 zarpó de Lisboa al mando de ocho galeones y dos fragatas, con la misión de trasportar dos mil cuatrocientos hombres a Flandes. En el Canal de la Mancha, se encontraron con una flota holandesa de 80 barcos del almirante Hatwain.

Del puerto de Dunkerque zarparon cuatro galeones para auxiliar a los españoles, pero aún no eran suficientes. Zubiaur resultó gravemente herido y tras perder dos barcos y 400 hombres, logró refugiarse en Dover bajo la protección inglesa, ahora aliada de España. Sus heridas fueron tan graves que murió allí el 2 de agosto de 1605. Su cuerpo se embalsamó el 6 de agosto, y  metido en una caja de plomo fue transportado a Bilbao para su inhumación.

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