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jueves, marzo 30, 2023

Xacobeo 2021: la Puerta Santa de Finisterre

-Juan Gabriel Satti Bouzas-

Los mayores del pueblo recuerdan la apertura de la Puerta Santa fisterrana en el jacobeo del año 1948 por el entonces párroco don Juan Bueno Bueno; en el de 1954 fue don José Otero González quien colocó las puertas de madera que se ven hoy; en 1965 don Luciano Moreira Carracedo abre con el apoyo del alcalde Alfonso Francisco Lado de Pomiano, al tiempo que presentaban un plan de reactivación del camino al fin del mundo que fue rechazado en Santiago; para el de 1971 incluso se organizó una excursión a la Catedral donde a disgusto de la comitiva, esta fue relegada a un rincón apartado; la desidia fue tal en las décadas sucesivas, que don Luciano se negó a abrirla en el jacobeo de 1993 (Actas V C.I.X. 1999) en señal de protesta pública cuando el Camino recibía un nuevo impulso desde la Xunta de Galicia, que oficializó Fisterra Fin do Camiño en contra de los intereses compostelanos.

Foto realizada por Fernández Oxea durante su visita en 1956, él cual apunta que se encontraba tapiada por dentro (suponemos que para cumplir el rito)

Luego, debido a unos sucesión de robos de joyas a los Santos se clausuró y el actual párroco don Agustín Fariña solía abrirla en Domingo de Ramos y “a petición de grupos de caminantes o de personas que se acercaban a la iglesia y lo solicitaban allí” (La Voz de Galicia 20/01/2010).

La primera vez en la historia de los años jubilares que se abrió una Puerta Santa, según testimonio escrito de Giovanni Rucellai de Viterbo (1450), fue a instancia del Papa Martín V en 1423, en la basílica de San Juan de Letrán. En ese tiempo los jubileos se celebraban cada 33 años y en el Vaticano se inicia la tradición en la Navidad de 1499. En esa ocasión, el Papa Alejandro Vl quiso que fueran abiertas no solamente en San Juan de Letrán, sino también en las demás basílicas mayores de Roma: San Pedro, Santa María la Mayor y San Pablo extramuros.
Este mismo Papa dispuso el ritual de apertura que quedó definitivamente definido en 1525.

Inspirado en la ceremonia iniciada en los años santos de Roma, el arzobispo Alonso Fonseca III (en cuyo mandato se celebraron los jacobeos de 1507, 1512 y 1518) encomienda exprofeso una modesta apertura en la cabecera catedralicia que da a la plaza de la Quintana, como símbolo tradicional para los años santos compostelanos. Pero no es la única.

En efecto, las cuatro Puertas del Perdón a lo largo del Camino de Santiago son: la de San Isidoro de León, Villafranca del Bierzo, la compostelana Puerta Santa y la de Santa María de Finisterre. 

Puerta Santa de Santiago rodeada de santos, a lo que una teoría apunta que un apostolado pétreo que hay en Fisterra sería el dintel original de su puerta (foto catedraldesantiago.online)

Al contrario de lo que muchos piensan no se ganan indulgencias atravesando estas puertas, en todo caso dispensas por no poder realizar el Camino por causas de fuerza mayor; pues para ganar la indulgencia plenaria son necesarias otras acciones como orar por las intenciones del Papa, rezar el Credo y el Padre Nuestro o recibir la Comunión una vez llegados al templo.

Se ganaban aunque no sea año jubilar, 200 días de remisión de pena para quien participase en la misa del altar mayor de la catedral; 600 días y la tercera parte de la pena participando en la vigilia y fiesta del Apóstol; un tercio de la pena por la peregrinación a Santiago y, sobre todo, indulgencia plenaria si el peregrino fallecía en el Camino (xacopedia.com).

La puerta de Fisterra no consta dispensas por pura lógica, pues es la última del camino pero sí pudiera tener relación con las indulgencias a los peregrinos que navegaban a Santiago o hacia las cruzadas (véase mi artículo “La ruta marítima por Fisterra a Compostela” 2017).

El papa Calixto II, a principios del siglo XII, acordó ofrecer a los peregrinos ingleses que fuesen dos veces a Santiago concesiones semejantes a las de Roma y el papa Inocencio III en el siglo XIII otorga las mismas indulgencias que las romanas a quienes iban camino de las cruzadas.

«De uno de éstos deballó/ El que después combatió/ Dando las manoplas francas,/ Y el castillo recobró/ Mas su renombre mudó/ Porque armado de ARMAS BLANCAS/ Al de ARMAS NEGRAS venció» (foto y diseño J. G. Satti)

En la Gran Enciclopedia Gallega, al reseñarse la historia de la iglesia de Santa María de Fisterra, se describe la actual Capilla del Carmen (antigua del Rosario) de estilo plateresco y aludiendo conjuntamente a sus patrocinadores en los términos siguientes:

“Escritura de fundación e institución de la Capilla de Nuestra Sra. del Rosario colocada en la Yglesia Parrochial de la Villa de Finisterre, la cual dotó y Fundó Maria Blanca biuda que finco de Fernando de Mallo, mercader, año (1)534”.

Y sobre el dintel apenas legible se adivina «hizo esta puerta y capilla María Blanca”,  flanqueada por los blasones familiares y una pequeña cruz de San Juan indicando su importancia como la de Santiago es señalada por otra cruz en una de sus jambas.

El origen legendario del apellido Blanca o Blancas, se recoge en “Coronaciones de los Serenissimos Reyes de Aragón” escrito por Jerónimo de Blancas y Tomás, (¿? – 1590) que fue un latinista, historiador y cronista del Reino de Aragón, editado por Juan Francisco Andrés de Uztarroz en 1641. Allí se narra la hazaña del caballero aragonés Martín Martínez de Gombalde armado con armas blancas, que recuperó un castillo en manos castellanas en un duelo con su alcalde, que estaba armado con armas negras.

El primer registro sobre la familia es cuando el monasterio de San Justo de Toxosoutos otorga en el s XV en censo perpetuo a «Fernán dal Mallo (Reino) y a su mujer Marina Blanca una casa, con su terreno, sita en la feligresía de Santa María de Finisterra» (foto y diseño J. G. Satti)

La historia recogida por el rey (cronista) de armas de Fernando II, en su `Nobiliario´ hace constar que el vencedor hizo cambiar su antiguo apellido por el de Blancha o Blancas, y con ello el emblema de su escudo.

Así el que vemos en Fisterra es un escudo medio partido y cortado con dos caballeros afrontados con armadura y un brazo armado con una espada, la cual invade el cuartel primero contraviniendo las reglas de blasonado. Pero quizás indicando que es el mismo dueño. La leyenda desgastada por el tiempo parece decir María Blanca.

El otro escudo es el de su marido Fernando de Almallo de Reino: en campo de azur estilete y bezantes de oro (véase mi artículo sobre casas nobles de Fisterra: los Reino ).

En cuanto al ceremonial de apertura de la Puerta Santa de Finisterre sería el siguiente:

El rito marca la salida con la proclamación del evangelio de san Lucas en procesión hacia la sagrada abertura donde el sacerdote pronuncia las siguientes palabras:

“Haec porta Domini” (Esta es la puerta del Señor) y da un golpe con el martillo ceremonial.

A lo que se responde: “Iusti intrabunt in eam” (Los justos entrarán por ella). 

“Introibo in domum tuam, Domine” (Entraré en tu casa, Señor) y da otro golpe.

R.: “Adorabo ad templum sanctum tuum” (Te adoraré en tu templo santo).

“Aperite mihi portas iustitiæ” (Abrid las puertas de la justicia) y tercer golpe.

R.: Ingressus in eas, confitebor Domino (Entraremos por ella para dar gracias al Señor).

Dando paso a la lectura del evangelio según san Juan (10, 9): “Yo soy la puerta; si uno entra por mí, se salvará”. Este año el oficiante del acto es el padre John Paul Britto Celestine en ausencia del titular Agustín Fariña.

El ornamento de la Puerta Santa muestra una clara influencia del estilo cisneriano de Egas, como se ve en la comparativa con la de la Magistral de Alcalá de Henares

La puerta tiene una evidente relación simbólica con los ritos de paso a una nueva vida y con una revelación iniciática al cruzarla. Lucas, 13:22: «Esfuércense por entrar por la puerta angosta, porque yo les digo que muchos tratarán de entrar y no lo lograrán”.

No es casual que también encontremos una figura en espiral o laberinto grabada junto a esta entrada santa. Pues el laberinto tiene una doble razón de ser, en cuanto permite o veda, según los casos, el acceso a determinado lugar donde no todos pueden penetrar indistintamente y tan sólo los que están cualificados podrán recorrerlo hasta el fin. Y del que el “juego de la oca” y su vinculación al camino de Santiago, es una imagen más de las vicisitudes de la vida espiritual.

Cruz en la Puerta Santa con pila de la Catedral de Santiago y detalle de la cruz de Fisterra, a la que está grabado muy cerca el espiral (foto J. G. Satti).

Antiguamente la puerta de estilo Egas cisneriano estaba tapiada como se ve en dibujos de 1930 del padre Nolasco Gaite, por lo que explica el uso de un martillo de albañil para derribarla y un pedestal donde se colocaban los utensilios liturgicos.

Dibujo del padre Nolasco Gaite (Fundación Barrie) donde se aprecia un pilar que tiene visos de haber ido a formar parte de una fuente con la pila que completa el conjunto. No es concluyente.

Y si el visitante se fascina con lo bello y enigmático de este ritual, no menos se sorprenderá de ver en el bestiario de un capitel de los arcos que sostienen el coro, a un «demonio» cuyo rostro se forma al converger dos chivos en el canto de la moldura. Está de cara a la Puerta Santa sacando la lengua y sonriéndole a aquellos que la atraviesan en años jacobeos, especialmente el primero suele ser el sacerdote que la abre topándose con la mofa que un tallador imaginero dejó como testimonio de su espíritu burlón.

Nótese la semejanza del demonio de Fisterra que mira hacia la Puerta Santa, con el de la pintura «San Miguel triunfante sobre el demonio» (1468 – The National Gallery, Londres) del pintor español más importante del siglo XV Bartolomé Bermejo (1440-1501) (foto J. G. Satti).

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