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viernes, marzo 22, 2024

Los lejanos peregrinos jacobeos de la tierra del Vákner (San Martiño y su tiempo) II

– Rafael Lema – Accede al capítulo anterior en este enlace

Otro enlace croata-gallego es san Martiño de Braga, al apóstol de la Galicia sueva y uno de los más populares santos de nuestra región. Miembro de una importante familia romana originaria de la Panonia, pero más que probable joven monje istrio; en unos Balcanes punto de partida de otra etnia enraizada en su tierra de misión, los suevos. Y de los celtas, los visigodos, todos viejos conocidos de nuestra Historia común. Panonia y Dalmacia en época romana son partes de un mismo grupo étnico y cultural; bien unidas en la provincia de Dalmacia o de Iliria, como divididas tras los no pocos levantamientos de sus naturales contra Roma.

Formarán el reino de Croacia al final del milenio. Sus centros urbanos y puertos aparecen plenamente romanizados en el siglo IV, pero sufren la invasión goda (hérulos, ostrogodos) en 476, hasta que Justiniano ocupa parte de Dalmacia en el 532, aunque seguirá luchando contra los ostrogodos hasta 552. Justiniano y Teodora, con la fiel espada de Belisario, mantienen en tiempo de Martiño bajo su poder solo la parte costera dálmata y una porción de la península de Istria. 

Croacia

Apóstol de la Galicia Sueva

Por tanto es en la zona croata bizantina donde se cría y tuvo que nacer nuestro apóstol, tan versado en la cultura latina como en la griega. La península Istria en su cara occidental formaba parte de Italia, lindante con la Panonia y la Dalmacia, con una población mayormente latina, que aún hoy conserva el italiano como segunda lengua. La sede del Corrector Venetiarum et Histrae y del patriarcado que ocupa la región natal de Martiño es la ciudad italiana de Aquileia (Udine); faro administrativo, cultural, comercial, religioso; destino de una ruta marítima al Oriente y África, por ello centro de una cosmopolita colonia de italos, celtas, ilirios, griegos, egipcios, judios, sirios. De esta urbe salían las vías a Panonia, por Aemona (Liubliana) y Sirmium (Sremska Mitrovka); a la Tarsática, por Fiume (Rijeka) y Siscia (Sisak); a Tergeste (Trieste) e Istria.

En tiempos de Martiño las tierras de los panonios y buena parte de los dálmatas habían sido invadidas por pueblos bárbaros y la colonia latina (sobre todo la aristocracia y clero) que no fue aniquilada tuvo que huir a la estrecha franja friulana e istria protegida por los bizantinos. En las islas istrias se refugiaron monjes y en sus ciudades costeras las élites exiliadas como la familia de Martiño. Eran las salidas naturales marítimas de la Panonia: Rijeka (Fiume), Tergeste (Trieste), Pola. En este triángulo se crió el joven Martiño, en unos años realmente complicados en este territorio de frontera, en plena contienda bélica, lleno de refugiados, con el gran foco religioso de Aquileia arrasado. La cultura y la Iglesia buscaban la defensa de las islas, una de ellas empezaba su camino en la historia: Venecia.

El cristianismo en Galicia desde el siglo IV

Formando parte del Imperio Romano, las costas del Adriático mantuvieron una fluida relación con las hispanas; también con las gallegas, con parada en Gades. Por ejemplo, en Venecia y Rávena honran a san Vidal, legionario hispano martirizado en Italia en el 293.A la Galicia romana llegaron religiones periféricas orientales y norteafricanas con comerciantes y legionarios. Por ejemplo la Legio X Gemina permanece en Hispania hasta el año 63 d.C., cuando se desplaza a Carnuntum (Panonia) para ocupar el lugar dejado por la XV Apollinaris, trasladada a Alejandría y a Judea. En el año 68 d. C. regresa a Hispania. En las tierras croatas se encontraron algunas lápidas de estos soldados hispanos, como el galaico lucense Lvcivs Valerivs Galenvs.

Desde el siglo IV descolla en Galicia el cristianismo como una realidad religiosa y social, se hace popular. Paulo Orosio viaja por el mundo romano y convive con san Agustín del que es fiel seguidor. Hidacio de Chaves continúa la crónica cristiana de san Jerónimo. El fenómeno del priscilianismo llegará con su eco al Adriático. Figuras eclesiásticas nacidas en tierras «croatas» serán testigos del proceso contra el priscilianismo y por tanto conocerán bien la situación y las luchas en la Iglesia hispana y galaica ya en el siglo IV (san Jerónimo, san Martín de Tours). El papa gallego san Dámaso, defensor de su desgraciado compatriota Prisciliano, tendrá como secretario al futuro san Jerónimo.

Rafael Lema

Los tiempos de San Martiño

Los tiempos de san Martiño, con eslavos y ávaros dominando la Panonia y los ostrogodos la mayor parte de Italia, son los de san Benito y de Gregorio el Magno, los de una nueva ansia de expansión del mensaje de salvación, del monacato, de las misiones a las más remotas regiones y entre los pueblos más alejados de la civilización latina. La lucha contra la herejía y la barbarie.

Como antes avancé, desde el 535 los bizantinos inician también la Recuperatio Imperii ocupando la costa dálmata y parte de Istria. Pola había sido la base romana de referencia en Istria y mantenía su vigencia con los bizantinos. Los romanos la dejaron bien comunicada por mar y tierra con Aquileia, Ravenna, Aruimiun, Ancona (en la costa italiana), y con los otros enclaves dálmatas (Rijeka, Salona, Zadar). 

Las referencias culturales y los posibles centros de estudio eclesiástico para panonios y dálmatas no se encontraban habilitados en tiempos del monje Martiño, por ello se tuvo que iniciar en las villas costeras o cenobios insulares istrios y enseguida marchó de peregrino a Tierra Santa, bajo el manto de la Iglesia de Bizancio. El patriarca de Aquileia (Udine) y luego el de Rávena, bajo cuya mitra estaban las costas istrias, languidecen en tiempos de san Martiño.

En 540, en el curso de la agresiva política imperial del emperador Justiniano, Rávena fue conquistada por el general bizantino Belisario, aunque sería posteriormente recuperada por los ostrogodos y vuelta a conquistar para Bizancio por el general Narsés en 552, que había reemplazado a Belisario por voluntad del emperador. La más influyente ciudad romana de este espacio, Aquileia, destruida por hunos y lombardos, buscó refugio a sus libros y reliquias, asentándose sus ciudadanos en Grado y la incipiente Venecia.

Difusión del Evangelio del Obispo de Braga

En esta nueva era de reyes bajo palio, de grandes misioneros, Martiño aceptó la oferta de la corte imperial bizantina de llevar el Evangelio al extremo del mundo, como Cristo ordenó. Su acción desde la capital galaica, siendo obispo de Braga, será inmensa. Los suevos llegan en el 411 a Galicia y crean un reino que suplanta al poder romano. Desde inicios del siglo VI logran una pacificación y cristianización política del territorio de la antigua Gallaecia romana, y ya podemos hablar no de reyes suevos sino de un reino gallego. Los soberanos aceptan el Cristianismo y favorecen el desarrollo de la Iglesia bajo la dirección de San Martiño de Braga.

Los reyes cristianos de Galicia logran la tolerancia y la convivencia pacífica con los grupos romano-galaicos, protegen el reino contra astures y cántabros, entablan relaciones políticas y culturales con reinos cristianos como los francos y bizantinos, hacen prevalecer la jerarquía católica frente a comunidades cristianas de procedencia priscilianista.

En el 550 el monje Martiño es enviado por Justiniano en misión diplomática al norte en «the westward journey», al tiempo que el emperador crea en el sur su provincia de Spania, en tierra visigoda, vía militari. De la bella costa de Dalmacia que formaba parte del Bizancio de Justiniano y Teodora, partió el monje, «por mar al Finis Terrae», como dejó escrito. Su familia podía proceder de Siscia (Sisak), Aemona (Liublana). Pero aunque esta revisión biográfica excede por dimensión a este artículo veo en su labor pastoral gallega, por vía monacal, (con las mandas de Agustín y Jerónimo del brazo) unos inicios de aprendizaje en centros como Pola, Sibenik o la abadía de Krk. Desde las liberadas costas istrias llegó por mar al reino de Galicia, por una contrastada ruta comercial. Su cuerpo croata descansa en la catedral de Braga, capital inmortal de la Gallaecia sueva.

Proyección cristiana hacia el exterior

En Galicia sigue vigente una fuerte proyección cristiana hacia el exterior, con escritores eclesiásticos de primera linea, relaciones constantes con otras iglesias, sobre todo con las norteafricanas y con los obispos de Roma. Al igual que en otras regiones cristianas en el siglo V arraiga el monacato.

El caso gallego, por mano de Martiño, sigue el ejemplo de los monasterios balcánicos (fuertemente influenciados por el ejemplo oriental, egipcio). Es un monje con una misión eclesial y de pacificación del reino suevo. Hombre culto y experimentado, testigo de las luchas doctrinales en el Oriente egipcio y sirio, de la nueva experiencia religiosa del desierto de Egipto. Pertenece a la costa de la actual Croacia, frontera greco-latina, divisoria entre los imperios de Oriente y Occidente. Mantiene una relación epistolar con los poderes de su tiempo (usando, como el comercio, el medio marino evitando el hostil territorio visigodo) y vierte en libros ideas teológicas y de sentido social; versado en latín y griego como hombre de frontera; también en el conocimiento en su propia tierra del mundo pagano céltico y germánico que hallará en la tierra de promisión. 

Organiza desde Braga un monacato con aires agustinianos, de alta cultura, pero adaptado a la demanda galaica, a la cultura ancestral de la tierra, sus ritos y costumbres, la organización tribal. Tres décadas de intensa actividad dejan un legado impresionante, que converge con el monacato de Fructuoso e Isidoro, y ofrece el contexto cultural más rico de la Península entrando el siglo VII en una población ya intensamente cristianizada, con unas bases tan fuertes, tan arraigadas en la sociedad, que aún formando ya parte del decadente reino godo resistieron las incursiones árabes; mientras la élite noble y eclesiástica goda, lejos de resistir heroicamente en las montañas cántabras como quiere la falsaria tradición reinventada siglos después, colabora con el invasor o huye al sur de Francia.

El avance islámico no llega al Tambre, apenas rebasa el Miño y por corto espacio temporal. El reino suevo en su apogeo desplegaba una importante actividad díplomática, enviando delegaciones a Constantinopla y a Tours, al mismo tiempo que mantenía una asidua comunicación por mar con la Galia merovingia. El poder naval y el comercio gallego con el Mediterráneo, incluso con el mundo bizantino (con escala en Alejandría, Cartago), siguió con los visigodos.

El reino de los suevos Finis Terrae

Gallaecia era un reino cristiano independiente de Roma, pero fuera del catolicismo. El arrianismo manda entre los dirigentes y las corrientes paganas dominan en el pueblo. Es por ello tierra de misión en el fin del mundo para un inquieto personaje como Martiño, que denomina al reino de los suevos Finis Terrae. La antigua provincia romana había contado con otros patriarcas y obispos que implantaron la fe de Cristo, mantenía comunidades de creyentes, ahora en precario, por ello Martiño habla de restauración. Pudo arribar por haber una previa demanda de peregrinos hispanos, la petición de algún eclesiástico bizantino o iniciativa propia, para aprovechar el retorno de una delegación sueva enviada a Tours. 

En esta ciudad gala había deslumbrado otro compatriota (del que toma nombre y ejemplo de vida) muy venerado en Braga, san Martín. Militar e hijo de oficial romano, nacido en la Panonia Sabaria (Szombathely-Hungría) en 315, cuando el territorio deja de ser de Constantinopla y se incorpora a la Dalmacia bajo el poder de Roma. Ferreiro piensa que, habiendo sido Panonia patria de los suevos, nuestro Martiño deseó convertir a sus hermanos de etnia (ahora arrianos por presión visigoda) y lo mismo le habría ocurrido al compatriota y homónimo de Tours. Pero veo sobre todo tras la misión la mano política del soberano ungido Justiniano y su ideal de llegar al confín del imperio, consolidar sus posesiones béticas con un nuevo frente contra los godos. Su origen, el viaje marino desde el Adriático, sus maestros, nos llegan por sus propios escritos, y en las voces de los grandes de su tiempo. Vino por mar, atravesando los anchos mares, desde Oriente, confirman las fuentes.

San Isidoro y la primera biografía de San Martín de Braga

San Isidoro, en su De viris illustribus, realizó la primera biografía de Martín de Braga: «Martín, el santo Pontífice del monasterio de Dumio, llegó a Galicia por mar desde las tierras de Oriente. Allí, tras haber convertido al pueblo suevo de la impiedad arriana a la fe católica, fijo la norma de la fe y de la santa religión, consolidó las iglesias, fundó monasterios y puso por escrito numerosas enseñanzas para la formación religiosa. Yo, por mi parte, he leído su libro sobre «Las diferencias entre las cuatro virtudes» y otro volumen de epístolas, en las que exhorta a la enmienda de la vida y a la práctica de la fe, a la insistencia en la oración y al reparto de limosnas, y, sobre todo, al cultivo de todas las virtudes y de la religión. Floreció bajo el rey de los suevos Teodomiro, en la época en que Justiniano y Atanagildo ejercieron el poder en el imperio y en España».

San Martiño muere hacia 579-580 y es enterrado en la capilla de San Martín de Tours del monasterio de Dumio, en un sarcófago donde se labra un epitafio redactado por él mismo en hexámetros: «Nacido en Panonia, llegué atravesando los anchos mares y arrastrado por un instinto divino, a esta tierra gallega, que me acogió en su seno. Fui consagrado obispo en esta iglesia tuya, ¡oh glorioso confesor San Martín!; restauré la religión y las cosas sagradas, y habiéndome esforzado por seguir tus huellas, yo, tu servidor Martín, que tengo tu nombre, pero no tus méritos, descanso aquí en la paz de Cristo».

Entre las grandes influencias que recibe san Martiño se encuentran las de dos celebridades balcánicas. Una nada menos que el dálmata san Jerónimo. Otro, Juan Cassiano. Y en la Aquileia friuliana, patria del papa san Pío, a cuyo patriarcado pertenece la tierra istria y dálmata, ejercen otros dos maestros, relacionados -como no- con el gran Jerónimo: Rufino de Aquileia y Heliodoro de Altino. El primero nacido en la ciudad de su episcopado; el segundo, dálmata. Contemporáneos y amigos de san Jerónimo, acompañan al Doctor de la Iglesia en sus experiencias anacoretas en Oriente.

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