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viernes, marzo 22, 2024

Francisco Pérez de Lema: un ministro `fisterrán´ en la corte de Carlos IV

Juan Gabriel Satti Bouzas

Don Francisco Pérez de Lema nació en Alcoy (Alicante) el 26 de septiembre de 1742 llegando a ser Ministro del Supremo Consejo de Guerra, de la Subdelegacion general de bienes mostrencos, vacantes y abintestados del reino y sus islas adyacentes en la corte del Rey Carlos IV.
Estudió en la Real Academia de Leyes de estos Reynos y de Derecho Público, de la que fue uno de sus presidentes y donde se pronunció así en 1778:

“A esta Academia no sólo venimos a aprender los derechos de que se forma la Justicia, venimos también a aprender el método más fácil y seguro para conseguirlo. No quiero decir que no se estudien y respeten las doctrinas de nuestros mayores y maestros, sino que no se admitan como máximas antes de haberlas examinado y conocido con evidencia por tales en sí mismas, y sin otro respeto que el de la verdad en su origen, siempre pura y siempre saludable”.

Hizo carrera en la Secretaría del Despacho de Estado, a la que se incorporó el 28 de abril de 1780 en calidad de oficial octavo. Ascendió a oficial séptimo (14 de febrero de 1783) y sexto (11 de noviembre de 1783).

El Conde de Floridablanca junto a Goya y Sabatini. Fue gran valedor y amigo de Pérez de Lema.

Bajo la protección del Conde de Floridablanca dejó la Secretaría el 19 de septiembre de 1785, por haber sido promovido a consejero togado (1/09/1785 – 1/05/1790) de continua asistencia del Consejo de Guerra durante el reinado de Carlos III.

Allí pasó a formar parte de lo que se denominaba “Los Golillas”. Estos eran los colegiales que se habían formado en los elitistas colegios mayores de las universidades de Salamanca, Valladolid o Alcalá de Henares (lo que les garantizaba los mejores puestos en las instituciones de poder político y religioso). También se utilizaba el mote golilla para cualquier personaje de la Corte o cargo público que no fuera militar. Esta oposición se hizo evidente especialmente a partir del siglo XVIII, a medida que se fue estableciendo una carrera militar institucionalizada.

Un ejemplo de ello es un suceso que involucra a nuestro protagonista y da una idea de sus valores ético-morales.

El 4 de febrero de 1786, el consejero de guerra Francisco Pérez de Lema, escribe a su “amigo” Floridablanca quejándose de la inquina con la que lo trataban los consejeros militares. El togado buscaba el apoyo del Conde que llevaba años lidiando contra los “antigolillistas”.

La sesión del día anterior causó malestar en ese grupo cuando se leyó la decisión regia de darle la razón a Lema en su voto a favor de que se equiparasen los castigos a la tropa tanto en tierra como embarcada. A los militares no les gustó que “un covachuelo inserto en golilla les diese reglas”.

Peor fue con el caso de Agustín Morales, soldado del regimiento de Guadalajara, quien fuera castigado por haber llegado tarde a la lectura de la lista y blasfemar contra la virgen en estado de ebriedad. Al oírle su sargento segundo, fue a castigarlo violentamente y el soldado se defendió agrediendo a su vez a su superior. Un consejo de oficiales lo había condenado a muerte, con la anuencia de los dos fiscales del Consejo que estaban a favor de la ejecución del procesado.

Grupo de golillas con  los característicos atuendos negros de los miembros de la Cámara de Castilla en la jura de Fernando VII como principe de Asturias.

Pérez de Lema hizo un largo alegato para que Morales permute la condena por una pena de seis años de presidio. Consideraba que la ordenanza aplicada era errónea pues la diferencia de rango de Morales con su superior era pequeña y que la borrachera y la agresión previa eran atenuantes.

En opinión del golilla, un superior que agredía a un inferior quedaba automáticamente desprovisto de su rango. En términos más humanos que legales, apelaba a la empatía de los presentes para que se pusieran en lugar del reo y lo juzgasen “como nosotros quisiéramos que nos juzgasen si fuésemos soldados (…) un exceso que entre las manos de la justicia ordinaria apenas sería castigado con ocho días de cárcel”.

Opinaba Lema que el fiscal se había dejado llevar por su “celo por el honor de la Virgen” y había querido hacer de aquel “miserable” una “víctima para el escarnio público”, añadiendo: “Soséguese pues el Señor Fiscal seguro de que la Virgen no se dará por ofendida de las palabras de un hombre delirante que no ha estado notado de semejante vicio de blasfemo”.

De nada sirvieron sus palabras puesto que los consejeros refrendaron la condena a muerte y pidieron que se reprendiera al asesor que la había suspendido. Tanto Lema como otros dos consejeros togados se opusieron a la represalia contra el asesor, a la vez que pedía a Floridablanca que detuviese el castigo para que se pudiese poner algún freno al “despotismo de los militares”; intentando además que se reformasen las ordenanzas castrenses.

 Provisión de hidalguía del Ministro 1788 (PARES).

Evidentemente acusaba a los oficiales doblemente por “el rigor con que tratan a la tropa cuando ofende un ápice de sus preeminencias y la blandura con que la tratan cuando atropellan a los vasallos del rey”. Don Francisco relata que Don Antonio Ricardos “volvió a insultarle (…) diciendo que me había metido a defender al reo contra lo que debía”. Pero, según cuenta el mismo jurisconsulto, no se arredró y puso al general “como un trapo”, dejándolo callado “como un puto” (“La oficialidad del ejército y la marina borbónicos: reformismo, fidelidad e identidad (1750-1808)”, Antonio Calvo Maturana 2016-http://dxd.oi.org/10.5209/CHMO.53819).

El 1 de mayo de 1790, a petición propia, Pérez de Lema quedó exonerado de los trabajos del Consejo, aunque conservó la plaza, sueldo y comisiones que tenía. Cuatro años después, dimitió de la subdelegación general de bienes mostrencos, vacantes y abintestatos del reino (25 de marzo).

Con motivo de la firma del Tratado de Basilea entre la República Francesa y la monarquía española de Carlos IV (el 22 de julio de 1795 en aquella localidad suiza) que puso fin a la Guerra de la Convención entre los dos países que se iniciara en 1793 y que había resultado un desastre para la monarquía española; Francisco recibió los honores de consejero de Estado en septiembre de aquel año. Y finalmente ministro honorario del Consejo de Estado (G. For. / 1798).

Pruebas documentales aportadas por la Proveeduría de la Justicia de Finisterre (PARES).

Como Ministro del Supremo Consejo de la Guerra tuvo que redactar un informe preliminar a petición del duque de la Alcudia Godoy de la llamada Conspiración de San Blas. Fue una trama política que se produjo contra el reinado de Carlos IV, y denominada así porque fue descubierta el 3 de febrero de 1795, día de San Blas.

Existe copia del proceso en el Archivo central de Alcalá de Henares con el número 3.245 entre los documentos de Estado, y consta de unos 2 mil folios que Lema estudió en 20 días.

En él se encuentra un razonado y favorable informe suscripto por el letrado con fecha de 19 de Julio de 1796; según dice, el objeto de la conspiración era “trastornar el orden político de España, en sentido republicano, para lo cual habían tenido conversaciones, discursos y tratos en varios parajes secretos”.

“Para llevar Picornell y Gomila á cabo su idea y servirse de otro de los reos con el fin de copiar un Manifiesto ó Proclama y una Instrucción que en doce capítulos ó proposiciones había escrito para repartirla al pueblo, le sacó de la casa donde se hospedaba y le colocó en una posada de la calle de Avapiés, cuyo dueño era hermano del conserje ó portero que tenía la Logia de la misma calle en la casa del número 4. Mudó después de opinión, le llevó á la calle del Bastero, á la casa de la Logia, y pocos días más tarde á la de San Isidro, en el barrio de las Vistillas, adonde se mudó con él, abandonando á su mujer y fingiendo que salía de Madrid con cierta comisión al cercano lugar de Parla.

Árbol genealógico paterno aportado por el Ministro con su ascendencia fisterrana (PARES).

Alguien lo vigilaba á la sazón, pues se cortó la barba, mudó de ropas, se puso los apellidos Álvarez y Obispo y se trasladó á la calle de Buenavista, en los altos de un grande almacén de vinos, donde había un templo masónico. Las noches del 30 y 31 de Enero se hospedó en casa de Santos Rangel, ebanista de la calle de Hortaleza y francmasón; y las del 1 y 2 de Febrero en una taberna de la plaza de Avapiés, desde la cual volvió á la de Buenavista, á un sótano o cuarto bajo interior, donde él y sus colegas depositaron cajas de armas y municiones. Súpose después que los papeles los habían llevado á doña Feliciana Obispo, esposa de Picornell y Gomila, que por haberlos quemado en el patio de su casa fue presa con su hijo Juan, joven de trece años.

La conspiración fracasó por la delación del fundidor Hernández y del bordador Bodas. En ella entraban también elementos militares; pero como los procesados no quisieron declarar, no supo el Gobierno qué fuerzas había comprometidas.

Blasones familiares del Ministro que corresponden con la casa de Cores, Cee y Buitureira

El proceso se terminó con brevedad. Al médico Villalva le condenaron á cuatro años de destierro de la corte y sitios reales; á Picornell, Lax, Cortés, Garasa y Pons á la horca y confiscación de bienes. En vísperas de ponerse á los reos en capilla, el embajador francés presentó al ministro de Estado una nota en que protestaba contra la ejecución de la sentencia, pues su Gobierno entendía “que no podía ejecutarse á nadie por delitos políticos” (“La masonería en España: Ensayo histórico”, Mariano Tirado y Rojas -1892).

Finalmente, Pérez de Lema aconseja “que se vea, considere y resuelva por la Augusta Persona del Rey, si será más útil y decoroso adoptar otro castigo que, dejando bien puesta la Majestad y dignidad de su Corona, no ofenda en cosa alguna la rectitud de la justicia; mayormente notándose en el proceso algunos defectos capitales que lo hacen ilegal”. 

Se reunieron a deliberar los ministros, conferenciaron los del Consejo de Castilla, y el 25 de Julio de 1796, el rey les conmutó la pena por la de prisión perpetua. Picornell fue desterrado a Panamá. Lax y Andrés a Puerto Cabello. Cortés a Portovelo.

Este fue uno de los últimos actos de servicio de Don Francisco, desconociéndose la fecha de su fallecimiento. Era caballero pensionista de la Orden de Carlos III por decreto del 14 de marzo de 1788. Pues, había obtenido Real Provisión de hidalguía en Valladolid, el 20 de julio de 1784, y en Madrid, el 3 de agosto de 1784. Gracias a lo cual se puede establecer el origen familiar.

En efecto, existe un legajo titulado “Prueba de la nobleza e hidalguía de sangre del señor don Francisco Pérez de Lema, Secretario de S. M. y oficial de la primera Secretaría de Estado; por las dos lignias rectas baroniles paterna y materna, de la que ha dado fee don Ramón Romero Pimentel y Leis, escrivano de S. M. y jubilado de la Visita General de Tavacos. Año de 1781”. 

Y conserva el árbol genealógico con tres escudos de las casas de Cores, Cee y Buitureira.

El blasón de la Casa de Cores (en San Juan de Barcala) está compuesto de cuatro cuarteles; que son en el primero las armas de los Bermúdez, en el segundo el pino y la cinco lanzas de los Leis, el tercero lleva las cinco estrellas y media luna de los Luaces y el último las cinco hojas de higuera de los Figueroa.

La Casa de Cee, perteneció a Don Felix Pérez Porrúa (ca. 1780) y tenía un escudo de armas cuartelado que consistía en un pino, seis roeles y dos castillos, viéndose a la puerta del inferior la figura de un animal que indica ser un perro (familias Piñeiro y Castro).

De la Casa de Buitureira, en Ponteceso, era dueño Don Alonso de Lema, que figura entre los hidalgos nombrados por Felipe II, en un despacho de 1570, con ocasión de las guerras contra los moriscos y que lo hace Señor de Berdoias.

En ella existía una piedra armera dividida en cuatro campos: un castillo y al lado un buitre, el otro tres estrellas y un corazón entre fajas (Rodríguez), luego tres flores de lis sobre una mano que empuña un bastón (Somoza), y el cuarto un pino y cinco lanzas (Leis).

El árbol genealógico de Don Francisco que acompaña la documentación parte de los bisabuelos paternos oriundos de San Juan de Sardiñeiro en Finisterre, de la siguiente manera:

D. Adrián Pérez Rodríguez (hijo de D. Juan Pérez Dorado, de la Casa de Cores, y Dª Catalina Rodríguez) nacido en Sardiñeiro 10/03/1660, Síndico de Fisterra en 1692. Ts. en Finisterre, 27 de enero de 1724. Casó en Sardiñeiro 17/06/1680 con Dª Dominga Suárez nacida en el mismo lugar el 18/05/1659, hija de D. Lorenzo Suárez (Procurador General de Fisterra en 1693) y Dª Alberta Rodríguez.

Tuvieron por hijo a D. Juan Pérez Suárez nacido también en Sardiñeiro 16/03/1681, hidalgo en 1704 y fº en Santa Comba en 1749. Casó en Entrecruces (Carballo) 15/05/1706 con Dª Bibiana de Lema Mouzo, de la Casa de Cee, nacida en San Ginés de Entrecruces 20/02/1683.

Tuvieron por hijo a D. Ignacio Pérez de Lema nacido en San Pedro de Santa Comba 27/06/1713. Hijodalgo notorio de sangre en 1737. Ts. en Alcoy 1/12/1781 y allí fº en 10/02/1782. Casó con Dª María Josefa López de Lema y Festa Bermúdez, de la Casa de Buitureira, que nació en Sta. Comba 3/02/1729. Y estos fueron los padres del Ministro Francisco Pérez de Lema.

Vista aérea de San Juan de Sardiñeiro, concello de Fisterra (foto XdG)

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