//Rafael Lema//
La abadía de San Julián y Santa María de Moraime (concello de Muxía, arciprestazgo de Nemancos) es el mejor ejemplo del románico comarcal. Le he dedicado en varias obras más de un centenar de páginas, pero hoy, al hilo de otro artículo sobre el templo vecino de Cereixo, quiero seguir analizando aspectos del misterio oculto de sus piedras desde nuevas perspectivas nunca antes exploradas. En este caso sigo con mi «teima» de buscar el simbolismo de los elementos arquitectónicos y escultóricos considerados solamente decorativos.
Son muchos los puntos de interés de este magnífico templo. No niego mi admiración por la puerta sur y su tímpano de la ultima cena, del mismo obradoiro que realizó la barca jacobea de Cereixo. Antes de avanzar en el estudio de otros relieves de interés empezaré por el final, el objetivo. El programa escultórico de esta singular puerta responde a la exaltación del sacramento eucarístico, desde la caída de Adán y Eva en el pecado al comer del fruto prohibido hasta que, redimidos, recibimos en forma de pan y vino el alimento de la salvación, el cuerpo y la sangre de Cristo, el cordero inmolado de la nueva alianza. Aspecto ya en su día apuntado por J. Sousa Jiménez.
Aparte de otras lecturas heterodoxas derivadas de la procedencia de los escultores cántabros que esculpieron el original tímpano de la última cena, destaco el oculto zodiaco que lo rodea, muy parecido al relieve del maestro Niccolo de la abadía piamontesa de la Sacra di San Michele, la que sirvió de inspiración a «El nombre de la rosa». Un portal extraño, de alta significación mistérica, en un «luogo magico». Dos monasterios magníficos, en lugares remotos, extremos, a cuyos templos de accede por escalinatas en bajada a modo de criptas (scaloni dei morti). Son más las influencias que he recogido en mis viajes por el norte de Italia de nuestro románico con el lombardo y el piamontés (Novalesa, Vezzolano, Valganna, Morimondo). Por supuesto, con el francés, a través de Compostela o de este obradoiro montañés. El lombardo catalán dejó su impronta en Vilanova, Mondoñedo, Toques, Viveiro.
Las escenas de esta portada prefiguran el emblema eucarístico (Daniel, Habacuc, San Miguel, aves, árbol de vida, el centauro, el guerrero enfrentado a un cuadrúpedo). Sería largo exponer ahora la simbología cristológica de todos estos temas. A la última cena en donde Cristo ofrece el pan y el vino se suma como colofón el agnus dei esculpido en el reverso del tímpano, con dos aves picoteando las uvas, los frutos de la viña, alimentándose de la sangre del salvador. No puede ser más clara la presencia de la eucaristía.
Los pórticos de vendaval de Moraime y Cereixo se complementan. En sus tímpanos un mismo grupo de personas (la Iglesia hispana, el Apostolado) se transforman como actores de dos escenas distintas, usando el mismo atrezzo (mesa-barca, olas-pliegues). Se coronan con un zigzag en Moraime (espiga) y unos arcos secantes en Cereixo (vid).
En Moraime, Cristo preside la cena pascual con los apóstoles, en este caso seis, aprovechando la forma del arco. Solo podemos reconocer a un san Juan «neno» elevado en su sueño (Interrogatio Ioanis, evangelio cátaro) y a san Pedro con las llaves. Esta tabla es la representación del apostolado, de la iglesia universal. «A táboa, a tabla» se sigue llamando la reunión de párrocos del arciprestazgo de Nemancos. Y nos hace pensar en la misma figuración del icono del tímpano de la portada occidental, con igual disposición (un personaje central bendiciendo, y tres a cada lado).
El abad y sus monjes son Jesús y los apóstoles. Tanto monta. Las siete iglesias proféticas, las siete del Apocalipsis, las siete de Asia. «Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro». En San Lorenzo de Uncastillo, la mesa-barca es la parrilla del mártir, rodeada por las mismas figuras de nuestros dos apostolados, con un sugerente crismón y numerosos «bolos». Para bolas, en todas sus versiones y bien diáfanas como el pan de Cristo, las de San Pedro de Dueñas; en donde luce el capitel de las «siete monjas», que no son otras que las siete iglesias a las que se dirige san Juan. La iglesia de Cristo. San Lorenzo trajo el Santo Grial al Camino de Santiago, dando pie a la crónica artúrica, y al escudo galaico.
¿Y la barca de Cereixo? También anuncia el apostolado. Si, narra el traslado del cuerpo de Santiago a Galicia, pero lo acompañan los siete varones apostólicos que crean la iglesia hispana, enviados por san Pedro. Son pues la iglesia universal. Si en la puerta principal de Moraime los monjes son los apóstoles, en Cereixo los discípulos de Santiago lo mismo, presididos por san Pedro.
En el relato de la vida de Pedro de Cafarnaúm hay un viaje en su barca de pescador por el mar galileo con los compañeros apóstoles, ya como padrón jerárquico tras la muerte del Mesías. Pedro va a la caña e invita a todos, uno a uno, a que compartan un tramo del viaje con el, porque la futura iglesia será una labor compartida, bajo un rumbo. En 1986 se descubrió en las cercanías del pueblo de Pedro una barca de su tiempo. Medía unos ocho metros de largo, tenía mástil y vela. La quilla era de cedro y las tablas de pino. Gastaba capacidad para al menos trece personas. Curioso número, Cristo y los doce. La barca es pues la mesa pascual (Cereixo es Moraime), la Iglesia Universal, el Apostolado.
LA PUERTA SUR DEL MAESTRO CÁNTABRO
Del mayor interés para este artículo es la puerta sur, datada entorno al 1200. El mismo taller en Cereixo levanta la puerta de vendaval (translatio) y la puerta oeste. Es el llamado maestro de la puerta sur de san Julián de Moraime. Realiza la puerta oeste de Santa Leocadia de Frixe y guarda vínculos temáticos con Santa María de Cambre. Un grupo llegado de la Trasmiera cántabra, con obras en Santander, Burgos, Palencia.
Al programa iconográfico descrito y su mensaje cristológico, eucarístico, vamos a sumar ahora una serie de relieves que pasan por decorativos y no lo son. Ayudan a describir el misterio de los canteros medievales, autores de una puerta compuesta por tres arquivoltas de medio punto, encerrando el famoso tímpano figurado de la última cena. Las columnas poseen bases áticas elevadas sobre plintos con motivos geométricos y vegetales: círculos secantes, festones de arquillos de medio punto, entrelazos y rosetas (como estrellas de seis puntas con otra menor central). Los fustes son monolíticos y decorados, de columnas entorchadas deudoras de Platerías o la desaparecida puerta norte de la catedral compostelana. Hay fustes estriados, helicoidales, de cintas entrelazadas, o en zigzag encerrando flores de lis. Los cimacios del lado izquierdo se decoran con los círculos secantes, cifrado característico del románico de la ría. A la derecha, palmetas anilladas.
Estos símbolos nos acercan al mensaje de la presencia de Cristo en la iglesia, a la que se accede por una entrada o aditum al espacio sagrado en donde se honra a Jesús, la Virgen y los santos, que interceden por el creyente. Espacio en donde están representados en piedra los objetos de devoción son las habitaciones del cielo, aula paradisi. El pórtico es parte de la iglesia, a imitación del Pórtico de la Gloria. En las basas, secantes y entrelazos son la vid, la sangre del Señor. Los arcos se vinculan a la espiga, su cuerpo. Aquí la rosa debemos entenderla como un cifrado especial, que explicaré al tratar las arquivoltas. Los fustes estriados son interpretaciones estilizadas de las columnas entorchadas o retorcidas centrales de la portada de Platerías.
En este caso, en cada una de las vueltas del fuste aparecen flores con una bolita en el centro, o bien grupos de tres bolitas. Son las flores del árbol de la redención, de la planta que nos da el vino, la sangre de Cristo. En el cimacio derecho de Moraime, la palmeta característica de Platerías; la que vemos en un friso del ábside de Bande rodeada de zarcillos y uvas. El zigzag responde a la imagen de los dientes de sierra, a la espiga (pan eucarístico).
La flor de lis es símbolo del mismo Cristo, que preside a los apóstoles de Alba de Tormes con un cetro de flor de lis. Aparece en los primeros baptisterios cristianos, a veces semejando cruces. Tiene tres pétalos como el loto, pero en la lis los laterales se curvan hacia abajo. Dios baja a la humanidad, se hace hombre y tras su muerte llega su exaltación, resucitado de entre los muertos. Suelen aparecen al lado de sogas (San Fructuoso de Braga), la parra como la sangre redentora de Cristo. En esta columna de la lis de Moraime, aparece la vid en su base y capitel (secantes). En Culleredo contamos con un tímpano de cruz flordelisada. El más extraordinario conjunto de zigzag nos deriva al románico cántabro, a todas las arquivoltas del pórtico de Puilampa, Sádaba. A los dientes de sierra de la arquivolta de San Salvador de Sarria, a la iglesia templaria de Ucero.
La puerta meridional remata con tres arquivoltas de medio punto. En las dos menores figuran pequeñas flores cuatripétalas en la primera (uvas), y una línea en zigzag en la intermedia (espiga, pan). La arquivolta exterior muestra grandes rosetas de marcado botón central, que alternan con parejas de aves, algunas entrelazadas por el cuello con tallos vegetales. En la clave, la imagen de un ángel con una media luna y posiblemente un sol erosionado.
Estas grandes flores de Moraime no son usuales en nuestro románico. Nos recuerdan la bella arquivolta de San Miguel de Eiré. La flor pertenece a María, la Madre de Dios, la co-patrona de Moraime. La madre con la flor, el niño con la bola, era la imagen mariana del XII. El fruto bendito de su vientre, dios hecho hombre en las entrañas de una virgen. La flor con más valor de símbolo es la que tiene su centro ocupado por una bola, el propio cuerpo de Cristo, recuerda Ricardo López. Fruto Bendito.
Las aves atadas por ramas vegetales recuerdan a las que picotean las parras. Las palomas, y otras aves, son el símbolo de los cristianos que viven unidos al señor. El pelícano, alimentando con su sangre a sus crías, Cristo redentor. El ave fénix, signo de eternidad, renovación, del sol que muere cada tarde en el mar, enfrente de Moraime, y renace al amanecer; como en un capitel leonés, de Pedrosa del Rey, Riaño. En Santiago de Covas-Lugo. En los beatos del Apocalipsis, Las palomas «son las almas de los que habían sido degollados por la palabra de Dios y por el testimonio que guardaban».
No conozco mejor ejemplo románico de ave-flor-virgen que este de Moraime. Sus monjes expandieron el cristianismo en una comarca pagana y herética, también relanzaron la agricultura y ganadería, el comercio marino de la ría; y la devoción a María, a la que hicieron co-patrona de numerosas parroquias, levantando santuarios marianos de gran devoción sobre lugares de culto ancestral, como Muxía. Santa María Madre de Dios, la «fror das frores» de nuestras cantigas medievales, corona el mensaje de un pórtico especial, que nos cuenta otros lejanos relatos de los que tengo tratado, atendiendo a sus padrinos y creadores. Un triángulo mágico une «o neno» de la mesa pascual (Magdalena, Juan) con dos columnas, a izquierda y derecha. En una la flor de lis francesa, en otra la v lombarda. Un evangelio cátaro llegado del sur de Francia a través de una colla cántabra, una última cena de códigos secretos y un Apocalipsis desmenuzado en los capiteles. Con un oculto zodiaco que descubrí y estudié de forma empírica en «El camino secreto de Santiago».
Puerta Sur después de su restauración- Foto- Francisco Canabal/Facebook
UN ROMÁNICO ESPECTACULAR
En Moraime trabajaron varios maestros en distintas épocas, desde mediados del XII. Las dos primeras campañas con artistas vinculados a los talleres de la catedral compostelana. Hacia el 1200 aparece el influjo del císter, en la organización de la fachada occidental, en los capiteles interiores de los últimos pilares de figuras vegetales estilizadas, o con entrelazos geométricos, sogas, zarcillos, volutas.
En este portal occidental (deudor del pórtico de la gloria en su organización, iconografia) se ve la mano de dos maestros distintos, y se remataría a finales del XII. Sus esbeltas estatuas columnas enfrentan a apóstoles con profetas, como en los libros de horas flamencos y franceses del XV. Se coronan con capiteles de frondosa vegetación de la que surgen enredados hombres verdes. El hombre nuevo, el hombre-vid, el hombre Cristo. En un capitel de san Miguel de Paradela solo hay una figura humana de cuerpo entero con brazos como tallos rematados en hojas de «uveira».
Los Vedas dicen que el Señor es como un árbol, que, aunque está fijo, produce muchas variedades de frutos, flores y hojas que cambian. En la cántabra Puilampa-Sádaba el crismón (con una gran flor con bola en el centro), brilla flanqueado por dos árboles de vida, dos emparrados con sus espectaculares racimos de uvas. Piñas les llama algún insensato, merecedor de una «piña» en su idiotez. El zigzag enmarca todas las piezas de la puerta, es la representación de mayor sincretismo de todo lo que quiero exponer, seña clara y cegadora. ¿Cómo puede pasar de puntillas toda esta rica imaginería sacra para los historiadores, propios y «alleos»? ¿Han visto ustedes antes mención a lo que relato, al análisis del aparato de estilo falsamente decorativo del románico patrio?
La ventana norte de nuestra fachada occidental, con su arco ligeramente apuntado, y su óculo dentado que todo lo ve, luce capiteles vegetales con incisiones en zigzag y hojas que se resuelven en bolas. En este caso hojas que por su forma interpretamos como espigas y pensamos en un capitel suevo de Pantón. En sus bases áticas figuran también bolas y no garras. Enmarcado por una chambrana de labrys encadenados de carácter ilusionista, como en la portada principal de Cambre o en templos italianos y franceses (Módena, Chartres). Siempre me recuerdan la imagen de racimos como piñas de una ventana del ábside de Chouzán-Lugo. En este caso, como racimos de uvas, sangre de Cristo.
Y aquí destaco una pieza extraodinaria hallada en la restauración del templo de Cereixo, un esteo románico de madera que forma parte del techo, herencia de formas suevas, godas, con lejanas hermandades. Presenta una cruz latina central rodeada por dos zigzag y coronada por cinco aspas. La mente nos lleva a capiteles visigodos reaprovechados en la Mezquita del Cristo de la Luz de Toledo o en la de Córdoba.
Frescos Moraime restaurados- Foto Francisco Canabal- Facebook
Una cara lateral nos deja ver la mejor muestra de dientes de sierra del románico gallego. Una trabe llena de motivos astrales, orlada de formas que también recuerdan el pan eucarístico, pero asimismo inscritas con cruces patadas, tau, aspas, barras, grapas. Hay una pieza de madera tallada semejante, pero más simple en su decoración, en la iglesia de Cores (Ponteceso). Nos acerca la visión del pórtico astral con el cordero en la clave de San Miguel de Eiré, o el modillón astral de San Miguel de Escalada.
Entiendo que se trata de una pieza de la primitiva iglesia, que según los libros de la orden benita fue arrasada por los normandos, levantándose el templo actual; mientras a otros vecinos se les daban propiedades en Muxía y fundaban la nueva población. Cereixo y Moraime son «fighos da mesma caixa», dos joyas jacobeas y del románico español en dos enclaves de una gran fuerza mágica, telúrica. Espacios sagrados con un mensaje universal, ecuménico; arte e historia del patrimonio común europeo.
Foto portada-Francisco Canabal-Facebook