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miércoles, marzo 20, 2024

La maldición de Orcavella y el Vizconde de Fisterra

Juan Gabriel Satti Bouzas

Con el “Perceval o el cuento del Grial” de Chrétien de Troyes (comenzado a escribir hacia 1180), se inicia la novela caballeresca que ya contiene varios de los ingredientes comunes que formarán parte de todas las obras posteriores: héroe, nobleza, coraje, aventuras, doncellas, búsqueda de un destino, ermitaños, paisajes exóticos, etc. Pero el texto quedó interrumpido por la muerte de su autor, lo que propició su reelaboración por otros escritores como  W. von Eschenbach, que en el siglo XIII produce su Parzival (poema épico medieval germano).

Aquí se introduce por primera vez en la literatura del Grial un mago: Clinschor es un personaje castrado por un rey al descubrirle con su mujer y que aprendió magia para vengarse; guardando siempre rencor a hombres y mujeres debido a aquel acto atroz.

Y el último componente en agregarse fue la ubicación final del Santo Cáliz dentro del Camino de Santiago, defendido el santuario de O Cebreiro como custodio de la copa por entre otros autores: Ángel del Castillo, Arias San Jurjo, Huidobro y Serna, etc.

Perceval o el cuento del Grial: Escenas de la obra (1330-París, Biblioteca Nacional de Francia).foto wikipedia

Así, el Camino pasa a tener una literatura propia dentro de las historias de caballería, tal el caso de “La crónica de Adramón” (ca. 1530), conservada en el manuscrito Espagnol 191 de la Bibliothéque Nationale de París (R. 14.537), procedente de la antigua Biblioteca Regia.

La odisea espiritual de Adramón transcurre en “mil y dozientos y teinta y dos años y meses después del nascimiento denuestro salvador y rredentor Jhesu Christo”, en un trayecto que lo lleva lógicamente hasta el Fin del Camino en Fisterra:

Porque ya somos llegados al cabo del mundo, que no podemos más andar de XV o XX leguas, que es hasta Fynysterra —que todo lo de ally adelante es agua syn jamás hallar tyerra, byen que Tolomeo dyga que allá es lo más poblado y la mayor y mejor parte del mundo, y la más rrica y de más gente…«. En este sentido, el viaje de Adramón y su ayo adquiere el carácter de un itinerario iniciático y educativo, trayecto a partir del cual se integran en el relato muchas de las características del libro de viajes medieval.

A medida que estos relatos ganan éxito, también lo hacen en su desarrollo y argumento como vemos en “Orlando furioso” (otro poema épico caballeresco escrito por Ludovico Ariosto y cuya redacción definitiva se publicó en 1532), representado por la lucha entre sarracenos y cristianos. El elenco de actores es mayor y muy elaboradas sus personalidades: el héroe Orlando, la maga Alcina que vive en una isla, la amada Angélica, un ermitaño perverso, la ballena Orca que se alimenta de doncellas y su contrapunto masculino el Orco, que es un monstruo grande y casado que habita en cuevas, cuida de su ganado y devora hombres (Orlando furioso, Canto XVII).

En la mitología romana la palabra Orcus es sinónimo de inframundo y, en ocasiones, es el nombre de un gigante hijo del dios Plutón. También está presente en la mitología celta.

El ermitaño/mago y el Orco come niños, personajes típicos de las novelas de caballería

En el Canto XIII de este poema, el caballero rescata a la princesa mora Isabel, hija del rey de Galicia que estaba custodiada por una vieja en una cueva. Entre sus desventuras ella habla del país que proviene: «la rica patria, que se encuentra entre prados verdes cerca de la ribera del mar, tenía un bonito jardín sobre la altura de un monte que descubría los collados y toda la mar alrededor”, alusión a Finisterre puesto que está cerca de “Mongia”?.

En el siglo XVI, los temas de la brujería y nigromancia suscitaron gran interés, como lo prueban los numerosos tratados escritos para combatirlos. Dos de los libros más difundidos sobre la materia fueron la “Reprobación de las supersticiones y hechicerías” (Salamanca, 1541) del padre Pedro Sánchez Ciruelo y el “Tratado de las supersticiones, hechicerías y vanos conjuros y abusiones; y otras cosas al caso tocantes y de la posibilidad y remedio dellas” de Martín de Castañega (Logroño, 1543); explica M. Alcalá Galán en su estudio de La Silva (1998).

Las brujas eran condenadas por la inquisición, entre otros castigos, a vivir aisladas o desterradas. Tenían sus reuniones en cruces de caminos y en las playas (como la de Coiro), un día sagrado (el sábado) y un padrenuestro propio. El demonio, en correspondencia, las dotaba de poderes sobrenaturales. Para defenderse, el pueblo recurría al conjuro “¡meigas, fora!” e incluso a fiestas colectivas con rituales de fuego y agua (noche de San Juan y Pascua de Resurrección) (véase mi artículo “Las hogueras de San Juan bajo el meigallo de Sardiñeiro”, Correo Gallego 2007).

«En Galicia no había esos numerosos conventículos nocturnos, en que no se daba exceso a que no se entregasen los concurrentes. Había, si feitizos (maleficios), meigallos, meiguerias (brujerías), mal de ollo, etc. etc., pero los dedicados  a esta industria, la ejercían al por menor y con toda suerte de precauciones para no ser descubiertos». (“Galicia en el último tercio del siglo XV”, A. López Ferreiro -1883).

 Orlando Furioso al rescate de la princesa mora, cautiva en una cueva vigilada por una vieja (Ludovico Ariosto, 1532)

“El propio vocablo feitizo es en su origen un eufemismo (…) si se creó a partir de la expresión genérica «hacer», fue precisamente por prudencia, para diluir tan peligroso concepto en uno más amplio” (“El eufemismo en Galicia”, Emilio Montero-Secretariado de Publicacións da Universidade de Santiago, 1981).

De hecho todos los derivados romances de facticius (gall. feitizo, port. feitiço, cast. hechizo, it. feticcio e ir. fétiche) significaron en un principio 'artificial', 'artificioso', y más tarde, con la sustantivación, 'sortilegio', 'artificio'; que se centran casi siempre en los ojos. En ellos, radica su fuerza: Malos ollos y malas miradas, 'brujería' y 'embrujo' que provocan una enfermedad (o mal de ollo) que el vulgo relaciona con las meigas (E. Montero ob. cit.).

El sentido positivo puede descubrirse en el origen de meiga (lat. magicus) a través de las alternativas eufemísticas de “sabia y entendida”.
Precisamente en el «Libro segundo de don Clarián de Landanís» (Juan de Villaquirán, 1522) se narra el retiro eremítico de la maga Tritona, en una profunda cueva durante ciento treinta años y sus prácticas mágicas la vinculaban a la figura tradicional de la hechicera. Sin embargo, se contrapone a las brujas que practican la magia diabólica.

En este sentido no olvidemos la ermitaña de San Bricio, madre del pastor Bonifacio, descripta en la «Farsa del Nascimiento» de Lucas Fernández (1474-1542).

Todas estas características las reúne un personaje llamado Orcavella de Fisterra, desarrollado por vez primera en “La silva curiosa, de Julian de Medrano, cavallero navarro: en que se tratan diversas cosas sotilísimas, y curiosas, muy convenientes para damas y caballeros, en toda conversación virtuosa y honesta”, 1583 (existe una versión posterior francesa de esta miscelánea pero que poco tiene que ver con ella: “Relation de la découverte du tombeau de l’enchanteresse Orcavelle, avec l’histoire tragique de ses amours”, De Castera-1729).

Alonso Romero obviando pasajes importantes y el género literario de La Silva deduce que el nombre Orcavella, desde el punto de vista arqueológico, hace referencia a un antiguo enterramiento megalítico (orca sería ‘dolmen’ en portugués; en gallego arca, y quedaría “dolmen viejo”) que existe en un prado del Monte Facho vecino al Cabo Finisterre; construido por poderosas mujeres, las mouras o moras anteriores a los celtas (véase mi artículo “Los orígenes del Camino de Santiago I: El megalitismo en Fisterra”, Adiante Galicia 2017).

Pero hay otra connotación dentro del contexto de esta novela de aventuras que mencionamos; Orcavella es la unión de Orca como femenino de orco y vella, vieja. Y así lo recoge Collin de Plancy, en su Dictionnaire infernal: “Orcavella, célebre maga en los romances de caballería. Capaz de los más extraordinarios encantamientos” (1863, pág 508, col. 1)

En efecto, Medrano combinó todos los elementos conocidos de la novelesca de la época y los aunó a datos propios del lugar (como veremos más adelante),  para construir su particular relato de peregrinación iniciática al fin del camino de Santiago, donde no faltan los maestros ermitaños, moros, parajes inhóspitos, magos, astrólogos, espíritus, brujas antropófagas, maldiciones y todo tipos de peripecias que dan sustancia a la historia, que él hizo pasar por un verdadero anecdotario de viajes.

En la narración Don Julián es aleccionado constantemente por el Ermitaño de Salamanca, un rarísimo hombre en secretos y experiencias; es una autoridad tanto en el ámbito del saber como en el moral y en las artes mágicas (véase mi artículo «Eremitas: los iniciados del Camino” 2018).

“Llegados allí (Santiago y Padrón) y nuestra devoción cumplida, concertamos de partir el día siguiente para ir a visitar nuestra Señora de Finibus terre”.

 La Silva Curiosa transcurre haciendo uno de los caminos de Santiago: la Vía de la Plata desde Salamanca hasta la Cueva de Orcavella, fin de la ruta mágico y misterioso (1583)

Aquí se interrumpe abruptamente lo que sería un viaje de peregrino habitual y pasa a lo fantástico, pues dice que no contará nada más de lo bueno que ha visitado y deja “reservando estas aventuras y toda la historia d' estos viages para ponértelas (lector) al largo en mi Vergel curioso” (título de una obra que jamás publicó).

Es entonces cuando el misterioso ermitaño lo fuerza a volver a Fisterra junto con su escudero y en donde pasarán dos días en San Guillermo con otro monje venido de América(véase mi artículo «Eremitas: las peregrinaciones jacobeas a la ermita de San Guillermo de Finisterre” 2018).

“Estando en aquella santa ermita de Finibus Terre, el ermitaño indiano me contó en su lengua bárbara y salvaje, como a dos leguas de allí, caminando por la orilla de la mar hacia la parte de occidente, había unas peñas altas cerca del océano en un lugar apartado y desierto, entre los cuales se hallaba un sepulcro antiquísimo, en el cual había letreros y epitafios muy extraños: me dijo también otras cosas por mi provecho, que por ser la lengua de este salvaje tan oscura y tosca, yo no pude entenderla (el húngaro Georg Grissaphan vivió aquí cinco meses en 1355 y fue muy conocido por los lugareños): assí curioso informándome del camino, partí luego para allá, y llegué al pie de la montaña, donde las peñas estaban al punto de mediodía, y subiendo por la montaña arriba deseando llegar al sepulcro, así como yo estaba ya cerca de las peñas, vi de lejos salir un pastor detrás de una breña, el cual corriendo hacia nosotros decía a grandes voces, `guardaos, guardaos hermanos´.

Y viendo que porfiaba en el vocear, me fui corriendo a donde él estaba, para ver lo que quería, y llegando al pastor le pregunté por qué gritaba que nos guardásemos, él me respondió en su lengua gallega: `Santo Deos hermaos, y adonde ibades a perderos? naon sabedes que dentro de aquellas peñas y cachopos, está fechado o corpo maldito de la encantadora Orcavella? y que nunca jamás home ni moller lo vido que naon seja morto antes del año?´ (no olvidemos este aspecto específico de nuestra ogresa que la vincula directamente tanto con la historia fisterrana como con su propia existencia).

Oyendo tales nuevas, yo rogué al pastor que me contase aquella historia, y allí rogándome fuesemos a una casilla que en aquel desierto tenía, el principió a contarme la vida de aquella Orcavella, y dijo así:

`En el tiempo de las grandes guerras de España contra los moros y paganos, aportó en esta tierra de Galicia una mujer bárbara, vieja, fea, y cruelísima como un demonio, la cual siendo gran encantadora y muy experimentada en las artes mágicas, fue tan severa y enemiga mortal de los hombres y mujeres, que aquel monstruo de naturaleza persiguió tan cruelmente a este pobre Reino de Galicia con sus artes diabólicas, que no había hombre, mujer, ni bruto animal que se salvase, si ella podía verle los ojos, o le tocaba en la carne con su mano. Ella se hacía invisible cuando quería, y se transformaba en diversas formas. Ella robaba de noche, y de día cuantos niños podía y con la carne y sangre de aquellas pobres criaturas inocentes mantenía su vida; e hizo tanto con su ciencia y larga experiencia que la Megera infernal (una de las diosas griegas encargadas de vengar crímenes) a lo largo de su vida ciento y setenta y seis años.

Ella vivió en esta tierra setenta años, y dentro d’este tiempo fue tan grande el estrago y matança qu’esta loba incarniçada hizo que ella dejó la metad d’este Reino despoblado y desierto. Y al fin, viéndose ya harta de la sangre humana, y ya cansada y enojada de vivir tanto, escogió por su postrera habitación y fin este desierto. Y después de haver hecho un encantamiento terrible y cruelíssimo entre las peñas que allí arriba están, hizo en medio d’ellas una tumba o sepulchro en la peña viva con sus propias manos.

 Primera edición de La Silva Curiosa // Aguafuerte de Goya:»Bruja ante el Macho Cabrío. Goya conoció, por Moratín, los detalles atribuidos a las brujas de Zugarramurdi, condenadas por la Inquisición en 1610″(Miguel Moliné), foto cervantesvirtual.

Y, con ayuda de un pastor que ella tenía preso y encantado, ella levantó una gran lápida para cubrir el sepulcro, y la puso encima d’él aparejada de lado a lado. Después ella se despoja y, abraçando al triste pastor, en remuneratión de los servicios que le havía hecho, lo levanta y lo encierra dentro d’el sepulchro, sin que las fuerças d’el pobre fuessen bastantes para defenderse d’esta enemiga de natura. La qual, dejando sus vestidos fuera, se mete dentro d’esta cama mortal y, sirviéndose de colchón d’el desventurado pastor se acuesta encima d’él (esto lo vincula a ritos de fecundidad de la ermita vecina), y con un ingenio o gancho de palo qu’ella tenía, haze caer sobre la tumba la lápida grande y pesada, y dentro de tres días (como el pastor sepultado dijo) dio l’ánima a quien mandada la tenía.

El desventurado pastor daba tan grandes voces y gritos, que los pastores que en el desierto estaban corrieron adonde oyeron las voces, y entrando por el agujero de las peñas, queriéndolo sacar del peligro en que estaba, quedaron muy atajados, y espantados, porque vieron que el sepulcro estaba todo rodeados de culebras y serpientes. Y allí volviendo atrás, hablaron un grandísimo rato con el encantado pastor, y después de haber entendido de él la triste historia, le dejaron allí encerrado en el sepulcro, donde acabó sus días malogrados el pobre desdichado. El encantamiento que esta maldita dejó entre aquellas peñas fue que desde el punto que ella se metió dentro, la tumba y sepulcro quedan rodeados de una tan grande multitud de culebras, áspides y serpientes, que los guardan noche y día, que en verlos dan grandísimo espanto, a los que se acercan al sepulcro. Todavía si las personas que allí van, entran en aquel llano que se parece un pradecito, sin hacerles ningún daño los animales se apartan, y les dan lugar para que se puedan pasear, y vean los cuerpos sepultados.

Pero si los que abren la tumba son tan curiosos, que quieran tocar y palpar a los cuerpos, luego estas bestias venenosas como si tuviesen juicio para conocer el agravio que se hace a los cuerpos, salen de sus cuevas en grandísima multitud, y saltando sobre los hombres que los cuerpos han tocado, les dan tan cruel guerra que hiriéndolos y lastimándolos con sus dientes y lenguas venenosas, los persiguen hasta que los sacan fuera del pradecito que está entre las peñas. Y los que de tales llagas quedan heridos mueren locos, o rabiosos, e intoxicados. Ha dejado esta traidora otro encantamiento entre las peñas, y a la entrada de un agujero por donde han de pasar forzosamente los que entrar quisieren, y es, que nunca hombre ni mujer ha visto de los que allí han entrado a visitar el sepulcro, que no sea muerto antes que el año acabe, y por esto hermano mío yo me puse a llamaros para que no llegasedes a aquel mortal paso´.

Contándonos esta historia el buen pastor llegamos a su cabaña, la cual era toda de piedra, y estaba lado a lado de una linda fuente, a la cual él me llevó, y mostrándome la que estaba hecha naturalmente como una cueva, la peña de la cual hacía un antro fresco y muy hermosos, señalándome en la parte más linda y limpia de la peña me mostró unos letreros que allí estaban esculpidos, que eran los mismos versos y epitafios que en las peñas y sepulcro escritos estaban. Y aunque el buen pastor no supiese leer, me dijo: `Pelegrino hermano, estos letreros y epitafios son los mismo que se hallan en las peñas y sepulcro de aquella malaventurada Orcavella, los cuales han leído escritos aquí en esta fuente, para avisar a los tristes pelegrinos curiosos, ignorantes de tan peligroso paso, paren en esta fuente, y leyendo las mismas palabras que allá arriba están escritas, eviten el riesgo de la muerte´. Y señalando los versos con el cayado, me dijo: este letrero que aquí veis, está escrito sobre el agujero de la entrada de las peñas, y leyéndolo, vi que decía,

“Quien pasare este agujero, Nunca pase el año entero.”

El dolmen de Orcavella situado dentro del recinto antiguo de Telefónica en la ruta megalítica de Fisterra donde también están  O Veladoiro, Pedras Santas oscilantes y A Pedra do Cavalo, sin ningún tipo de promoción turística del Concello (foto J.G.Satti).

Mostrándome el segundo letrero, dijo: Este otro está escrito así como veis, contra una peña que se halla luego en entrando en el lugar donde está el sepulcro de la malvada Orca, y decía así:

“Hombre maldito, loco, y fin ventura/ ¿qué buscas por aquí? perro malvado/ ¿No sabes que quien pasa aquel forado/ a de morir de muerte amarga, y dura?/ En pago de tu pasos, y locura,/ tal ventura te doy que desdichado/ mueras antes que el año sea pasado./ Por ello busca presto sepultura.”

El postrero letrero que el pastor me mostró, era este siguiente, y es el epitafio que estaba escrito sobre la lápida del sepulcro que cubría los dos cuerpos, y Orcavella antes que se enterrase, ella misma lo había escrito de sus manos, con los letreros que estaban esculpidos sobre las peñas. Este epitafio era tal:

“Aquí yaze sepultada/ dentro d´esta peña dura,
la enemiga de natura,/ Orcavella la encantada.

Después de esto habiendo bebido muy a favor de aquella agua: por ser aquella la misma fuente que el Señor Santiago abrió con un golpe que dio sobre la peña con el cuento de su bordón, teniendo sed en el desierto, como todos los de aquella tierra dicen: y después de haber agradecido muchas veces a mi buen Pastor su servicio y cortesía, me fui con mi Gandalin por aquella orilla del mar a delante: y al cabo de tres días yo llegué a Redondela” (donde vivirá otra extraña aventura con unos Astrólogos).
El pueblo demostró todo su desprecio a este tipo de seres malignos con improperios despectivos tales como curuxa, chocalleira, lurpia o trasto (E. Medrano ob. cit.).

En gallego Curuxa, Coruxa o Coruja (port.) se le llama a una lechuza o búho, pero vemos también que es una Bruja. Y un tío del Vizconde de Finisterre, futuro primer Conde de Altamira, pereció en la cueva de una  de ellas un siglo antes de publicarse La Silva Curiosa (véase mi artículo “La disputa del Castillo de Vimianzo:el Arzobispo Fonseca contra el Vizconde de Finisterre” 2017).

Sin detallar todos los pazos, casas, señoríos y fortalezas propias o apropiadas temporalmente por los Moscoso a lo largo del siglo XV, tenían: Altamira, Benquerencia, Borraxeiros, Broño, Caldas de Reis, Cances, Cira, Mens, Morgade, Outes, Padrón, Peñafiel, Picosacro, Rocha Branca, Rocha Forte, Val da Barcia, Vimianzo, Xallas, Cee, Fisterra (concedida en 1424), Navia y Burón (Anuario de Estudios Medievales, Galbán Malagón enero-junio de 2011).

Cueva del encanto en la playa fisterrana de Mar de Fora, vecina a un pequeño río // Armas de los Moscoso // Tabla con 14 documentos de 1473 a 1475 en los que aparece el Vizconde de Finisterre (O titulo vizcondal de Fisterra, Ana Framiñan Santas)

Lo que indica que los cuatro hijos de Rodrigo de Moscoso y Juana de Castro “mandaban la casa (cada uno dellos apartado con su tenençia) aunque a Bernal Diáñez, hijo mayor, todos le obedecían”, Vasco da Ponte (1470-1535).

Juana, ya viuda de Rodrigo, es reprendida junto a su hijo, Bernal Yáñez, por tener ocupadas fortalezas arzobispales y recibe una carta de poder de Rodrigo de Luna, que dice “Por rrason que entre nos e la señora dona Juana de Castro, muger que fue de Rodrigo de Moscoso, et Berrnal Diañes e Aluaro Peres, sus fijos”. Aparecerá sola cobrando los infinitos de Vimianzo, en 1458, y las alcabalas de Cee y Fisterra, en abril de 1461 (Galbán Malagón ob.cit.).

Portela Silva (2004): «la dicha sennora donna Juana pretende derecho a la propiedad de la villa de Finisterra que se vea el dicho debate entre ella e el dicho sennor arçobispo»(1466).

Volvemos a encontrarla, junto a Álvaro Pérez de Moscoso, en la avenencia de Alonso de Fonseca II con los caballeros que con Bernal Yáñez asediaron la catedral de Santiago. Hemos de tener en cuenta que Doña Juana sobrevive a Bernal (murió en 1466) y quizás a Álvaro; ya que en el testamento del propio Álvaro Pérez (t.1467), se le otorga el señorío del Val da Barcia, y una petición para que no vaya contra la voluntad de su hijo.

Existen testimonios de secuestro y pedido de rescate de gente de Betanzos, por D. Álvaro desde la fortaleza de Morgade y un intento de captura de la hija de Gómez Pérez das Mariñas.

Una vez definido al protagonista y su entorno, centrémonos en el suceso que nos interesa. Vasco da Ponte intentó establecer una rigurosa historia genealógica de las diversas casas nobiliarias de Galicia, titulada “Relación de algunas casas y linajes del Reino de Galicia”; y al describir a los Moscoso cuenta un hecho que sorpresivamente asume como verídico y real:

«Fallecido Bernal Yañez, heredó la casa su hermano Álvaro Pérez de Moscoso, el qual no hizo hazañas (…) Este Álvaro Pérez duró poco, y según fama entrando en la Coba da Coruja (Cueva de la Bruja) á buscar un gran Tesoro por consejo de un Freire que era gran Nigromante (monje y mago capaz de invocar a los espíritus y adivinar mediante los cadáveres), y llevando consigo treinta Escuderos, y Peones mui esforzados, y ante ellos muchas achas encendidas y tizones mui grandes de robre, cuerdas longas amarradas en la entrada de la cueva con estacas y la gente armada, y entrando por la cueva á dentro hallaron aves tan grandes que le daban mui grandes golpes en las caras (animales como guardianes), y anduvieron hasta llegar á un río caudaloso; y vieron del otro lado gentes extrañas, hermosas, ricamente vestidas, tañendo instrumentos (cautivos), y viendo grandes tesoros, pero tuvieron tan gran miedo al Rio que no lo osaron pasar, y todos de un acuerdo dieron vuelta, más el Frey decía, `adelante, adelante, que no es nada´ (vemos nuevamente un monje que induce a la fatalidad); y ellos no lo quisieron creer, y entonces salió tan grande viento que, les apagó las hachas, en tan buen día quando se pudieron salir: dió por ellos un aire emponzoñado (envenenado, tóxico) que ninguno salió del año con vida (al igual que la maldición de Orcavella), y el Freyre luego perdió la vista de los ojos” (mal de ollo). 

El testamento de Álvaro Pérez (1440-1469) al carecer de hijos, daba a su sobrino Lope Sánchez un señorío amplio (mil vasallos contaría la casa de Moscoso), pero parte de él se hallaba en disputa con el arzobispo compostelano, al que servía su primo Xunqueiras (en pleno período irmandiño, aparece un cobro de los impuestos de 1466-1467; de los que Álvaro Pérez se había apropiado suplantando los derechos arzobispales).

 En 2010 la Plataforma Fin do Camiño realizó una interesante iniciativa consistente en una recreación histórica con actores de las leyendas de Fisterra in situ, destinada a alumnos de primaria. Lamentablemente no tuvo apoyo de las administraciones públicas (foto de su boletín).

Quizás debido a esta rivalidad con la Iglesia, ésta diera impulso a la leyenda contra los Moscoso que más tarde Julián Medrano recrearía en su ficción 50 años después de la obra de Vasco.

Intitulado inmediatamente Vizconde de Finisterre, el heredero Lope Sánchez se convirtió en el primer noble de la familia. Era hijo de doña Inés de Castro, hermana de Bernal Yañez y de Álvaro Pérez; casada con Vasco López de Ulloa. Don Vasco murió también joven (pues su madrastra «fué fama que lo matara con ponzoña», veneno) y fue sepultado con su esposa en Santo Domingo de Bonaval.

Siendo ya Conde de Altamira, Don Lope casaría dos veces y con mala fortuna, pues la primera lo abandona (Aponte ob.cit.): «algunos dicen que esto se hiciera porque este Conde don Lope no era hombre para muger, y que la doña Constanza das Mariñas no le quería por Marido”; entonces  el Arzobispo Fonseca lo casó después con doña Aldonza de Acevedo su hermana, «que fué aquella Condesa de Altamira que se enforcó en Santiago» (se suicidó)…

Viendo lo sucedido a esta familia no queda más que citar el trillado: «Eu non creo nas meigas, mais habelas, hainas»…

Finalmente, el V conde de Altamira Don Lope Osorio de Moscoso accedió a reconocer mediante “concordia», la condiciÏŒn de feudo eclesiástico y su cesiÏŒn definitiva del señorío y jurisdicciÏŒn donde: “se obliga a ceder (..) la villa y puerto de Finisterre, coto de Duyo, tierras de Poulo, Buscas, Moscoso, del Hospital y la otra tierra que todas vulgarmente se llaman las cinco feligresías del Camino Francés con sus habitantes y propiedades” (22 de enero de 1554/ Archivo Histórico de San Pelayo, fondo Condado de Altamira, legajo 3-A-1, doc. nº4).

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