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domingo, septiembre 29, 2024

El tesoro del Glorioso, 4 mil millones de euros de América a Fisterra

Juan Gabriel Satti 

El Glorioso zarpando de la Habana.Cuadro de G. Moreno (2014)

Pocos fisterráns sabrán que durante unos días del verano de 1747 sus aguas y los muros de algunas de las iglesias rurales de la comarca, fueron refugio de un tesoro que en la actualidad estaría valorado en más de 4.000 millones de euros, según calculó el capitán Agustín Pacheco Fernández (“El Glorioso”, Ed. Galland Books -2015).

En efecto, el buque San Ignacio de Loyola o Glorioso había zarpado desde el puerto novohispano de Veracruz (México)​ transportando una carga valorada en 4.502.631 pesos fuertes y 7 maravedís de plata que pesaban aproximadamente alrededor de 140 toneladas en total; además de una cantidad no declarada de más de 6 toneladas de oro (el 24% de la carga era ilegal).

Curiosamente, una de las primeras expediciones en busca de tan preciados metales zarpó desde Fisterra (una carabela, un patache y un bergantín) al mando del Capitán Diego García de Moguer, el 15 de agosto de 1526:

«Partí del Cabo de Finisterre, yendo mi navegación, y en el dicho cabo, están cuarenta é tres grados, de allí tomé para las islas de Canaria y corre por el Susudoeste, que deste cabo á las Canarias corre en esta derrota, é hay del Cabo de Finisterre hasta las Islas de Canarias…» (“Relación y derrotero de Diego García…”, 1536).

Capitán Pedro Messía de la Zerda (wikipedia)

Marino experimentado, había circunnavegado con Magallanes, buscó las riquezas del mítico reino de la Sierra de la Plata;  adentrándose por el río del mismo nombre y por donde se encontró con la armada de Sebastián Caboto teniendo diversas disputas con él y los nativos.

Añade que quince años antes estuviera allí y descubierto aquellas tierras, de donde trajo gran cantidad de plata.

A lo largo de los siglos, la explotación en América permitió que las existencias de plata en el viejo continente quedaran triplicadas (la producción alcanzó las 300 toneladas anuales), mientras las de oro aumentaron en un tercio, en especial entre 1531 y 1560.

Pero gran parte de la riqueza se dilapidaba rápidamente en joyas o bienes de lujo importados y endeudamientos con banqueros alemanes y genoveses que  adelantaban muchos recursos para equipar a la armada y a los ejércitos envueltos en luchas estériles en Europa. Tal es así que la Monarquía de España vivió sucesivas bancarrotas bajo los Austrias y los Borbones.

Cervus alfredi, venado autóctono de Filipinas // Nativos de la etnia Tagalog ca. 1800 (Original caption Costumes tagals From Aventures d'un Gentilhomme Breton aux iles Philippines by Paul de la Gironiere published in 1855)

Además de plata y oro, El Glorioso llevaba géneros medicinales, grana fina y silvestre, vainilla, azúcar, bálsamo, cacao, cueros y excéntrico regalo personal del virrey de Filipinas destinado al rey Fernando VI consistente en un venado blanco con un collar de oro, cuidado y alimentado por un “Yndio Philipino” (A. Pacheco, ob cit,).

La nave se construyó en la Habana, armado con 70 cañones, con una tripulación de 644 hombres y al mando del bailío de la orden de San Juan Don Pedro Messía de la Zerda que se enfrentó a doce navíos británicos en cinco reñidos combates, descriptos por él mismo en su Diario de Navegación (recogido en su totalidad en la obra citada del capitán Pacheco y del que destacamos algunos párrafos).

El primero contra dos buques de guerra cerca de la isla de Flores, en la tarde del 25 de Julio de 1747, “en la latitud, de 41 grados; y en la Longitud 352 grados 20 minutos, meridiano de Thenerife del Cabo de Finisterra 207 leguas”, se atravesaron en el camino un barco inglés de tres puentes y 80 cañones, una fragata de 50 y un paquebote de 20, que escoltaban un convoy de mercantes. El viento era fresco, y con toda vela siguió el Glorioso su rumbo hacia el Este, perseguido por los otros, hasta las nueve de la noche, hora en que la fragata, por más ligera, le alcanzó y rompió el fuego.

Versión inglesa del combate contra el Glorioso cerca de la isla de Flores en el archipiélago de las Azores, Portugal.

Lo experimentó la misma fragata con desarboló de un mastelero que la obligó a quedarse retrasada; pero la reemplazó el Warwick, que así se llamaba el bajel, situándose por el costado a tiro de pistola, manteniendo la acción entre dos y tres y media de la madrugada. Había luna muy clara, se podía apuntar como de día; sufrió también averías de consideración en el velamen, con las que no pudo proseguir la marcha (su comandante John Crooksanks fue sentenciado a la pérdida de empleo, The Royal Navy T. XIV, pág. 285). 

La luz del alba descubrió por la popa del Glorioso a la fragata destrozada y al buque sin palo mayor ni mastelero de proa. No había dejado él de sentir el efecto de las balas en el casco y en el aparejo, mas no de manera que le estorbara caminar y aun resistir a los vientos contrarios que reinaban al recalar sobre la costa (“Historia de la Armada Española”, Capitán de navío retirado Cesáreo Fernández Duro/Tomo 6 -1898). 

Despejada la niebla espesa que la velaba, al reconocer el 14 de Agosto el Cabo de Finisterre, descubrió al navío Oxford de 60 cañones y dos fragatas de la escuadra del almirante Byng, que a la sazón cruzaba entre Lisboa y Oporto. El capitán del Glorioso anotaría en su diario: 

 Esquema de la primera maniobra del Glorioso en el Combate de Finisterre (dibujo Carlos Parrilla Penagos)

“hubo sol y observé 43 grados 34 minutos de latitud considerándome en los 7 grados y 27 minutos de longitud Rumbo navegado al ESE (…) demorándome el Cavo de Finisterra al S en distancia de 9¾ leguas y la ysla de Sisarga al L. 5 grados al S. a 12 leguas (…) aviste por mi Proa 3 embarcaziones que benian en buelta mia y a las 2 reconocí ser ynglesas por los Gallardetes y vanderas de la divisa blanca (…) con mi reducido aparejo no pude hacer otra cosa que esperarlas y a las 3 mande Cargar mis maiores quedandome solo con las Gavias y estando una milla cerca de mi me aseguré ser el uno de 60 Cañones y los otros dos una fragatilla de 24, un Paquebot de a 16”.

Preciso fue hacerles frente en lo que se conoce como `el combate del cabo Finisterre´:

Al igualarnos me dió su descarga aque le correspondí con la mía, de ambas baterías de la vanda de bavor y los 2 pequeños, también me dieron su descarga, volví a virar de bordo sobre él y largue el trinquete para alcanzarlo, pasando por su sotavento, á causa de poder mejor manejarme por mi primera batería, que con la mucha mar que avía, experimenté en la primera descarga haverme entrado porción de agua en el entrepuentes, el nunca quiso presentarme su costado, y los pequeños pusiéronse a barlovento. Nos hicimos fuego de una y otra parte, con dos descargas que a la última largo por alto, el rizo que tenía a las Gavias, y los juanetes, amuró su maior, para salir de mí fuego y escapar inominiosamente, como lo consiguio a las 7 de la tarde arrunvando la vuelta del Sur sudeste, dejando las armas de S.M. vencedoras; (…) ceñí el viento governando al sureste, luego que entro la noche los perdí de vista”

Esquema de la segunda y sorpresiva maniobra del Glorioso en el Combate de Finisterre (dibujo Carlos Parrilla Penagos)

Luego de tres horas de pelea, los ingleses abandonan dejando al Glorioso, que digno del nombre, sin vergas, sin bauprés, casi sin popa y cinco heridos leves por “astillazos” seguía su marcha.

No volvió a ver la silueta del cabo Finisterre hasta el  martes 15 de agosto, debido a una espesa niebla que había cubierto todo el escenario: “a las 7 demarqué el Cavo de Finibus Terra que me demorava al L ¼ al NE distancia de 4 a 5 leguas”.

Había llegado el momento de buscar un puerto seguro y descargar la preciada carga, era miércoles 16:

“a las 2 de la tarde habiendo aclarado un poco los orizontes descubrí el Cavo allándome de él a distancia de una legua. Mandé echar el Bote al agua y que fuese un oficial en él a tierra por prácticos al Santo Christo de Finisterra y me trajere práctico, a las 5 de la tarde volvió con 4 de ellos y 5 Barcos Pescadores que me remolcaron ayudados de mi lancha y Bote para entrar en la Ria de Corcubión donde a dicha Boca fondee, a las 8½ de la Noche en 16 brazas fondo de arena y lama suelta distante de la Villa de Corcubión ½ legua” (nótese que antiguamente los prácticos estaban en Fisterra y no en pueblos vecinos como ahora).

«El Combate de Finisterre» que le valió a Pedro Messia el ascenso a Jefe de Escuadra. Pintura de Dalmau (2015)

Para auxiliarlo estaban en Finisterre el Cabo de la Marina Pedro Blanco (apoderado del Mar) y los armadores Mateo Blanco, Pedro de Lema, Domingo Domínguez, Mateo Vallón, Manuel Fernández, Luis y Lorenzo Caamaño (Catastro del Marqués de la Ensenada, 1753).

Entró el 18 en el puertecillo de Corcubión, dando mucho que hablar y que aplaudir a los interesados en el cargamento.

En efecto, debieron celebrarlo mucho el comercio de Cádiz y la Casa de Contratación, aunque exigieron por sostener sus insensatos privilegios, que a pesar del estado del navío y asecho del crucero inglés se dirigiese a descargar sus consignaciones en sus mismos muelles.

Escuadra «La familia real inglesa» por Charles Brooking (data?)

Quebrantando las exigencias de la Contratación, se apresuró el intendente de marina del Ferrol Don Bernardino Freire a hacerse cargo de novecientos cuarenta mil cuatrocientos ochenta y seis pesos, dos mil cuatrocientos quintales de cobre y algunos bultos más pertenecientes al erario real pues el resto era de distintos propietarios privados.

Según el capitán Pacheco, la mayor parte del tesoro se trasladó con carros primero a la iglesia de San Mamede de Salgueiros, pero no coincide ni con el camino recorrido (“tres leguas hacia el interior”) ni con la dirección posterior. Por lo que asumimos que fue a Santa Baia de Dumbría donde se cobijó, que sí está a 15 km de Corcubión y no a ocho.

Luego a San Antonio de Baíñas y de allí a Santiago de Compostela, en el Colegio de San Clemente de Pasantes (este último dato recogido de los informes ingleses que tenían “un espía en cada puerto de Galicia”, duque de Newcastle).

no existiendo aún en la marina española la categoría de brigadier, Pedro Messía de la Zerda fue ascendido a jefe de escuadra durante su estadía fisterrana. Dicha promoción se la comunicó por carta el marqués de la Ensenada el 22 de agosto de 1747:

“Aviendo oydo el Rey (…) del feliz arribo de V.S. a Corcubión con el Navío el Glorioso de su cargo, y el honor, valor y conducta con que (…) vatió V.S. en dos combates que tubo en su venida a España desde Veracruz con los vageles Yngleses que se encontró sobre las Yslas Flores y del Cuerbo, y sobre el cavo de Finisterre: Há promovido a V.S. á Gefe de Esquadra de la Armada” (A. Pacheco ob. cit.).

Cuando hubo puesto en tierra la carga y arreglado provisionalmente los daños de la nave, se resolvió poner rumbo a los astilleros de Ferrol con la idea de repararla en condiciones.

“El dia 11 de octubre por la tarde salimos del Puerto de Corcubión en el Navio del Rey nombrado el Glorioso, que navegó hasta el Cavo de Finisterre, donde fondeó á esperar Viento favorable para seguir la derrota al Ferról; pero haviendo entrado el 14 un recio Viento nos garreó el Ancla, y salimos al Mar precisados de su violencia”.

Ya había sufrido un percance similar el buque en marzo de 1746, durante una de sus misiones, a causa de una fuerte tormenta cerca del mismo cabo Finisterre; tras la cual las autoridades lo dieron por desaparecido, pensando por un momento que había naufragado.

Sin adelantar por la pertinacia de los vientos del Noroeste y mal remediadas como estaban las averías, determinó el Balío tomar el rumbo opuesto, porque ese viento entonces le favorecía para llegar a Cádiz.

La decisión del capitán De la Zerda puede parecer equivocada teniendo en cuenta la cercanía del puerto ferrolano, pero hay que recordar que en pleno siglo XVIII, los vientos y las tormentas diezmaban tanto o más la flota que el ataque de una escuadra enemiga, a lo que había que sumar la inconveniencia de navegar contracorriente en un barco estropeado.

Navegó apartándose de la costa, precaución útil mientras no llegó a las inmediaciones del Cabo de San Vicente, donde tropezó con la escuadra corsaria Royal Family comandada por el comodoro Walker y otras de los capitanes Hamilton y Buckle que en conjunto sumaban 114 cañones y mil hombres.

Durante la batalla, el navío español desarboló la fragata King George; hizo estallar el Darmouth, muriendo casi toda su tripulación y dejó totalmente desarbolado y a punto hundirse el navío de tres puentes y 80 cañones Russell. Finalmente, tras agotarse la munición del Glorioso, Pedro Messía ordenó arriar la bandera y se rindió al capitán Mathew Buckle.

“No arrió el Bailío bandera, sino al amanecer del 19, después de inmolar sus postreros tiros a la flor de las dotaciones enemigas. El generoso capitán del Russell se apresuró a salvar en sus falúas a aquel puñado de héroes, envuelto en un volcán de fuego y resignado a desaparecer con el noble casco habanero en el Océano. Aunque perecieron en este último combate casi todos los oficiales y contramaestres del buque vencedor, y cerca de la tercera parte de su tripulación había quedado herida, no fueron para sus adversarios La Zerda, Postigo, Rojas y los restos vivos del Glorioso sino objetos de veneración, de cuidado y de agasajo” (Cesáreo Fdez., ob. cit.).

Estado del Glorioso al momento de ser subastado en Inglaterra

Prisioneros y heridos cuando se perdió el Glorioso, la tripulación fue desembarcada en Lisboa, en donde gozó de toda libertad y fue objeto de las mayores atenciones. 

Después de su regreso a España, Don Pedro desempeñó sucesivamente el mando de las fuerzas navales del Mediterráneo y de la América central, pasando luego de virrey a Nueva Granada. Al volver a Madrid a ejercer sus funciones de gentil hombre de cámara, fue ascendido a teniente general, teniendo ingreso en el Consejo de la Guerra. Poco después, la orden de Malta, en la cual era gran cruz y bailío de Lora con las encomiendas del Viso y Puerto Marino, le nombró su embajador en la corte de España; y desempeñando aún esas funciones, murió en Madrid de ochenta y tres años de edad el 15 de abril de 1783.

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