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lunes, marzo 20, 2023

Entruido en Ponte do Porto. Las Manolas y el entierro de Gil Robles

Rafael Lema

Una curiosidad del «entruido» en Ponte do Porto es el desfile de «manolas», mujeres ataviadas con mantón de Manila y vestido blanco de chulapa, que parece ser empezaron a salir con las comparsas después de la pérdida de Cuba y Filipinas, al nacer el siglo. En el siglo pasado en 1936 también hubo un «enterro da sardiña» único, el «enterro de Gil Robles». Hace 20 años la Asociación De Mulleres Rurais recuperó las manolas y tres socias salieron vestidas a la usanza. La primera foto de una manola que tenemos es de 1920.

Domingo fareleiro y jueves de comadres

En Ponte do Porto se celebraba el domingo fareleiro, en donde los niños jugaban a tirarse «farelo», a veces con hormigas rojas en medio. El jueves de compadres los chicos arrojaban patatas cortadas por la mitad rellenas de «borra das tixolas» a las chicas, y estas se vengaban el jueves de comadres. En mi infancia aun se mantenía.

Pero no todo eran fiestas, hubo algún altercado en los días previos a la jornada electoral, aunque la votación en general fue limpia y sin incidentes. Los resultados se celebraron ya en pleno carnaval, el sábado de los entruidos disfrazados de «farrapos, peles de ovella» y con la cara «borrada»; y el martes, cuando salen las «manolas» de blanco con sus mantones de Manila. Más recordado fue el Miércoles de Ceniza por un peculiar entierro. El carnaval porteño aun terminaría el domingo siguiente, con la piñata en el campo de San Roque o el magosto en el Campo do Outeiro.

Igualmente eran muy populares las fiestas de Nadal, con sus panxoliñas pidiendo aguinaldo por las puertas. El cura de Ponte do Porto en los años veinte había creado un coro, recuperando cantos tradicionales, y animando los actos religiosos, que en esta localidad y en Camariñas contaban con el fuerte impulso de las Hijas de María y de otras activas cofradías. Por supuesto, eran célebres los bailes de fin de año en los casinos de ambas villas, que aún hoy se mantienen.

San Sebastián «O Santo dos Chuzos»

En 1936 tuvo lugar un entierro de la sardina curioso y único, un carnaval en medio de unas elecciones. Recién pasados los Cantos de Reis, se inició la contienda electoral, el 7 de enero, en el ambiente de crispación de aquel aciago año. En medio se vivió en Ponte do Porto una fiesta también tradicional, «o santo dos chuzos», San Sebastián, el día 20 de enero, en su capilla del campo de San Roque. El San Vicente de Vimianzo, el 23; San Blas de Xaviña el 3 de febrero.

José María Gil Robles, líder de la CEDA- Foto diario ABC

El entierro de Gil Robles

En todo caso en un ambiente bastante sano, de asumida retranca sin violencias. Los cánticos y borracheras continuaron entre las fiestas de entruido. Las comparsas eran entonces muy activas, destacando entre los creadores de historias los Lastres (Emilio, Isidro). Las coplas del carnaval llegaron cargadas de retranca política. El entierro de la sardina aquel año tuvo un tono especial, los miembros del sindicato celebraron en el campo de San Roque un recordado «enterro de Gil Robles«, en recuerdo al principal líder derechista, ahora derrotado y presentando reclamaciones.

Los directivos del Sindicato de Oficios Varios Rogelio Mazaeda, O Tareixo, Constante de Correa le pidieron al carpintero de ribera Manuel Lema (mi bisabuelo) que construyera una caja de madera como un féretro con un muñeco dentro. De «plañideiras» iban un buen grupo de hombres, mujeres y niños. Manolo de Aracelia hacía de cura, Ricardo García de sacristán, armado de hisopo, y con primos y hermanos de «santa compaña». Al final uno de los sindicalistas se puso en lugar del cadáver y el sacristán le rociaba el rostro mientras leía la jaculatoria: «dóenche os ollos, lávaos con merda».

Comparsas llenas de imaginación en Ponte do Porto

Desde los años veinte las comparsas reunían a cientos de personas de todo el entorno y se mantuvieron hasta mediados de los años cincuenta, con otro coplista «Antoniño de Maura». «O enterro de Gil Robles» fue una de las más célebres, junto a la comparsa del Nil, «a do barco do tabaco», «os aviadores».

Los entierros de la sardina porteños habían sido no pocas veces denunciados por curas intransigentes poco afectos a las tradiciones populares, que tenían por vulgares e indecentes, cuando no parodia de las frecuentes procesiones religiosas (a veces algo evidente), pero desde los años veinte no había especial conflictividad. Incluso durante el franquismo siguieron celebrándose grandes entruidos, con activas comparsas en la localidad, hasta la desaparición de la banda de música y la marcha de los últimos bardos por la emigración ya en la segunda mitad del siglo.

Importante feria porteña

Ponte do Porto contaba en el siglo pasado con una importante feria mensual los segundos domingos de mes, y un feirón, a donde acudían numerosos vendedores de toda la zona, desde Baio, Carballo, Vimianzo. Era el mayor punto de comercio de la ría y el entorno, en una villa de servicios (boticas, médicos, abogados, escuelas) con los comercios más surtidos de todo género incluso en años de escasez cuando campaba el estraperlo, y el principal punto de ocio de la zona los fines de semana. Claro que en cuanto al ocio, se circunscribía para la mayor parte de la población a las «panilladas», las escuelas de «panillo» que al final de la tarea semanal se cerraban con pandereteiras.

Alguna taberna-ultramarinos, o las panaderías que en torno a su horno, empanadas y broa, reunían a pandillas de jóvenes los fines de semana. en la segunda década del siglo nacen locales de café, tertulia y bailes de salón, como los casinos, o el Café Moderno de As Barrosas, un referente de ocio en la ría.

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