Juan Gabriel Satti
«Pola Santa Liberata,
levan os picos de aceiro
hannos de traer de prata
(cantiga de canteiros fisterráns, Víctor Lis-1957)
FOTO 1– Santa María de Finisterre es el nombre oficial en toda la documentación eclesial de la Edad Media, por lo tanto es la única y verdadera iglesia finisterrana de la comarca de Nemancos, mal llamada comarca de Fisterra por intereses puramente comerciales (ts. Pedro Arias, AHD// foto Angel del Castillo ca. 1920).
Para datar la iglesia de Fisterra suele recurrirse comúnmente al testamento de Doña Urraca Fernández, viuda de Don Juan Arias e hija del Conde Fernando Pérez de Trava, donde consta un donativo para las obras de edificación: «Ad opus ecclesie ste. Marie de Finibus Terre XXX SLS», año de 1199 (Galicia Diplomática, A. López Ferreiro – 1889).
Pero existe otro testamento anterior de 1173 a nombre de su cuñado Don Pedro Arias en el que deja al monasterio de Antealtares “beato Pelagio” lo que le pertenece de la “eccla sce. Marie de Finibº Terre”, tierra de “Nemancos-Finisterre”; y lo propio hace un tal Ramiro Martínez, clérigo, y sus hermanos de lo suyo en dicha iglesia (archivo San Martiño – AHD).
Los miembros de las aristocracias al fundar y dotar iglesias y/o monasterios, «aseguraban la existencia de un polo de poder que garantizaba la continuidad de la concentración de la riqueza familiar». Estas fortunas quedaron muchas veces en manos de las mujeres, quienes además, se encargaban de perpetuar la memoria de las familias (Monjes y monasterios hispanos en la Alta Edad Media, José A. García Cortázar – 2006)
Por otro lado, era normal dejar las tareas edilicias y administrativas del templo en manos de un regente monacal para «evitar que cualquiera de los herederos sucumbiera a la tentación de fragmentar la riqueza colectiva de la familia» (García Cortázar ob. cit.).
FOTO 2- San Juan Evangelista y San Juan Bautista en un capitel del altar mayor (1283), santos de los que eran devotos tanto el Temple como las logias de canteros, de ahí que celebraran los solsticios de verano e invierno. Se vincula al Bautista con una rama de los esenios llamada Bannaim , los constructores // Canecillos de león y borrego de la misma capilla (fotos J.G. Satti)
Está documentada la presencia de monaquias en Fisterra desde el siglo V, debido al arribo de San Máximo desde Francia y que vivió en el antiguo castro de Castromiñan: «Camone castro prope Nerium Promontorium in Gallaecia Sanctus Maximus, discipulus S. Martini, floret» (véase mi artículo “Eremitas: los iniciados del camino”, Adiante Galicia-02/07/2018).
Los monjes mismos solían diseñar y ejecutar su propio cenobio, además de instruir a artesanos y constructores que acudían a solicitar consejos sobre las reglas que debían observar en el desarrollo de sus obras.
Desde la más remota antigüedad pasando por los egipcios, academias griegas, collegia fabrorum romanos y en gran parte de la Edad Media, los canteros siempre tuvieron una estrecha relación con las autoridades religiosas, puesto que debían coordinar el diseño, construcción y ubicación de los edificios destinados al culto. Por lo que sus conocimientos los situaba en una posición cuasi sacerdotal con una jerga y enseñanza propios, transmitidos a los reciprendarios admitidos por pertenecer a una saga familiar o poseer altas dotes para el oficio.
FOTO 3- La maestría de los canteros de Fisterra puede apreciarse en las magníficas gárgolas que custodian el templo s. XV (fotos J.G. Satti)
Antes de continuar conviene aclarar que no nos es ajeno un párrafo de la donación regia hecha por Alfonso VII al monasterio de Toxos Outos (Palencia, 5/12/1135) que dice:
“Extra hos terminos habet ecclesia Sancti Martini alias hereditates de uoce regia sub aula Sancte Marie et in villa de Arenis et sub aula Sancti Vincencii quas omnes predicto concedo monasterio”, donde ecclesia y aula hacen referencia a un mismo tipo de templo (incluso tomando aula por atrio), pues la iglesia como aula Dei o palacio de Dios también es una referencia muy tradicional en el medioevo pero la ausencia de lugar no nos permite aseverar que sea la misma Santa María de la villa de Fisterra.
Así es que gracias a los testamentos arriba citados, sabemos que los operarios acometieron la edificación de Santa María de Finisterre durante el siglo XII, y también porque partes románicas de la misma sobrevivieron a los agregados y atropellos arquitectónicos (sin sentido edilicio alguno pero sí personalista y/o ególatra) a lo largo de los siglos.
FOTO 4- Marcas Rectoras indicando modo en que se debía colocar, nivelar y escuadrar el sillar; y Firmas, nótese que los dos trazos de la plomada señala 2ª generación de canteros (fotos J.G. Satti)
Igualmente podemos emparentarla perfectamente con Santa María de Cambre, de la Atalaya en Laxe y San Pedro de Redonda en Corcubión por ciertos elementos distintivos en común que la componen (véase mi artículo “Doña Urraca, el Císter y la caballería”, La Voz-10/05/2005).
De la primera época constructiva los expertos afirman que son románicos la arcada y muro lateral del antiguo nártex, la ventana del muro testero y la portada de la fachada por el ajedrezado decorativo y parte del muro septentrional y las primeras semicolumnas de la nave central (estas fechadas entre 1120 y 1180 por la Gran Enciclopedia Gallega). En una segunda etapa, se adosaron elementos y capillas, que salvo la renacentista del Santo Cristo, las bóvedas de crucería delatan que son todas de estilo gótico.
Según el famoso Fulcanelli «arte gótico no es más que una deformación ortográfica de la palabra argótico, es decir una obra plasmada a través de un argot o » lengua particular de todos los individuos que tienen interés en comunicar sus pensamientos sin ser comprendidos por los que les rodean» (El misterio de las Catedrales – Ed. Plaza y Janes 1967)
En este sentido la gliptografía es una disciplina que estudia todo tipo de grabados en materiales duros intentando desentrañar sus secretos; como los que hallamos en los dibujos o esquemas y signos lapidarios que representan al gremio del profesional e identifican al difunto mismo.
Siguiendo ciertas premisas, las marcas de cantería de la iglesia finisterrana podemos clasificarlas en tres grandes categorías principales:
La primera sería las Marcas Rectoras, que se reconocen por símbolos sencillos y superficiales que el oficial con el asentador y los canteros utilizaban para la posición y ensamblaje con el objeto de establecer la correcta ubicación del sillar. Por lo general no son visibles pues trataban de ponerlas en la cara oculta de la pieza salvo que fuera necesario ajustarla y añadirla a posteriori.
FOTO 5- Lauda de un carpintero con su hacha de 55 cm de mango al momento de ser encontrada por la arqueol. Mar López Cordeiro en 2008 // Laudas en la capilla de los canteros ya musealizadas; una con un descafilador de 115 cm (instrumento para escuadrar sillares) y Marca con anagrama familiar de cantero (fotos J.G.Satti)
El segundo grupo son las Firmas de los Canteros, para indicar el trabajo realizado y cobrar el salario correspondiente. De maestros a aprendices, dentro del ámbito del gremio, o de padres a hijos, entre canteros y artesanos, se transmitía un signo personal al que se le iban sumando ligeras variaciones a imitación de los escudos heráldicos que distinguían las sucesivas generaciones. Los anagramas más empleados recogen la letra inicial del nombre y apellido con algún adorno dando identidad y oficio a las losas sepulcrales.
Y el tercer grupo son los Ideogramas, que intentaban transmitir creencias y/o mensajes ocultos a la vista de profanos desconocedores del argot compañeril. Se presentan con técnica depurada sólo atribuibles a un magister o maestro de obra con formación y conocimientos especiales.
Con preferencia aparecen en zonas muy visibles e importantes del edificio, como el exterior del ábside, pórtico, etc.; frecuentemente entre 3 y 5 metros del suelo, ubicados en el centro del sillar como es el caso de Fisterra.
En efecto, en uno de los bloques de granito se puede ver perfectamente un aparente número Pi surmontado de un punto.
“El punto es el emblema del Principio… (y) se ha tomado también, probablemente desde una época muy antigua, como una figura del sol, porque éste es verdaderamente, en el orden físico, el Centro o el “Corazón del Mundo”; y esa figura ha permanecido hasta nuestros días como signo astrológico y astronómico usual del sol. Quizá por esta razón los arqueólogos, dondequiera encuentran ese símbolo, pretenden asignarle una significación exclusivamente “solar”, cuando en realidad tiene un sentido mucho más vasto y profundo; olvidan o ignoran que el sol, desde el punto de vista de todas las tradiciones antiguas, no es él mismo sino un símbolo, el del verdadero “Centro del Mundo” que es el Principio divino.
FOTO 6- Ideograma en un sillar que simbolizaría el viaje del alma al más allá a través de un portal (dólmén) llevada por el Sol hacia el ocaso en el fin del mundo (foto J.G.Satti)
El punto central, es el Principio, el Ser puro; y el espacio que colma con su irradiación, y que no es sino esa irradiación misma (el Fiat Lux del Génesis)” (La idea del centro en las tradiciones antiguas, artículo de René Guénon publicado en la revista francesa “Regnavit” en 1926).
En el judaísmo se explica que cuando dios “quiso manifestarse, creó primero un punto, que volvió a ser el pensamiento divino. Eso, ocultado en el nombre, existiendo sin existir, se llama en ese momento mi. Queriendo manifestarse, mi produce un vestido (la materia), eleh, y lo hace como eleh-im. Elohim es decir, `los dioses-Uno’, manifestada a través del Logos” (El Zohar, de Simeón bar Yochai- siglo II según la tradición)
Es menester aclarar que la letra griega Pi no fue aceptada oficialmente por las matemáticas como notación hasta que William Jones plantea el nombre y símbolo de este número en 1706 y Euler empieza a difundirlo en 1736; por lo que es muy factible que la figura, profundamente grabada, sea el típico icono que representa un altar o dolmen prehistórico.
Sabido es que el Camino de Santiago es una cristianización de las antiguas peregrinaciones de origen prerromano al Ara Solis, situado en Finisterre, donde los antiguos pobladores de la península adoraban al sol y al milagro de su muerte y resurrección diaria. Cristo es la evolución natural de estas creencias paganas como las iglesias lo son de los dólmenes y centros de culto ancestrales; a la vez que la Catedral compostelana deja de ser meta y se convierte en un mojón más en el trayecto de la Vía Láctea hacia el trascendental crepúsculo de Fisterra.
En el alfabeto hebreo la consonante Jet es la octava letra y por lo tanto, su valor es ocho. El 8 significa nuevo comienzo, nuevo nacimiento, renacer; y de ahí que también sea el número de Cristo, que llega más allá de la perfección humana que está ligada al 7.
Su símbolo pictográfico es casi idéntico a Pi y representa un portal, que recuerda la visión celestial que tuvo Jacob de un portal ascendente y descendente que partía del trono de Dios y se conectaba con la tierra (Gn. 28.10-18).
Jet en su imagen antigua también estaba asociada con una cerca o un muro que conlleva la idea de protección, separación, división y conexión entre el hombre y Dios.
FOTO 7- Dios Geómetra (página iluminada de la Bibleé Moralissé año 1250 (en el año 100 d. C. el escritor Plutarco la atribuyó a platon la frase «Dios Geometriza», donde la medida es profana y la Proporción es Sagrada. De hecho sobre la entrada de la Academia de Platón se leía el lema: «No entre nadie que no sepa geometría»)
Son muy comunes en la biblia los símiles utilizando elementos de albañilería tanto metafórica como crípticamente, ocurre así con la visión que tuvo el profeta Amós en que se mostraba a un hombre con una plomada en la mano, comprobando si un muro estaba derecho o inclinado. La voz de Dios le preguntó: “¿Qué ves, Amós?”. Él respondió: “Una plomada de albañil, Señor”. Dios le dijo: “Con esta plomada de albañil voy a medir si la conducta de mi pueblo Israel es recta. No le voy a perdonar ni una vez más” (Am 7,7-9).
Amós comprendió el sentido de la visión: el muro (es decir, el pueblo de Israel) estaba torcido, y el derrumbe era inevitable.
En el nuevo testamento se cuenta que Jesús creció ayudando a su padre José que era carpintero (Mt 13:55) pero el vocablo griego exacto para describir su oficio es tekton, constructor o albañil. De hecho existen más parábolas sobre la construcción que sobre la carpintería como el consabido versículo «la piedra angular desechada por los constructores» (Mateo 21:42, Marcos 12:10 y Lucas 20:17) o “reconstruiré el templo en tres días” (Juan 2:19) como alegoría de la resurrección.
La palabra “arquitecto” proviene de la unión de las griegas archi, que significa primero o principal, y tekton, que en este caso se entiende como “constructor”. De ahí que las logias masónicas modernas designen a dios como el Gran Arquitecto del Universo.