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miércoles, septiembre 4, 2024

La Translatio de Cereixo. Lupa y el Rey de Duio. La barca celta del paraíso (y III)

Rafael Lema Mouzo- En el capítulo anterior

El Concello de Vimianzo recuerdó recientemente en unas jornadas que en Cereixo se conserva la primera escultura que describe el viaje del cuerpo del apóstol Santiago desde Palestina a Galicia. La translatio.

Nacido el mito compostelano, asentada la idea de la invención de la tumba de Santiago, había que buscar una justificación a esta presencia y a la evidente dislocación temporal. El apóstol aparece ochocientos años después de su muerte en el confín del mundo, una zona poco poblada, por la acción de vikingos y sarracenos que hacen peligrosa la vida en la costa. La Iglesia compostelana, para crear sus relatos y asentarlos en «el libro», acudió a la rica tradición popular de un pueblo neocristianizado, que conservaba numerosos ritos y leyendas llegados de la larga noche, santuarios en pleno vigor.

El libro que asentó la inventio y la translatio fue el Códice Calixtino. La gran obra literaria de Gelmírez. Allí se citan dos señores galaicos, el rey de Duio y la reina Lupa. Los discípulos del apóstol (siete o tres según versiones) traen por mar el cuerpo de Santiago a enterrarse a Galicia desde Palestina. Lo transportan en un carro de bueyes bravos que logran amansar. Deben pedir permiso a la reina Lupa, señora de la colina compostelana, y al pretor romano o rey del país, que vive en Duio, Fisterra.

Nos vamos entonces al Finisterre, para analizar la base ancestral, la leyenda escrita y el mensaje de la piedra. A Muxía y a Fisterra-Finisterre, pero también a dos lugares significativos, Moraime y Cereixo. En el país de la noche (abend), el abend-land. A finales de agosto del 2008 en las excavaciones realizadas por la arqueóloga Lorena Vidal Caeiro en la ermita de San Guillermo de Finisterre, templo relacionado con el Temple, se halló una figura del apóstol Santiago realizada en azabache y datable en el s. XIII. 

A su lado aparecieron monedas de la época, y en escasos 300 metros cuadrados de terreno restos de cerámica, lascas de sílex, muros, un sarcófago altomedieval y escaleras de un atrio. Marcan un espacio religioso al que se acercaban peregrinos, vinculado al Camino, y en el que hubo una ocupación, un asentamiento estacional, una casa con su lumbre o lar, al modelo de los cenobios orientales vitados por Egeria. Residencia de ese ermitaño del que habla la leyenda. Como ermitaños hubo en otros templos en lugares inapropiados de la Fisterra (Camelle, Castrobuxán, Rubín, Santa Mariña do Tosto, Santa Catalina de Armada) o grandes santuarios gallegos que siguen recibiendo masas (A Barca, O Corpiño, Augassantas)). 

Los trabajos prosiguieron en los años siguientes, certificando el uso ritual del espacio, también como habitáculo de monjes y guerreros. Una planta y dimensiones similares tenía el templo de Cereixo (Vimianzo) y los vecinos de Leis y Frixe en Muxía, todos creados de la mano de los monjes de Moraime y los templarios de la casa de Traba. En Cereixo la restauración del templo dio a conocer un hogar en el altar, en donde se hicieron fuegos muchos tiempo.

Había sido, al igual que San Guillermo y otros espacios sacros de la zona morada de ermitaños. Con las medidas del templo de Salomón, sobre ruinas ancestrales. Enclaves míticos de primer nivel, aun hoy así considerados, como el Monte do Cabo en Finisterre contaba con la capilla de San Guillermo, marcada con na alta cruz en el mapa de Teixeira del siglo XVII. En el Monte do Pindo también hay restos de una capilla con una inscripción que la data en el 1102 y podía esta dedica a San Pedro. Aunque cerca estaba el castillo de San Jorge, cabecera de un condado altomedieval.

La pieza jacobea de San Guillermo es un resto material de gran valor, certifica la existencia de una ruta de peregrinación antigua, medieval, que unía Finisterre con Santiago, el templo de san Guillermo con la catedral. La presencia de un peregrino jacobeo en un lugar de una gran trascendencia, como los documentos escritos y la leyenda culta y popular, por otra parte, informan. En fin, los nuevos hallazgos ratifican las líneas maestras de esta obra. La figura en si es pequeña, semejante al moderno pin que en el último Año Santo vendían en la tienda de la catedral los mercaderes del templo.

La talla presenta a Santiago con iconografía medieval, con túnica, sombrero peregrino, vieira, bastón y perforaciones de un posible engarce. En las excavaciones del 2007, el mismo equipo encontró una representación del relieve de san Guillermo, también de escaso tamaño. Piezas de otro peregrino singular. En el 2008 siguieron los hallazgos en la ermita, como el de una cruz y una contera de puñal de bronce de los siglos XIII-XIV. Peregrinos, monjes guerreros usaban el templo en la época dorada del Temple.

Los monjes guerreros dejaron piezas de culto y guerra. Las entrañas de la tierra confirman la leyenda; los documentos, la tradición, certifican la Historia. En el 2010 se dio a conocer el final del trabajo, que habla de una ocupación humana en torno al s. XII, y posteriormente un uso religioso hasta el s. XVII, con una ermita con atrio y pórtico al lado del espacio rectangular que fue un hogar con hogar lareira y horno. La iglesia lo destruyó en su fase final, no se sabe muy bien porqué. Uso ritual, abandono de peregrinos, marcas de ritos extraños y paganos.

Según los arqueólogos el espacio esconde ocupación en terrazas hasta el mar y tampoco se aclara porque hay una tumba bárbara del s. VI en las ruinas de la ermita. Eso nos lleva a una etapa muy anterior a las peregrinaciones. La mayor parte de los restos arqueológicos son de la etapa de uso religioso cristiano, y de la época de apogeo del Temple, lo que coincide con la leyenda. Los templarios guardaban en la aventada capilla el brazo incorrupto de san Guillermo, robado por piratas. En torno al cabo sí hay enclaves que hablan de un uso ritual precristiano.

El rey de Duio une Finisterre con la tradición jacobea, con el Camino, a través de una redacción interesada, hecha por monjes franceses al servicio del clero compostelano. Es una imagen solar, en un lugar de luz y de muerte. También santa Elena encuentra el supuesto sepulcro de Cristo bajo un templo de Júpiter. Si este rey de Duio es una divinidad solar, entonces Lupa (loba) se puede vincular a la luna, equiparable a una soberana del ultramundo celta, una Hécate o una Diana. Señora de bosques, montañas sagradas y animales bravos. Un sabia, una meiga poderosa. El reino lunar y el solar, por los que circula en carro de bueyes Santiago.

La leyenda jacobea así apunta al centro telúrico de la gran noche europea, e incorpora Finisterre, a través de la mención a un res, rey, régulo, magistrado o legado romano, que vivía en Dugium, la actual parroquia dúplice de Duio, que da nombre a un arciprestazgo actual, en una moderna subdivisión del antiguo y tribal Nemancos. La incorporación de Dugium a las leyendas jacobeas aparece en el Calixtino. Se advierte en estas historias elementos de la tradición clásica más arcaica.

Se dan la mano la Hispania indoeuropea, celtas, y germano-escandinavos. La conservación de abundantes elementos folclóricos, la pervivencia de relatos similares, en su forma y en su base mítica, demuestran una raíz histórica común de los pueblos que habitaban los finisterres atlánticos. Llamados celtas, con poca fortuna. Ya analicé estas figuras en mi obra anterior, pero conviene tratarlas de nuevo. Son la incorporación del mundo mitológico atlántico, y del antiguo camino este-oeste al mito jacobeo. Algo para mi clave, que lo dota de toda su fuerza y esplendor, por encima de las religiones. Finisterre es ahora Santiago.

El rey de Dugium /Duguio, es un personaje legendario, pero no popular; sino invención culta, de monasterio, al que había que dar cabida real, involucrarlo en un territorio y en una época para dar base a la supuesta crónica fehaciente de unos hechos del apóstol. Al contrario que Lupa, no ha dejado señal en el folclore, y podemos decir que se trata de un personaje ajeno a la tradición comarcal. En el relato inicial posiblemente estaría la denominación de «régulo». El res céltico. En Galicia tenemos citas a un rey de un castro o castellum. Un señor, caudillo territorial local, de uno o varios asentamientos vinculados. Aparece en la epigrafia el nombre de «príncipes celtiberorum», como el noble Alucio. También la tradición conservada en los lugares en donde la cultura celta permaneció corrobora la jerarquía guerrera. Nemancos era territorio celta.

Los nuevos hallazgos en la citania romana y supertamarica de Brandomil confirman el interés minero por el Finisterre y su vinculación con las vías que luego serán caminos de peregrinos. El valor fundamental de Duio es su ubicación geográfica, al lado de Finisterre. Para llegar al reino de Duio hay que atravesar un río, un puente y, en algunas versiones, una fuente. El agua que inunda el pueblo pecador, la del río que divide un reino, nos habla de uno de los atributos del Otro Mundo: el medio acuático es una vía de enlace. Son mitos de una punta final de la flecha del camino de peregrinos ancestrales, como los constructores de dólmenes y los celtas nerios, llegados desde el sur. Los grabadores de petroglifos, esa otra hermandad cultural atlántica. Gentes que desde Galicia se extendieron, asimismo, desde la larga noche del fin de la glaciación. Y retornaron con sus leyendas y dioses. Los celtas usaban los lagos de santuarios, en donde guardaban botines de batallas o armas que rompían y arrojaban. Para cruzar las aguas mágicas debemos hacerlo en barcas extraordinarias. Santiago llega en una de esas embarcaciones del Más Allá. Por el camino del arco iris del dios Lugh.

Como la Virgen de A Barca se le aparece en una lancha de piedra al apóstol en Muxía. Y caídos de navíos llegaron numerosos santos a esta comarca costera. En la Costa da Morte, en el interior de la ría de Camariñas, tenemos la primera imagen esculpida en piedra de la traslación de los restos del apóstol. Se trata del pórtico sur de la iglesia de Santiago de Cereixo, puebla desde la que se repobló Muxía tras el incendio de la misma por piratas árabes.

Los señores de Cereixo fueron los mecenas de la iglesia muxiana. Y caballeros de la orden de Santiago, rosacruces. Magdalena llegó a Provenza en una barca milagrosa. Y Felipe. Uno de los grandes santuarios gallegos, San Andrés de Teixido, se vincula a la llegada del santo varón en una barca de piedra. En el obispado donde se ubica el templo hubo una celtización medieval a cargo de monjes irlandeses, con sede en la lucense Britonia y con el obispo Maeloc como principal referente histórico. La barca sagrada indoeuropea, celta, la barca solar egipcia, los relatos sobre navegaciones fantásticas, los santos que llegan a las aldeas costeras gallegas por el mar, beben de una misma fuente.

Los gitanos tienen un origen oriental, llegaron como pueblo nómada y guardián de sus tradiciones, al parecer desde la Inida. Son gipsy (egipcios) popularmente. Veneran a Sarah-la-Kali, una virgen negra en su santuario de Saintes-Maries-de-la-Mer, al sur de Francia, ese sur cátaro, de trovadores y leyendas, el que recibió la descendencia de Cristo en el útero de la Magdalena, el grial, el cáliz de Venus. Según la tradición, Sarah era una gitana que vivía en una localidad costera cuando la tía de Jesús, María Salomé, llegó allí con otros refugiados huyendo de las persecuciones romanas. Sarah les ayudó a todos y terminó convirtiéndose al cristianismo.

Según la tradición pertenecía a un noble linaje y conocía los secretos del mundo. Como Lupa, como la meiga o «sabia», Santa Comba, en el centro de la tierra de los celtas supertamaricos. Por supuesto, el Vaticano nunca llegó a canonizarla. Es conducida en procesión hasta el mar y cuatro gitanos colocan sus reliquias en un barco lleno de flores, entran en el agua y dramatizan la llegada de las fugitivas y el encuentro con Sarah.

La diosa Madre, los cultos antiguos renovados, los viejos santuarios prerromanos, el panteón múltiple de dioses locales de la base popular pagana siguen marcando la hoja de ruta de los romeros del s. XXI. Santas históricas o legendarias, centenares de advocaciones de María que el Cister extendió por el Camino con leyendas fabricadas, copiadas, coloreadas, para acallar a Diana, Venus, la luna de plata, Gea, el brillo de la estrella finisterrana, las diosas soberanas de la tierra que se casan con el rey, las olas que se tragan al gran dios solar en el paraíso y se entregan a la sombra de la noche. Es la orensana Santa Mariña de Augas Santas, otro vórtice nodo de la Galicia del interior, quizás el tercer punto cardinal, junto a Muxía y Teixido, de la Galicia mágica, en donde se suman todos los mitos galaicos y destaca la lucha vencedora de una sabia virgen y pastora, contra el agua, el fuego. Pero descabezada por la romana espada.

Si los dioses egipcios eran representaciones del único dios, el sol, Re, la pléyade de advocaciones marianas son, en el camino al occidente europeo, una transformación de una idea nueva y vieja, la recuperación de las antiguas, las primitivas deidades femeninas, la Gran Diosa Madre. El oro y la plata, el ying y el yang. Lo masculino, lo femenino. La creación, el misterio de la vida. Este y oeste. Éfeso y Lugo. Dos curiosos objetos galaicos de bronce, castreños, prerromanos, encontrados en Muxía, similares a cuernos de jabalí, forman un curioso ying y yang, único en el NO peninsular. Contra el todopoderoso dios oriental, la diosa femenina occidental, del reino de la noche, del abend, multiplicada en santuarios locales, como santas individuales, como diosas de un lugar, de un territorio. Son nuestras vírgenes negras finisterranas, de numerosos nombres que las individualizan, tal los grafos de Re (Barca, Mercedes, Monte, Faro, Espino, Remedios, Guadalupe, Nieves). Las vírgenes de los más poderosos santuarios del Camino cantadas por el Rey Sabio y los trovadores.

Una leyenda medieval gallega ilustrativa sobre la hermandad atlántica y la búsqueda de paraísos es la de san Mauro, o san Amaro el Peregrino. Era un noble varón gallego que repartió sus riquezas entre los pobres y emprendió una peregrinación marítima hacia el occidente, a merced de las aguas, en busca del paraíso. Otro viajero, Trezenzonio, visita una Galicia sometida a la invasión árabe y viaja a una isla maravillosa que ve desde el faro de Brigantium. En ella permanece siete años, retornando en una nave sobrenatural. Pero al arribar, en la vuelta, han pasado muchos años, ya nadie se acuerda de él.

El primer emperador de China, el señor de los Chin, el soberano que se creía un dios y construyó la tumba de los famosos guerreros de terracota, envió al cortesano Su Fu con un ejército a la conquista de la Isla de los Inmortales, Pen Lai, para obtener el secreto de la inmortalidad, el lugar del que procedían las cápsulas de mercurio que tomaba para alcanzarla. No extraña que un relato similar apareciese en los años de la inventio jacobea, para demostrar el salto temporal de la muerte del apóstol, la predicación de los siete beatos de la Bética y la aparición de su cuerpo santo en el confin de la tierra, en un «paraíso» ancestral. San Mauro, san Ero, los benedictinos y la Iglesia irlandesa celta tenían tradición y soltura en este tipo de leyendas. Rip van Winkle (sacado del folclore holandés), Columbano, Brandán.

Los lugares, las moradas de los dos míticos reyes, son países del Más Allá, del Alén, tienen todas las características sobrenaturales de las leyendas de otros pueblos con evidentes vínculos culturales, en las que también aparecen nombres de localizaciones geográficas reales adornando el relato. Porque los otros mundos están cerca de este, del de los vivos, y se comunican por puertas de acceso al otro mundo (las galaicas casas de mouros o mouras). La actitud de los discípulos del apóstol reafirma esta condición. Arriban a las costas gallegas de forma milagrosa, atraviesan ríos, puentes, fuentes, que son elementos tradicionales de tránsito a este tipo de reinos maravillosos, y caminan con rapidez de un reino a otro en sus tribulaciones.

El rey de Duio es, como Lupa, una invención del clero, y al igual que el relato de la traslación, sin visos de realidad. Nunca existieron y son sólo antiquísimos elementos llegados de viejas tradiciones orales, de una misma forma de contar, en donde la mano local es evidente por las numerosas apreciaciones geográficas concretas. Invención interesada, adornada con el tiempo, utilizando tradiciones locales precristianas. Así en Bretaña, la leyenda de san Ronan guardará las mismas formas, el mismo molde del relato jacobeo, en una creación cronológicamente a la par, con su Lupa y su camino ritual, su tumba oculta y su lucus.

Uno de los papas malditos de la Historia fue Silvestre II, acusado de pactar con el diablo tras un viaje a España, en donde conoció las ciencias ocultas de los árabes. Subió al papado en el 999 y le tocó ocupar la sede en el paso del milenio. Fue uno de los hombres más sabios de su tiempo, y apoyó a los capetos en su disputa al trono de Francia contra los carolingios. Los capetos fabricaron la leyenda de su descendencia de Cristo y la Magdalena.

Los rumores sobre la maldición de este papa, que luchó por implantar la Renovatio Imperii, la restauración del Imperio Romano, llegó hasta el 1648, cuando se decidió abrir su tumba en la basílica de San Juan de Letrán. El cuerpo, intacto, incorrupto, embalsamado con perfumes y aceites, permaneció a la vista de todos y luego se convirtió en cenizas delante de los asistentes, difundiéndose por todo el templo un fuerte e intenso olor, pesado y dulzón.

Algo similar sucedió en los años noventa durante las obras de restauración de un pequeño templo románico rural de la ría de Camariñas, el de Santiago de Cereixo. Bajo una losa del altar mayor apareció un cuerpo intacto, con ricas vestimentas de noble, pero la visión fue fugaz, pura evanescencia, porque enseguida se esfumó convirtiéndose en cenizas e impregnando con un fuerte olor la estancia.

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