Rafael Lema Mouzo
La antigua villa real, puebla, de Santiago de Cereixo está separada tres leguas de Muxía y de Moraime. Ya cité en varias ocasiones, pos su importancia clave, que su iglesia parroquial tiene la escultura más antigua de la translatio jacobea, del año 1.200. Y poco despues seria visitada por un rey, Alfonso IX. La barca de piedra que trajo el cuerpo del apóstol. Normandos y sarracenos asolaron esta zona y algunos vecinos de Cereixo fundaron Muxía en terrenos donados por los monjes de Moraime.
Los vikingos realizaron algunas incursiones a Galicia con las características de una invasión, alcanzado la tumba de Santiago, quedándose en la tierra durante un largo periodo, hasta que los nobles gallegos y sus obispos guerreros consiguieron vencer y expulsarlos. Para ellos Galicia se denominada Jakobsland (el país de Santiago), creían que el paraíso estaba aquí, frente a Finisterre, hablaban de viajes maravillosos en barcas sagradas. Y al igual que hoy conocemos a la comarca como Costa da Morte, por sus naufragios; los pueblos daneses y germanos llaman hoy al Mar de Norte (Nordsee) el Mar de la Muerte (Mordsee).
Algunas de las razzias de los sarracenos anteriores al s. XIII cumplen con una función de invasión mística. Entre ellos siempre hubo sectas iniciáticas al estilo de las del mundo cristiano, con conocidos místicos e iluminados que fueron descubiertos por los templarios y los mozárabes. La destrucción de la tumba del apóstol por Almanzor y la presencia de árabes en lugares de devoción de la Costa da Morte, en campañas seguidas de saqueo, hablan de un impulso de otro tipo, no de botines.
De destrucción de cultos. Así arrasaron Cereixo, Finisterre, Moraime (Muxía), o Santa Mariña de Tosto, el más antiguo de los cenobios; objetivos también de los normandos. La tríada mágica, espiritual, de la comarca, del Mar de los Muertos, la tierra de las playas que daban las vieiras. Los fanáticos almorávides de Alí Ibn Maimón arrasaron Moraime y la comarca en el s. XII. Los almohades del Madhi, Mesías del Islam, siguieron sus campañas.
Sectas islámicas como los alauitas, chiís ismaelitas, creían en la metempsicosis, como los pueblos indoeuropeos vinculados a nuestro origen. Decían que la Vía Láctea representaba a las almas de los bienaventurados en el séptimo grado de elevación. Y conservan algunos santos y fiestas cristianas.
Los romanos seguían a los griegos en la ubicación occidental del paraíso. La presencia del agua como límite entre los dos mundos, o de las embarcaciones milagrosas, sobrenaturales, aparecen en historias como la de la barca de Caronte, el barquero que lleva las almas cobrando una moneda por el servicio. La laguna Estigia, o el acceso a la isla de los Bienaventurados, entre los griegos, siguen esta línea. La barca solar egipcia, la barca de la Iglesia que lleva Pedro, la barca de Isis o la Fortuna indoirania. Por el mar puede llegar la perdición en forma de inundación, como afirma la mitología vikinga.
Es un concepto de tradición indoeuropea presente en la leyenda de la ciudad de Duio (Finisterre), hundida en castigo por la maldad y la falta de caridad cristiana de sus habitantes. En Santiago de Cereixo tenemos un templo románico de nave única y capilla rectangular, una de las obras realizadas por el grupo de canteros que, tras la finalización de las obras de la catedral de Santiago, difundieron el románico por la costa. Pero el mayor interés del templo es su portada sur, excepcional en el románico gallego, y la primera representación en piedra de la Translatio Beati Iacobi.
BARCAS BRETONAS
La puerta sur de Cereixo fue realizada por el mismo autor de la puerta sur de Moraime, un taller vasco llegado de tierras cántabras, de escuela francesa, que cuenta con labores similares en iglesias palentinas, burgalesas, cántabras. En este tímpano, siete discípulos, uno con báculo y de mayor tamaño que los demás, traen el cuerpo del apóstol en una barca de tingladillo, de tablas curvadas en la proa y la popa, sin mástil, que navega sobre un mar de líneas onduladas.
Traen el cuerpo desde Palestina a Galicia, pero no encontramos esta imagen ni en Padrón, ni en Muxía, ni en Finisterre, lugares vinculados con la leyenda jacobea, sino en un pequeño templo de la ría de Camariñas. A desmano del camino oficial, pero no de otras rutas, como la de la peregrinación al santuario de A Barca, por vía terrestre y fluvial, de las gentes de Soneira, Bergantiños, As Mariñas, Xallas. Los descendientes de nerios, céltigos y ártabros.
Es la vía que va a Moraime, refugio de peregrinos en su documentación medieval, sin estar tampoco en la ruta posjacobea oficial. La figura de Cristo, mayor, en el centro, con tres figuras a cada lado. La mesa de los comensales de Moraime es la barca de los navegantes de Cereixo, con la misma división del tímpano.
Y la maravillosa barca habla en el viejo lenguaje ancestral de las barcas sagradas indoeuropeas, que en este caso recibe los rayos del sol en el mismo lugar de su muerte, de su sacrificio de cada atardecer en el cercano Atlántico. El pórtico se rodea por dos arquivoltas. En la inferior, en la clave, un personaje imberbe, con larga vestidura talar y mitra puntiaguda sostiene un báculo de remate curvo en su izquierda, levantando la derecha en actitud de bendecir, como un obispo. Encima, en el arco mayor, un ángel turiferario, con las alas desplegadas, mueve un incensario.
La puerta nos está contando dos escenas. Por una parte, ángel y obispo hablan del descubrimiento del cuerpo en su enterramiento compostelano. En el tímpano recibimos la imagen de la translatio, dos hechos separados por 800 años y aquí resumidos a la forma románica. Como el viaje de un santo celta a una isla maravillosa, en barca de piedra. Siete son los personajes de la barca; ocho, con el cuerpo del apóstol, al que no se le ve la cabeza. El siete es un número singular en la cábala y en el tarot.
Siete personajes están esculpidos en el tímpano de la portada occidental de Moraime, con el Salvador, o un abad, en medio. Y siete apóstoles acompañan a Cristo en la portada de vendaval de Moraime, gemela de ésta. Siete figuras grandes más un niño o un joven Juan encasillado; o siete apóstoles más un Cristo.
Siete son los santos varones de la Bética que introducen la doctrina en Hispania por mandato de los apóstoles. Siete son las dovelas, seis más la clave. Y 14 sus rosas (1+4=5), símbolo del edén, del cielo. El Apocalipsis nos dice que una estrella caerá del cielo y abrirá el abismo y siete estrellas son las siete iglesias primitivas. El viento mueve los cabellos y el incensario del ángel de la piedra cave, empuja la nave de olas alzadas como flotando, que va por su proa hacia el cimacio de otras siete estrellas, el paraíso occidental, Galicia. Es un viaje remoto, más allá del espacio físico, al rincón mítico, al abismo de la memoria.
Un importante número de peregrinos procedentes de diferentes países del norte de Europa, especialmente de Inglaterra y los países escandinavos, realizaban su viaje en barco. Romero Posse cree que los primeros pilgrims a Santiago llegaron por mar. Parece la más cómoda forma de viajar, pero las embarcaciones que usaban no eran ni mucho menos cómodas y seguras. En el s. XIV se intensifican los viajes marítimos y el comercio, de ingleses y de la Hansa. Es el auge de las villas costeras gallegas. En 1508 un barco parte de Stralsund, en el Báltico, con 150 personas sin contar mujeres y jovencitas.
En la legislación inglesa y en el Fuero Real de Alfonso X, los viajeros eran carga, y se les advierte al subir que el patrón los podía tirar por la borda «si los que andan en el navío oviesen peligro». Las mujeres son las que peor lo pasan en estas travesías, pues la intimidad y los abusos son continuos. Margery Kempe, una extravagante mujer de Norfolk, que ya había visitado Jerusalén y Roma en su intención de convertirse en una santa, como Brígida de Suecia deseaba fervientemente la vista a Santiago, espera seis semanas en Bristol en 1417, pues todos los barcos habían sido requisados para la guerra contra Francia. Santa María l´Egyptienne viajando a Jerusalén paga el pasaje ofreciendo su cuerpo a los peregrinos, quienes se rinden a su belleza sobrenatural. La ría de Camariñas, desde los inicios de la navegación en estas costas, fue una de las mejores entradas de las Rías Altas para las naves de vela.
La figura central de la puerta tiene el báculo de los constructores, como el abad de la puerta occidental de Moraime, como el Santiago del Pórtico de la Gloria. Con un báculo o pie columna imaginario P. los maestros del románico iniciaban los números secretos de la planimetría de las catedrales buscando el número de fundación F. Con un pequeño bastón y su sombra se puede medir una pirámide. Es el bastón del Jacques, el dios de la cofradía de los constructores, hermanado con Hiram de Tiro, artífice del Templo de Salomón. La mitra era el símbolo del flamen romano, el flaire conservado en la toponimia local, en la rúa Flaire de Camelle. De camaelli, camilo, sacerdote consagrado al servicio de la divinidad, la encarnación de los dioses romanos en la tierra.
El nombre lleva la raíz indoeuropea del antiguo término indio brahman, y hace referencia al soplo (flatus, flare) con el que se encendía el fuego sagrado del altar y se pronunciaban las palabras mágicas. Al flamen le estaba prohibido tocar a los muertos, debía mantenerse alejado de ellos, no podía presenciar un entierro, ni tener contacto con animales asociados al otro mundo, como el perro, el caballo, o el ciervo. Como está separado en esta puerta, encima de la barca del cuerpo del apóstol y debajo de un ángel y de la bóveda celeste, intermediario entre los hombres y los cielos. En este tímpano corona las dos crónicas un flamen. El obispo de Iria, Teodomiro.
Unos discípulos traen a un decapitado (san Julián, Osiris, Ferreol, Cristo, Prisciliano. Santa Mariña). La barca es una mesa de banquete, un arca, o un ataúd. No son los dos discípulos enterrados con Santiago, son los siete de la tradición hispana, de un relato anterior y extrapolado. Nacido en un scriptorium monacal del sur gallego, asentado sobre un lugar de culto romano y bárbaro. La puerta es un calendario, un cuadrante o reloj de sol. Un ángel volador (el sol) está en su clave. La presencia de los astros en las artes hispanas viene de antiguo y en otros capítulos hablamos de ello.
En numerosos grabados rupestres prehistóricos los vemos. En la primera página del Antifonario Visigótico Mozárabe de la catedral de León tenemos abundante decoración de esvásticas, presentes también en las Cantigas de Santa María. En el citado libro visigodo, al lado de peculiares representaciones de buitres, gallos y cardos, hay dos carneros que en sus lomos llevan cinco y siete círculos con puntos que guardan una enfilación que nos recuerda a constelaciones. Astros representados en signos lapidarios en Carracedo, San Isidoro de León, o San Juan de Montealegre.
Artistas lombardos trajeron el románico a la zona navarra y el nuevo estilo se extendió lentamente por el Camino. Herederos de los collegia fabrorum romanos, las logias que recuperaron el espíritu clásico también conservaron sus mensajes, una corriente filosófica, con mensajes esotéricos que llegaron a la escuela renacentista en la que bebió Leonardo da Vinci.
Por eso en dos templos de la Costa da Morte encontramos una filiación temática con algunas obras del genio italiano. Una colla de canteros vascos llegados de la frontera francesa, hijos de la gran escuela de la Trasmiera cántabra, creó la puerta sur de Cereixo y la de Moraime, sobre el 1.200. Dejó el grupo esculpida una última cena en Moraime en donde encontramos sorprendentes analogías con el famoso cuadro de Leonardo.
Y en Cereixo, los mismos actores de la cena pascual, se transforman como en una comedia en los navegantes de la barca del apóstol, o de Osiris. Además, en Cereixo hay una particular y apenas citada cruz antefija en el ábside, de un estilo único en nuestro románico, una obra excepcional en factura y diseño.
Es una rosa de piedra, una marca de una de las cuatro grandes logias de la arquitectura medieval francesa. De idéntico diseño a la rosa de la vida de una lámina de Leonardo, la flor de la vida símbolo de la Dea Madre, la comunidad matriarcal opuesta al esquema piramidal de la sociedad patriarcal. Una figura geométrica sin base ni punta, sino plana y esférica. La merkabah.
Un ascendente oriental presente en varios templos cercanos (Xaviña) que ya apuntó un sorprendido y maravillado García de Pruneda en su visita-descubrimiento al románico de la ría de Camariñas hace un siglo. La flor de la vida de seis pétalos es una de las marcas de la Bauhüte, la unión de logias. Está en la puerta principal de la catedral de Estrasburgo (s. XII-XIII) , reconocida como Gran Logia Suprema y su maestro de obras como máxima autoridad. La cruz de Cereixo y la flor de vida de Leonardo se corresponden a la Matriz IV del esquema de Rziha, el rosetón trilobulado, el trébol de la Gran Logia de Berna, el milenario triskel.
En la hermandad cultural de los pueblos de Europa y en la revisión de su Prehistoria nos puede sorprender una filiación en principio lejana como la del mundo tracio y sus muestras de orfebrería en los Balcanes o el mar Negro. En concreto un tema similar al de la barca de Cereixo nos aparece en unos pendientes de oro del s. IV a. C. comunes en el mar Negro, del tipo barquilla. En la pieza en cuestión tenemos la barca en forma de luna rodeada por siete rosetas, pero con dos rosas grandes a proa y popa jugando con el 2 y el 7 (como en la tradición de la translatio).
La barquilla tiene solo un tripulante, un ser alado similar a las amazonas, como la de un ritón de la misma cultura del tesoro de Borovo. En estos tesoros tracios tenemos muchos elementos presentes en nuestra cultura galaica prerromana, como las cabezas cortadas celtas como en el plato de oro de Rogozen, o la profusión de cabezas femeninas en piezas de vajilla de oro, unas del viejo legado cultural tracio y otras de influencia clásica (amazonas, Afrodita, la sacerdotisa Auge). Es importante conocer a los artistas y a los mecenas de Cereixo. Lo vermos en otro artículo.