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miércoles, marzo 20, 2024

El extraordinario viaje de Martirios de Armenia al Finisterre

//Rafael Lema//

La oferta de unas jornadas en Dumbría sobre el viaje jacobeo del obispo armenio Martyr o Martiros, con su extraña cita al fabuloso Vákner, uno más de los mitos de la Costa da Morte, es una buena ocasión para acercarse a los poco estudiados derroteros de los peregrinos orientales de tradición griega y bizantina.

Siempre me llamó la atención que entre los primeros caminantes a Compostela estuviesen viajeros de estas remotas regiones de la cristiandad. Recordemos la visita a Santiago en el siglo X de san Simeón de Armenia. En mis dos libros sobre el Camino de Santiago publicados en castellano e italiano marqué la singular relación de los armenios con el mundo jacobeo y el culto a Santiago. En su iglesia de Santiago de Jerusalén ellos fueron los primeros en rendir culto a una figura que enseguida se llenó de mitos y fuentes orales híbridas entre los dos apóstoles de igual nombre.

Del mismo modo, los que más sabían sobre Iacobus fueron de los primeros en venir a Santiago; los que guardaban sus reliquias y su cátedra, los que mantenían un patriarcado armenio con un vínculo fuerte con la iglesia de Alejandría y el norte de África, «patronus» de la primitiva iglesia galaica (no romana y de san Pedro, sino africana y de Santiago; del bizantino Martiño Dumiense, Cibrán y Cirilo).

Sobre este nexo Galicia-Armenia publiqué varios textos desde 2015 recogidos por mi traductora italiana Devana (Manualle della schiamana moderna) y que ya trataré. En 2015 presentando en Milán mi libro «La vía pagana a Compostela» junto a Alessandra d´Ellia Devana me acerqué a las tradiciones jacobeas de la Armenia rusa, sus monasterios (lo poco que quedó en pie de la devastación soviética), a su cultura prehistórica, el culto jacobita armenio, y a los viajes de san Simón y Martiros. Fui invitado entonces por el gobierno armenio al estudio de su legado megalítico, acompañando a Devana, con fines de promoción turística, y entablé relación con estudiosos como Karo Serobyan.

Seguí de cerca la investigación in situ de Devana y guardo importantes referencias que apuntan a una de esas vías milenarias entre el mar Negro y el Caspio con Galicia; con registros vivos en Armenia, Anatolia, y sobre todo Bulgaria del «camino de la dea» que muere y resucita en nuestro océano. En mi estancia en Croacia el año pasado de nuevo recogí los hitos de los peregrinos orientales a Galicia junto al historiador istrio Andrej Bader y por vez primera documenté el camino jacobeo croata, entre los de la iglesia oriental, muy unidos a la ruta marítima veneciana. La que siguió Martiros. Es una buena ocasión ahora hurgar en la crónica de Mártyr obispo armenio nacido en Arzendjan (actual Erzincan en la Anatolia turca) y peregrino a Compostela; su recorrido del Camino de la Costa, su visita al sepulcro del apóstol Santiago en torno a 1493, en su largo periplo europeo de 1489 a 1496; aunque algunos autores datan su partida en 1494.

Sus escritos hablan de un peregrino devoto, amigo del sacrificio y la penitencia en un siglo de auge del camino, con el apoyo decidido de los Reyes Católicos en su nueva cruzada, y los importantes testimonios escritos de ingleses y alemanes, que por miles siguen llegando antes de la Reforma. Martiros sin duda sabía del viaje de san Simeón y de otros caminantes orientales; veo el influjo de santa Brígida o san Bernardino. Suponemos su descubrimiento en Venecia y Roma de mucha documentación jacobea, y también tradiciones orales y míticas. No es ajena Castilla ni Galicia en este siglo a la relación política y cultural con la cristiana Armenia y Oriente Medio, desde las embajadas (con nobles gallegos) a Tarmelán, en una suerte de pinza al poder turco.

El peligro del turco, del berberisco, marcará los miedos de la población española desde estas fechas y por siglos. Martiros es el último caminante medieval, y vive el gran momento en la joven nación, el estado moderno que abre una nueva era al mundo con el descubrimiento de América. Es contemporáneo de otros peregrinos escritores como Hermann Kunig von Vach, Arnold von Harff, el bohemio León de Romithal o el dominico Félix Fabri que hace una ruta parecida y quizás se conociesen. No son raros tampoco los caminantes y comerciantes llamados genéricamente «griegos, turcos, egipcianos» que en este siglo, y sobre todo en el siguiente, viven en ciudades como Toledo o Sevilla, o peregrinan a Santiago. Entre ellos llegan los egipcianos «gitanos», hacia 1435 avistados en hábito de peregrino visitando la tumba del apóstol Santiago.

En 1539 se le obligó a sedentarizarse, bajo pena de seis años de galeras, con escaso impacto. Algunos griegos y cristianos orientales son investigados por el Santo Oficio toledano: fray Juan de Armenia fue investigado por la Inquisición de Toledo, quedando su causa suspensa (1559) y otro tanto ocurrió con el chipriota Paulo Patricio (1561. Se les tenía por gentes de doctrina y moral relajada. En la Edad Moderna tenemos muchas citas a estos orientales llamados griegos procedentes de las zonas ocupadas por el Islam y que recibirán distinto trato, como ya analicé en mi estudio del camino jacobeo croata. Para la gente de la cultura personificaban la cuna de la civilización y el arte, un ejemplo a imitar y unos referentes intelectuales de primer orden.

Para las autoridades municipales, era un colectivo errabundo al que había que controlar, cuando no era necesario atender sus demandas de dinero, ya que se pensaba que hacían las Indias en España, y se unieron a la picaresca del Siglo de Oro en el Camino. Para los poderes eclesiásticos, eran vistos como unos peregrinos que precisaban ser amparados, pues incluso llegaban obispos y abades desprovistos de sus mitras y cargos. Los inquisidores recelaban de su auténtica fe y de sus convicciones morales. Para el pueblo despertaban curiosidad, como unos extranjeros exóticos, ataviados muchas veces al modo oriental. Muchos andaban pordioseando por templos y palacios, causando recelos. Nada que ver claro con comitivas como la de Martiros y otras que tengo estudiado, pero sin «vencello» finisterrano.

La principal motivación del obispo armenio sería visitar la tumba de los príncipes de los apóstoles, Pedro y Pablo. Lo leemos en la versión francesa de A. J. Saint-Martin, de 1827, base de las españolas; en donde indica que es natural de Arzendjan (Erznka en armenio) y reside en la abadía de san Ciriaco de Norkiegh. «Moi, Martyr, mais seulement de nom, né à Arzendjan, et évêque, résidant dans l'ermitage de Saint Cyriaque, à Norkiegh». Parte el 2 de octubre del 938 de la era armenia (1489); y llega al año siguiente a Sdambol (Estambul), de ahí por mar a Venecia y luego a Roma. Después extendió su viaje hasta el extremo de Galicia, para expresar su devoción al Apóstol, lo que acredita la fama del santuario en tan lejanas tierras.

Conocía su viaje por la obra de García Mercadal, estudiada en su periplo gallego luego por Alonso Romero y Lestón Mayo. El manuscrito guardado del obispo es una copia del original, no de su puño y letra, en lenguaje armenio vulgar con muchas palabras turcas; transcrito en Estambul en 1648. Así hay errores cronológicos, geográficos, de toponimia. Visita grandes ciudades y santuarios de Francia y Alemania, sigue el camino jacobeo de la ruta cinco de la Ober Strasse o vía alta, luego la vía Turonensis y una ruta costera cántabra. Tras su estancia en Galicia va al país de «holani», que algunos traducen Asturias y yo León.

En la Reconquista la segunda capital del reino galaico fue León. En viejos mapas de la biblioteca de Estambul en donde Martiros dejó su escrito, en el oeste peninsular rodeado de monstruos marinos e islas fantásticas solo apuntan los nombres «Gallaecia, S. Iacobi, Leoni». Durante toda la Edad Media a los reyes hispanos cristianos se les llamó en Oriente reyes de Galicia, por la tradición griega y bizantina, y aún en esta época se acredita tal título ya anacrónico en documentos y mapas. Bien conocido era el nombre de Galicia en Oriente Medio (con su aureola fabulosa, mítica y como ínsula de tesoros), hasta en la biblia y en hebreo (ver 1 Macabeos) citando las conquistas de Décimo Junio Bruto y su triunfo en Roma en 136 a. C. (como hacen Ovidio, Lucio Accio y Orosio). En una nave de la ibérica Tarsis se subió Jonás, el de la ballena, en el 784 a. C.; y Abdías cita a Sepharad en el 885 a. C. España fue la segunda Fenicia y la segunda Israel; punta oeste de una larga vía marítima, la más antigua. Fenicios y griegos bien sabían de las rutas al mar de estaño galaico. La cultura griega y bizantina, el comercio marino, la iglesia, son vínculos fuertes seculares de conocimiento entre Armenia e Hispania. El fenómeno jacobeo es una amalgama de esta unión que también el veneciano y el árabe sostendrán, con distinto interés y derrota.

Viaja el obispo en compañía y con cartas de recomendación del papa, por ello apuntamos una misión diplomática destinada a conseguir apoyos contra los turcos, vencedores de Bizancio y dueños de Tierra Santa, que amenazan las iglesias orientales y están ya en los Balcanes, en la antigua frontera de la Roma de occidente. Martiros nos deja un estudio pionero del Pórtico de la Gloria, una síntesis artística y del mensaje teológico de sus esculturas. Debía de ser hombre anciano y de débil constitución, fatigado en sus viajes, alojado en monasterios y conventos. Y también nos aporta una estimable cita al milenario camino del Finisterre, por el que caminantes del este llegaron muchos siglos antes al mar del paraíso occidental, la tumba del sol y de la vía láctea.

Tras estar 84 días en Compostela, viaja a Finisterre. Santa María de Finibus Terre, a punto de dejar de ser el fin del mundo por gracia de Colón que entonces acababa de arribar a una Península de cruzados donde ya no hay reyes moros. Siguiendo la milenaria tradición oriental de ubicar en esta tierra mítica seres fabulosos nos aporta la figura del «Vákner». Para unos, recogida de la tradición popular gallega, en donde el gran mito es el lobo, y entonces entronca con el lobishome; pero también tenemos mouros (en cuevas y ruinas) y encantos (en ríos), o poderosas meigas reinas lobas.

Es un ejercicio insensato creer en una evidencia física, que un monstruo atacaba a peregrinos en el camino a Finisterre o Muxía en el inicio de la Edad Moderna; dejémoslo como una más de las imágenes exóticas frecuentes en los relatos de la época, en martirologios y beaterios, y en la misma tradición armenia que estudié con Devana. Recordemos una «historia» del mismo siglo XV, las crónicas de las casas nobles gallegas de Vasco da Ponte y su relato de la «cova da curuxa», un viaje al interior de la tierra en donde el señor nigromante finisterrano Alvar de Altamira es envenenado en cuerpo y alma por las mouras al entrar en sus dominios. Había en Galicia animales como el oso o el lobo, y hasta los cercanos días de nuestros abuelos la Santa Compaña o A Ronda dominaban los carreiros nocturnos. Lestón Mayo en un conocido trabajo vincula al vakner con el fafner nórdico, un dragón; y en mis tertulias en mis cinco viajes por el Véneto y la Lombardía al citar este caso también pensé en un dragón, por otra vía.

El gran animal mítico armenio es el dragón oriental (la serpiente o el demonio que tantos santos y santas orientales vencen) y seres míticos como los nuestros guardan sus ruinas y dólmenes. Como en nuestra vieja religión galaica precristiana Armenia tiene las diosas de soberanía, de fecundidad y del agua, la Dea o madre tierra; lugares de culto transformados por el cristianismo inicial en santuarios a la virgen pero también en relatos de señoras y serpientes malignas vencidas por la cruz (gemelos de los nuestros). La arqueología de los dos países comparte esta simbología, los restos de esta religiosidad ancestral de la divinidad femenina matrifocal de M. Gimbutas y la Antica Europa; las evidencias son asombrosas. Porque una parte de nosotros (lengua, etnia, mito) procede del Cáucaso, de la Anatolia, del mundo ario de la ruta de la seda y de la sangre de donde llega Martiros como vino el Grial. Y acaso la vieira de Finisterre ¿no es el gran símbolo de una Compostela sin mar? ¿O de Venus?

Pensemos que Martyr recorrió Europa, y en Alemania pudo llenarse de entusiastas crónicas jacobeas tildadas de mitología germánica; viajaría en compañía de tan devotos como supersticiosos peregrinos tudescos, del país de los cuentos de invierno (ogros, lobos, nibelungos, hadas). La voz vakner parece germánica, con todas las salvedades del traductor-traidor. Entonces se pronunciaría «facna». E de fadas e fados sabemos abondo. Esa v en armenio es también una grafía similar a la f, pero puede tener derivadas fonéticas (v, u, w, gu, gh, f).

La cita a animales fabulosos en el Finisterre las traía ya en su fabulario armenio y las fue llenado en las alforjas por el camino con los alemanes, para seguir escuchando «contos de mouras» en las posadas gallegas. Las leyendas del Calixtino, la creación del rey de Duio y la reina Lupa, son también híbridos de leyendas locales y monjes escribanos foráneos imbuidos por la cultura greco-latina y bíblica. Como tengo citado, no es tan lejano el imaginario armenio del nuestro.

La patria de Martiros es la vieja ciudad de Erza, santuario de su primera reina legendaria la diosa soberana Anahit, gemela de nuestra Raiña Lupa o la misma Barca de Muxía (banshee). Su rey Trinidate o el mítico Hayk es nuestro rey de Duio, o Hércules. Nuestro Pico Sacro, un Ararat. Muchas evidencias hay de este hilo milenario: semidioses y reyes fundadores, héroes míticos, su vínculo a Noé y Jafet como los hispanos; las luchas de los gigantes (como nuestros atlantes) de Hayk contra los mouros de Bel, igual las de los fomorianos célticos; tierra de geriones y hércules; la vinculación genética ibérica con el Cáucaso y la misma interpretación original griega del nombre de Iberia como país semejante a la Iberia oriental.

La visita al santuario ceremonial neolítico de Agarak, a la voz de la piedra de Carahunj, a los impresionantes megalitos anatólicos y armenios pueden transportarnos en un viaje astral a Galicia, en donde también las mouras llevaban por el aire las piedras de los dólmenes. Pero este artículo es solo un acercamiento a esa cultura tan desconocida, basado en mis trabajos italianos sobre los caminantes del este.

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