«Rachón de Nadal, Pandigho, palilladas e panxoliñas». Rafael Lema
La Navidad es la fiesta más universal, pero cuenta con muchas tradiciones locales en un país de rico patrimonio etnográfico como Galicia. En la ría de Camariñas en el siglo pasado aún se mantenían en vigor algunas muestras ancestrales de este legado de Nadal. Por ejemplo, era habitual en las aldeas de la ría (abarca los concellos de Camariñas, Muxía y tres parroquias de Vimianzo, dentro del arciprestazgo de Nemancos) la tradición del «rachón do Nadal», un leño que que ponía en el lar a arder el día de Nochebuena, y luego se guardaban sus restos como una protección contra personas y ganado.
El Apalpador de la ría de Camariñas
Otro nombre que aún queda en la memoria local de nuestros mayores es la curiosa figura del «pándigho», aunque hoy desvirtuado en un «mazaroco, camiñante mal vestido, tarugo», pero sin duda se trata de nuestro propio apalpador o pandigueiro (voz similar). Un montañés de pantalón y chaquetón de pana, barba y cabellos claros, zuecos, que dejaba el día de Reyes o en Navidad a cada niño de la casa un platillo con unos higos, pasas y un trozo de turrón o similar.
Las castañas, típicas de la época y muy presentes en otro tiempo en las «soutos, devesas» quedan en el recuerdo y así en algunas aldeas aún se llama a las patatas castañas (Dor, Allo, Xaviña). Este plato de frutos secos era el único regalo de estas fechas a la infancia en las casas de aldea buena parte del siglo pasado. En 1910 la muñeca de porcelana de la hija de la condesa de las torres de Cereixo era la sensación entre sus compañeras de escuela, sita en el mismo pazo. En la ría «A Montaña», patria mítica del pándigho, era una geografía interior que iba «mais alá da feira de Baiñas», en tierras de Os Baos, Baiñas, Brandoñas y Brandomil, a donde aún en la posguerra iban por el camino real de «a calzada» una docena de carros reunidos en el campo de San Roque de Ponte do Porto a buscar trigo en la cosecha, empeñando tres días en el camino y recogida por las granjas.
El pesebre y las panxoliñas
El pesebre o Nadal hace un siglo lucía en iglesias parroquiales y en casas burguesas, y las piezas más antiguas son del XIX. Sin embargo desde el siglo XVI aparecen citas a los oficios religiosos en estas fechas en la zona. En las tapas de un libro parroquial de Ponte do Porto apareció la letra de un canto de este oficio del siglo XVII. Las panxoliñas o «cantos de Aninovo e Reis» son una tradición recordada por nuestros mayores y algunas coplas del siglo XIX fueron recogidas en cancioneros.
En este sentido cabe destacar la labor de los coros parroquiales fundados entre 1915 y 1925 por algunos párrocos en la zona, que enseñaron piezas en gallego de villancicos populares que cantaban nuestros abuelos, como «o carrapuchiño». Estos curas músicos mantenedores de coros eran por ejemplo a principios del siglo pasado Domingo Miñones o Pedro Varela Bolón. Y en los años treinta Juan Baustita Boo. En Ponte do Porto, Muxía y Camariñas los bailes de fin de año de sus casinos fueron un eventos singulares en el siglo pasado. En las tres villas había comparsas y buenos músicos, no solo gaiteiros. En 1915 era célebre la rondalla de jóvenes burgueses de Cereixo y Ponte do Porto, que aportaron nuevas modas musicales llegadas de ultramar: tangos, boleros, comparsas, polcas.
Las palilladas
Otra tradición singular de la ría eran las palilladas, bailes de fin de semana que se hacían en las escuelas de palilleiras. El Nadal marcaba la mitad de la temporada y por ello igual que en carnaval, había un especial «algareo». En el siglo XIX las palilladas nacieron en nuestra costa en las noches de invierno, desde el mes de octubre. Se juntaban grupos de mujeres con una «mestra» al frente en una casa desde las ocho de la tarde a la medianoche para hacer encaje. Cada mujer contribuía con dinero para pagar los gastos de lumbre (el famoso candil de carburo) y para el pago del pescado de la «cena blanca» que se lleva a cabo la noche anterior al domingo de carnaval, poniendo fin a la temporada. En estos meses los hombres son admitidos a las palilladas, pueden hablar con sus chicas y organizar bailes al final de las tareas, contratando ciegos para tocar, gaiteiros, o llevar panderetas; sobre todo los sábados, cuando termina la semana.
En el reportaje de Mundo Nuevo de 1914 en Ponte do Porto y Camariñas se describe: «Las escuelas de encajeras se forman en una casa particular á la que concurren varias muchachas y mujeres de la aldea o del pueblo. La luz de los quinqués se costea entre todas, exceptuándose tan sólo de esta contribución, la hija o una de las hijas de la dueña del local. Para traer agua a la palillada, barrer y fregar el suelo, se establece entre todas un turno riguroso. Generalmente, á las escuelas sólo concurren las muchachas, pues las madres de familia, que tienen además que atender a los menesteres de la casa, palillan en su propia vivienda, en los ratos que les dejan libres sus quehaceres. Hay palilladas hasta de treinta y cuarenta mujeres».
En otro párrafo: «La época de mayor intensidad de trabajo es el invierno, las palilleiras hacen encaje de día y de noche, en el resto del año, desde carnaval a primeros de octubre solo se palilla durante el día, dedicando la noche a pasear». La revista verifica que el gran mercado nacional de encaje es la feria de Ponte do Porto. Las palilleiras tienen su propia advocación, la Virxe de Guadalupe, en el santuario porteño. La patrona del pueblo y de las «panilleiras», a la que le organizaron los puntilleiros varias verbenas en el siglo pasado. Se celebraba en la semana de las fiestas de A Barca, usando el santuario porteño para albergar romeros, pero también había misas en diciembre. Y festividades como Santa Lucía (saca da noite, mete do día) abren el calendario navideño en Carnés, Carantoña o Leis.