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jueves, marzo 21, 2024

Herminia Borrell, una camariñana en Vanity Fair

Rafael Lema

Herminia Rodríguez-Borrell Feijóo más conocida por Herminia Borrel, originaria de Camariñas (1897-1971) ha sido objeto el fin de semana de un artículo de la revista Vanity Fair en la edición española. La periodista María Villaldón recuerda la extraordinaria vida de esta mujer que «fue una coruñesa millonaria, célebre y divorciada mucho antes de que lo fuera Marta Ortega» a raíz de la popular boda de la hija de Amancio Ortega que tanto famoseo llevó a la capital provincial.

«Al igual que la heredera de Inditex, la hermosa gallega decimonónica…procedía de una familia adinerada de la localidad de Camariñas que había prosperado económicamente gracias al negocio del azúcar en Cuba» advierte la escritora que recupera la biografía de una extraordinaria mujer de la que ya habíamos hablado en otros reportajes en este medio, así como de su hermano Max Borrell, el compañero de pesca deportiva de Franco. Ambos vivían en su pazo familiar de Cambre pero solían visitar Camariñas en la primera mitad del siglo pasado, y tenían propiedades en esta villa, en Ponte do Porto y Carballo.

En el Pazo de Sigras

Herminia Borrell Feijóo al regreso a su patria se instala en el Pazo de Sigrás (Cambre), a solo algunos kilómetros de la mansión de los Ortega, el Pazo de Drozo, el lugar de celebración de la boda de Ortega con el jinete Sergio Álvarez. El Times se hará eco de su muerte en 1971.

Los Borrell estaban en Camariñas desde el siglo XVIII, descendientes de un sargento mayor del castillo y emparentaron con los hidalgos romero y los comerciantes Feijoo-Pardiñas. El padre de Herminia era capataz en sus haciendas cubanas y se casó con una hija de los dueños. La fiesta de su puesta de largo se celebró en el Pazo de Meirás y vino de la mano de la famosa escritora Emilia Pardo Bazán. «Causó una gran sensación, era una mujer arrogantísima, bella y muy elegante», decía una crónica social del diario El Orzán.

Sus ricos padres Máximo y María Luisa la enviaron de joven a Londres a formarse, en compañía de su tía Lala, y aprovechó para vivir la buena vida de la belle epoque. sin perder fiestas en hoteles y salas de lujo, aperitivos y cócteles a cualquier hora del día, bailes a ritmo de charlestón.

Noviazgo y boda con Nubar Gulbenkian

En una noche loca de 1918, la gallega conocería al dandy mujeriego millonario Nubar Gulbenkian (Armenia, 1900), hijo del legendario empresario petrolero y filántropo Calouste Gulbenkian. Vivieron tres años de noviazgo, visitaron varias veces A Coruña para conocer a su familia política, y finalmente hubo otra gran boda en el top de las vanidades en 1922. Borrell y Gulbenkian fijaron su residencia en el Ritz de Piccadilly, siendo la pareja una de las celebridades del momento.

«Herminia llamaba la atención por su belleza española, tenía el pelo oscuro y siempre lo llevaba recogido en la nuca con la raya al centro. Era una mujer muy atractiva», relataba Gulbenkian en su autobiografía de 1965 Portrait in Oil. «Una mujer de bandera» reconocía el mismo Franco a su hermano en los encuentros en Meirás. Sus lujos y belleza, mujer alta y espigada, morena, con un cierto aire habanero, se recogen en la prensa de la época. Un cuadro de 1936 de su amiga exiliada en Buenos Aires Elena Olmos da fe de sus gracias. Su hermano Max se casó en ese año con otra gran pintora, Carmiña Álvarez de Sotomayor, hija del famoso pintor y señor del pazo de Sergude.

Una mujer moderna

En compañía de Gulbenkian, «la española afincada en Londres viviría bebiendo champán en el Palacio de Buckingham, como asegura el armenio en sus memorias, y viajando por Europa a bordo de Rolls-Royce o Hispano Suizos fabricados a medida» se indica en Vanity Fair. Este estilo de vida la convertirían en una de las mujeres más modernas de su tiempo. Sería la primera fémina en tener carnet de conducir en España, practicar deporte en el Club de Tenis de A Coruña, presidir de manera honorífica el Deportivo de A Coruña, fumar y llevar pantalones en público, andar en bicicleta y comprarse una moto que no usó, y una de las primeras en abandonar a su marido. Herminia y Nubar se casaron al fin en 1922 por lo civil en Londres.

Ella quería ir de negro pero su tía la disuadió. Solo asistieron Lala y su madre. El padre envió un telegrama desde Cuba: «Lamento la decisión de Herminia». El matrimonio quedó bendecido después en una ceremonia por el rito armenio en una suite del hotel Ritz, donde Nubar tenía su residencia y donde se quedó a vivir la pareja, tras pasar la luna de miel en Dauville.

Divorcio y regreso a Galicia

Fueron seis años de matrimonio con frecuentes viajes y fiestas. En uno de esos viajes, en Lago Maggiore, Herminia, conductora bastante arriesgada, estrelló el exclusivo Hispano Suiza de Nubar. Dejaron el hotel Ritz por una casa en Park Lane, pero Herminia detestaba el rol de buena ama de casa y esposa atenta con los invitados, potentados y magnates del petróleo que no le interesaban nada. Entre otras infidelidades y con las tiranteces de la nueva vida de casados, Nubar se fijó en una bailarina pelirroja en el Casino de Cannes y Herminia no lo toleró y pidió el divorcio para regresar a Galicia.

Borrell se cansó de las infidelidades y las obligaciones de tantas recepciones perfectas para los petroleros del círculo íntimo y empresarial de su marido, y se divorció de Gulbenkian a finales de los años veinte. En sus memorias, el magnate armenio casado tres veces relataba que había tenido «buenas esposas» pero «dos de ellas se fueron y, ciertamente, no las puedo culpar. Siendo más joven y más viril de lo que soy ahora, sucumbí a otros encantos. Los encantos de mujeres más jóvenes». Su amigo George Ansley contaba: «Nubar es tan complicado y duro que cada día cansa a tres agentes de Bolsa, tres caballos y tres mujeres».

Borrell Feijóo regresa a La Coruña con todas sus joyas, una pensión de 300 dólares mensuales, su perro pequinés, con solo 30 años, y toda su belleza en esplendor. Será íntima del círculo de los Franco Polo y estrella rutilante de la sociedad local. Entre sus aficiones figura la compra de arte, sargadelos. y encajes de su Camariñas natal, como su amiga Carmen Polo, adquiridos en Ponte do Porto a la célebre puntilleira Clarisa Noya. De hecho mi abuela recuerda haber acompañado siendo niña a sus tías a llevar labores a la casa de «la coruñesa». También usaba un vistoso coche blanco, que se dejó ver por Carballo y Camariñas. En Sigrás en sus últimos años vivía sola, con perros, gatos y loros charlatanes. En su famoso retrato aparece con uno de sus perros favoritos y luciendo sus predilectos collares de jade.

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