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sábado, marzo 23, 2024

Historias de náufragos y héroes en el Cabo Finisterre

Juan Gabriel Satti Bouzas//Naufragios en la Costa da Morte hubo muchos, pero con final feliz, pocos. Y uno del que queda un documento fotográfico ocurrió el 1 de febrero de 1947 en Fisterra. 

Don Juan Bautista Traba Dominguez (1886-1958) // Integrante de la primera comisión que se entrevistó (6 de abril de 1927) con el gobernador civil García Argüelles, el comandante de Marina Vazquez Permuy y el jefe de Obras Públicas Del Real en Coruña para solicitar el imprescindible puerto de abrigo cuyo coste era de 750 mil pesetas de la época. En esta foto parcial puede verse además del propio Traba, al alcalde Ávila y los curas Miñones y Escarís de Fisterra y Duio entre otros destacados, según crónica del día 7 en La Voz de Galicia. Foto archivo familiar.

Fue protagonizado por el “María Benita”, un barco de once metros de eslora, 9,75 de quilla, 5,38 toneladas de carga y uno de los primeros en estar equipado con motor diésel.

Su propietario era Juan Bautista Traba Domínguez (Juan de Benita), Patrón Mayor, Juez de Paz de la villa, socio con D. Matías Canosa de un camión para la venta de pescado y también dueño del “Yaverás” y el bote “Venus” cuyos remos aún pude verlos en 2004 conservados por un marino retirado. La tripulación la completaban su hermano de José (Pepe de Benita), Manolo de Cuello, Victorino (sobrino de Juan), Juan da Cova, Roque Insua (motorista), Segundo da Chona y José de Cusculias.

Aquel día, Juan y su gente encarnaron con el material traído de A Coruña, y sobre las 23 horas cogieron la ropa de aguas (que era de tela impregnada en aceite de linaza, prenda nada práctica y pegajosa) y se hicieron a la mar. La noche no tenía buen aspecto.

Foto institucional (1929) de las fuerzas vivas de Finisterre donde puede verse a D. Juan Traba Dominguez (patrón mayor), los medicos Paz Figueroa y Esmorís, Casto de Carcula, maestro Pedro Raña, Armestro de Alonsina, Justo de Remigia , Ramón Rodríguez Vigo (alcalde)? // D. Juan ejerciendo como Juez de Paz en 1950.Foto archivo familiar.

Tomaron rumbo al NO, a unas 4 ó 5 millas de la playa de Mar de Fora, a Mar da Area, a la pesca del congrio. Permanecieron unas 4 horas al pincho en noche cerrada y al querer recoger los palangres, los sorprendió el temporal. Rachas de viento de más de 100 kilómetros por hora empezaron a jugar con la pequeña nave. Juan mandó la gente a la bodega y aferrado al timón emprendió las maniobras de regreso.

Desde el faro de Finisterre, su sobrino Juan Boullosa Canosa, que a la sazón estaba haciendo la ‘mili’, vigilaba con los prismáticos la lucha de aquellos héroes contra viento y marea. Eran las 8.30 horas cuando pasan frente a la linterna del Fin del Mundo, el motor, preparado por el gran mecánico que fue Juan de Duio, estaba anegado pero resistiendo. Todavía quedaban 3 kilómetros hasta tocar tierra, la fuerza del viento se mantenía constante, pero produciéndose cambios bruscos de dirección al encañonarse el aire en las rías de la costa, lo que les impedía atracar en Corcubión y obligaba buscar Fisterra, que todavía carecía de muelle.

El joven con binoculares aún controlaba cómo el mar engullía el María Benita y su tío se lo arrebataba de la entrañas. Eran las 9,45 horas cuando pasan por la playa de Cabanas y el viento comienza a perder intensidad. La batalla entre el hombre y el mar era constante y proseguiría hasta las 11, hora en que el pequeño barco varó en la playa de A Ribeira, delante de la casa de los Benita; un palacio urbano medieval restaurado del siglo XV y XVII, la conocida Casa do Arco. El pueblo ya se había lanzado al encuentro de esos hombres que esta vez le habían ganado el pulso a Neptuno (De mi crónica corregida y ampliada “Juan Gabriel Satti rescata el naufragio del María Benita”, El Correo Gallego – 24.02.2007).

La siguiente historia también involucra otro miembro de la familia Benita y fue recogida por Francisco de Ramón y Ballesteros en su libro “Sinfonía en mar mayor: Finisterre” de 1976 (pág.164-165).

Nombramiento de patron de pesca para embarciones de vapor y vela de D. Juan Traba en 1929//Curso de motores Hispano Suizo de D. Juan de Duio en el Acorazado Jaime I -1935 // Recibo del pósito citando el «María Benita» // Familia de larga tradición marinera como consta en un censo de 1887.Foto archivo familiar.

Transcurría el año 1939 en el que la vida de postguerra no estaba como para dejar pasar un día de pesca,  aunque el tiempo no se mostrara propicio para ello. Así fue que ocho marineros salieron a la mar a la captura de congrios a bordo de la motora “Margarita”, cuyo patrón era Modesto Insua. Entre los tripulantes se contaban Juan López Marcote (que relató el suceso a Ballesteros) y Manuel Canosa Traba (Manolo de Lucinda, hermana de Juan de Benita).

Llegados al Cabo de la Nave, dieron fondo, y lanzaron los aparejos al agua. Soplaba entonces un fuerte nordeste, que, en cuestión de pocas horas, aumentó extraordinariamente.

Panorámica de las viviendas de la calle A Cerca, en el número 6 (según censo de 1887) vivían los Benita, esto es la llamada Casa del Arco (un palacio urbano medieval restaurado del siglo XV y XVII, hoy biblioteca municipal)

Motivado por la presión del viento, y posiblemente porque en aquellos tiempos de escasez los materiales no eran buenos, el caso fue que se les rompieron las amarras, quedando el “Margarita” a merced de la corriente que comenzó a llevarlo mar adentro. El motorista no era capaz de poner en marcha el gastado y muy reparado motor de la embarcación.

Tres días con sus tres noches, anduvo el barco a la deriva, llevándolo el viento hasta la altura del bajío denominado “el Canto del Portugués”, lo que equivale a decir que llegaron a aguas fuera de las rutas normales de navegación.

Consiguieron por fin, después de grandes trabajos, reparar el motor pero tanto por su poca potencia como por la falta de combustible, siguieron encontrándose tan en precario como en los primeros momentos.

Las islas de Ons, en la lejanía, eran la única tierra que veían sus ojos cansados de tanta vigilia y de tanto mirar en vano a los inescrutables horizontes. El hambre, la sed y el frío, se habían asentado sobre aquellos nueve desvalidos seres, cuya moral estaba muy quebrantada por el medio y las privaciones.

Arrivo del Maria Benita a la playa A Ribeira donde los esperaba una multitud entre familiares, amigos y vecinos de la villa. Foto archivo familiar. El autor en el ángulo inferior izquierdo.

Cuando por fin se apagó el motor, tuvieron un pequeño motivo de esperanza al divisar un barco de pesca en las inmediaciones del “Canto del portugués”.

Al llegar allí, el patrón Modesto Insua, acordó que se remolcase “Margarita” con la chalana auxiliar de abordo. La faena del remolque era ardua y despiadada, porque este tipo de embarcaciones planas no navegan bien y el peso del buque y siete hombres a bordo, puesto que dos pasaron a la chalupa para empuñar los remos, eran carga pesada para tan pequeño potencial de tracción. La suerte seguía siendo esquiva, porque al virar la motora vino a suceder que se rompió la cuerda del remolque y el “Margarita” firmó su propia sentencia de muerte.

Los dos hombres que tripulaban la chalana, redoblaron sus esfuerzos para recoger ahora a los compañeros que habían quedado en su embarcación, no siendo además tarea fácil el tener que hacerles cabida en aquella cáscara de nuez. Con todo, tras mil aprietos, consiguieron alcanzar el anhelado galeón.

A bordo de este, les esperaba un nuevo calvario, como autentica nota de excepción de lo que es el generoso corazón de los pescadores. Allí, se les negó el auxilio preciso para recoger el buque abandonado, a pesar de que todavía se hallaba bastante cercano a aquel lugar. Tampoco se les facilitó alimento alguno para saciar su hambre, y ¡¡¡todavía más!!!, tuvieron que permanecer una jornada en tan ingrata compañía, porque el patrón no accedió a ponerlos en tierra firme hasta que terminase de faenar.

Desde otra perspectiva, el arrivo del Maria Benita a la playa de Ribeira donde los esperaba una multitud entre familiares, amigos y vecinos de la villa. El otro barco quizás fuera el «Yaverás», también de la familia. Foto archivo familiar.

Finalizada la pesca, el galeón les dejo en el lugar de Aguiña, en donde permanecieron tres días, hasta que por fin, hallaron un barco que los trajo a Finisterre.

Mientras ocurrían semejantes peripecias, las familias de los náufragos daban a éstos por perdidos. Y como entonces no existía teléfono en todos los pueblos, tuvieron que desplazarse desde Aguiña a Noya, desde donde hablaron con el párroco de Finisterre, D. Juan Bueno y Bueno, quien comunico la noticia al pueblo, utilizando los micrófonos de una orquesta que solía amenizar el baile de la Plaza, lo que constituyó un auténtico motivo de júbilo popular.

De aquellas valientes tripulaciones y sus odiseas sólo queda alguna fotografía, pero de otras muchas que también se jugaron la vida en los mares de Fisterra (incluso hasta perderla) apenas hay nada. Hay monumentos, plazas y calles para los emigrantes, médicos, alcaldes o inventores del futbolín, que no digo que no merezcan, pero no es justo. A esos colosos del mar también se les debe un homenaje a la altura de su coraje.

D. Manuel Canosa Traba, sobrino de D. Juan y  Josefa Armesto Castro, descendiente ésta de los alcaldes Juan Armesto y Victoriano Armesto Rivas) // D. Mnuel portando el paso «la Oración en el Huerto» junto a Agustín de Segunda y Antonio Canosa en la semana santa de 1952.Foto archivo familiar.

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