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sábado, noviembre 2, 2024

De Finisterre a la Patagonia: historias de emigrantes en el otro fin del mundo

«De Finisterre a la Patagonia… «. Un reportaje de Juan Gabriel Satti Bouzas.

Embarque de emigrantes en el puerto de Vigo en 1925 (foto Sarabia)

Se me podrá decir que los movimientos migratorios son parte de la historia de la humanidad. También lo son las guerras y no por eso justificables. El camino siempre es desenvolverse en su propio país y es algo que no debería ser motivo de discusión hoy, cuando la migración masiva en Europa y Estados Unidos origina leyes y actos racistas y posturas humanitarias insolidarias, y cuando la ayuda fundamental es el desarrollo en los lugares de origen mediante transferencias tecnológicas, ayudas económicas y un intercambio comercial justo.

La inmigración gallega en la Argentina, que es la que conozco y me toca de cerca, tuvo su lado positivo: muchos pudieron salir de la miseria, educar a sus hijos, tener casa, enviar dinero, ropa y aliviar la grave situación económica existente en su país natal de pre y posguerra. Hubo gallegos que regresaron enriquecidos, pero fueron minoría. El resto nunca pudo retornar ni para hacer una visita. La mayoría fueron golpeados por la vida en un sistema social injusto, clasista y discriminatorio, pasando su vejez solos, sin medios ni familiares.

 Distribución de rebaños, plantas de procesamiento y estancias (Rethinking the role of sheep in the local development of Patagonia, Argentina Fernando Coronato, Enzo Fasioli, Alejandro Schweitzer, Jean-François Tourrand 2016/ CONICET Digital Nro.24561)

Los gallegos llegaron a principio del siglo pasado con coraje y empuje a una Patagonia en manos del latifundio extranjero. En 1893 una decena de familias se beneficiaron con 2.517.274 hectáreas al concederse tierras fiscales (en parte arrebatadas a los indígenas) en la provincia de Santa Cruz.

Mauricio Braun, natural de Letonia, junto con Juan Blanchard (francés) y José Menéndez (asturiano y suegro del primero, dueño de la naviera “Menéndez-Behety” a la que pertenecían medio centenar de vapores) poseían en sociedad 1.376.160 hectáreas, cuando las leyes de colonización chilenas y argentinas, en un principio establecían como límite 30 mil hectáreas (Ley 4167 de 30/12/1902). Era de ellos la Sociedad Anónima importadora y exportadora de la Patagonia, fundada en junio de 1908 en Punta Arenas. 

En aquella región austral, en condiciones infrahumanas, trabajó mi familia y coetáneos (un rasgo distintivo de aquellos emigrados fue la costumbre adoptada en Fisterra de tomar el mate: “En todos los hogares finisterranos se va pasando la familiar pipa de plata u oro, con la calabaza repleta de mate, ofreciéndose la infusión entre los miembros de la casa y amistades”, `Viento del sur en Finisterre: la pesca y el mate´ por Ramón G. Fontela – Diario La Noche de 03/11/1956).

Mi bisabuelo Don Juan Bautista Traba Domínguez y su hermano José viajaron hacia esa empresa en las primeras décadas del siglo 20 a trabajar principalmente en la explotación ovina (en la provincia de Santa Cruz, el 70% de las estancias sólo producían lana (Barbería, 1995, p. 251). Alemania era el mayor comprador de lana argentina, seguida por Francia y Gran Bretaña. Una estimación a partir del stock nacional de 1914 en los territorios patagónicos había 9,5 millones de ovinos, lo que representaba un 22% del total de animales del país; y eso daría unas 36.500 toneladas de lana anuales sobre el total de 166.000 toneladas exportadas por Argentina (estas cifras se incrementarían un 76% hacia 1947).

Primera sede de la Sociedad Anónima y el galpón de esquilar ovejas más grande del continente de esta empresa.

Francisco Esmorís analizó con datos concretos las consecuencias económicas tanto para los emigrados como para Fisterra en los siguientes términos:“El último  censó  arroja  estas cifras: Población de derecho, 5.108 almas y la de hecho  4.227 con una diferencia de 941 habitantes que abandonaron su tierra.De  22  de  julio de  1924 a 11  de abril de 1925  han emigrado,  en efecto, 128 fisterranes; y  113  desde  23  de  abril  de  1925 hasta marzo de 1926.
Aceptando como  término  medio de emigrados por año el número de 120 pasajes a Buenos Aires (que es a donde esta emigración se dirige) a 600  pesetas  cada billete, comportan 72.000 pesetas anuales.

Cada pasaje supone unos gastos de equipo, documentos, traslado a puerto de dinero para primeras atenciones al desembarcar  en  América. Pueden calcularse  por  lo bajo  en  400  pesetas por persona y suponen por tanto en 120 emigrantes otro desembolso para la villa (casi  todo él perdido) de 48.000 pesetas. En  suma, 120.000 pesetas de las que restando 40.000 que pudieran quedar en España en gastos hechos, comisiones, etc; la  diferencia 80.000 se van  para no volver…

En fin, aceptado en números redondos la cifra de 1.000 como  diferencia entre la población de derecho y de hecho y suponiendo que estos ganasen tres pesetas por día laborable (cifra bien tímida) tenemos un rendimiento de tres mil pesetas por trescientos días o pesetas 900.000 anuales que la villa deja de obtener o percibir.

Caravana en espera en Río Gallegos y en Puerto San Julian para embarcar los fardos de lana.

Los ahorros que envían o traen nuestros  emigrados  no  alcanzan nunca a 400.000 anuales, resulta que nuestra emigración  produce a la  patria una  pérdida de 580.000 pesetas” (`Finisterre necesita un puerto refugio´, La Voz de Galicia-07/04/1927).

Así era el problema migratorio en Finisterre considerando sólo el aspecto económico, veamos ahora el laboral para los emigrados al llegar a un destino de clima frío, seco y muy ventoso como es la Patagonia (“All was stillness and desolation” en palabras de Darwin, Journal-1833, p.198).
Dormían en barracones helados. Tenían una vela por semana para alumbrarse por la noche. No tenía retrete. Hacían sus necesidades en orinales. En invierno, por la mañana, la orina ya se había congelado. El agua para lavarse a veces no valía porque era hielo.

La falta de buenos puertos obligaba a padecer un trabajo duro y difícil: el buque fondeaba cerca de la costa y unas «chatas» aproximaban las mercancías a las playas. Allí, con el agua hasta la cintura, descargaban con la espalda los bultos para el almacenaje, y de vuelta traían los fardos de lana Corriedale-Merino de 100 kgs. (que con mucha frecuencia eran desarmados en el depósito del exportador en el puerto, la lana reclasificada y vuelta a embalar en unidades de 250 Kg) hasta el barco, que ponía rumbo a Londres. “Sólo para el recuerdo y para alimentar la nostalgia, citaremos una decena de fondeaderos: Puerto Lobos, Bahía Cracker, Cabo Raso, Bahía Bustamante, Puerto Visser, en la provincia del Chubut; y Mazarredo, Cabo Blanco, Bahía Oso Marino, Bahía Laura, Puerto Coig en la de Santa Cruz, o aún Puerto San Pablo en Tierra del Fuego; tantos nombres para otros tantos pueblos fantasmas que entraron en la leyenda…” (`El rol de la ganadería ovina en la construcción del territorio de la Patagonia´ Fernando R. Coronato, geógrafo. Centro Nacional Patagónico – CENPAT, Puerto Madryn, Argentina. 2010-pag.97).

Publicado en la revista Agrupación Fisterra Unida nº9-1999

Pero eran tiempos de reivindicaciones laborales, y los gallegos no eran ajenos a estas, sufriendo persecuciones por la policía subvencionada por las compañías, pues entre otras cosas pedían el descanso dominical y que la jornada pasara de 16 a 8 horas. Al comisario N. Jameson esto le hizo reflexionar: «…los inmundos gallegos, después de haber vivido bien, como cuervos pretenden desganarlo de forma estúpida.» «Gallego de mierda», «pata sucia» o «ignorante» eran otros de los apelativos que recibían estos emigrantes. O sufrían la burla porque «no sabían hablar bien». «Mala y más que mala es la vida aquí. Se nos tiene en una situación lastimosa. Todo cuanto pueda escribirse no puede dar idea exacta de lo que pasa aquí dentro. Sin embargo, no desmaya nadie…» escribe un obrero a un periódico capitalino, Tribuna Proletaria en 1921.

Hubo una gran huelga en esa época y los «visionarios» estancieros presionaron para que se la reprimiese. Con el teniente coronel Varela a cargo, mi bisabuelo y compañeros no podían dormir de la angustia porque si tocaban a la puerta del barracón pudiera ser que los venían a buscar, los apaleaban, los torturaban, los fusilaban, los quemaban con petróleo o los enterraban vivos (se calcula la matanza en 1500 peones rurales). 

El coruñés Ramón Pantín, con tan solo 17 años, fue el fusilado más joven de las huelgas de 1921 en Santa Cruz  por orden de Robert Riddell, el administrador de los Menéndez-Behety. Sus restos están en una fosa común en la estancia Anita por reclamar un botiquín sanitario (Foto colección Luis Milton Ibarra Philemon)

Los mismos militares asesinos, reconocían que: “Abundaban las situaciones de notoria injusticia en el trato que se dispensaba a peones, empleados y obreros en la mayoría de las estancias y establecimientos industriales y comerciales del sur del país” (Capitán Anaya). “El obrero trabaja, se le abona en cheques, cambia éste por mercaderías o lo negocia en la forma en que se indica y sale del establecimiento tan pobre como entró» (Coronel Varela). “Los estancieros han deseado vivamente que la revuelta se sofocara antes del comienzo de la esquila, con muchos fusilamientos para imponer el terror y hacer luego trabajar a sus peonadas con jornales rebajados” (Capitán Sáenz) (testimonios recogidos en el libro `Menéndez, rey de la Patagonia´ de José Luis Alonso Marchante -2014).

Publicado en la revista Agrupación Fisterra Unida nº10 1999

Cuando una década más tarde el general José Uriburu da un golpe de estado, en su primer discurso al país dice: «He venido a limpiarlo de gallegos y gringos anarquistas»(`Los gallegos anarquistas en la Argentina´, Carlos Penelas – 1995).
Por eso ahora cuando veo por televisión la oleada de inmigrantes a pie o que llegan en cayucos o que sufren actos xenófobos en esta tierra forjada por emigrantes que no los esperaba la Cruz Roja, ni la Seguridad Social ni la Justicia que los amparase, no puedo más que pensar en aquellos versos de Pablo Neruda: «Caudalosa Galicia, pura como la lluvia, salada para siempre por las lágrimas».
(De mi crónica corregida y ampliada “La emigración, un movimiento social injusto de ayer y hoy”, El Correo Gallego -11/11/2007)

Algunos fisterrans que trabajaron en aquella región austral (revista Agrupación Fisterra Unida nº10 1999)

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