La osteoartritis es una forma muy común de artritis que, aunque puede afectar a cualquier articulación, afecta generalmente a las caderas, la columna, las manos y las rodillas. La osteoartritis degrada el cartílago de las articulaciones, lo que produce dolor, inflamación y reducción de la movilidad. Una forma de mitigar este dolor es seguir un tratamiento de andulación como el que ofrece HPP Spain.
El mecanismo de la osteoartritis es relativamente sencillo. El cartílago es el tejido que cubre los extremos de los huesos, y hace que el rozamiento entre ellos se amortigüe. Cuando se desgasta, los huesos rozan y se produce dolor e inflamación. Como consecuencia también se reducen los movimientos. Si esta situación se prolonga en el tiempo, se puede producir un daño permanente de la articulación.
Aunque no existe aún consenso absoluto sobre las causas de la osteoartritis, sí está claro que existe una vinculación con la edad. Con el paso del tiempo, perdemos elasticidad y capacidad de regeneración, lo que puede degenerar en un desgaste del cartílago. Sin embargo, la edad no es el único factor. A veces la osteoartritis puede tener como antecedente un accidente, que actúa de desencadenante de un proceso de degeneración del cartílago.
Las malas posturas o las sobrecargas también pueden provocar una osteoartritis. Así, una deformidad o un problema postural puede provocar un roce mayor del natural en alguna articulación, y esto puede acelerar el desgaste del cartílago articular. En la misma línea, el sobrepeso también es un factor desencadenante, porque las articulaciones soportan más carga de la habitual. Por último, la falta de actividad física es otro factor de riesgo.
La osteoartritis no aparece de repente, sino que el desgaste de la articulación se produce de forma continuada a lo largo de los años. Al comienzo este proceso no siempre produce dolor, de modo que en muchas ocasiones detectamos la osteoartritis cuando ya está en estado muy avanzado. Por eso, es importante diagnosticarla en un estadio inicial, cuando afecta a un área relativamente pequeña y el daño en el cartílago aún es mínimo.
La osteoartritis se diagnostica siguiendo una variedad de métodos. Así, los médicos pueden valorar la historia médica, realizar exámenes físicos o de laboratorio o solicitar una radiografía de rayos X antes de concluir que una articulación está sufriendo un proceso de osteoartritis.
En cuanto a los síntomas, comienza como un dolor moderado o leve, que aparece y desaparece en función de que se realicen ciertos movimientos. Este dolor puede ser más intenso al iniciar un movimiento y luego rebajarse poco a poco. Cuando se pasa largo tiempo sin movimiento, la osteoartritis se manifiesta con una sensación de rigidez en la articulación, que a veces produce un chasquido o cruje, y que está más entumecida o rígida cuando hace frío o hay humedad ambiental.
Evidentemente, todos estos síntomas se acentúan a medida que se acelera el desgaste del cartílago articular. Poco a poco, la rigidez será mayor, y el dolor más intenso y frecuente. Hay algunos deportes, como el ciclismo, la natación o la gimnasia, que por su menor impacto sobre las articulaciones resultan especialmente indicados para retrasar y mitigar el efecto de la osteoartritis. En general, se trata de reducir el dolor y de mantener la movilidad, aunque en función de la gravedad de los síntomas y de lo afectado de la enfermedad podrán obtenerse distintos resultados.
Por eso, los médicos suelen combinar la prescripción de determinados medicamentos y terapias físicas que puedan reducir el dolor, como puede ser el caso de la andulación, una técnica basada en principios biofísicos que combina la aplicación de vibración de cuerpo entero (whole body vibration, en inglés) con la aplicación de calor por rayos infrarrojos sobre las zonas afectadas.
Si la osteoartristis tiene un origen o se ha acentuado como consecuencia de una mala posición, lo primero deberá ser corregir esa mala postura y adoptar técnicas de higiene postural. Para aliviar los síntomas de la osteoartritis también conviene descansar, realizar actividad física moderada para evitar la rigidez y no perder movilidad, controlar el peso de modo que no se produzca una carga excesiva sobre las articulaciones, o utilizar calor o frío en la zona afectada.
Otra opción es la infiltración de ácido hialurónico, una sustancia que se encuentra de manera natural en nuestro cuerpo y que aporta elasticidad a los cartílagos, lubricando los movimientos para que podamos realizarlos sin dolor. Cuando hay un daño articular, como es el caso de la osteoartritis, una posibilidad es inyectar mediante técnicas de infiltración una cantidad de ácido hialurónico, de modo que éste actúe de lubrificante y absorba el impacto de las articulaciones, lo que reducirá el dolor. Supone por tanto un alivio sintomático que puede ser complementario de otros tratamientos.
Sólo en casos extremos se utiliza la cirugía, de modo que suelen recomendarse terapias físicas como la que acabamos de comentar, o los ejercicios que puedan realizarse en la consulta del fisioterapeuta, con el fin de mantener la movilidad y reducir el dolor.