Rafael Lema//
Manuel Cotrín es un emigrante retornado que ocupa buena parte de su tiempo libre en cultivar sus fincas o cuidar su ganado pero entre los productos de su huerta se encuentra una col gigante con cuatro años de vida que sigue creciendo en una finca de Cures, en la parroquia de Cereixo (Vimianzo). El peculiar «coleiro» ya alcanza varios metros de altura y por ahora su dueño piensa dejarlo «ao seu aire».
Cotrín recuerda que en el jardín de su vivienda en Suiza llegó a tener una col de siete años que «foi moi retratada e saiu xa daquela na prensa suiza. Este coleiro é fillo do que tiña en Suiza». Ya aprovechó buena parte de sus hojas pero indica que hace unos días estaba «moi bonito, semellaba unha árbore, e ten un tronco dun pequeno eucalipto».
La col es una verdura de ciclo bianual y resistente al frío, que en primavera y época estival aporta muchos frutos a nuestra gastronomía más popular, aunque hay cuatro variedades más usadas para distintas épocas del año. La buena fertilización del suelo y el riego constante ayudan a su crecimiento, pero Cotrín no tiene un especial trato con su sorprendente col. Claro que advierte que «a terra da finca é boa e hai un estanque de tartarugas que perde auga que rega de paso a horta».
Es un lugar abrigado y en una parroquia con un microclima especial, un poco más alejado del efecto húmedo de la ría. Por ahora la variedad de Cotrín es un especimen único y en Cures no llegan a rivalizar con el Valle de Santiago en México, conocido por sus verduras gigantescas. Allí las cultivan siguiendo modelos astrológicos y orientando su plantación con el péndulo.
