Rafael Lema Mouzo.
Desde mediados del siglo XIX la ría de Camariñas es el mayor centro productor de encaje de España, y aunque incluso algún investigador barajó la idea de un origen local de la artesanía lo cierto es que los datos apuntan a una llegada por mar en la edad moderna. El carácter popular y comercial de las rendas locales, el estilo, nos llevan a la vía flamenca como probable origen. Son nuestras randas, del aleman rand(borde).
Con todo, desde 1880 se produce en Ponte do Porto un cambio radical en el negocio, con una masiva exportación a América, la aparición de importantes comerciantes, una pléyade de intermediarios medianos e incluso taller de producción industrial antes de la guerra civil, como «la fábrica», que ocupaba a palilleiras bajo jornal. La competencia levantina y china desde 1920, y la citada guerra acaban con esta edad de oro. De esta época y de los diseñadores de Ponte do Porto proceden el 90 por cien de los actuales picados gallegos. En las aldeas de la ría aún están cercanos los días de las palilladas.
Galicia fue hasta la mecanización de la industria catalana el principal productor textil de España, y dentro del sector también se hacían muchos y buenos encajes. Así el actual empuje textil gallego en la moda tiene antecedentes históricos. En Nemancos desde la edad media se pagaban en lienzos y telas impuestos. Si bien la renda era una artesanía extendida por la costa gallega, ya en 1880 se concentraba sobre todo entre O Ézaro y Corme.
Así en memorias como los estudios de Joaquín Díaz de Rabago de 1885 se habla de la existencia de «fiadas, antes llamadas palilladas» en la ría de Arousa. Unas y otras eran distintas, ambas presentes en la Costa da Morte; como la singular «festa dos fiotos» de Os Baos, en el entorno de Baiñas, un mercado mensual de hilados desaparecido hace medio siglo, con el «asolagamento» de la parroquia. Pero en Camariñas las palilladas sustituyeron a las antiguas fiadas de tradición medieval. Las palilladas se mantuvieron en el entorno de Ponte do Porto también hasta esas fechas, convertidas asimismo en bailes semanales y eventos sociales, motivos de no pocos sermones y moniciones en los libros de iglesia.
Otro dato poco conocido es que las fiestas de carnaval en la ría de Camariñas tuvieron mucho que ver con las palilladas, con la gran fiesta del fin del ciclo laboral. Las comparsas de carnaval en Ponte do Porto fueron muy significadas entre 1880 y 1955, acabando sobre todo con la emigración. Coincide con el fin de la costera de la sardina, tan importante en esta ría, con la liquidación de cuentas y alboroques.
En el siglo XIX las palilladas nacieron en nuestra costa en las noches de invierno, desde el mes de octubre. Se juntaban grupos de mujeres con una «mestra» al frente en una casa desde las ocho de la tarde a la medianoche para hacer encaje. En puertos como Camariñas, Corme, Laxe o Muxía compaginaban las rendas con hilanderas, costureras, mientras que otras cosían redes. Cada mujer contribuía con dinero para pagar los gastos de lumbre (el famoso candil de carburo) y para el pago del pescado de la «cena blanca» que se lleva a cabo la noche anterior al domingo de carnaval, poniendo fin a la temporada. En estos meses los hombres son admitidos a las palilladas, pueden hablar con sus chicas y organizar bailes al final de las tareas, contratando ciegos para tocar, gaiteiros, o llevar panderetas; sobre todo los sábados, cuando termina la semana.
En carnavales se organizan bailes de máscaras. Todo supervisado por la mestra, la dueña de la casa y autoridad. Los que son novios reconocidos de las palilleiras deberán costear el pan de trigo y el vino de la cena blanca. Aunque algunas palilladas siguen en curso después del entruido, no pueden admitir hombres. Fue en las aldeas de la ría de Camariñas donde desde la Gran Guerra nacieron las nuevas palilladas, solo con palilleiras cumpliendo una tarea, que podían ya durar todo el año, y en algunos casos ser pequeñas fabricas con obreras a jornal como las de Ponte do Porto, o la de «Galicia industrial» de Manuel Balboa en Muxía desde 1924. Las faenas del campo o del mar, también en aserraderos o estibas, propiciaban menos brazos libres entre carnaval y octubre. Pero los saraos de los sábados siguieron en activo hasta la época de nuestros padres.
En el reportaje de Mundo Nuevo de 1914 en Ponte do Porto y Camariñas se describe: «Las escuelas de encajeras se forman en una casa particular á la que concurren varias muchachas y mujeres de la aldea o del pueblo. La luz de los quinqués se costea entre todas, exceptuándose tan sólo de esta contribución, la hija o una de las hijas de la dueña del local. Para traer agua a la palillada, barrer y fregar el suelo, se establece entre todas un turno riguroso. Generalmente, á las escuelas sólo concurren las muchachas, pues las madres de familia, que tienen además que atender a los menesteres de la casa, palillan en su propia vivienda, en los ratos que les dejan libres sus quehaceres. Hay palilladas hasta de treinta y cuarenta mujeres».
En otro párrafo: «La época de mayor intensidad de trabajo es el invierno, las palilleiras hacen encaje de día y de noche, en el resto del año, desde carnaval a primeros de octubre solo se palilla durante el día, dedicando la noche a pasear. El jornal medio de una palillera, en trabajo corriente, es de unos seis reales diarios; pero cuando hacen algún dibujo nuevo llegan a cobrar hasta tres o cuatro pesetas, rebajándose el precio con la competencia, cuando las demás comienzan a copiar el dibujo preferido». La revista verifica que el gran mercado nacional de encaje es la feria de Ponte do Porto. Las palilleiras tienen su propia advocación, la Virxe de Guadalupe, en el santuario porteño.
En Camariñas aparecen las primeras menciones a palilleiras y tratantes en el XVIII, pero apareció dentro de las tapas de un libro de autos sacramentales y comedias del Siglo de Oro, de 1622 una curiosa pieza de encaje. Hallamos uno de los primeros datos escritos de la presencia de palilleiras y puntilleiras en la Costa da Morte en una veciñanza de Ceede 1711.
El Catastro de Ensenada de 1753 nos aporta un listado del estado de la industria del encaje en esta fecha, cuando empieza su expansión por al costa gallega. Camariñas ocupa la octava posición entre las nueve poblaciones palilleiras de la Costa da Morte.Corme aparece en primera posición con unas rentas de 7.850 reales y los tratantes más importantes. Le sigue Muxía con 4.350 reales, pero tiene las cifras más altas de puntilleiros (30) y palilleiras (40). Tercero es Corcubión con 2.750 reales. Le siguen: Cee 2.000 r, Laxe 1.700 r, Finisterre 1.200 r, Ozón 720 r, Camariñas 500 r, Leis 400 reales. Pese a que se hace encaje en muchos puntos de la costa gallega, la Costa da Morte ya tiene la primacía de la artesanía a nivel gallego, y seguirá acrecentando as cifras en este siglo. al final del mismo despegarán significativamente Camariñas y Ponte do Porto (su feria será un factor básico). Pontevedra y Noia cuentan en esta época con un alto número de palilleiras pero escaso mercado.
El Catastro del Marqués de la Ensenada nos informa que en la ciudad de Pontevedra en 1751 había 181 palilleiras y 10 comerciantes de encaje. En todo caso la ría de Camariñas con 5.970 reales de renta de encaje, iguala a la de Corcubión (5.950 r) y sólo las supera la ría de a Corme-Laxe (9.550 r). Son los tres grandes mercados y zonas productoras gallegas. A nadie que conozca algo sobre las rendas camariñanas se le puede escapar que la gran comarca de producción en la «edad de oro» y durante todo el siglo XX es la que abarca los márgenes de la ría de Camariñas, no sólo la villa de este nombre, más importante por sus puntilleiros, por ser el puerto de salida.
En Camariñas hallamos ya en el Catastro de Ensenada de 1753 referencias al encaje, aunque no tenemos el listado de mujeres que practican, solo conocemos una palilleira con utilidad. Los tratantes camariñanos de 1753 son Juan Díaz Porrúa, Roque Fernández, Francisco de Pazos, Domingo de Trava, Andrés Rodríguez. En el siglo XVIII hay en los libros parroquiales de Ponte do Porto citas a palilleiras, compras de encaje, más frecuentes en el siguiente siglo. En 1852 los principales encajeros en Ponte do Porto sonPedro Carballo y Francisco Couto, abad de Toba, residente en Ponte do Porto. Los grandes nombres de puntilleiros y puntilleiras porteños que coparán gran parte del mercado en la época dorada ya aparecen desde 1880 en actividad, y muchos presentes en el gran mercado americano: Miñones, Mazaeda, Rodríguez, Fernández, Noya, Carballo, Pardiñas, Carril. En Muxía: Toba, Balboa, Currás, Bentín.
No contamos con listas de palilleiras o vecindarios en las parroquias de Camariñas en el catastro, salvo un caso(Antonia López).A los tratantes citados en el interrogatorio vde 1753 debemos añadir varios nombres de prestigio del siglo posterior, tras la crisis de las invasiones napoleónicas, cuando ya se perfila esta ría como el epicentro gallego del encaje. Y otras citas, sacadas de los libros de cofradías del archivo parroquial de Ponte do Porto. En esta documentación cotejada del original tenemos en 1782 el nombre de la primera palilleira porteña con nombre y apellido,Raphaela de Lema en As Barrosas. También compras de encaje del mayordomo parroquial Joseph Canosa en 1782 y 1786. Desde 1850 en la documentación privada de las familias de Ponte do Porto y Camariñas se citan muchas mujeres con oficio de palilleiras, como mi tatarabuela María Josefa Pazos Castro. En 1825 un documento privado de mi familia en Ponte do Porto cita entre las propiedades la «tierra de Liñares».
En la donación en 1747 para la construcción de un templo en Camariñas que hace el indiano residente en México Domingo do Rego (Domingo Antonio Rodríguez Canosa) se indica «que hagan seis albas con sus amitos, todo de lienzo fino, con sus encages correspondientes». En Ponte do Porto hay dos primeros grandes tratantes de encaje, Pedro Carballo y Francisco Couto abad de Toba (residia en Ponte do Porto y en Cereixo). Son los dueños de la firma comercial Couto y Carballo. El abad de Toba (Cee) había sido antes receptor de esta iglesia antes de avecindarse en Ponte do Porto, y como vimos en el catastro de 1753 llega de una zona destacada en el siglo XVIII por su comercio de encajes y por la presencia de los prestamistas imprescindibles para el salto a los mercados más importantes. de hecho, esta casa aparece prestando dinero a los rectores porteños y a vecinos. El 14 de mayo de 1854 el cura párroco de Ponte do Porto en una misiva explica que «debo dos cientos rs a Toba y al primo menos el labor de las albas que también debo…pagué a Couto y Carballo todo, solo debo a aquel 36 r de los encages de las albas- Mayo 14 de 1854».