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viernes, marzo 22, 2024

«El origen del Camino de Santiago VIII: los romanos llegan al fin del mundo, alea iacta est!»

Juan Gabriel Satti Bouzas //»El origen del Camino de Santiago VIII: los romanos llegan al fin del mundo, alea iacta est!».

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Decimus Brutus aliquanto latius Celticos Lusitanosque et omnis Callaeciae populos formidatumque militibus flumen Oblivionis, peragratoque victor Oceani litore non prius signa convertit quam cadentem in maria solem obrutumque aquis ignem non sine quodam sacrilegii metu et horrore deprendit. 

“Décimo Bruto, adentrándose continuamente, avasalló a los célticos, a los lusitanos y pueblos de toda Gallaecia. A pesar del temor de los combatientes traspasó el Río del Olvido y alcanzó la costa del Océano gracias a muchas victorias y no había desviado los estandartes antes de advertir como el sol caía dentro de la mar ocultando sus fuegos en las aguas, con un cierto miedo y horror a causa del sacrilegio.”

Así Lucio Aneo Floro, historiador romano de la época de Adriano (II siglo d.C.), nos describe como Décimo Junio Bruto fue el primer comandante romano que atravesó el río Limia durante la guerra contra los galaicos en el año 138 a.C. Su cruce no cayó en el olvido más se eternizó en la historia debido a que requirió la intervención del General. Tal y como relata Tito Livio  en su “Historia de Roma desde su fundación”:

Decimus Iunius Lusitaniam expugnationibus urbium usque ad Oceanum perdomuit, et cum flumen Oblivionem transire nollent, raptum signifero signum ipse transtulit et sic ut transgrederentur persuasit. (“Asolando todas sus ciudades hasta alcanzar el Océano, Décimo Junio sometió completamente la Lusitania, y cuando sus soldados rechazaron cruzar el río Oblivio él tomó el estandarte, lo llevó a través de las aguas y les convenció para que le siguieran”).

Incursiones militares romanas en la conquista de Gallaecia

Orosio por su parte afirma: “Bruto derrotó en Hispania Ulterior, en una complicada y difícil batalla, a pesar de haber cogido desprevenidos a 60.000 galaicos que habían acudido en ayuda de los lusitanos, de los que se dice que 50.000 perecieron en aquel combate y 6.000 fueron hechos prisioneros, consiguiendo huir muy pocos de ellos”.

El cruce de “El Río del Olvido” encontró una amplia resonancia no sólo en el imperio romano sino también en el mundo griego. Plutarco menciona aquel hecho y sustituye la denominación romana Oblivio por el término griego Lethe, y los llamados Papiros de Oxirrinco del siglo I presentan a: Decimus Brutus in Hispania, re bene gesta, Oblivionis flumen planus transiit.

El Río del Olvido fue mencionado por otros autores quienes le dan el nombre romano Oblivio muy frecuentemente (p.ej. el historiador romano Salustio, Hist. fr. 44: cui nomen Oblivionis condiderant o del griego Lethe (así dos veces Silio Itálico Punica I 235-236: quique super Gravios lucentis voluit harenas / infernae populis referens oblivia Lethes; XVI 476-477: […] aquae, sub nomine Lethes / quae fluit immemori perstringens gurgite ripas. Las fuentes antiguas transmitieron también un nombre local del río, que en Lusitania y Galicia sonaba Limaia (gr. Limaiva, lat. Limaea). El enciclopedista romano Plinio el Viejo (Historia Natural IV 115) señala escrupulosamente un doble nombre del río: et Limaeam vocant, Oblivionis antiquis dictus multumque fabulosus.

Estrabón en su Geografía III 3-4 enumera seis principales ríos de la Lusitania antigua (Tejo/Tajo, Mondego, Vouga, Douro/Duero, Lima, Miño), describe brevemente cada uno y mencionando El Río del Olvido enuncia: El siguiente río es Lethe al que unos llaman Limaia, otros Belio. Fluye por el país de los celtíberos y de los vacceos. El geógrafo griego cita aquí tres nombres: el griego Lhvqh, el lusitano Limaia (g. Limaivan) y el Belio (g. Beliwna'), que parece una deformación de la denominación latina Oblivio (g. Oblivionem). Es un claro ejemplo de la traducción del nombre propio lusitano a dos idiomas antiguos, griego y latín. Es remarcable que el río en la actualidad está dotado de dos nombres Lima y Olvido.

Monumento colocado en a margen del Rio Limia en pleno Centro Histórico de Ponte de Lima, Portugal, evocativo del cruce del Conquistador.

En ambas formas se conservaron dos denominaciones antiguas que se referían a un hidrónimo idéntico: el nombre Olvido seguramente sigue la forma latina Oblivio al lado de Lima / Limia que refleja el antiguo nombre lusitano Limaia que, como se puede deducir en la base del llamado interpretatio Graeco-Romana, definía “El Río del Olvido”. En la actualidad sabemos que la lengua lusitana pertenecía a la familia lingüística indoeuropea y manifestaba un fuerte enlace con el grupo itálico, céltico y germánico. Cabe reflexionar si el hidrónimo Limaia del terreno de la Lusitania antigua puede derivar de una etimología indoeuropea.

“Parece que el fonema indoeuropeo *gh (*gˆh) se transformó en lusitano en consonante fricativa h, que a continuación desapareció. Si aceptamos tal continuación ie. *gh- en lusitano20, fácilmente llegaremos a la conclusión de que la raíz ie. *ghleim- ‘olvidar’ desde un punto de vista fonético se identificó plenamente con la raíz ie. *leim- inundar, desbordar, ahogar. Los habitantes de la Lusitania y la Galicia antiguas asociaron por consiguiente el hidrónimo Limaia con la raíz lusitana *(h)leim- olvidar.

Es digno de observar que la explicación del hidrónimo Limaia como ‘río del olvido’, cuyo cruce provocaba la pérdida total de la memoria pudo extenderse concienzudamente entre el ejército romano como una desinformación que influía de modo negativo sobre el ánimo de los militares. Probablemente algunos informadores o guías lusitano-gallegos colaboraron con el ejército de Décimo Junio Bruto en contra de su voluntad o aun con el propósito de inducir al error a los romanos. La oposición de la población local no les sirvió de nada. Los galaicos fueron sometidos y la Galicia española (lat. Gallaecia) fue incorporada al imperio romano. El primitivo idioma lusitano-gallego, documentado además en algunas inscripciones del siglo II de la era cristiana, fue sustituido por el latín y después por las lenguas románicas; sin embargo, numerosos elementos del substrato antiguo perviven hasta hoy día no sólo en el léxico portugués y gallego sino también en la toponimia de la zona.” (Krzystof Tomasz Witczak, University of Lódz´ Dept. of Linguistics and Indo-European Studies Institute of Classical Philology. Poland).

Recreación histórica en Xinzo de Limia, Ourense. Foto de la Asociación

Al ver que sus soldados vacilaban ante el Limia, que se resistían a vadearlo sugestionados por esta creencia supersticiosa, Bruto rompió el mito de la desmemoria decidiéndose a atravesarlo él primero. Arrebatándole al aquilífero el águila o insignia de la legión que portaba, cruzó el Fluvius Oblivionis y desde la otra orilla, llamó a todos sus legionarios por sus nombres de pila, haciéndoles ver que no había perdido la memoria y cuán falsa era su superstición.

Esta acción de Bruto sería imitada siglos más tarde por Napoleón en la batalla de Arcole, el 15 de noviembre de 1796, cuando empuñó la bandera del 5º batallón de granaderos y avanzó hasta el puente del Alpone para expulsar a los austríacos. Y también fue emulada por el general Prim en la batalla de los Castillejos, el 1 de enero de 1860, que al frente del regimiento de Córdoba, cogió su bandera y arengó a la tropa para el combate.

Es difícil precisar con exactitud el punto por dónde los romanos atravesaron el Limia, pero es bastante probable que lo vadeasen por el curso menos caudaloso o profundo, o sea, antes de recibir las aguas de los afluentes Salas y Olelas, en la actual provincia de Ourense. El paso del Río del Olvido a comienzos del verano del año 137 a.C., es en nuestros días conmemorado anualmente en Xinzo de Limia, con la Festa do Esquecemento, recreación histórica de interés turístico organizada por la Asociación Civitas Limicorum. Por su parte, los portugueses reivindican para su territorio este episodio, sosteniendo que fue en la zona de Ponte de Lima, puesto que Bruto no se había alejado demasiado de la costa en su expedición para poder contar con el apoyo naval.

Roto el mito del Leteo prosiguió su avance, según cuenta la leyenda, por el litoral Atlántico hasta llegar al actual Cabo Finisterre, pasando previamente por distintas poblaciones costeras. Algunos autores dudan de que Bruto llegase realmente hasta allí, pues Estrabón (Geografía III, cap.3: 4) señala la desembocadura del Miño como límite de aquella expedición militar y sitúan el suceso del ocaso en el monte de Santa Tecla de A Guardia; pero otros atribuyen a Décimo Junio Bruto la fundación en la Barbanza, de Xuño (actual parroquia del municipio de Porto do Son), topónimo que aparece escrito a través de los siglos con las diferentes grafías, Juno, Juño, Junno, Junnio, Junio o Xuno, y cuyo origen podría proceder del nombre del cónsul romano.

Esquematización del tránsito de las almas al mas allá en la mitología griega.

Lo mismo que la hoy comarca, antigua Tierra de Deza y Condado Decense, en Pontevedra limítrofe con Lugo que se referencia en documentos del I Concilio de Lugo, año 569 siendo Teodomiro el rey XIV de los suevos, dependiente de la diócesis de Lugo heredada desde tiempos de los romanos. Lugar de origen del linaje de los Deza o Suarez de Deza, según refiere el padre Crespo del Pozo en el tomo II de Blasones y linajes de Galicia. El blasón de los Deza puede contemplarse en la llamada Casa de Adela en Duio, que ostenta un escudo nobiliario datado cerca del año 1600 (Nobleza medieval de Fisterra, La Voz de Galicia 2005)

Bruto nació aproximadamente en el 180 a.C. y murió alrededor del 113 a.C. Contaba pues con 40-42 años, cuando pasó el río Lethes. Perteneció a  la influente familia de los Iunius Brutus emparentada con Julio Cesar (precisamente su nieto Décimo Junio Bruto Albino fue uno de los principales conspiradores en el asesinato del dictador), fue mecenas del poeta Lucio Accio y estaba muy versado en literatura griega y romana. Tampoco fue deficiente en el talento oratorio. Según Estrabón hasta la llegada de Décimo los portugueses y gallegos solo conocían las naves de cueros (“coriaceis usi sunt navigiis, usque ad Brutum”).

Sabemos también por Cicerón, que era un buen augur. Y esto para el tema que nos ocupa, es un rasgo muy importante del personaje pues un augur era un sacerdote de la Antigua Roma que practicaba oficialmente la adivinación y existieron desde la misma fundación de Roma, ejerciendo una práctica tomada de griegos y etruscos. Su corporación constituía uno de los cuatro prestigiosos colegios sacerdotales de la Antigua Roma. Era un cargo oficial, aunque también había augures particulares, eran capaces de interpretar:

Señales del cielo: En el caso de rayos y relámpagos, estimaban el augurio favorable, si mirando al sur, caían a su izquierda (derecha de Júpiter).
Gritos y vuelos de aves: Analizaban el graznido de cuervos, grajos y lechuzas. También el vuelo de águilas, buitres y halcones.

Ingesta de los pollos sagrados: Se estimaba auspicio favorable si tenían apetito y desfavorable si estaban inapetentes.

Posiciones y actitudes de mamíferos y reptiles.

Adivinación en la disposición de las tripas de animales.

Acontecimientos imprevistos extraordinarios: En general, considerados de mal augurio.

El culto politeísta ponía más allá del Limia o Lete los Campos Eliseos, y a los que se llegaba atravesando las aguas del río Aqueronte, en el inframundo. Se decía que los héroes descansaban en estas praderas. En este lugar de paz no se conocía la muerte; pero, algunos mitos incluyen la oportunidad de regresar al mundo de los vivos, cosa que no muchos hacían. Se dice que antes de entrar, se debe beber de las aguas del río Lete para así olvidar cualquier recuerdo o identidad de sus vidas terrenales anteriores y de todo lo que habían visto en el mundo subterráneo.

Recordemos que Estrabón rechaza la afirmación del geógrafo marino Artemidoro que dice: “en las regiones que limitan con el Océano el sol es cien veces más grande en el momento de ponerse y que la noche comienza enseguida… y se hunde con un silbido semejante al que haría el mar al apagarlo por el hecho de que se hunde en las aguas”.

Esta visión mítico-religiosa de Artemidoro sobre el Promontorio Sacro de los célticos, concuerda sin problemas con Floro y su relato de la primera exploración romana de Galicia. En ambos casos el sol aumenta o brota al contacto con el mar, en ambos casos parece que el fenómeno tiene lugar en puntos concretos (esto está más claro en Artemidoro que en Floro, que indica un avance por el litoral hasta donde se produjo la comentada observación, que pudo ocurrir en un lugar preciso) y en ambos casos se evocan fuertes prohibiciones religiosas: Floro habla del “sacrilega metu” (miedo sacrílego), Artemidoro recuerda que “thyesin d'ouk einai nómimon, oudé nyktor epibaínein toû tópou” (nadie podía subir al monte a contemplar el ocaso al caer la noche).

Además Estrabón agrega que Artemidoro sólo pudo informarse sobre lo que dice precisamente en el Promontorio Sacro porque buscaba un templo solar o Ara Solis, unido al informe de Floro, nos lleva a pensar que en ambos casos estamos ante una misma lógica de pensamiento religioso.

Para Marco García Quintela, “Artemidoro y Décimo Junio Bruto habrían oído lo que dicen ver. Les habrían contado mitos locales en torno a parajes concretos que dieron por buenos racionalizándolos en una información astronómica o en la decisión militar de terminar la campaña y emprender el regreso” (Mitología y mitos de la Hispania prerromana III p. 171– 1999).

A esta teoría se contrapone la de que probablemente “Décimo Junio Bruto y sus legionarios viendo que en la línea del horizonte, donde se junta el azul del cielo y del mar, el último rayo del sol no era amarillo ni rojo ni anaranjado, sino verde (…) quedasen sobrecogidos, que experimentasen un comprensible temor ante un fenómeno luminoso que rara vez se observa y para el cual, en su tiempo, no conocían explicación, debido a que adolecían de una verdadera cultura astronómica y meteorológica. Por esta razón, es lógico que el ex-augur Bruto le atribuyese al fenómeno un carácter sobrenatural sagrado, viendo en este signo celeste del Rayo Verde un mal presagio, una mala señal de los dioses quizás por haberse adentrado demasiado en Gallaecia.

Estela romana de Mazarelos (Rodeiro, A Coruña)

Aún con mayor motivo este temor, si el lugar de esta observación se halla ante la inmensidad del Atlántico (…) en el Cabo del Miedo (el Cabo Finisterre)… Pero no sólo quedaba Finisterre ligado a la tradición jacobea como final del camino, pues también existió la consideración de que al ser el lugar más remoto de occidente y al acabar allí el mundo conocido, las almas se reuniesen en aquel lugar para aguardar su traslado definitivo al Más Allá. Tiene esta creencia su fundamento, en el hecho de que el sol, después de su viaje diurno, muere en las aguas occidentales, y por tanto las almas de los difuntos siguen ese mismo camino. Finisterre representaba, pues, la puerta de entrada al Más Allá.” (El sol que sobrecogió a los romanos. Análisis de un relato legendario, Jesús María Reiriz Rey-Nalgures 2004).

En la misma línea, Fray Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro, Maestro General del Orden de San Benito, del Consejo de S. M., cita que “los soldados de Junio Bruto, llamado el Gallego porque conquistó a Galicia, no tuvieron otra ganancia en decir en Roma, que en el Cabo de Finis Terrae habían visto al Sol sumergirse, levantando terrible humareda en el agua del Océano.” (Teatro crítico universal tomo III, 1729).

Sea como fuere, lo relevante del hecho en sí es que las crónicas de la época lo sitúa al nivel de las grandes gestas militares que daban derecho a todo tipo de honores al volver triunfador a Roma y por lo que Bruto recibiría del Senado su privilegiado agnomen o sobrenombre honorífico Gallaecus (El Galaico), con el que hoy es conocido en toda la historiografía latina.

 

Nota última foto

Estela romana de Mazarelos (Rodeiro, A Coruña). Se conserva en el Museo Arqueológico del Castillo de San Antón. La inscripción D M S que posee, es una invocación a los dioses manes: espíritus de antepasados que oficiaban de protectores del hogar, almas de los muertos que suponían errantes de un lugar a otro. Según el Profesor Monteagudo, el conjunto de círculos que rodean la figura del difunto representa el paraíso astral al que se ha ido a vivir tras su muerte. En la parte central de la estela hay un aspa que delimita cuatro espacios en cada uno de los cuales hay tres símbolos: dos círculos pequeños y uno grande en forma de rosácea o círculo concéntrico. Las dos rosáceas representan los meses de verano, y los círculos concéntricos los de invierno. Con las aspas se señalan no sólo las estaciones, sino también los puntos solsticiales de salida y puesta del Sol en invierno y en verano, marcados por los extremos de las aspas: los de la parte superior corresponden a la salida y puesta del Sol en el solsticio de verano; los dos inferiores a la salida y puesta del Sol en el solsticio de invierno. Era, pues, una forma esquematizada, pero muy ingeniosa de representar gráficamente el curso del Sol sobre un plano.

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