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miércoles, marzo 20, 2024

La Batalla de Muros: el combate casa por casa y cuerpo a cuerpo por las calles de Fisterra

Juan Gabriel Satti Bouzas//

La batalla se desarrolló en el marco de la guerra franco-española por la corona del Sacro Imperio Romano Germánico, cuando el rey francés Francisco I violó la Tregua de Niza de 1538 y declaró de nuevo la guerra a España. Para lo que no dudó en recurrir a mercenarios para alcanzar sus objetivos.

Hoy en día las películas de piratas son famosas por su divertidas y románticas aventuras, y sus personajes despiertan la simpatía de niños y adultos pero realmente sus incursiones eran despiadadas y sanguinarias, tal y como lo relató el almirante Álvaro de Bazán cuando vino a la Costa da Morte en auxilio de sus habitantes. Especialmente minucioso fue el escrito que remitió al Emperador Carlos I, conocido como Carta y relacion cierta y verdadera embiada desde Sanctiago de Galizia a la corte de su magestad : en que cuenta la victoria que ouo el señor don Alvaro baçan capitan de su Magestad el día del bienauenturado apostol señor Sanctiago : deste presente año de 1543 de vna armada de franceses que andauan robando por aquella costa y puertos de Galizia (Publicación de Agustín de Paz. 1548), con motivo del saqueo perpetrado en Fisterra por el mejor marino de Francia, Jean de Clamorgan, y el famoso corsario  «Hallebarde», que dice de la siguiente manera:
“Robado de esta villa y puerto (Laxe), el cual es del Sr. Conde de Altamira que como digo lo dejaron perdido y robado del todo, que ni redes ni barcos dejaran porque los agujereaban para que se fueran al fondo y no aprovechasen a nadie.

Y se fueron a otro puerto y villa de Finisterra que es del Señor Santiago, como Vuestra Merced sabe: y procuraron de entrar en la villa por la parte de la mar y Antón Pérez, juez de ella, amigo y servidor de V.M. con los vecinos de ella y con otros de la tierra les resistieron la entrada con muy buenos tiros de pólvora que tenían y se retiraron a la mar.

Y otro día siguiente, que fue el martes 17 del dicho mes de Julio, se ayuntaron cerca de la villa el Merino del puerto de Corcobión (El merino era un cargo administrativo del patrimonio real existente en las Coronas de Castilla y de Aragón y en el reino de Navarra durante las edades Media y Moderna cumpliendo además alguna función militar) que está de Finisterra dos leguas y más de 500 hombres con él y con el gobernador de los dos puertos y quedó entre ellos acordado que como quiera que por mar no podían entrar los franceses a la villa, ellos habían de procurar de salir en tierra por una arena que está a cuatro leguas de la villa que los dejasen venir junto a la villa y que los de la villa se resistirían lo que pudiesen y se recogieran a sus casas a resistirse.

Y, entretanto, saliese el Merino de Corcobión con la gente, que tengo dicho que tenía, y los tomaría en medio y mataría o prendería: y no lo hizo así el Merino y el pobre juez y los de la villa se resistieron todo lo que pudieron. Y el juez fue el postrero que cedió porque tenía muy buena casa y arrancó la escalera: y con armas y piedras se resistió más de cinco horas y les mató siete u ocho franceses en el lugar y de casa del juez, hasta que le quemaron una casa que estaba junto a la suya, y a la suya ponían barriles de pólvora para le matar y quemar en ella a él y a los hijos y mujer hasta que lo quitaron los mercaderes franceses que en tiempo de paz solían tratar allí, que le conocían porque eran parte de la armada, y le prendieron y llevaron preso a las naos y a su mujer y a una hija desposada, y a un hijo hombre, donde los tuvieron presos a él y a un Merino de la ciudad de San Martín dos o tres días, hasta que le rescataron con 200 ducados y al Merino en 30. Y pusieron la bandera en la villa por el rey de Francia. Y como allí hallaron mucho vino de Ribadavia y plata y dineros y pescados y congrios, fue tanto el emborrachar que estuvieron allí hasta la noche paseando y comiendo y llevando a las naos y navíos cuanto hallaron, y rasgaban las redes y los barcos cortábanlos para que no aprovechasen a nadie. 

De congrio y pescado llevaron unos 600 quintales de estos dos lugares y hacienda que disque valía más de 10 o 12.000 ducados; y de noche se acogían a las naos y de día veníanse a estar en la misma villa de Finisterra pacíficos como si estuvieran en sus casas, jugando y comiendo y bebiendo, porque la gente de la villa se retraía con su hacienda a la Iglesia y allí entraron por fuerza con ellos y les tomaron cuanto hallaron hasta los desnudar.  Por sacar la plata que las mujeres traen en las orejas, se las rompían. Y cavaron la iglesia con pensar que tenían soterrado allí algo y llevaron la corona de plata de Nuestra Señora de Finisterra que es muy devota cosa como V.M. sabe y hace muchos milagros y desencajaron el Santo Sacramento de la Custodia en que estaba y guardaron la plata toda, la más que pudieron haber. 

Y así de la iglesia como de otra cualquier manera, como si fueran moros o turcos, tan poca piedad había con los de los lugares que tengo dicho. Y así hacían las obras por donde permitió Nuestro Señor Jesucristo que le diese el pago y desde allí se retrayeron a media legua o una a un portecico sin gente, en un arenal donde estaban a su placer.” 

La casa del juez pudiera ser la conocida como Casa del Arco que es un pañacio urbano medieval del siglo XV o la casa de Barrera reconstruida en 1604 por la noble familia de los Valdivieso ( Historia y tradición noble en los edificios de la tierra de Fisterra, el Correo Gallego 04.11.2007 ). Y el arenal con puerto pudiera ser el lugar de San Roque, donde documentos medievales lo registran como Portelo.

La escuadra francesa, 30 naves que llevaban presas dos vizcaínas de las del tráfico de lanas de Flandes, que era la habilitada en Bayona, pasó vista de Laredo el día 10 con viento próspero, sin estar presta la española, llegando en los días sucesivos correos de Galicia con nuevas de haber desembarcado el enemigo fuerza mayor de 4.000 hombres, de haber saqueado las villas de Laxe, Corcubión y Finisterre, de estar con cuidado en Santiago el gobernador Conde de Castro, por tener poca gente mal armada con que atender la defensa. 

En tiempos de guerra toda resistencia gana tiempo, por lo que Don Álvaro de Bazán, llegando el 25 de Julio sobre el cabo de Finisterre, pudo alcanzar a la escuadra enemiga en la ensenada de Muros, en momentos en que Clamorgan trataba con los vecinos el rescate de la villa, exigiendo 12.000 ducados. Se pusieron las dos armadas en disposición, empezando la pelea con gran ánimo. Don Álvaro chocó con la proa la Capitana enemiga, la echó a fondo, no sin considerable daño de la suya, perdiendo 100 hombres. Aferró en seguida otra nao, rindiéndola, mientras generalizada la acción, se combatía tenazmente. 

Al cabo de dos horas se decidió la suerte por los españoles, durando poco más la resistencia de los contrarios. Sólo una nao, partido el mástil de un balazo, escapó por la mar; 23 quedaron rendidas y la Capitana hundida, obligo el pase a retiro de su almirante. Murieron más de 3.000 enemigos, en la armada de Don Álvaro se contaron 300 muertos ahogados, más de 500 heridos. Conducidas las presas al puerto de  y distribuido el botín, con excepción de la ropa robada, que se devolvió a los dueños, llevó la nueva de la victoria García de Paredes al Emperador y el capitán Navarrete al príncipe Felipe.

El secretario del Emperador Gonzalo Pérez se lo resumió así a Don Diego Hurtado de Mendoza, embajador de Venecia: “Estando escribiendo esta, ha llegado un capitán enviado por D. Álvaro de Bazan, capitán general del armada que anda en el mar de poniente, con el cual; nos escribió que habiendo tenido nuevas como cierta armada del rey de Francia había saqueado un lugar que se dice Lancha y a Finisterra y otros casales e iglesias, y hecho muchos daños y muerto muchas mujeres e hijos, rescatado otros, y que estaban en concierto con un lugar que se dice Muros, que les daba dos mil ducados porque no lo saqueasen, sacó la gente de cinco navios pequeños y metióla en los diez y seis mejores, y el día de Santiago por la mañana se topó con ellos en una cala del cabo de Finisterre, donde conforme al tiempo le pareció que debían estar, peleó con ellos de manera que los rompió y les tomó diez y seis navíos que traían de batalla, en ellos dos compañías de infantería del Rey de Francia que estaban en la guarda de Bayona, en que había quinientos cincuenta arcabuceros, sin la otra gente de pelea que venía en el armada, en la que tomó mucha artillería y libertó mucha gente que llevaban presa. Ha sido buena nueva.” (Academia de la Historia, colección Muñoz, t. XCII, fol. 245 vto.)

Y así discurrió este episodio de la rica historia fisterrana, donde héroes anónimos sin tanto renombre, merecen y es de justicia ser rescatados del olvido.

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