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domingo, marzo 24, 2024

El origen del Camino de Santiago IV: los nerios en Dugium, Citania Xacobea

El origen del Camino de Santiago IV.Juan Gabriel Satti. Accede al capítulo anterior aquí.

​Barca ​la «Borna», hecha en 1974-75 por profesores y alumnos de la Universidad de Compostela, siguiendo los testimonios de cronistas de la antigüedad que se referían a barcos de cuero y mimbre de los habitantes del Noroeste gallego.

Rufio Avenio en su «Ora Maritima» afirma que existió el país de los Oestrimnios (versos del 90 al 135) a fuerza de expulsar a los ligures del noroeste galaico, el cual quedaría completamente desierto por causa de la invasión de una plaga de serpientes como castigo al pueblo invasor. Algunos autores creen que en realidad estas serpientes eran los celtas (o fenicios) saefes que tenían a los ofidios por animal totémico. Avieno escribió el poema a fines del siglo IV d.C., pero utilizó autores de los siglos VI y V a.C. como el cartaginés Himilcón.

De este toma las referencias para identificar varias zonas geográficas pobladas por los oestrymni: “prominentis hic iugi surgit caput”, promontorio Oestrimnis (Cabo Fisterra según Flórez y Cornide); el golfo Oestrímnico que parece encontrarse vecino el promontorio: “qua mare insinuare se'dixi ante terris, quodque Sardum nuncupan”, donde he dicho antes que el mar se engolfa, y que llaman Sardo (Villar Sardum, actual Sardiñeiro?); “in quo insulae sese exerunt Oestrymnides”, de aquí las islas Oestrímnides que son ricas en estaño y plomo. Están a dos días de navegación de la isla de los hiemos (Hibernia, Irlanda) y cerca de Albión (Gran Bretaña).

Distribución geográfica de las tribus celtas en el siglo II a.C​. según Estrabón.

Estas islas Oestrímnides son, con toda probabilidad, las islas Scilly que también eran conocidas en la Antigüedad como islas Casitérides (islas del estaño). Sus habitantes practicaban el comercio y estaban acostumbrados a navegar por el Atlántico en sus sencillas embarcaciones de cuero. Con ellos comerciaban los tartesios y los cartagineses, quienes les visitaban con regularidad. La existencia de una ruta comercial desde la península Ibérica hasta las islas Británicas, en época prerromana, está confirmada por Posidonio, citado por Estrabón en su “Geografía” (III, 5, 11). Finalmente Avieno renombra a la región en su conjunto, Ophiusa (País de las serpientes) debido a la mítica plaga, o invasión de los llamados Sefes ya comentada (versos 148-155).

La Ora Marítima no parece ser un listado riguroso de accidentes geográficos costeros sino una compilación de los conocimientos geográficos en las fuentes antiguas más o menos ordenados y la insistente mención de monstruos y peligros en el Océano Atlántico nos lleva a pensar que Avieno carecía, en esos textos, de referencias a las costas del norte y parte del oeste peninsular.

Por lo que no parece remontarse a una época tan antigua como aquella en la que se usaba la cerámica campaniforme, y los llamados oestrimnios tenían que pertenecer entonces a una cultura más cercana, de finales de la Edad de Bronce o principios de la Edad de Hierro. En este último caso, su celticidad resulta muy posible. Entonces los llamados oestrimnios u oestrímnicos tendrían que ser los habitantes de las accidentadas costas atlánticas en el siglo VI a. C., antes de que los cartagineses controlasen el paso por el estrecho de Gibraltar. En mi opinión, esos pobladores del litoral atlántico (desde Portugal hasta las islas Scilly) podían ser ya célticos, en su mayoría. Esto encaja con la descripción de las embarcaciones de cuero oestrímnicas, similares a las que usaban los pueblos galaicos (según Estrabón) y a los curraghs irlandeses.

En la Edad Media, territorio demarcado por los cruceiros de Vilar, Rapadoira (entrada del antiguo Camino Real), Calcoba y Cruz de Baixar en San Roque; donde los Dres. B y J Kramer y el profesor Monteagudo basándose en Artemidoro y Ptolomeo sitúan el puerto ártabro de Duio, distinguiéndolo del Magnus Limen que sería el  puerto de A Coruña.

El mismo Estrabón cuando da la descripción general de las costas atlánticas del Imperio Romano, se refiere a la Península Ibérica y las tribus establecidas en la antigua Gallaecia, lugar en donde nunca estuvo por cierto. La tribu más importante que nos señala es la de los Artabri o Arotrebae, formado del modelo de los Cantabri y asentados en Ardobriga. Luego una serie de subtribus del genérico Celtici, que podría provenir de la raíz *kels, *keltos que significa «lanza», «guerrero» o también puede ser que esté conectado con el latín celetus de origen indoeuropeo que significa «rápido»; de entre estas: los Briganti que significa «excelso, muy alto,». Esta tribu tenía su enclave en Brigantium (A Coruña), apelativo del que deriva la actual comarca de Bergantiños y más al Sur entorno del Cabo Finisterre se hallaban los Neri cuyo nombre significa «fuerza, grandeza». Esta palabra se encuentra en el Viejo Galés *nar, es decir «jefe», que es hoy en día *nêr, «señor», en Galés Moderno. El nombre del Cabo Fisterra que nos da Estrabón es «Promontorium Nerium y/o Celticum» (o “Promontorium Artabrum” para Ptolomeo) y cuya capital sería la desaparecida ciudad del valle de Duio. Luego la comarca de Soneira sería Sub Neria, haciendo referencia a las tierras en el margen inferior de los nerios, habitada por Supertamarci.

Punta de lanza celta de hierro y bronce (s.II a.C. hallada en el Támesis) y diosa en una barca acompañada de un lobo y una cesta de manzanas, inscripción: Deae Nehalenniae Vegisonius Martinus, cives Secuanus, nauta, V (otum) S (olvido) L (ibens) M (erito). Traducción: A la diosa Nehalennia, Vegisonius Martinus, ciudadano de la tierra de los Secuani (un área en Francia), capitán, ha cumplido su promesa, con gusto y con razón.

Cuando los galos atacaron el santuario griego de Delfos en el año 279 a.C. se dice que su líder Brennus se rió de las imagines de los dios griegos que tenían forma humana, pues los celtas adoraban a las fuerzas de la naturaleza y no concibieron deidades antropomórficas sino hasta que fueron dominados por los romanos. Por lo tanto, no es de extrañar que los Nerios en el siglo V a.C., se integraran en un territorio donde compartían creencias con posibles supervivientes ligures (como ser el dios solar Lug figurado en un lobo) y en donde fundarían Dugium.
En la edad media ese territorio estaba demarcado por cuatro cruceiros y donde varios historiadores sitúan el puerto ártabro y gran centro comercial de la antigüedad.

En algunas excavaciones de obra en los alrededores de la aldea de Duio, se hallaron de manera fortuita en 1914 hachas de sílex (en un carro de esquilmo), pontones (en O Muiño Vello, Escaselas), puntas de lanzas de cobre biseladas (a poca profundidad próximo de la playa Langosteira), trozos de cerámica y  de tejas planas del tipo romana (zona Rucheira) y en Denle algunas monedas y medallas. En una de estas se leían las inscripciones  nerenh o nerimen, y según otros autores neriankem que para mí pudiera ser Nehalenniæ, diosa celto-romana o germano-romana protectora de los marinos, una especie de Virgen del Carmen o Stella Maris de la antigüedad ya que su nombre significa precisamente Diosa de los Mares y cuyo animal de compañía era un perro-lobo (esto justificaría que un culto extendido en el noroeste gallego sea contrarrestado siglos después con la fuerte potenciación de santuarios marianos costeros).

Por el momento sólo se han catalogado un castro en Duio y un dunum o fortaleza en  Castromiñan (singular ejemplo de la cultura castrexo-marinera al que dedicamos un monográfico) pero pendientes aún de actuaciones arqueológicas. Al igual que el posible asentamiento de Vigo de Mallas, un Vicus, es decir, una forma de poblamiento de origen prerromano y que funcionara como vicus viarii, enclave viario romano.

Más de setenta ciudades sumidas se recogen en trabajos de escritores como Filgueira Valverde,Vicente Risco, Bouza Brey, Carré Aldao, Álvaro Cunqueiro, Santiago Lorenzo, Vítor Vaqueiro o Mariño Ferro, pero sólo Duio está incluida en el Códice Calixtino que sustenta toda la leyenda Xacobea y que reconoce la presencia física del cadáver del santo en este único lugar de toda la Costa da Morte en el año 44 d.C. Un cruceiro de los antes citados lleva en su fuste un Santiago peregrino  como testigo pétreo de un hecho exclusivo de este pueblo que atraería miles de cristianos a coger su concha como premio a la meta soñada (algo imposible en Compostela sin mar). Esto era lógico en creyentes para quienes una reliquia o su paso temporal, daban un halo de santidad a un lugar por demás ya sacro en culturas anteriores.

Roca con cazoletas  en medio de playa Langosteira: la veneración por el agua se convirtió en una seña de identidad de la religión celta, ya que tenían mucha fe en los poderes curativos de los manantiales, que daban cobijo a los grandes santuarios como Dugium.

Sobre la antigua Dugium, escribe Eugenio Carré: “nosotros nos inclinamos hacia la idea de que la primitiva Duio fue una población lacustre a juzgar por los restos  de vigas que suelen encontrarse en algunas partes, como las llamadas Brañas, cuyo nombre indica un lugar apropiado para esta clase de construcciones”. Son de origen celta, pues prácticamente no se verá aparecer el monumento de piedra céltico más que en la época de la dominación romana; pero por el contrario eran excelentes carpinteros, demostrado por los trabajos dejados por ellos en ciudades lacustres como la de Duio. Plataformas de madera junto a lagos desde donde arrojaban ofrendas consistentes en objetos de valor o sacrificios de animales y personas, según el precio demandado por las deidades locales del agua.

Los topónimos Monte da Lagoa y playa de Langosteira (del lat. Lacuna y lacustaria: sitio lacustre o del lago, también origen hidronímico del municipio sin costa Llagostera) “nos da casi la certeza – dice Carré- de que aquí, en el valle más feraz de la comarca, tuvo su asiento Dugium, citania levantada indudablemente después del cataclismo que sumergió la población lacustre”. Cataclismo que fue recogido en una leyenda que dice que solo pudieron salvarse del mismo dos bueyes. Según la tradición, pertenecían a un tal Pedro de Gures, sucediendo entonces que los animales al sentirse abandonados, caminaron sin rumbo durante días hasta que llegaron a una playa y adentrándose en el mar, quedaron perpetuados en dos rocas que las cartas marinas registran como “Os Bois de Gures”. Lo destacable es el parecido fonético con un lugar de la Provenza conocido como “Bois de Ligoures” (Bosque de Ligures). Aquí notamos vínculos con la leyenda griega de Hércules y los bueyes de Gerión y con el mito gales de Hu Gadarn y sus bueyes  mágicos pero nos extenderíamos fuera del tema que desarrollamos.

El filólogo Edelmiro Bascuas en su «Estudios de hidronimia paleoeuropea gallega» (Verba, 2002) desarrolla los derivados hidronímicos de algunas raíces indoeuropeas, una de ellas es *gur- como variante de la raíz indoeuropea *gwer- «devorar, tragar” (por las aguas) que tanto se ajusta para Gures como para el río ourensán Grou y al monte Rou, actual monte Seoane (del sintagma SANTO IOANNE), que delimita el valle de Duio  por oriente. Por occidente limitaba con Rovoredo del latín robore, un robledal o “Santuario del Roble”, que según Estrabón es donde decidían cuestiones políticas y religiosas los celtas: el Drunemeton.

En este contexto lingüístico el mismo Bascuas acierta con la siguiente relación: raíz *WEG W- «húmedo, mojado», presente en «wet” y “water» del inglés, “wak” del holandés o en el latín “humor”: humedad, líquido. Y su evolución semántica para el caso que nos ocupa: ÚGWIO >ÚG W –IO >ÚGIO >UGIU y su latinización D’ UGIUM >DUGIUM, lugar de agua, anegado.

Según Filippo Ferrari, en su Novum lexicon geographicum (1697), los romanos tuvieron allí el oppidum Flavia Lambris, forma híbrida latino-célta de *lama- “lodo, pantanal”. Documentos de Alfonso VII de 1135 mencionan una parietem antiquum, pared antigua que quizás remita a él.
Hemos de notar también que en los distintos relatos que existen sobre la desaparecida ciudad se dice que su nombre era Petronia o Petrónica. Si a esto le añadimos la historia de Pedro de Gures y teniendo en cuenta que hace 4000 años el nivel del mar estaba por debajo de los 5 o 7 metros actual, vemos la clara referencia a unas gentes que están relacionadas con la piedra, talladores de piedra anteriores a la llegada de los celtas a estas tierras como lo fueron los ligures.

Se me podrá replicar que sólo son un puñado de leyendas, cierto, pero no basta para que sean rechazadas en bloque pues las leyendas no nacen sin motivo… ¿O acaso no se erigió una catedral en Compostela sobre una de ellas, desafiando las propias cartas apostólicas que sitúan realmente a San Pablo evangelizando en Hispania? “…cuando me dirija a España espero veros al pasar y ser encaminado por vosotros hacia allá” (Epístola a los Romanos 15,24) partiendo desde Éfeso y haciendo escala en Roma y Marsella en el año 65 d.C. sin alusión alguna a Santiago.

Cruceiro de Vilar de Duio: obra de arte única en la comarca del s.XIV situado sobre un outeiro rocoso de cara al atardecer, con motivos  decorativos que representan elementos de la Pasión de Cristo (corona y clavos) y la significativa imágen de Santiago Peregrino en su fuste en el que, a pesar del mal estado de conservación, se aprecia la viera en el sombrero, la túnica y bastón.

Clemente I de Roma, contemporáneo del apóstol, dice: “Pablo ganó el noble renombre que fue el premio de su fe, habiendo enseñado justicia a todo el mundo y alcanzado los extremos más distantes del Occidente”. Incluso en 1491, al llegar a Finisterre, el obispo armenio Mártir le atribuye “un edificio que fue construido por la propia mano del apóstol San Pablo”.

Para rematar esta exposición permitidme la licencia de recordar arbitrariamente unos bellos versos de mi apreciado poeta Modesto Fraga dedicados a tan singular paraje:

A de cidades como Dugium, terra de pagáns,

Asolagada polos mares e condenada

A ficar baixo terra pola súa teima ó mal.

Mais, ouh cidade antiga. Soñante estrela azul adormecida:

Que tímida mudez reclama a túa sombra,

que mar, que terra escravas coñecen o teu nome?

Un lívido silencio anuncia a fin do mundo:

a cidade de pedra advírtese diáfana

adurmiente atalaia esperta do seu soño asolagado.

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