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jueves, marzo 28, 2024

Esencia gallega en la pesquería de Terranova

500 años de presencia gallega en la pesquería de Terranova. Segundo capítulo del reportaje de Rafael Lema.

Accede al primer capítulo

Galicia era pues una las bases de los navegantes vascos desde la Baja Edad Media, tanto para sus balleneros en camino a Terranova o bien faenando en nuestras costas como para estancia de sus corsarios. La mayor parte de las veces los nombres de armadores balleneros y corsarios coinciden y acciones de represalia corsaria además suelen responder a ataques de franceses o ingleses a balleneros o bacaladeros vascos con los que mantienen disputas por los mismos bancos. 

En la gran represalia corsaria vasca sobre puertos franceses de 1555, 300 barcos corsarios vascos intervienen y toman mil navíos en presa usando zabras, carabelas, balliners, fustas, y naos. Una de las zonas de ataques vascas a mercantes es Finisterre, en donde «toman naos armadas o de merchante». La relación vasca con nuestras villas es secular. En Camariñas en el XVIII había una extensa colonia vasca. 

A ellos hay que añadir los cántabros, astures y naturales de la Mariña mindoniense, la ancestral Bretaña galaica (Camariñas pertenece a la diócesis de Mondoñedo). Vascos avecindados en Camariñas en la Edad Moderna tenemos a: Arurmendi Aguirre, Artaza Insua, Ayena Acuña, Igarza Fernandez, Madariaga Olagíbal, Ortiz Verdes, Zaldívar Loguerela, Inorreta. Cántabros, astures y mindonienses: Aguiar Fernández, Aguiar Mouzo, Arribí Miranda, Buide Bermúdez, Camino, Miranda, Correa Trellez, Fagín Mesura, Lombardero Abeleira, Rego Maquieira, Patiño, Velasco Martínez, Velasco Vázquez, López de Miranda, Lima, Lastres, Cerviño, Maceda, Cerezo, Teijeiro, Roxas, Porrúa. 

En el Catastro de Ensenada se indica que los marineros de Camariñas utilizan dos pataches para llevar sardina a San Sebastián  y vuelven con hierro, que en parte trafican en puertos de A Mariña, por el vínculo especial de la villa de los encajes con los lucenses. En ellos se construyen los barcos de Camariñas que hacen este tráfico. Este trato en el XVIII lo hacen pataches de Laxe, Muxía. Las herrerías de Ponte do Porto en el río Grande do Porto, son las más importantes y únicas de la comarca en la Edad Moderna, labor que hacen arozas vascos. Son propiedad del conde de Altamira, señor de la jurisdicción de Vimianzo. En 1615 hay un nuevo intento por reactivar la industria ballenera en la zona de Gandriña y Sabadelle a cargo de un cántabro y un «laxeiro». Y también a principios del siglo XX por noruegos. 

El expansionismo, la voluntad de buscar nuevos ámbitos donde actuar y hacer intercambio, resultaron determinantes en la actitud de la sociedad vasca, que buscaba nuevos mercados y áreas de pesca. A partir del siglo XII, toma fuerza la base urbana e institucional de las provincias costeras vascas, indica José Antonio Azpiazu. La fundación de villas marineras supone un exponente de una expansión económica y social que necesita nuevos espacios. Las pesquerías de ballenas se entrecruzan con las exigencias mercantiles, de modo que los viajes a Galicia o Asturias significaban para los vascos también  visitas que buscaban colocar sus productos a cambio de conseguir aquellos que les permitieran completar su dieta. 

Tampoco era infrecuente que los vascos, sobre todo en épocas de penuria de hierro, viajan a Galicia con el exclusivo empeño de buscar bebida o alimento; incluso aprovechaban los viajes de los propios balleneros para transportar, de ida o de vuelta, las mercancías oportunas, bien usando el espacio vacío a la ida, bien cuando venían de vuelta de vacío, si la fortuna en las pesquerías les hubiera sido esquiva. Se llega incluso a viajar rumbo al Oeste con la única finalidad de comprar grasa de ballena en el mercado gallego. La costa entre Hondarribia y Sevilla, tan transitada por la marinería, convertía a Galicia o Asturias en zona de paso, y por tanto de entrada; espacios destinados a convertirse en mercados potenciales, dentro de la navegación de cabotaje. 

La costa oeste del Cantábrico constituía para los vascos un área con la que las relaciones distaban mucho de reducirse a la pesquería de ballenas, aunque ésta tuvo una especial relevancia y significado. Los mercaderes vascos tenían tanto interés en colocar en Galicia sus productos, sobre todo el hierro, como en conseguir a cambio, principalmente, dos muy apreciados en el mercado vasco: la sardina gallega y el vino de Ribadavia. Imaz, al dibujar el panorama pesquero vasco de finales del siglo XVI, reconoce que mucha de la sardina consumida en el País Vasco a finales del siglo XVI provenía de Galicia. En 1541 el propio alcalde de Hondarribia marcha a Galicia «para traer dende çiertas mercadurías así de vinos de Ribadavia como de sardina blanca arencada». En los años noventa del siglo XVI, esta relación con Galicia se vuelve muy intensa. 

Los contratos notariales denotan una enorme actividad de intercambio con los puertos gallegos, sobre todo en Hondarribia. Los productos que se ofrecen van del hierro a las armas, y del centeno al cáñamo, comprando a cambio sardinas y vino: en un concierto de 1596 entre Jacobe de Azaldegui, vecino de Hondarribia, y Miguel de Oguellurreta, de Hernani, se establece lo siguiente: «e dixeron que entre ellos ha habido dares y tomares y quentas en estos quatro años y medio… ha hecho cargazones de mercaderías desde la villa de San Sebastián al reyno de Galiçia», comprando a cambio vino y sardina arencada. 

Si Hondarribia, por la necesidad de abastecer a una población militar permanente en la plaza fronteriza, muestra una relación fluida comercialmente con Galicia y mantiene un intermitente pero activo intercambio de hierro vasco con vino y sardinas gallegos, otras poblaciones costeras no le quedan a la zaga. El caso de Mutriku, por ejemplo, por la permanente relación de este puerto con las expediciones balleneras a Asturias y Galicia. Según todos los datos, no cabe duda de que el comercio y el balleneo se complementan como dos actividades que consiguen ensanchar las relaciones entre Mutriku y Galicia a todo el año: más con carácter de cacería de ballenas en invierno, y con predominio del comercio durante el resto del año. A mediados del siglo XVI se percibe un activo movimiento mercantil de marineros mutrikuarras hacia Galicia: así nos encontramos con que en 1558 Jacobe de Ibaseta, conocido mercader, organiza un viaje con «qualesquier mercaderías… de ida y vuelta a Galiçia», y en 1563 una señora de la misma villa, Doña María Sebastián de Aizarna, entrega siete ducados para que Pedro de Askarza, quien está a punto de salir de viaje con su pinaza, los utilice en Galicia para emplearlos en la compra de sardina. durante las primeras décadas del siglo XVII esta relación comercial coincide con una gran presencia de balleneros de Mutriku en Galicia. 

Esta relación rompe incluso con la tradición de productos habituales, como se observa por el fletamiento de una pinaza «de doce o trece botas» que está cargada de centeno y saldrá rumbo a Galicia. En 1612 detectamos el fletamiento de una zabra que lleva 146 quintales de hierro, y se ordena que de vuelta se traigan veinte pipas (de vino, obviamente), y en 1617 Joanes de Aguirre lleva hierro a A Coruña, y queda a su discreción en qué ha de emplear el dinero obtenido con su venta. Ese mismo año se ofrece otro contrato con destino a Asturias o Galicia, con la única finalidad de comprar mercaderías en tales destinos.

 En 1621 sale de la villa una zabra cargada de hierro, pero con la orden de ir a buscar mercados, esto es, en primera instancia debe buscar la venta en Galicia, y si no lo consigue, debe pasar a Portugal, aunque la referencia habitual pasado Finisterre son las «Islas de Bayona», en parte como frontera y en parte como lugar a propósito para obtener el vino de Ribadavia. Un contrato fechado en 1634 en Mutriku nos ofrece la riqueza de materiales que los vascos dirigían hacia Galicia en una sola expedición. Se trata de una época propicia para este tipo de operaciones, porque es verano, y para las pesquerías de ballena habrá que esperar al invierno. 

Juan de Ugarte, vecino de dicha villa, prepara el viaje para adquirir sardinas y otras mercaderías, y a cambio ofrecerá una amplia gama de materiales: ocho quintales de acero, ocho carros de brea, ocho piedras muelas, cuatro arcabuces de chispa y ocho docenas de tijeras. Además, la expedición lleva cuatrocientos reales. Una rica gama que ofrecer en un mercado gallego ya consolidado para los marineros vascos. Los fletamientos a ballenas se mezclan con propósitos de comercializar el propio producto de la pesquería o de aprovechar el viaje, destinado originariamente al balleneo, para llevar y/o traer mercaderías. 

En el contrato de Lorenzo de durango, vecino de Hondarribia, que va a Malpica de pesca, se contempla la posibilidad de vender las 45 barricas previamente pagadas en concepto de armazón, «en el puerto de Malpica o sus comarcas», y se explicita la oportunidad que en ese caso se emplee su valor «en pipas o barricas de vino o otras mercaderías de allá». Una expedición de Mutriku que va con una zabra a pescar ballenas a Galicia, sabiendo que de Orio salía, también hacia Galicia, otra expedición de balleneros que utilizaban una pinaza, embarcación considerada más segura, confían a un compañero que viaje en dicha pinaza con la única finalidad de asegurar el dinero que le han entregado para emplearlo en la compra de mercaderías. 

La medida, adoptada en época de guerra y por tanto en un ambiente de previsibles ataques corsarios, denota que pesca y comercio se alian en estos viajes, actuando los marineros como pescadores y a la vez como mercaderes. La costa de Galicia, se convertía en invierno, época de la presencia de los vascos y otros balleneros, en un animado escenario en el que se mezclaban las actividades pesqueras con las mercantiles. Pero aparte de los conocidos productos de hierro, sardina y vino, se añadía el del propio saín o grasa de ballena, convertida en oferta mercantil. En este mercado competían los pescadores con los propios lugareños, quienes habían adquirido la mercancía por derechos cobrados a los pescadores foráneos en concepto de arriendos, sea por compra directa de grasa, por intercambio o quizá por participar directamente en la pesca, como de hecho se acostumbraba hacer en la zona astur, como vemos en las relaciones de Azpiazu. 

En 1582 dos vecinos de Getaria, Joanes de Arbizu y Santiago de Serixubía, alquilan por 64 ducados a Martín de Quadra, vecino de Músquiz, el bajel que éste habitualmente utilizaba en el transporte de mineral de hierro, para que llegando a Malpica carguen en el bajel «pesca de ballenas» y traerla posteriormente a Getaria. Este contrato por realizarse en agosto, fuera por tanto de la época propia del balleneo es claramente comercial. En un viaje a Galicia que organiza Juan de Aguirre Plaza, vecino de Mutriku, a la pesquería de ballenas a San Martín de Arenas, leemos la siguiente cláusula: «durante el tiempo de la dicha costera y ballenería de este año puedan servirse de la dicha pinaça en flete de qualquiera mercadería suya o ajena». 

En resumen, se trataba de embarcaciones polivalentes, tanto en el ámbito técnico como en los objetivos para los que se las utilizaba. 

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