Amplio reportaje de cinco capítulos sobre la historia de los monasterios de Nemancos y Bergantiños, a cargo de Rafael Lema. Este es el primer episodio:»Granjas, pesquerías y puertos en tierras de monjes.
En la Edad Media y Moderna las abadías de la Costa da Morte eran importantes centros de producción agropecuaria. También las parroquias de un amplia área de Bergantiños. Vamos a analizar el papel económico y por lo tanto la capacidad como centros de producción y exportación de productos de uno de los pilares socioeconómicos de la comarca en esta etapa, las abadías. En concreto estudiaremos el flujo de cereales y otras materias (carnes, sal, vino) de los prioratos más importantes en Nemancos: San Xián de Moraime, San Martiño de Ozón y Santo Antoiño de Baiñas. A ellos unimos la acción de otra gran abadía, la de San Mamede de Seavia (Coristanco), que está en buena medida detrás de la colonización y desarrollo agrario de Bergantiños.
Al igual que en Irlanda, el monacato expandió el cristianismo en Galicia respetando los viejos marcos anteriores. Santuarios y divisiones parroquiales galaicas siguieron en pie con leyendas, usos, costumbres y ritos ancestrales, más o menos matizados, para disgusto de futuros adalides de la contrareforma. Estos cenobios fueron centros de colonización y de producción. A ejemplo de la importancia que tuvo el monacato y la acción de santos abades y obispos en la Galicia oriental y las orillas del Sil y del Miño en la Alta Edad Media, las abadías y las pequeñas congregaciones de monjes y monjas del occidente compostelano (en lucha contra la secular ofensiva depredadora de los nobles) ejercieron un patronazgo sobre decenas de feligresías y fueron eje central de la vida socioeconómica de nuestra «bisbarra». Los monjes y monjas (dúplices eran nuestros cenobios más vedraños) construyen monasterios, iglesias, capillas, santuarios, casas y alpendres. Traen carpinteros, pedreiros, orfebres de lejanas tierras, de la metrópoli compostelana. Ayudan a la creación de collas locales de trabajadores. Expanden leyendas, milagros, arte.
Ya en época sueva el Apóstol de Galicia san Martiño de Dumio (Braga), enviado por la devota emperatriz bizantina, se aplicó en la cristianización de nuestra tierra y en la expansión del monacato durante el regnum suevorum. Continuador de esta obra es san Rosendo, que como obispo de Mondoñedo lo era también de Dumio, tras la invasión sarracena y la fuxida del clero y de muchos pobladores de la Magna Gallaecia al norte del Miño. La familia del santo tenía posesiones en nuestra comarca, como también las mantuvo el monasterio de Celanova, por él fundado, y el mismo obispado mindoniense (Camariñas, Xornes, antes Nemancos). Además, san Rosendo fue obispo de Iria y por lo tanto patriarca de la mayor parte de nuestra comarca. Patrocinó la regla benedictina y a su era debemos apuntar el nacimiento de algunos de nuestros cenobios.
Los primeros datos que los citan apuntan al primer milenio (Armerezo 867, Tosto 970, Borneiro 1095), en general estarían activos entre el IX y el XI. Así pues debemos enmarcar la vida y desarrollo de nuestras abadías y la vida social dentro de las vicisitudes de la Galicia de la Reconquista, aunque solamente sea éste un esbozo para situar el plano local en el general. De la Galicia suevogoda y prerrománica contamos con vestigios (Moraime, Lemaio). Nuestras comarcas, que se recogen en el parroquial suevo, aparecen citadas en la documentación en época altomedieval (Soneira 899, Nemancos 1095, Carnota 927, Bergantiños 867). En la vida monástica gallega y por supuesto en nuestro ámbito entre el X-XII lo decide todo la gran congregación de Cluny, con el apoyo de Gelmírez el Magno, la casa de Traba, y la corte leonesa.
torres de Nogueira-Seavia
A mediados del XII el Císter se apoyará en las dos últimas patas, Traba y cámara cortesana. Sobrado, uno de los grandes centros cistercienses, contará con concesiones reales en Bergantiños, como la extensa jurisdicción de Almerezo en Seaia (Cospindo, Corme, Cesullas, Neaño). Ser abad de Ozón y Moraime representaba ser uno de los grandes personajes de la comarca y por ello ostentaron este cargo miembros de la hidalguía comarcal terrateniente o de la burguesía nacida con el comercio marítimo, con buenas relaciones familiares y comerciales en Noia, Cee, Finisterre, Corcubión. Nombres como Fernando y Afonso de Paz o Martín Fernández de Ferrío.
Fundamental fue al apoyo de la casa de Traba al monacato, a Cluny, a la expansión de románico. Pero también fueron los Traba padrinos del Císter de Claraval y del Temple, que dejaron su huella en nuestra comarca. Los cistercienses en el arte y nuevas formas de espiritualidad, apreciables en Moraime y en el influjo de Sobrado en la zona, en donde tenía posesiones y también un cenobio vinculado, Toxos Outos. Desde Alfonso VII hasta la muerte de Alfonso IX en 1230 Galicia vive un momento de expansión a todos los niveles dentro del reino leonés, y en la Costa da Morte se nota esta vitalidad, que dejó un rico patrimonio románico.
Llegaron con los monjes maestros franceses con sus collas, como Alberto de Sobrado o Bernardo de Oia. Otros grupos salidos del foco compostelano, como los Petri de Cambre y Moraime, el maestro de Platerías que dejó su marca de escuela en nuestro románico finisterrano o el maestro vasco-cántabro de las puertas de levante de Cereixo y Moraime. Del mismo modo en el monacato gallego y en las mayores abadías de la comarca desde el XV los picos y «buxardas» de los canteros no dejaron de trabajar hasta la desamortización.
El Camino de Santiago es otro elemento importante que marca un antes y un después en la Historia de Galicia sobre todo tras la gran obra del inmenso Gelmírez. Muxía y Finisterre se unen al flujo de caminantes por tierra, que necesitarán hospicios, sobre la base de los monasterios, que ya tenían tradición hospitalaria en sus genes. En este caso, los de Ozón y Moraime, ambos en Muxía. También los puertos de la comarca se verán beneficiados durante siglos por el flujo de hombres y mercancías de las rutas marítimas jacobeas.
En la Edad Moderna tenemos noticia de la ubicación de hospitales en Laxe, Corcubión, Finisterre, Muxía. Pero estas instituciones van a servir más que para acoger peregrinos jacobeos como receptores del notable desarrollo de santuarios de Muxía y Finisterre, con sus romerías que en buena parte llegaron con plena vigencia a nuestra era. En Moraime aparece también una cita a la existencia de un hospicio de peregrinos, cuando el camino se Santiago ya es una realidad y los romeros posiblemente se acercan también a Muxía y Finisterre, desde el inicio unidos a la ruta, como deja entrever en su narración legendaria de la translatio el Calixtino.
Es más probable que la iglesia fomentase el culto a Santa María de Finisterre y al Santo Cristo desde el XIV, cuando el arzobispo asume su señorío, pero el camino a Muxía por Brandomil y Baiñas (ruta directa por un camino real desde Santiago y no prolongación de la finisterrana) está balizado desde mucho antes por tres importantes abadías (y dos villas romanas, un puente antiguo). En 1119 se cita el «hospitum seu peregrinorum», por otra parte algo existente en muchos cenobios con vocación de asistencia al caminante. El otro gran priorato de la zona el de San Martiño de Ozón debió de prestar el mismo trato.
Los flujos de romeros de la zona son más importantes dentro de la gran tradición de sus santuarios locales, más atractivos para nuestros mayores que el asunto jacobeo. Nuestros ancestros en el medievo iban a Santa Mariña do Tosto (Camariñas), abogosa para la fecundidad animal e importante lugar de romaxe desde el X, como atestiguan las fuentes. A Muxía, Finisterre, A Virxe do Monte, Castrobuxán, San Andrés de Teixido. San Guillermo de Finisterre.
La devoción barroca en Nemancos y Soneira consolida antiguas advocaciones como Castrobuxán, A Barca de Muxía, Santa María y el Santo Cristo de Finisterre. San Marcos de Hospital en Dumbría, San Anton de Lires, San Paio de Refoxos y la Santa Cruz (Cee). San Andrés do Canle y San Antón (Corcubión), Nosa Señora da Fonte Santa de Buxantes, San Cristovo de Carnés. En Bergantiños: Santa Mariña da Baneira, Santa Mariña de Remoi, Nosa Señora en Leiloio, la «ermita hospital» de Santa Catherina de Buño. Nuestra Señora da Atalaia de Laxe también tiene un hospital desde el XVI.
Hace ocho siglos, entre 1200 y 1209, se crea el primer albergue de peregrinos del Camino Jacobeo a Finisterre, en Hospital de Logoso (Dumbría), por la donación de un prelado local, el presbítero Esteban. De la memoria de este albergue y de su benefactor, que documenta la importancia temprana de la ruta a Finisterre sólo queda el moderno topónimo de Hospital de Logoso y algunos legajos. En 1463 leemos en el tumbo 3 de tenencias que sigue en uso el hospital, y aparece ya claro el topónimo Logoso, con el clérigo Pedro de Trujillo como tenedor.