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jueves, marzo 21, 2024

El encaje de la ría de Camariñas.La edad de Oro

Segunda y última parte del reportaje de nuestro colaborador Rafael Lema sobre «El encaje de la ría de Camariñas. Una artesanía Popular.La edad de oro».

Para leer el primer episodio se puede pinchar en este enlace

Museo do Encaixe- Encaixes Gelina

Los encajes gallegos tendrán una época dorada entre 1880 y 1930, cuando la ría de Camariñas concentra el mayor número de palilleiras y puntilleiros. El mercado americano y nacional acaparaba una producción ingente que ocupaba a cientos de mujeres. Si un siglo antes las artesanas se extendían por todo el litoral gallego ahora se concentraban entre Laxe y o Pindo. Este lugar carnotán y el de Corme en esta época contaban con puntilleiros (vendedores y vendedoras) de nivel, aunque casi todas las rendas de la comarca ya se dirigían a la ría de Camariñas. Allí estaban los comerciantes más notorios, encabezados por la casa Balboa de Muxía. con todo, ya hace un siglo, popularmente y en artículos de prensa se anotaba a Camariñas como el origen del encaje de bolillos.

Pero era Ponte do Porto (Camariñas) la villa que avecindaba la mayor cantidad de puntilleiros, y en su entorno se ubicaban las aldeas que formaban la mayor zona de producción, y siguieron distinguiéndose en el XX y en nuestros días. son las parroquias de Ponte do Porto (con Camelle y Arou), Carantoña, Cereixo, Carnés, Leis, Ozón, A O. la parroquia de Ponte do Porto, ya con 1.800 vecinos hace un siglo, era sin discusión la que mayor cantidad de palilleiras tenía entre 1880 y 1976. Su feria hasta el fin del franquismo siguió siendo para los lugares artesanos de las feligresías citadas el mercado de los encajes y donde las artesanas adquirían hilos, picados y palillos, unas mujeres que rezaban a la virgen porteña de guadalupe, su patrona. Estando mi casa en el campo de la feria porteña recuerdo de niño todavía vivo este tráfico de encajes.

Foto-Museo do Encaixe

Tras la guerra civil, la ría de Camariñas siguió manteniendo la tradición encajera, en las parroquias de Camariñas, en tres de Vimianzo (Cereixo, Carnés, Carantoña) y en la ribera sur, en Muxía (Leis, Ozón, Moraime, A O, Muxía). En Ponte do Porto y en su entorno se llama panilleiras a las encajeras, y «o panillo ou labor» al encaje. Se distinguen las panillas (bollos de mayor tamaño) de los panillos regulares. Y «puntilleiro-a» es el tratante o vendedor. la autarquía de la posguerra que hacía muy dificil conseguir hilos o vender labores llevó a la visita a Ponte do Porto -para ver la miserable situación de las palilleiras- de importantes personalidades del fanquismo, como doña Carmen polo o doña pilar Primo de Rivera. También a la creación de talleres de encaje de la Sección Femenina en Ponte do Porto y Camariñas.

Hace un siglo es la época dorada de las palilladas, grupos de mujeres (hasta 40) que se reunían en una casa común a las órdenes de una maestra y bajo una luz de carburo para completar la tarea. Pese a que nuestros encajes eran ya muy famosos en toda América, desde Nueva York a Buenos Aires, en la segunda década del XX empezaron a cobrar relieve nacional por una serie de medallas obtenidas en prestigiosos certámenes. Unas labores presentadas por el alcalde de Camariñas don José Pardiñas obtuvieron la medalla de oro de la exposición universal de Barcelona en 1888 y la de bronce en la exposición de París de 1889. También resultaron premiadas rendas locales en los primeros años del siglo XX en las exposiciones regionales y nacionales de artesanía. las casas porteñas Miñones y Noya obtuvieron galardones y llegaron a la casa real o a los palacios presidenciales de las repúblicas americanas.

La gran encajera porteña Nelly Mazaeda se casó con un alto cargo del gobierno cubano antes de la guerra civil propiciando otra escalada más para nuestras blondas. Recuerdo mi emoción al ver los encajes de mi pueblo en los altares de la catedral de Santiago de Cuba. Otro dato a apuntar es que el encaje de Camariñas alcanza un montante económico más relevante del que dicen las cifras reales, porque muchos emigrantes lo llevan en sus maletas de madera por vía no oficial y los tratantes venden por encaje nacional parte del elaborado en la ría. a las grandes casas se unen docenas de hombres y mujeres que por vía marina, en los pataches que llevan madera y vino, o acudiendo a las ferias del interior (a pie, en burro, o tras la guerra subidas a los camiones de madera, como las sardiñeiras que desde Ponte do Porto llevan sardina) venden al por menor sus propias piezas o de otras.

Al eco de estos éxitos en una visita del corresponsal de la revista madrileña nuevo mundo en 1914 a Ponte do Porto y Camariñas, el periodista se cerciona de que está en el centro nacional del encaje. Dice de Ponte do Porto que es «el primer centro de producción y venta de encajes. Allí entre otros exportadores tiene su almacén el señor Miñones, que compra encajes por cuenta de la casa de América Peña y Seisdedos». Da cuenta del mercado mensual de encajes de Ponte do Porto que se verifica en las ferias del segundo domingo de mes. Miñones, que había estado a finales del XIX vendiendo encajes en Cuba, envía ya en estas fechas sus «randas a bolillo» a América con el sello de encajes valencianos, pues así se los demandan los clientes del otro lado del mar.

Otro autor, García Ramos, también habla del fraude que se produce en el comercio americano, ya que según indica, se vendían encajes de otros lugares como si fueran de Camariñas. Francico Balboa y otros comerciantes tratarán en diversos artículos sobre la competencia de encajes chinos de menor calidad y producción industrial que empiezan inundar en los años 20 los mercados americanos. Buenos Aires, Río de Janeiro, San Juan de Puerto Rico y Nueva York, son grandes centros de consumo. también se envían mercancías a Chile, Uruguay, Ecuador, Cuba y México. El mercado cubano se abastece sobre todo desde Ponte do Porto. Son los Noia, Miñones, Mazaeda. El mercado nacional lo surten numerosas puntilleiras menores, a ferias, mercados, o tiendas. En Ponte do Porto surgen varias propuestas de modernización del encaje, lo que acredita la preminencia de esta villa en esta artesanía. En primer lugar, ya desde 1880 los Noya se dedican a vender hilo, posibilitando que las palilleiras no tengan que pasar buena parte del tiempo confeccionándolo en los huos, y se dejen de sembrar liñares de baja producción y calidad.

En Ponte do Porto se abre la primera tienda de vender carretes de hilo, la de la suegra de don Manuel Miñones, Francisca Noya, importante tratante del XIX. En el artículo de mundo nuevo la señora explica al reporter: «yo fui la primera que trajo al pueblo los carretes de hilo. Antes se tardaba muchísimo más en hacer cualquer randa a bolillo, porque nosotras mismas teníamos que hilar y preparar el hilo. Después hice viajes a Coruña y empleaba en carretes algunos miles de reales. Los primeros carretes hubo que darlos regalados, pero después se hizo buena ganancia». En Ponte do Porto y en Camariñas había campos de lino, como he citado. En Ponte do Porto era el «campo de liñares», una extensa Agra en el barrio do Outeiro, hoy urbanizada, que aparece ya en documentos privados de 1827, en su mayor parte terreno foral de la casa Romero del lugar de Porto, cuyo último vástago perdió a las cartas en el casino porteño muchas de sus fincas.

Otra invención modernizadora de los puntilleiros porteños fueron los almanaques para compra y venta de encajes, muy útiles para los clientes del extranjero pues reproducían los modelos que se hacían en Camariñas. Se inició el invento con un pariente de la señora antes citada, Norberto Noya mira, que editó la «libreta utilísima para el negocio de compra-venta de encaje, por detallarse el importe de varas á cuartos y su producto y equivalencia á reales y céntimos. Ajustada por Norberto Noya Mira. Puente del Puerto, 1º febrero de 1906. Santiago: imprenta y litrografía de José M. Paredes».

Desde 1920 otro porteño, con casas aquí y en Cereixo, Julio Lastres, moderniza los tipos tradicionales de encaje con nuevos cartones traídos de Almagro, y que tendrán gran aceptación en el mercado nacional.

Concepción Rodríguez de Ponte do Porto es una de las pocas palilleiras históricas que escapó del anonimato. Pero tras su nombre se halla una gran bordadora de magníficos trabajos especializados y una puntilleira, una vendedora de puntilla que incluyó el encaje de Camariñas en uno de los naufragios mas célebres de la Historia. Es la encajera del Titanic. Una caja de sus labores se hundió un 14 de abril de 1912 en el célebre trasatlántico. Los exportadores contaban con una serie de puntilleiras que se dedicaban a recoger el trabajo de las palilleiras y llevarlo a sus casas.

La más importante de estas intermediarias puntilleiras hace un siglo en Ponte do Porto era Concepción Rodríguez, que además figura como la mas reputada costurera de finos trabajos para la iglesia y la burguesía, dejando una parte de sus obras y valioso rastro documental en la iglesia parroquial porteña. Así por ejemplo el 6 de octubre de 1906 el cura párroco porteño Pedro Varela Bolón le abona 80 reales por diez días de trabajo en arreglar un terno blanco, cuatro casullas blancas y una encarnada, poniendo en las mismas varias piezas nuevas de damasco y galones.

En cuanto al intrépido reportero de mundo nuevo, tras la estancia en Ponte do Porto, va con su fotógrafo en jaca a Camariñas, pues entiende que «según nuestras noticias, había mucho que ver, por ser la cuna de origen de la industria encajera». Allí visita dos «escuelas de encajeras» o palilladas. Una de ocho mujeres y otra de una veintena. Indica el reporter que «Generalmente, á las escuelas sólo concurren las muchachas, pues las madres de familia, que tienen además que atender a los menesteres de la casa, palillan en la propia vivienda».

Así se sabe, por ejemplo, que el salario medio de una palilleira en 1914 era de unos seis reales diarios, que los encajes de Camariñas se hicieron imprescindibles, debido a su aceptación, en los comercios argentinos, cubanos y mexicanos, y hace referencia a que los encajes gallegos son elaborados por mujeres de diferente clase social, a diferencia de otros lugares en los que las mujeres dedicadas a esta labor son, sobre todo, de clase media. Entre otras noticias, destaca a las consecuencias que originó el estallido de la primera contienda mundial, no solo para las ventas de encaje sino para el inicio de una cierta revolución industrial en la costa gallega, con el objeto de suministrar bienes a los paises en litigio, sobre todo a Francia. Aquí arranca el despuntar de la industria conservera y la profusión de astilleros para dotarse de barcos de cabotaje tan necesarios para el comercio marítimo, que vive en nuestros puertos una edad de oro. El reportero de Nuevo Mundo es Miguel España, y el fotógrafo Fernando del Río que cuentan con un cicerone en su extraordinario viaje a Camariñas, digno de un artículo en National Geographic, el señor Tudanca, un maño casado en Ponte do Porto. Así que le dedicaremos un apartado.

Es conocido el artículo de 1901 de Francisco M. Balboa, gran comerciante de encajes de Muxía, en donde señala que en el partido judicial al que pertenece Camariñas ocho o diez mil mujeres y niñas se dedicaban a la elaboración de encajes. son datos exajerados, teniendo en cuanta la población, pero si se trata del oficio más seguido por la mujer en la época. Aporta el industrial cifras referentes a la exportación. Estos datos muestran que el mayor volumen de ventas se realiza en Cuba, seguida de Argentina. Con respecto a las ventas en Galicia, calcula que la cifra ascendía a 50.000 pesetas. A Cuba se exportan 5.910 kilos con un valor de 403.882 pesetas. A Argentina, 4.569 kg por 192.163 pts. A México 720 kg por 46.690 pts. A Puerto Rico 720 kg por 39.875 pts. A Chile 195 kg por 14.000 pts.

En 1905 Alfredo García Ramos anota otras cifras. Desde A Coruña salen para Cuba 7.518 kilos por 708.074 pts. Para Argentina 960 kg por 76.000 pts. Para México 1.336 kgs por 90.189 pts. De Vigo salen a Cuba 544 kgs por 54.000 pts. A Argentina 3.585 kg por 210.365 pts.
En el año 1915, se crean en Madrid una Junta y un Taller Central de Encajes, dirigidos por la Condesa de Pardo Bazán y la Marquesa de Figueroa, entre otras, que tenía como objetivos la creación de un consejo técnico, la realización de diseños típicamente españoles, la comercialización del encaje en el extranjero e iniciar proyectos de propaganda. Incluso visitaron al Ministro de Fomento «para pedir subvenciones para el establecimiento de industrias encajeras». Eran iniciativas que apenas dejaron huella en la ría de Camariñas, ni tampoco tuvieron desarrollo en manos de tan ociosas damas.

La Primera Guerra Mundial, como antes leimos sí tuvo mayor incidencia. Países productores y exportadores de encaje como Alemania, Francia, Inglaterra, Países Bajos y Bélgica, abandonaron la producción y de ello sacaron provecho los encajes de Camariñas y de otras zonas de la Península. Aunque son cifras muy alejadas de la realidad, se indica que en la provincia de A Coruña había en 1921 más de veinte mil mujeres y niñas dedicadas al encaje. En esta época, el encaje se concentraba entre Laxe y o Pindo, el resto era un dato residual. En 1920 se vendió mercancía por más de tres millones de pesetas, recibiendo Cuba las dos terceras partes del total. Esta situación se mantuvo hasta los años 1926 y 1927, cuando se empezó a perder el mercado americano por la revalorizacion de la peseta y las crisis en Argentina y Cuba.

El la Segunda República destacan las exportaciones al mercado nacional de Aranaz y julio Lastres. El primero vive en Muxía y el segundo en Cereixo. mi bisabuelo le adquiere un antiguo alfolí de sal enfrente de su casa en la «feira dos porcos» de Ponte do Porto en donde abre una fonda. Aranaz y Lastres tendrán una intensa relación con Madrid y Almagro. Julio Lastres y su hermano traerán picados de Almagro e incluso venderan en este punto rendas camariñanas. Manuel Aranaz Clemente y su padre Gabriel Aranaz Coronado llegan de Almagro y se asientan un Muxía, importando cartones y dibujos manchegos. A América los puntilleiros de Camariñas venden rendas del país y/o de Almagro, diferenciando ambos modelos, y atendiendo a las demandas de los clientes. la mayor parte de sus almagros también se hacen en Camariñas. Importadores americanos en el primer tercio del XX oriundos de la Costa da Morte son los Miñones, insua, peña, Perez. El leonés Francisco Q. González.

Pero entre 1900 y 1916 debemos destacar a una noble con solera, la señora de las torres de Cereixo y descendiente de los condes de Maceda, doña Manuela Fernández de Haro, condesa viúda de Torres. Mi bisabuela paterna elisa Suárez pazos y su hermana Josefa le llevaban cajas de encaje de Ponte do Porto por estas fechas y también acudían a una gran mansión de una rica burguesa en a Coruña, conocida como «a coruñesa». Se podía tratar de alguien de la familia de Eduardo Folla, importante comerciante y vendedor de encajes, pariente del alcalde de a Coruña en 1913, José Folla. Preciosa y Concepción Rodríguez, tías de mi abuela materna Lucita Rodríguez, en estas fechas se encargaban de cargar en burras el encaje comprado en la feria de ponte do orto para llevárselo a casa Balboa de Muxía. En 1930 la viuda de Manuel Miñones Fernández sigue con la compra venta de encajes en Ponte do Porto. El 30 de mayo de 1930 envía una caja de encajes de algodón para Buenos Aires en el vapor H. Chieftain de 97 kilos. Emite un carta de débito a favor de Joaquín Davila y Cia de Vigo por los gastos de flete y cargos de envío. En Buenos Aires figura como importadora de encajes la casa Miñones Hermanos y Cia.

Las siguientes décadas, con la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial,  supusieron una recesión en el encaje gallego que se centró en el mercado nacional y en la ría de Camariñas como área de producción. Tras la guerra, sobre todo desde la sección femenina de falange que ates hemos citado, se fomentó la revalorización y la promoción del encaje de Camariñas y se tomaron medidas para mejorar la precaria situación económica de las palilleras. Se organizaron exposiciones en las que estaba presente el encaje camariñán y, en 1948, la Sección Femenina creó el Taller de Capacitación Profesional de Juventudes de Camariñas. En Ponte do Porto nació un taller de la Sección Femenina de Falange, tras la guerra civil.

La visita de la misma Pilar Primo de Rivera a Camariñas y Ponte do Porto para conocer la labor de las palilleiras supuso todo un revulsivo y ayudó a dignificar el papel de las artesanas y de la mujer, pese al lenguaje proteccionista y paternalista de la época, en un contexto de penurias. También el jefe del estado y su esposa visitaron la tienda de encajes de clarisa Noya en su viaje a la coronacion de la virxe da Barca y otras ocasiones, ya que el mejor amigo del caudillo y compañero de faenas pesqueras era Max Borrell, vecino de Camariñas. 

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