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miércoles, marzo 20, 2024

Los míticos orígenes de las Rendas

El encaje de la ría de Camariñas- Una artensaía popular. Capítulo 1

 

Rafael Lema

Dos son las leyendas populares en Camariñas sobre el nacimiento del encaje de bolillos. En una fue una mujer de Cereixo, de origen foráneo, la primera que empezó a palillar. En otra, se le atribuye la criatura a una dama italiana náufraga que enseñó a las lugareñas. Los datos por ahora confirman que en la antigua demarcación costera de la provincia de Santiago fue Noia en donde en época medieval se empezó a confeccionar encajes (las misquiteras), pero no sabemos si ya se utilizaba la almohada y los birlos tradicionales o si eran labores de punto. 

Pontevedra, Noia, Cee-Corcubión, Laxe-Corme, Muxía-Camariñas, desde que tenemos datos claros, son grandes zonas de producción en la Edad Moderna. Pero, sobre las leyendas, en las brumas de la falta de datos no falta tampoco credibilidad, verosimilitud, elemento fundamental en toda fundación mítica. Es posible que las damas nobles gallegas ya conocieran en la Edad Moderna esta artesanía y por ello crearan ricas piezas en hilos y sedas en los pazos de la zona (Cereixo, Soesto, o allo, el pazo de Altamira en Corcubión) o con menos probabilidad en sus castillos señoriales (Mens, Vimianzo, Xallas). 

No está acreditado que el encaje de bolillos se conociera en España más tarde que en otras zonas de Europa, que se atribuyen -sin datos- mayor antigüedad. Lo que sabemos es que en el XVI hay citas a encajes gallegos y que en el XVIII en toda la Costa da Morte y en buena parte de la costa gallega estaba extendida la artesanía. Como ya hemos apuntado en otras líneas pretéritas, el tráfico comercial entre los puertos flamencos e italianos desde la Edad Media dio a conocer los tipos de encajes de ambas zonas en la costa gallega. Y tanto en Flandes como en Italia miles de soldados, cientos de oficiales gallegos estuvieron destinados entre 1504 y 1.715.

Nobles gallegos mandaron ejércitos o gobernaron territorios italianos, algunos muy vinculados a la Costa da Morte. Nos fueron pocas nuestras nobles e hidalgas convertidas en «damas italinas» retornadas a su tierra galaica con artistas y artesanos napolitanos, desde la época del gran capitán don Fernando de Andrade, el héroe de la batalla de Seminara cuyas banderas logradas en tal lid estamparán sus antepasados en la puerta principal de las torres de Cereixo. El noble pazo a donde mi abuela, siendo niña, acompañaba a sus tías con cajas de encaje de Ponte do Porto para la última condesa.

Adelina Figueiras

El IX conde de Altamira, don Lope Osorio de Moscoso y Guzmán, fue embajador en Roma, virrey de Valencia y de Cerdeña (1692-1698). El III conde de Altamira, don Rodrigo de Moscoso, estaba casado con Isabel de Castro, de la casa de Lemos, cuyos miembros sirvieron en Nápoles en varios siglos de dominio gozando de los más altos cargos. Los Moscoso, los grandes señores de nuestra comarca, empezaron a residir en la corte castellana desde el XVI, pero mantenían y visitaban su palacio en Santiago y muchos se siguieron enterrando en Galicia.

La casa de Maceda, los señores de las torres de Cereixo, tampoco faltó en las hazañas de Nápoles. Francisco de Lanzós y Novoa, hermano del primer conde de Maceda y héroe militar don Alonso (1654) fue arzobispo de Palermo y virrey de Sicilia. Entre sus antepasados, los Andrade, Lanzós, Novoa, Sotomayor. En todo caso, en el XVI España contaba con una produción de encajes notable y unas características nacionales definidas, por más que las labores de Venecia y Flandes eran más costosas y apreciadas. Durante la España de los Austrias la moda flamenga se extendió, y con ello el uso y abuso de las blondas. En Francia, con artesanos venecianos y flamengos desde el XVII el estado fomentó los talleres nacionales en distintas ciudades.

Si bien en Camariñas aparecen las primeras menciones a palilleiras y tratantes en el XVIII, en 2016 apareció dentro de las tapas de un libro de autos sacramentales y comedias del Siglo de Oro, de 1622 una curiosa pieza de encaje. El libro, aunque estaba en mi biblioteca familiar de Ponte do Porto, perteneció a un cura de Ameixenda (Cee). La pequeña pieza en forma de hoja de rosal es una serga de hilo de seda de tradición catalana o levantina de la época del tomo.

Josefa Pazos, palilleira

Hallamos uno de los primeros datos escritos de la presencia de palilleiras y puntilleiras en la Costa da Morte en una veciñanza de Cee de 1711, por orden del marqués de Risbourg, para recaudar fondos de ayuda al ejército y en una situación de crisis (por el exceso de lluvia, la falta de cereal, alta mortalidad, emigración). Se indica sobre los vecinos: «aunque muchos dellos son mareantes y otros assisten mucha parte del año en los reinos de Castilla a vender punttas y encajes para su sustento y de sus familias».

El Catastro de Ensenada de 1753 nos aporta un listado del estado de la industria del encaje en esta fecha, cuando empieza su expansión por al costa gallega. Camariñas ocupa la octava posición entre las nueve poblaciones palilleiras de la Costa da Morte. Corme aparece en primera posición con unas rentas de 7.850 reales y los tratantes más importantes. Le sigue Muxía con 4.350 reales, pero tiene las cifras más altas de puntilleiros (30) y palilleiras (40). Tercero es Corcubión con 2.750 reales. Le siguen: Cee 2.000 r, Laxe 1.700 r, Finisterre 1.200 r, Ozón 720 r, Camariñas 500 r, Leis 400 reales. Pese a que se hace encaje en muchos puntos de la costa gallega, la Costa da Morte ya tiene la primacía de la artesanía a nivel gallego, y seguirá acrecentando as cifras en este siglo. al final del mismo despegarán significativamente Camariñas y Ponte do Porto (su feria será un factor básico).

Pontevedra y Noia cuentan en esta época con un alto número de palilleiras pero escaso mercado. El Catastro del Marqués de la Ensenada nos informa que en la ciudad de Pontevedra en 1751 había 181 palilleiras y 10 comerciantes de encaje. En Noia, hay varios tratantes que rentan entre 50 r y 150 r. 49 palilleiras que ganan 200 r al año, y 18 que rentan 125 r. La renta de las palilleiras noieses es más elevada en este marco, se dedicarían a piezas más elaboradas con ricos hilados o dedicarían más tiempo. Pero en Noia y Pontevedra el total de las rentas de sus tratantes en ambos casos oscilarían en los 500 reales, por debajo de las principales plazas finisterranas. Claro que no debemos desestimar el aporte en el caso de Noia de las palilleiras, que según la estimación tienen una renta similar a la media de los tratantes gallegos, lo que implica que se dediquen directamente a la venta en el mercado local al que acudirían tratantes de Pontevedra, Corme, Corcubión, por la estrecha relación centenaria entre estos tres puertos dotados de una gran tradición de cabotaje. Hasta 12.000 reales rentarían según la estimación del Catastro las encajeras noiesas. En 1827 en Noia hay una fábrica de encajes y un siglo después todavía se ven palilleiras en sus calles.

Maruxa de Tomás

En todo caso la ría de Camariñas con 5.970 reales de renta de encaje, iguala a la de Corcubión (5.950 r) y sólo las supera la ría de a Corme-Laxe (9.550 r). Son los tres grandes mercados y zonas productoras gallegas. A nadie que conozca algo sobre las rendas camariñanas se le puede escapar que la gran comarca de producción en la «edad de oro» y durante todo el siglo XX es la que abarca los márgenes de la ría de Camariñas, no sólo la villa de este nombre, más importante por sus puntilleiros, por ser el puerto de salida.

En Camariñas hallamos ya en el Catastro de Ensenada de 1753 referencias al encaje, aunque no tenemos el listado de mujeres que practican, solo conocemos una palilleira con utilidad. Los tratantes camariñanos de 1753 son Juan Díaz Porrúa, Roque Fernández, Francisco de Pazos, Domingo de Trava, Andrés Rodríguez. En el siglo XVIII hay en los libros parroquiales de Ponte do Porto citas a palilleiras, compras de encaje, más frecuentes en el siguiente siglo. En 1852 los principales encajeros en Ponte do Porto son Pedro Carballo y Francisco Couto, abad de Toba, residente en Ponte do Porto. Los grandes nombres de puntilleiros y puntilleiras porteños que coparán gran parte del mercado en la época dorada ya aparecen desde 1880 en actividad, y muchos presentes en el gran mercado americano: Miñones, Mazaeda, Rodríguez, Fernández, Noya, Carballo, Pardiñas. En Muxía: Toba, Balboa, Currás, Bentín. 

A veces hay traficantes de rendas que siendo vecinos de la zona se hayan en otros puertos y grandes derrotas. En Camariñas tenemos casos como los del capitán y corsario Ambrosio Álvarez Pardiñas, que desde 1795 sabemos que se dedica al comercio de venta de encajes desde Cádiz a América. Entre los «géneros del Reyno» lleva en su carga sargas, encaje, blondas, punto de blonda. Pertenece a la saga de los grandes navegantes que efectúan el gran viaje redondo a las indias. Su familia tendrá casa acreditada en Veracruz de México y haciendas en Cuba. El capitán Pardiñas se casa en Pontevedra, emporio de la trata de puntillas de la época. Así el vínculo de Camariñas con los mercados más prestigiosos cuenta con nombres célebres y mucho recorrido. El capitán Pardiñas, con barco propio, ya lleva nuestro encaje a América hace más de dos siglos. En el comercio de Cádiz ejerce en el XVIII otro traficante de Camariñas, Domingo Antonio de Pazos. El párroco de Cerqueda Juan de Veiga y Andrade compra una heredad en O Allo (Ponte do Porto) para el citado comerciante indicando que se halla en el reino de Cádiz.

Pedro Carballo

Por los datos del comercio marino gallego de la época sabemos que desde 1774 a Veracruz (donde los Pardiñas de Camariñas tienen un almacén) se llevan encajes, lienzos, manteles, loza. Y se importa vainilla, palo Campeche, azúcar, café, tabaco. En Vigo entre 1780-90 encontramos noticias de embarque de encajes y mantelería a veracuz, Montevideo y Buenos Aires. Entre los tráficos portuarios hay citas a barcos que entran en la ciudad olívica desde Camariñas y Corcubión.

Así no solo en el magnífico catastro de Ensenada podemos encontrar testimonios centenarios de la artesanía en la ría de Camariñas. Al tratarse de una labor en manos de mujeres, como otros muchos trabajos del género no se contabilizaban como oficio de utilidad y por ello sólo se anotaban las palilleiras de mayor peso. No contamos con listas de palilleiras o vecindarios en las parroquias de Camariñas en el catastro, salvo un caso (Antonia López). A los tratantes citados en el interrogatorio vde 1753 debemos añadir varios nombres de prestigio del siglo posterior, tras la crisis de las invasiones napoleónicas, cuando ya se perfila esta ría como el epicentro gallego del encaje. Y otras citas, sacadas de los libros de cofradías del archivo parroquial de Ponte do Porto. En esta documentación cotejada del original tenemos en 1782 el nombre de la primera palilleira porteña con nombre y apellido, Raphaela de Lema en As Barrosas. También compras de encaje del mayordomo parroquial Joseph Canosa en 1782 y 1786. Desde 1850 en la documentación privada de las familias de Ponte do Porto y Camariñas se citan muchas mujeres con oficio de palilleiras, como mi tatarabuela María Josefa Pazos Castro. En 1825 un documento privado de mi familia en Ponte do Porto cita entre las propiedades la «tierra de Liñares». 

En la donación en 1847 para la construcción de un templo en Camariñas que hace el indiano residente en México Domingo do Rego (Domingo Antonio Rodríguez Canosa) se indica «que hagan seis albas con sus amitos, todo de lienzo fino, con sus encages correspondientes».

Mosqueira Manso escribe que a Camariñas «navegaban mareantes pontevedreses para comprar los encajes que, luego, transportaban a Andalucía, Cataluña, Génova». La presencia en la ciudad de Ambrosio Álvarez Pardiñas del XVIII así lo acredita. En 1784 en una carta del ayuntamiento de Oviedo se habla de encajes de Camariñas. El comercio de altura pontevedrés en esta época está a cargo de asturianos.  
El Siglo de Oro propició que la moda se llenase de encajes, muchos de fuera. Los cuadros de nobles gallegos de la época también nos los muestran. En 1667 aparecen en la corte críticas a la importación excesiva de encajes y se noticia la presencia de la artesanía en Almagro. En 1747 trabajan en este importante centro 417 encajeras.

Vimos datos de rendas gallegas al tratar sobre el comercio marítimo de nuestros puertos. Los diccionarios españoles publicados entre 1826-1846 ya destacan que cientos de mujeres confeccionan encajes en el partido de Vimianzo, y concretamente en el ayuntamiento de Camariñas. Por estas fechas ya citamos que en Ponte do Porto hay dos grandes tratantes de encaje, Pedro Carballo y Francisco Couto abad de Toba (residía en Ponte do Porto y en Cereixo). Son los dueños de la firma comercial Couto y Carballo. El abad de Toba (Cee) había sido antes receptor de esta iglesia antes de avecindarse en Ponte do Porto, y como vimos en el catastro de 1753 llega de una zona destacada en el siglo XVIII por su comercio de encajes y por la presencia de los prestamistas imprescindibles para el salto a los mercados más importantes. De hecho, esta casa aparece prestando dinero a los rectores porteños y a vecinos.

El 14 de mayo de 1854 el cura párroco de Ponte do Porto en una misiva explica que «debo dos cientos rs a Toba y al primo menos el labor de las albas que también debo…pagué a Couto y Carballo todo, solo debo a aquel 36 r de los encages de las albas- Mayo 14 de 1854». En el «Diccionario geográfico universal» de la imprenta Torner de Barcelona de 1830 se explica que en Camariñas «las mugeres hacen encages». Expresión incorporada por Madoz (1846). En el de Miñano y Bedoya de 1826 se cita «y la mujeres (se dedican) al hilado del lino y hacer encajes ordinarios de hilo.

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