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viernes, marzo 22, 2024

El encaje de Camariñas en el abismo de la Memoria (y II)

El encaje de Camariñas en el abismo de la memoria. Segundo y último capítulo del reportaje de Rafael Lema.

Accede a la primera parte del reportaje desde este enlace

Fotos – Mecam.net- Concello de Camariñas

El encaje de Camariñas fue siempre una producción con epicentro en la Costa da Morte, como estudiamos en este trabajo. No quiero olvidar de nuevo la relación en parte de estos centros textiles rurales de gran producción del oriente galaico con la ría de Camariñas, pues ambos comparten cabeza señorial, los Altamira.

 Y será la nobleza la mayor consumidora de puntillas, como príncipes de la moda desde el ostentoso barroco. Ya los he citado al hablar de las leyendas del origen del encaje y lo desgloso. El IV conde de Altamira don Rodrigo de Moscoso Osorio y Toledo (muerto en 1572) estaba casado con la noble poetisa Isabel de Castro y Andrade, hermana del conde de Lemos, bella y distinguida dama con finas blondas en sus lujosos vestidos. Hija de otro gran señor de la zona lucense y mindoniense.

Su padre, el III conde don Lope Osorio de Moscoso y Andrade en 1530 acompañando al emperador Carlos V a su coronación a Bolonia, será nombrado gobernador de la provincia napolitana de Seche y capitán de ejército en la guerra de Gaeta. Este apunte es el más próximo a la leyenda de la dama italiana que introdujo en el Finisterre la artesanía del encaje. 

Aunque la condesa en la fecha era Ana de Toledo, de Villafranca del Bierzo. Para seguir dando pábulo a la leyenda napolitana, en la puerta principal de las torres de Cereixo, cuna legendaria de las palilleiras y cabecera de un concello señorial, aparece el magnífico escudo de los condes de Maceda y Taboada orlado con las banderas que hacen referencia a las que su ancestro don Fernando de Andrade tomó a los franceses en la batalla de Seminara. El gran capitán don Fernando casó a su hermana con el conde de Altamira don Rodrigo Osorio, señor de Vimianzo y Cereixo, magnífico músico de vihuela y trovador. 

El tercer conde de Maceda don José Benito de Lanzós se casó con Teresa Taboada, condesa de Taboada, señora de las torres de Cereixo y los cotos de Carantoña y Tines. Los Lanzós de Betanzos derivan de los Andrade, desde Pedro Fernández de Andrade señor de la casa y torre de Lanzós a finales del siglo XV. Lo innegable es que estos nobles gallegos presentes en los siglos de dominación española de Nápoles introdujeron desde el Renacimiento nuevas formas de arte y moda en la península, como las venecias y tejidos italianos. Los cuadros barrocos de nuestros nobles muestran un rico muestrario de rendas.

Los hidalgos de Cereixo se pueden ver pintados en el santuario de A Barca de Muxía que ellos levantaron. Los nobles gallegos visten ricos encajes barrocos: un traje de ricas puntillas luce el conde de Lemos sobre caballo blanco en 1604, o Antonio López de Quiroga en la villa de Potosí en 1660. Finísimos encajes en cuellos y puñetas se aprecian en la pintura cortesana del XVI. El retrato de la emperatriz Isabel de Portugal de Tiziano en 1548, el óleo sobre lienzo de Felipe II de anguisciola de 1565. El de la infanta Isabel Clara Eugenia de Coello en 1580, o la magnífica muestra de rendas y blondas del oleo de la infanta niña Ana Mauricia de Austria de Pantoja de la Cruz en 1602.

Los tratos entre los puertos gallegos y los flamencos en la Baja Edad Media son notables. los paños de brujas y los encajes sobresalen en este mercado. Dos ejemplos, la nao de Domingo Afonso que se dedicaba al transporte de paños flamencos, pieles, sayos de Irlanda, fletada por un mercader catalán es apresada en el Mediterráneo por el pirata castellano Pedro Page en noviembre de 1396. La nave de Gonçalo Salgado que se dirigía de Flandes a Barcelona fletada por mercaderes catalanes también es apresada por piratas castellanos en 1423.

Citamos antes el caso del capitán Pardiñas y el comercio ultramarino del encaje pero también del hierro, otro negocio que unía desde el s. XVI los puertos mindonienses con la villa del Carmen y con las ferrerías de Ponte do Porto. De hecho un tesorillo de monedas de oro acuñadas en México reinando Carlos III fueron localizadas en el siglo pasado en una casa de Ponte do Porto y pertenecen antepasado del armador en una época en la que el puerto de A Coruña movía un comercio colonial importante y muchos activos bancarios. Pardiñas también seguía este comercio a san Sebastián, pero desde Cádiz, contratando feltes por el Cantábrico.

Es una creencia general entre los investigadores que el gran comercio que Castilla mantiene con Flandes y el de Cataluña con Francia e Italia influye para que los encajes se enseñen y fabriquen en otros países, introduciéndose en España el uso de bolillos de Flandes e Italia. El encaje tradicional español se elaboraba con aguja y ya era muy conocido en Europa en el XVI. son los puntos cortados, recreo de las damas nobles o las reticellas de las monjas. las mallas españolas serían el modelo de las misquiteras de Noia bajomedievales, en donde también se confecionaban puntas de aguja. pero, como arriba referí, se cree que el encaje de bolillos llegó a España por la influencia del comercio con Flandes e Italia en el siglo de oro. Son nuestras randas, del aleman rand (borde). 

Así pues, España y Galicia tienen una antigua tradición encajera -lo demuestran los ajuares de nuestras nobles o se puede ver en los cuadros del XVI (Berruguete, 1504)- pero es probable que el uso de almohadas y palillos llegara de fuera. no podemos aportar datos fiabes de este uso en Galicia antes que en otras latitudes. Eugenio Larruga, en sus «Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España», publicadas en Madrid entre los años 1787 y 1800, hace mención a diversos lugares en Galicia donde se hacía encaje y señala que «la mayoría de las mujeres se ejercitan en hacer encajes de hilo que ellas mismas preparan y que sirven para guarnecer ropas, pero no hay fábrica formal». José Cornide (1734-1803), quien ocupó diversos cargos públicos bajo el reinado de Carlos III, en su relación de manufacturas gallegas cita a Noia y Tui como lugares en los que se produce encaje. «Los encages bastos son ocupación de casi todas las mugeres de la costa desde esa Ciudad (A Coruña) hasta la Guardia (Pontevedra)…» escribe el ilustrado.

El Catastro del Marqués de la Ensenada (1749-1756), según algunas transcripciones, nos informa que en la ciudad de Pontevedra en 1751 había doscientas encajeras y 13 comerciantes de encaje. La cifra es menor, como veremos. También se citan otras localidades productoras de encaje en la provincia como O Grove y la jurisdicción de Trasdeza. pero no es cierto que en los tres casos su importancia fuese mayor que en la Costa da Morte. Vamos a cotejar estos datos de los manuscritos del Catastro del gran ministro de Fernando VI en busca de algo de luz.

El catastro de Pontevedra se realizó el 23-10-1751 por orden del delegado Francisco Xavier García Serón (AGS. CE. RG. L166. 622). nos aporta una extensa lista de palilleiras, entre ellas varias «maestras», también tratantas de encaje, sobre todo mujeres, mientras que en la Costa da Morte era la venta labor de hombres. el dato es relevante, porque las puntilleiras meiriñas (así llaman en Camariñas a los del sur gallego) se dedicarían a adquirir y producir rendas, al mercado local, pero la exportación estaría a cargo de arrieros o mareantes. En la Costa da Morte los tratantes llevaban ellos por mar la mercancía, no era en esta época un trabajo adecuado a la mujer. En Pontevedra hay también merceras que venden encaje en tiendas, y banqueros prestamistas que tienen en la corte sus letras e intereses. Al igual que en el caso de Corcubión, en Pontevedra se daban las condiciones para adquirir importantes remesas de encaje por contar los tratantes con prestamistas.

Las puntilleiras con estos préstamos compran a las palilleiras las labores y pueden colocarlas en las ferias o mercados, enviarlas en fletes, pagando al cobrar el dinero buscado. Pero el monto de los tratantes de encaje pontevedreses no es tan alto como el que se beneficia en la Costa da Morte, en las rías de Camariñas y Corcubión o en Corme. Pontevedra es una gran ciudad en la época, de mucho trato comercial, y por ello el número de mujeres que se dedican a las labores es alto, pero es más probable que sean los comerciantes de la Costa da Morte los que sirvan de intermediarios con otros mercados, pues hay encajeros más relevantes y de más lucro en nuestra comarca que en otro lugar de Galicia. veinte años después, hallamos a un gran comerciante de Camariñas casado en Pontevedra y con negocios en la ciudad como el mayor exportador de encajes y el primero documentado con ventas a América, Ambrosio Álvarez Pardiñas. 

En 1776 estaba ya casado con Luisa Acevedo Castro de Pontevedra y hacia la ruta con barco propio entre Bilbao y Málaga. las relaciones de los puertos de la rías de Noia y Corcubión con Pontevedra son relevantes y ya vienen de la baja Edad Media. sobre la cifra de encajeras, las relaciones que pude transcribir me aportaron 182 palilleiras, de ellas diez maestras, dato importante porque además de realizar los picados más caros y dificiles dan lugar a palilladas, a casas con grupos de aprendices que realizan la tarea. Se indica que no son sólo de la ciudad sino de su entorno. No contamos con vecindarios de las villas de la Costa da Morte que en dos décadas despuntarán sobremanera en este campo. la cifra de tratantas real es de 10, más una mercera. 

El montante económico documentado de las tratantas pontevedresas no es elevado, 500 reales más otros cien posibles de una tendera general, inferior al de las plazas de la Costa da Morte, pero el número de palilleiras, aunque sea rebajado con mis datos contrastados, es el más alto de Galicia, esto implica una importante producción que se vendería entonces a mercaderes foráneos, sobre todo. el hecho de que en la ciudad sólo haya tratantas, mujeres, es un dato significativo, pues éstas no suelen viajar en la época a traficar con géneros de cierta valía. y es puerto de intercambio, al que llegan los mercaderes de la Costa da Morte en pataches o pinazas que trasbordan a barcos mayores para la venta fuera del reino. 

El corso y la pesca refuerzan esta relación con el finisterre. Otro dato importante en Pontevedra es la presencia de comercantes asturianos, que inicialmente vendrían por pescado y otros productos para llevar por el Cantábrico. Asturias es un buen mercado para el encaje gallego y sabemos que «pontevedreses» iban a Camariñas a comprarlo. La misma ruta de los pataches de la Costa da Morte o del citado capitán Pardiñas. Podemos ver un flete característico en la cita del indicado mercader de Camariñas en la fragata Nuestra Señora de la Concepción alias La Empresa, con géneros del Reyno de 308 quintales. Los prestamistas pues apoyarían sobre todo estos fletes de mercancía general fomentando el cabotaje e donde entre otras cosas se llevaban rendas. Es significativo que el título del epígrafe indique «mercaderes asturianos y otros por maior». O sea, la voz asturiano y gran mercader al por mayor eran sinónimos.

Las «comerciantas particulares de encages» de Pontevedra que cita el Catastro son diez, a las que se les regulan 50 reales de utilidad al año a cada una. Son: Manuela Lorenzo, Rosa de Lourizán, Dominga da Veiga, Micaela da Reixa, María de la O Franca, Josepha Franco, María Luisa de Carballal, Concepción González de Carabuniña, Alverta de Oubiña, María de Oxea. Todas son también palilleiras. Tiene una tienda de mercería y es «comercianta de encaixes» María Elena de Moldes, que renta al año 900 reales. En la ciudad hay muchas mujeres merceras con importantes rentas, pero solo en este caso se cita su trato con encajes. algunas encajeras están con Camariñas (Patiño, Lastres), o con Noia (Recamán, Lousame).

No debe ser casualidad que los apellidos de las maestras van a ser tradicionales en el encaje camariñano. Los cambistas con lucro o interés (folio 167) o prestamistas que «según pública fama cuentan con un millón o más de reales de vellón suyos propios puestos en la corte para correr en letras y cambios, al 2% de interés», dan muestra de la presencia de un importante grupo económico. 

Figuran en la lista doña Francisca Ogando, viuda de Sebastián Varela, que tiene 150.000 reales para negociar. Don Eugenio Roldan, con dinero propio, de su hijo y sobrinos, 100.000 r. don Francisco Parcero, 70.000 r. don Adrián Armenes, 100.000 r. Son «mercaderes asturianos y otros al por mayor» (folio 131) don Pedro de la Riega, al que se le regulan de utilidad anual 11.000 reales; don Juan Antonio Batalla, 8.500 r; don Jacobo Polabieja, 8.000 r; don Bernavé de los foros, 4.500 r; don Jacobo Antonio Polavieja, 8.000 r; don Fernando Figueiras, 1.500 r; don Joseph Cobián, 1.500 r; don Caietano Maxiquieta, 9.000 r; don Juan Antonio Montavo, 4.500 r. En Pontevedra hay ya una clase burguesa relevante que vive del comercio, con alto nivel de rentas. por ejemplo, el receptor de acopios del alfolí Manuel Silbestre tiene una utilidad de 11.000 reales.

La lista de palilleiras (folios 119 a 122) la encabezan las 10 maestras, que son: Alberta de Anceis, Ana Nuñez, Alverta de malvar, Clara de san Thome, Josepha de Recamán, Juana Lopez, Juana Montero, Josepha Garrido, Luisa Patiño, Micaela Álvarez. Se indica que son encajeras de la villa y de los arrabales.

En las listas aparecen nombres repetidos (no es ningún error en mi transcripción), pero suponemos que se trata de mujeres distintas con apellidos comunes o de familia, también de distintos lugares ya que el inventario abarca el entorno de la ciudad. hay nombres foráneos, sobre todo del horizonte cántabro, por la relevancia del puerto. Algunas palilleiras son hidalgas, o mujeres de ricos burgueses de ascendencia astur-cántabra, como doña Ana de Fuentes, doña Bernarda Morales, dona Josepha Morales.

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