//Rafael Lema//
En la ría de Camariñas tenemos ejemplos de un románico peculiar, difundido desde la abadía de Moraime y heredero de los obradoiros compostelanos tras la construcción de la catedral de Santiago en la segunda mitad del siglo XII. En el análisis de los elementos singulares de este importante legado siempre aparecen nuevos descubrimientos.
Uno de ellos es que los canteros románicos que trabajaron en el arciprestazgo de Nemancos usaron su arte también con fines político-religiosos, en este caso para lanzar mensajes a favor de la cruzada contra el infiel, creando la figura del guerrero santo. Entre los reinados de Alfonso VI y Alfonso IX en la comarca y en Galicia en particular se produce una etapa de expansión cultural, en parte marcada por la difusión del románico y del camino jacobeo pero también por la lucha de los reyes cristianos contra el islam en la Península.
En este marco suceden las cruzadas papales a Tierra Santa que tuvieron repercusión en nuestra tierra, por el paso de flotas de cruzados del norte o la participación activa de nobles y soldados locales, como las dos campañas en Jerusalén de los señores de Traba, protectores del Santo Sepulcro, o las huestes y fondos enviados por Diego Gelmírez a la demanda papal.
En esta nueva atmósfera de guerra santa del románico, la nobleza y el clero necesitaba unir la figura del guerrero con la del santo, algo que ya encontramos en las primeras leyendas del Santiago guerrero que lucha al lado de las tropas cristianas en las batallas iniciales de la Reconquista, el Santiago Matamoros de la catedral. Los creadores de estas imágenes y símbolos llegaron también a la Costa da Morte. Recientemente la profesora de la UNED Inés Monteira Arias estudió el uso del arte románico en el Camino de Santiago, en España y Francia, como elemento de propaganda política para legitimar la santidad de la guerra contra el infiel, bendecida por los papas.
El caballero guerrero al aparecer luchando contra infieles en los muros de las iglesias es igual a los santos y los mártires. El enemigo aparece con rasgos animales, monstruosos, incluso negroides, en alusión a buena parte de los soldados africanos de los almorávides. Lucha con armas innobles como hachas, mazas, palos, piedras, arcos; dotados de adargas redondas, montando de forma antinatural, subido en las ancas o disparando flechas hacia atrás; en general como imagen de brutalidad, monstruosidad. El caballero cristiano es el miles de Cristo, lleva casco, escudo alargado y espada, que al tener forma de cruz sacraliza aún más su principal símbolo de combate.
Estas marcas que se encuentran de inicio en el románico francés y navarro estudiado por Monteira podemos ver como llegan a la ría de Camariñas por medio del taller compostelano que se expande por Galicia tras las obras en la Catedral, pero también con dos obradoiros de origen francés que trabajan para los benedictinos, con marcas visibles en algunos de nuestros templos (Cereixo, Moraime, Leis).
En la enigmática puerta sur de Moraime, en el capitel intermedio del lado derecho aparece pesando las almas San Miguel, santo guerrero invocado en la ordenación del caballero. Al lado, un cuadrúpedo erguido sobre sus cuartos traseros lucha con un caballero que lleva un escudo ovalado en el brazo izquierdo y una espada en la mano derecha. Es de nuevo san Miguel luchando con la bestia, pero también el miles cristiano contra el mal, contra el infiel.
En Santa María de Cambre también podemos ver estas dos escenas en capiteles de la puerta occidental. En los capiteles del lado derecho de la misma puerta sur de Moraime aparecen centauros opuestos por sus cuartos traseros, con arcos vueltos hacia atrás como los jinetes andalusíes, disparando sus flechas a dos guerreros de menor tamaño que se defienden con escudos largos.
No hay muchos ejemplos de estas criaturas en el románico gallego, pero los encontramos en la catedral de Santiago: en el coro de Mateo o en Platerías. En el lado izquierdo sobre los lomos de dos cuadrúpedos hay dos aves con las cabezas vueltas, un hombre desnudo sujeta las monturas. Monstruos sobre monturas en difícil equilibrio las vemos en un capitel del ábside sur de Ozón. Dios quería la guerra santa, la defiende, y por ellos similares iconos a éstos son citados por Monteira en este marco de propaganda.
La bestia o el atlante cautivo de los templos franceses es hermano de los nuestros e imagen del enemigo imaginario musulmán. Santiago, San Jorge, San Julián, San Miguel tienen atributos guerreros, de cruzados, y su culto se expande por nuestra comarca por la acción de los monjes benitos. Los infieles son lujuriosos y bestiales (sirenas, tritones, centauros, monos, grifos) para alimentar la xenofobia social.
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En Moraime, en la puerta occidental las figuras superiores de las columnas son santos, obispos, profetas, que someten a las figuras negativas de la parte inferior: basiliscos, atlantes. Y en las pinturas murales gótico flamencas del interior vemos el contraste de las virtudes o remedios contra los vicios azuzados por demonios en forma de monos, faunos negros, con rasgos negroides o morunos (el fauno de la lujuria), o el judío de la avaricia con el «demo negro«. El papa y el caballero armado con toda su panoplia luchan contra estos males, en estas ocho escenas con los siete pecados capitales y la muerte.
Los canecillos exteriores con acróbatas, músicos, cuadrúpedos, atributos sexuales, animales, reproduce el mundo de los juglares, relacionado con vicios y maldades. Los hallamos en el exterior de los templos de Cereixo, Xaviña, Leis, Ozón, o en el de Mens. En Ozón hay figuras con sombreros frigios y libros abiertos, cabezas de cerdo o de mono.
