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martes, abril 23, 2024

El visionario proyecto que evitó la inundaciones en Ponte do Porto

El visionario proyecto que evitó la inundaciones en Ponte do Porto en 1883. Un reportaje de Rafael Lema Mouzo.

Las inundaciones de estos días en la comarca no afectaron a Ponte do Porto pese a que la población se ubica a ambas orillas del río Grande do Porto en su tramo más caudaloso y afectada por el flujo y reflujo de las mareas de la ría de Camariñas. La construcción a finales del siglo pasado del paseo marítimo evita la subida de las aguas hacia las viviendas, pero la mejor defensa contra las crecidas del cauce ya se había llevado a cabo hace más de un siglo. Para la solución tuvo mucho que ver la fabulosa herencia en francos de plata recibida por varios parientes de la fortuna de un indiano, obispo en Haití y nacido en la Casa do Prado de Carantoña.

Ponte do Porto contaba con una feria mensual muy concurrida al menos desde 1836 que se llevaba a cabo en el Campo de San Roque al lado de la capilla del mismo santo, pero las crecidas del río y las lluvias causaban que en los meses de invierno se inundara la plaza del mercado por lo que la mayor parte de los domingos desde septiembre no se podía celebrar la feria. Además dos cursos de agua atravesaban la parte sur de las riberas y creaban unas «gándaras, xunqueiras» y pastizales solo propicios para el pasto de ganado. La obstrucción de estos cauces para construir las primeras casas en la parte alta del Campo de San Roque y el vallado para evitar la entrada de ganado al mismo trajeron nefastas consecuencias ya que en épocas de riadas entre la crecida del río y los aluviones de estos arroyos soterrados se creaba una auténtica laguna. La solución fue aportada en 1883 por el alcalde del Concello de Camariñas Manuel Mouzo Bello que propuso crear un gran muro de contención en la orilla del río, pero sin gastar un duro.

El Concello vendía los sobrantes entre el cauce y las casas, obteniendo así una importante suma para los rellenos iniciales y sobre todo para las arcas municipales. Los propietarios que compraban los nuevos solares se encargarían de construir casas que servían de parapeto en caso de crecidas de caudal. Y así fue como la feria se pudo llevar a cabo sin problema durante un siglo, se frenaron las inundaciones y se dotó al pueblo de una verdadera plaza, la mejor del concello y de la ría. En los primeros años del siglo XX ya con una hilera de casas construidas encima del río se procedería a construir un primer malecón entre la plaza y A Esquipa, ya con el porteño Eliseo Moreira de alcalde. Por eso en un carnaval de la época una comparsa de Xarás cantaba «o alcalde Eliseo Moreira ven podía reformar como reformou o pueblo a moda de criticar». Esta solución evitó el efecto de las riadas en jornadas de marejada y fuertes lluvias hasta la actualidad. De inicio la venta de los solares que tenían 78×24 metros se estipuló en 200 pesetas, pero el mayor postor el boticario don Manuel Rodríguez Carballo pagó finalmente 500 pesetas.

El 21 de noviembre de 1883 el secretario municipal don Gerardo Teijeira López daba cuenta de la sesión plenaria del Concello de Camariñas en la que se tomaba el acuerdo tras constatar el estado de la plaza del mercado. Así certifica el secretario que «por el regidor síndico se llamó la atención sobre el deplorable estado en que se halla el Campo de San Roque de la parroquia del Puerto, por haberse inutilizado y obstruido los canales que lo atraviesan, por cuya razón se halla convertido en una laguna con graves perjuicios para los intereses materiales del país, puesto que en dicho punto se celebra mensualmente una feria concurridísima y que en la presente estación no puede dar resultado por el estado del campo, siendo también un foco de infección que pone en inminente riesgo la salud pública por las continuas emanaciones que desprende». Por ello aporta el alcalde la solución, «y conociendo el que habla que el Ayuntamiento carece de recursos para emprender las obras de reparación necesarias, cree de gran ventaja se proceda a la venta del sobrante de vía pública que media entre el río del Puente y el camino que media desde el puente hasta la casa de los herederos de Juan Carril Parga invirtiendo su importe en la indispensable obra de fábrica de la canalización y recurriendo en lo demás a la prestación personal».

«Con esta medida no solo se reparan los daños expresados sin gravamen del presupuesto municipal, si que también se consigue un gran beneficio para el puente del puerto porque probablemente los compradores del terreno en cuestión edificarán casas en el embelleciendo de gran manera aquel punto» indica el acta. «La corporación reconociendo la verdad de los hechos expuestos y los beneficios que puede reportar la proposición presentada, acordó aceptarla en todas sus partes y que por la alcaldía se proceda a la instrucción del oportuno expediente, publicándose en los sitios de costumbre este acuerdo y el día y hora en que ha de tener lugar la subasta» procediendo finamente a autorizar en el asunto «en la forma más amplia al señor alcalde» prosigue el acta.

Al no haber profesores facultativos agrimensores por una providencia del 23 de noviembre se nombran a los «inteligentes» Francisco Noboa Rodríguez y Agustín Novás Caldas «a reconocer, medir y tasar el sobrante de vía pública emitiendo informes sobre el particular que puedan servir de base a la subasta». Se anuncia que la subasta tendrá lugar de diez a doce dela mañana del día siete de diciembre de 1883. Noboa y Caldás son canteros, mayores de edad y vecinos de Ponte do Porto. Emiten su informe en la casa consistorial de Camariñas el día 24 de noviembre ante el señor alcalde. Así concluyen que «pasaron a reconocer, medir y tasar el sobrante de vía pública que media desde el puente situado frente a la capilla de san roque en linea recta con dirección a Cereijo, hasta la esquina norte de la casa de los herederos de Juan Carril Parga, camino en medio, y desde el camino público que atraviesa dicho campo en dirección de nordés a surveste y el río, y bien informados dicen: el expresado sobrante tiene de longitud setenta y ocho metros y de ancho veinte y cuatro metros. Creen que vale en venta doscientas pesetas».

El expediente estuvo expuesto desde el 24 de noviembre hasta el dos de diciembre. En la sala de sesiones del Concello presidida por el alcalde se procedió el 7-12-1883 a la pública subasta, desde las diez de la mañana «por puja a la llana entre varios concurrentes, empezando por cubrir el tipo de las doscientas pesetas don Francisco Parga Carril, aumentando cincuenta pesetas más por don Francisco Lema Ávila, que a su vez fue mejorada esta postura con cincuenta pesetas mas por don Francisco Carril Santos, mediando de este modo varias posturas hasta las doce en punto en que terminó la subasta con las últimas de don Manuel Rodríguez Carballo que alcanzó las quinientas pesetas, que por haber resultado el mejor postor se le adjudicó el terreno en cuestión y a quien por consiguiente se le otorgará la oportuna escritura por ante notario público». Firman todos los participantes en la subasta: Manuel Mouzo Bello, Manuel Rodríguez, Francisco Parga, Juan Pasantes, Emilio García, Francisco Carril, Gerardo Teijeira. En 1887 ya se habían efectuado liquidaciones en la oficina de Corcubión por lo que será la fecha de inicio de la edificación de las primeras casas. En la primera década del siglo XX ya estaba construida la actual fila de casas por parte de la familia Rodríguez Carballo, «os da botica», y los Noya, sus parientes. Una década después se cerraba la parte oeste, pegada a la capilla, con la casa do Gamallo y el Casino. En varias fotos de 1914 ya vemos el campo convertido en una plaza urbanizada y cerrada de edificios, salvo por el oeste.

Esta relevante compra y la pronta construcción de casas que cambiaron enseguida la fisonomía del Campo de San Roque se pudieron llevar a cabo gracias a la herencia recibida por Rodríguez Carballo de su pariente el obispo de Haití don Basilio Suárez de Lema. Esto puede explicar la propuesta del Concello, al haber interés y dinero para comprar los solares, éstos se ponen a la venta. La herencia del obispo era sin duda fabulosa, pese a los avatares para su cobro en París y los numerosos gastos ocasionados, pues había dejado el prelado en 1881 la suma de 316.692 francos franceses en el balance, ya libres de cargas, a los parientes de su tía finada Manuela Carballo, que eran María Antonia Vicenta Carballo y Suárez, casada con Pedro López y Barcia, y demás familia. Los francos en monedas de plata llegaron en arcones a los familiares de la beneficiada, pero el apoderado fue Manuel Vicente Rodríguez Carballo, encargado de cobrar, repartir y llevar la mayor porción, porque «el que parte, lleva la mejor parte». Los avatares y truculencias de esta fortuna y su sorprendente artífice dan para otro artículo.

 

@AdianteGalicia

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