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sábado, marzo 9, 2024

Una botella de champán del Nil recupera su esplendor

Una botella del vapor francés NIL, el barco más célebre y con más anécdotas de los encallados en la Costa da Morte. Artículo de Rafael Lema.

En mi libro «Costa da Morte, un país de sueños y naufragios», editado por el GAC 3 Costa da Morte en 2011 indicaba en la página 71 que mi vecino Jesús Quintáns había recibido el obsequio de dos botellas de champán de un amigo que encontró hace quince años varias en el fondo del mar. Los dos se habían bebido una que pese a haber perdido fuerza estaba en buen estado, como un vino seco con recuerdo de cava. Tras ver entonces la botella y por la zona del hallazgo reconocí que se trataba de una de las piezas que dejó en 1927 el Nil en Arou-Camariñas, uno de los naufragios más sonados de esta costa. Otra botella la conserva Quintáns en la vinoteca Comarea de A Coruña de la que es uno de los gerentes. El mes pasado recibió en su bodega la visita del carballés Antonio Cancela el gurú mundial de los coleccionistas de la guía Michelín quien se retrató con la botella y con el otro gerente de Comarea, Manuel Alvite, natural de Ponte do Porto. Por ello de nuevo el champán del Nil recordado en las coplas del «entruido» de Ponte do Porto en 1928 y en tantas anécdotas locales recobró notoriedad estos días y ya forma parte de la exposición de caldos de prestigio de la vinoteca coruñesa.

En Camariñas a nivel popular el barco más célebre y con más anécdotas fue el mercante francés Nil. Embarrancó en Arou, en la ensenada conocida como Xan Ferreiro, en medio de una densa niebla y con una avería en los guardines o cadenas del timón, que le impedían cualquier maniobra. Fue a las siete de la tarde del 10 de octubre do 1927. Las condiciones del mar ese día en la ensenada de Arou permitieron un rápido salvamento de la tripulación, sin ninguna pérdida entre los 19 tripulantes y pasajeros. Era un buque de 4.000 toneladas, matriculado en Burdeos, que había salido de este puerto con destino a Bathrust, actual Banjul, en Gambia, con carga general, unos 20 coches, maquinaria, telas, seda, harina, café, diversos productos químicos y farmacéuticos, y grandes cantidades de champaña. Las coplas que un grupo de Ponte do Porto denominado «Los piratas del Nil» cantaban en los «entruidos» de Ponte do Porto, camariñas y Camelle recuerdan las peripecias de los raqueros llegados enseguida de toda la comarca, de Camariñas a Malpica.

Estas célebres coplas que resumen muy bien la idiosincrasia local y el entorno social sobre el mundo de los naufragios y la vida de la época en las poblaciones costeras. «Es tan grande la alegría/cuando dicen barco a pique/que se junta tanta gente/que hasta vienen de Malpique». Grupos de personas patrullaban la costa a la espera de recoger algún fardo perdido por el barco, pero sobre todo para intentar sisar de su repleta bodega lo posible. Las riquezas del barco atrajeron así a los raqueros, y a las fuerzas del orden, los carabineros y guardias contratados por la compañía en defensa de la carga. Pese a los disparos, amenazas,detenciones de la «fuerza», el barco dejó muchas cosas en tierra a beneficio de los más atrevidos que lo liberaron de parte de su carga. «Y el caso se da señores/ de tanta abundancia pues/que la gente pide barcos/que no sean del francés./Y bien clara está la cosa/y tan clara que así es/que no hay barcos en el mundo/más repletos que el inglés». El champán sirvió entonces, a falta de agua para hacer café, a los carabineros y guardias contratados por el cónsul francés en A Coruña para proteger la carga, que en buena parte se perdió por una abertura del costado. El carnaval del año 28 en Ponte do Porto se dedicó al Nil. Los poetas locales de la época, como Sidrito y Milito Lastres, Leopoldo Miñones, Gumersindo Carballo, Ricardo García, Toto, Roget, o Arxentino, os da Botica, crearon unas coplas que aun se recuerdan y cantan en mi pueblo. El gran fotógrafo de Muxía Ramón Caamaño los inmortalizó en varias fotos.

Una pareja de los carabineros que usaron la bebida espirituosa para hacer café decidió partir la guardia y, en el turno de imaginaria de uno, el otro se fue a dormir entre unos sacos que le guarnecían de frío. En estas subió un osado raquero y en la oscuridad se dirigió al grupo de sacos, tomando el que más abultaba, pero iniciando la huida con el matute «ó lombo», el fardo se movió como un fantasma. El susto de raquero y carabinero suponemos que fue compartido, pero como en los cuentos con perro y gato, el amigo de lo ajeno salió por piernas. «Y al ver que el fardo pateaba/ como si fuera un carnero/ vaya el susto que se papa/ por ser un gran matutero». Aunque así esté impresa la copla, oralmente la gente sustituía «gran matutero» por «carabinero».

Otros tuvieron menos suerte, como relata la citada historia, documento incontestable de la picaresca del fenómeno raquero. «Buscando en la bodega/ sin temor a los cangrejos/nos llevamos un parchazo/ con un lote de sacos viejos/. Y siguiendo con afán/ nuestra lucha sin igual/ conseguimos pronto al fin/ una caja de champán». Quien sabe si una de la cajas perdidas por este grupo de raqueros nos ea la que ahora luce en las vitrinas de la vinoteca coruñesa.

Un vecino de Arou perdió un brazo intentando robar un saco. El capitán permanecía a bordo de su barco en tanto no concluían los papeleos del seguro. Y de paso vigilaba ante las numerosas incursiones o intentos de rapiña. En una de estas sorprendió a un asaltante en cubierta y le disparó un tiro en plena cara, que afortunadamente no le provocó al asaltante más daños que unas molestas curas. También se produjeron peleas entre los raqueros y trifulcas en cubierta o en tierra en el reparto del matute. En una de estas, un vecino perdió una oreja.

@AdianteGalicia

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