José Antonio Anido llevó a cabo una impresionante infiltración en la banda terrorista ETA.Como durante estas fechas recuerdan algunos medios de comunicación, se cumplieron veinte de un hecho histórico en la actividad de los servicios secretos españoles. Después de seis años de infiltración en la banda terrorista ETA, el agente gallego José Antonio Anido Martínez, es descubierto y tiene que huir. Pero pronto comenzará otra misión como miembro del CNI.
Pasaron dos décadas y José Antonio sigue en la sombra. Nada más supimos de un hombre cuya breve biografía conocida, es merecedora de un libro o de ser guión de una película.Coincidiendo con esta efemérides, recuperamos el reportaje que hizo Xosé Manuel Lema, hace unos años.
José Antonio Anido, un gallego en los servicios secretos
Las páginas del periódico “Egin” se convertían en el altavoz que trasmitía una condena de muerte. El diario abertzale era la garganta de la banda terrorista ETA, que ponía en su punto de mira a José Antonio Anido Martínez, de origen gallego, y que consiguió estar infiltrado en la organización durante varios años, contribuyendo a que el estado español asestara varios golpes a los independentistas.
Este es uno de los momentos claves de esta apasionante historia. Pero no el único. Porque la breve trayectoria conocida de José Antonio Anido es merecedora de un guión de cualquier thriller norteamericano. Episodios de preparación elitista, momentos de tensión, y convivencia con terroristas sanguinarios. Un cordero obligado a convivir con lobos para recabar información, sin ser descubierto, caminando cada minuto por el hilo de la navaja. Un auténtico trapecista sin red en un circo de odio y venganza. Una vida sin alma al servicio de la inteligencia española. Un túnel de silencio, primero como infiltrado y luego oculto en el anonimato, para no ser devorado por sus perseguidores.
Anido es hijo de emigrantes gallegos. De Antonio Anido Cabana, nacido en A Pastoriza (Lugo) y María Rosalía Martínez Romar, de Santa Sabina-Santa Comba (A Coruña). Los dos se conocieron y se casaron en esta parroquia de la Terra do Xallas. Se marcharon a Estrasburgo-Francia, donde nació José Antonio. El joven visitó ocasionalmente el ayuntamiento de Santa Comba, y aún es recordado aquí, aunque mucha gente no sabe bien toda su historia. “Lo recuerdo perfectamente. Era más bien alto. Pasaba un par de días aquí y de repente se marchaba. Así en varias ocasiones”, comenta un vecino de la parroquia de Santa Sabina.
Anido se convirtió en Guardia Civil, recibiendo preparación en cuerpos de élite y cumpliendo todos los requisitos para poder cumplir misiones de alto riesgo, como las de infiltración. Después de la formación, había que poner lo aprendido en práctica. El agente Anido estaba llamado a introducirse en la banda etarra. Se creó la identidad de Joseph Anido, un objetor de conciencia que escapara a Francia, para contactar con los círculos antimilitaristas que existían en Bayona. Su dominio del francés era un valor añadido. Poco a poco se adentró en el mundo abertzale hasta convertirse en un miembro más. Era 1989, cuando comenzaba a tejer una densa red de información directa desde ETA hasta los servicios secretos españoles, agrupados en el CESID, que acabó derivando en el actual CNI.
Mikel Antza
Hombre de confianza del pistolero
Los años de formación de Anido y sus propias cualidades de supervivencia y captación de datos sirvieron para que durante seis años los terroristas contaran con una importante vía de agua en su estructura. Lamentablemente se acabaría taponando. Pero hasta 1995, Anido desarrolló una impresionante actividad como “topo”, llegando hasta la cúpula de la organización. Acabó siendo el chófer de Mikel Albizu Iriarte, ”Mikel Antza”, que en 1993 asumía la dirección del aparato de ETA. Mucho mérito tiene para un infiltrado no despertar desconfianzas, pero ya es una auténtica heroicidad llegar a donde llegó este hombre, que por cierto, nunca ocultó y hacía continuas referencias a su procedencia gallega.
Porque Mikel Antza no era precisamente un pistolero a secas, y tenía una base intelectual sólida, matriculándose en Ciencias Políticas en la Universidad de la Sorbona. Una de sus misiones más llamativas fue el diseño y la ejecución de la espectacular fuga de la cárcel de Martutene. Antza entró en el centro penitenciario como un supuesto técnico de sonido del músico Imanol, que iba a ofrecer un concierto. Y salió con dos presos escondidos en los bafles. Era un defensor a ultranza de los métodos violentos. Imagínense al agente Anido transportando en un coche a este dirigente. Mientras el “topo de Santa Sabina” hizo su misión pasaron cosas importantes, lo que demuestra que los flujos de información estuvieron bien abiertos.
El 29 de marzo de 1992, ETA sufre un golpe histórico, con la captura de toda su primera fila en Bidart. En vísperas de las Olimpiadas de Barcelona y con la Expo de Sevilla, eran detenidos en Bidart, cerca de San Juan de Luz, Txelis, Baldo, Paquito y Fiti. Pertenecían al llamado colectivo Artapalo. El siguiente en coger el timón sanguinario fue Antza. Y Anido su chófer. Se ganó la confianza de los terroristas, que destacaron a sus propios medios que “era un buen militante” y lo acabaron apodando “Josette”. En 1994, se consigue detener a “Mobutu” en Toulon, en el suroeste de Francia, y a otros de los hombres fuertes de la organización. A punto estuvo de caer en esas fechas el propio Mikel Antza.
Descubren casualmente a Anido. Hay que desaparecer
Todo podría haber sido diferente, sino fuera por aquel mes de abril de 1995. Sucedía de una manera casual. Unos efectivos de la lucha armada vasca visitaron el domicilio de los padres de Anido Martínez en Estrasburgo. Y allí observaron cómo había una foto del “compañero” Anido vestido de Guardia Civil, en la foto de la jura de bandera. Así se terminaba esta importante infiltración y se iniciaba una larga noche de piedra, como diría el poeta Celso Emilio Ferreiro. Los terroristas dieron la voz de alarma. Los padres se dieron cuenta de la rápida escapada de sus huéspedes y avisaron a Anido.
Los etarras difundían una nota de prensa en el diario EGIN para denunciar “un serio intento de infiltración”. Era evidente que esto había sido algo más que un intento. Publicaron su foto y aportaron algún dato biográfico interesenta. “Josette” estudiaba euskera en Bayona, y frecuentaba los ambientes ideológicamente próximos en San Sebastián. En octubre de 1994, cursaba tercer año de euskera, aunque su profesor declaró que se ausentaba “muchas veces aduciendo que tenía que ver a sus padres”. Con este método se introdujo en la “estructura de ayuda a los refugiados del estado español”.
“Era un buen militante, siempre dispuesto a asumir cargos o a quedarse a fregar el local. Si tuvo alguna responsabilidad es porque la gente quedaba contenta con pasarle el marrón”, apuntan algunos testimonios citados por El País en ese año. La máquina informativa de los medios afines desvelaba la vinculación de Anido al Cesid. La noticia causó una tremenda sorpresa en el entorno de País Vasco francés.
José Antonio Anido tenía que huir del infierno que se le abrió. Varias fuentes apuntan a que estuvo un breve tiempo en Barcelona y Madrid, para ser trasladado a Colombia, donde inició una nueva misión, como agente adscrito a la embajada española de este país. Tendría que cambiarse el nombre. Refugiarse en una nueva identidad. Era un objetivo prioritario para ETA. Había que borrar todos los rastros posibles. Utilizó los segundos apellidos de sus padres y nacía Antonio Cabana Romar. Y posiblemente pasaría desapercibido sino fuera por un suceso en 1998.
Un tiroteo nos acerca a la nueva identidad de Anido
27 de noviembre de 1998. Dos agentes de la embajada de Colombia se dirigen a una sucursal bancaria ubicada en la Avenida Cien de Bogotá para retirar cerca de cinco millones de pesetas para comprar un coche. Retiraron el dinero y lo guardaron en el interior de una mochila. Abandonaron el banco y se subieron a un Mazda de color gris, cuándo se les cruzaron en su camino cuatro delincuentes a bordo de dos motocicletas. Presuntamente querían hacerse con el botín. Comenzó el tiroteo. Uno de los agentes, Domingo Julio Gómez Franco muere acribillado a balazos y su compañero resulta levemente herido. Se llamaba Antonio Cabana Romar. O sea, Anido.
Nuestro “topo”, que era el conductor del vehículo, alcanzó con su arma a uno de los asaltantes. Recibió un disparo en una pierna, pero logró abandonar el Mazda, y escapó cojeando con la mochila del dinero,en medio de un atasco circulatorio, siendo atendido en un hospital cercano.
Curiosamente, “Euskadi Información” era el medio que desvelaba que Antonio Cabana era Joseph Anido y los acusaba de dedicarse a tareas de contrainsurgencia en Colombia. Durante su estancia en el nuevo continente, había visitado España, en medio de grandes medidas de seguridad.Julio Gómez Franco fue trasladado a Cáceres para ser enterrado. En esos días el General Alejandro Miguel Gutiérrez anunciaba que también trasladarían a Cabana Romar, y no entraban a valorar las noticias de “Euskadi Información”.
Por lo que respecta al tiroteo eran detenidos dos sospechosos, y también se requisó una moto y un taxi que se pudieron emplear en el atraco. Otras fuentes apuntaban a dos motos y una furgoneta.
“Los agentes iban en acto de servicio, cumpliendo una labor que se les asignara”, declaraba el embajador Yago Pico de Coaña a la agencia Efe, y el Director General de la Guardia Civil, Santiago López Valdivieso apuntaba que se trataba probablemente de un caso de delincuencia habitual.
“El Lobo”: no es normal
A pesar de las reservas que hay entorno al mundo de los infiltrados, el episodio de Colombia no pasó desapercibido y al cabo de años volvió a ser comentado. Coincidiendo con la presentación de la película “El Lobo”, que narra la historia de Mikel Lejarza, el gran “topo” comentaba en un chat:
“No es normal que la embajada mande a dos agentes a retirar dinero en efectivo de un banco. Estos trámites se hacen de otra manera, por lo menos así es como lo hacíamos durante el tiempo que estuve en la embajada española en México”.
Dos expertos en la materia son Manuel Cerdán y Antonio Rubio. Ambos escribían en las páginas de El Mundo que fuentes del Cesid no descartaban la hipótesis de que Anido sufriera un atentado por parte de un grupo terrorista afín a los etarras.
Las nebulosas huellas del valiente espía se fueron disipando. Dicen que en el 2000 ejerció como escolta de Ferrán Cardenal. En la actualidad tiene 42 años, y debería de estar cumpliendo cualquier misión para el CNI en cualquier parte del mundo. Con otra identidad y suponemos con otro rostro.
O eso es lo que considera Mikel Lejarza “El Lobo”, que comentaba en una entrevista que “Anido tendría que hacer lo mismo que hice yo si quiere pasar desapercibido. Su cara ya es muy conocida”.
Al conocer algunos datos sobre su historia, decidí recopilar documentación, contactar con alguna persona, buscar su foto de entonces, y escribir este reportaje, más que nada, para hacerle un humilde homenaje, porque José Antonio Anido forma parte de la historia de España.